VIII. Roso de Luna y el Ario del Monte.
En la obra “De Sevilla al Yucatán, viaje
ocultista a través de la Atlántida” de Mario Roso de Luna
encontramos un exhaustivo estudio sobre Arias Montano.
Con la ayuda de fuentes como Menéndez y Pelayo (la ciencia
española), P. Luis Villalba o cartas de Zaya entre otras
consigue de alumbrar vínculos del Ario del Monte con el
mundo de una doctrina secreta envuelto en leyendas de la
prehistoria.
Nos introduce un Arias Montano, bibliotecario teósofo y
ocultista a quien le vale más la tinta del sabio que la
sangre del mártir. “¡ya veo al ocultista!, ya veo al mayor
blanco en medio de la terrible ola de magia negra del siglo
de la destrucción de dos imperios americanos iguales al
asirio, ¡la inmolación de Miguel Server y el nacimiento de
la Compañía de Jesús!”.(pag. 51).
De Luna subraya el apego de Arias a su Montaña de la Peña y
Aracena, ciudad de la Gruta de las Maravillas, que el mismo
de Luna visita en un viaje alucinante y guiado por unas
tiernas luces –alma descubre que la cueva llega hasta el
Cerro de San Ginés en el pueblo anterior a Alájar, Linares
de la Sierra.
“Aracena es la antigua Arcilasis de los túrdelos, que
Estrabón cita en su Geografía antigua, la Darbacer o
Dar-hacer mahometana de Amador de los Rios. “
La olvidada Aracena en los años treinta de siglo 20 “desde
los palacios de los Valladares y del obispo Moya, llenos de
tesoros del Renacimiento, hasta sus vetustos templos, sus
amplios casinos y su ayuntamiento de estilo mudéjar…”(65)
abarca 18 pueblos, “por el Sur las sierras del Padre Caro,
la cumbre del Cerro Salomón y toda la campana de Huelva al
Oeste con los llanos Orullo y San Bartolomé, el monte de la
India, la Fuente de Oro, el castillo y la cueva de la Mora y
la antiquísimas termas de Almonáster la Real, …, Alájar y su
Peña, que nos lejos del Cerro de San Ginés se dibuja ahí en
frente… Hacia el Norte se columbran, más que se ven, las
alturas vecinas a Fregenal y a los valles de Fuenteheridos,
Navahermosa y Corelazor, donde empieza la ribera de Huelva,
que sierra todo el Este, allende la carretera… desde el
Castillo de las Guardas , y aquende, aquella serranía del
Gandul.” (67)“
El sabio o Salomón extremeño “se refugió en Aracena y creó
en la iglesia carmelita de San Pedro una cátedra de
latinidad, dotándola de bienes propios.” (61).
Sobre los contactos del doctor con Aracena cuenta Roso de
Luna (74) con una fuente muy especial que le dejan leer en
la penumbra del archivo de una iglesia: Un libro escrito en
1612 por Fernando Sánchez de Ortega, notario apostólico,
familiar del Santo Oficio de Aracena acerca de los sucesos
ocurridos en esta villa, (74 a 76) que contiene unos
manuscritos firmados por Doctor don Augustín Barrera y
Narváez del año 1802:
“-Nueve días de julio de mil y quinientos y cincuenta y
cinco años:
- fue preso el doctor Arias Montano estando en la Peña (fol.
3).
-Arias Montano predicó en Aracena y publicó el Santo
Concilio de Trento (fol.7).
-Empeñóse con el rey en no dejar su retiro (fol. 26 vto.)
-Salió en la Peña a recibir la procesión que fue a Aracena
(fol. 23).
-Acompaño de Aracena a la Peña al cardenal don Rodrigo (fol.
38 vto.)
-Vino al entierro de Marcos Pérez, que se mató en la obra de
la iglesia (fol.72 vto.)
-Instituyó y dotó la cátedra de Gramática de Aracena (ibidem).
-Murió en Sevilla (fol.76 vto.)…”
Para el año 1563 encontramos anotaciones que nos aclaran un
poco los tiempos que corrían en aquel pueblo de la sierra:
“-Corrección gregoriana del calendario, que quitó diez días
a aquel año.
-Se pegan dos curas y queda la iglesia en entredicho.
-Incendio de la iglesia mayor.
-Temporal de aguas.
-Muerte de una doncella.
-Gentes que marcharon a Indias.
-Marido y mujer muertos en un día.
-Otro caso igual.
-Moriscos expulsados del pueblo.
-A Juan Puntilla le hace dar 100 azotes la Santa Inquisición
y que se le corte la lengua.
-A Diego Gutiérrez se le cortó la lengua también.
-Año de gran Inquisición en Aracena.”
Tiempos duros que se reflejan en el Retrato del Ario del
Monte que encuentra Roso de Luna en el mismos archivo: “ un
caballero santiaguista, de cara fuerte, dura, imperativa,
gallardísima, que parecía mirarme con una inexplicable
mezcla de autoridad, ironía y cariño.”
Esta ironía parece asomarse en la leyenda que nos cuenta una
hechicera a través de un compañero de Rosa:
“ el sabio tenía entre otras maravillas, un pachón
blancinegro que no dejaba que nadie se le acercarse a tocar
su amo. Tan inteligente era el perro que todas las mañanas
venía, nadie sabe si bajo las tierras o por los aires, desde
la Peña de los Ángeles hasta el mercado de Aracena con una
cestita en la boca y en la que los diversos vendedores le
ponían el pan, las verduras o lo que fuese, que el perro al
punto llevaba solícito a su amo. Añadió también la gitana
que el Salomón de España conocía las virtudes de todas la
yerbas medicinales y alimenticias. Sabía además encontrar,
mejor que nosotros con la oración de San Antonio, todos los
objetos extraviados ….” (81)
Sobre una fuente de saber del sabio “taumaturgo” (del
griego: mago, hechicero o en la iglesia gran santo que hace
milagros con el poder de Dios) nos cuenta un compañero de
viaje de Roso (81):
“Por el sitio que en la actualidad ocupa el arrabal de San
Bernardo, emplazamiento antaño de la famosa Academia del
toreo erigida por Fernando VII, …., tenían los hebreos sus
enterramientos, enterramientos que, a la hora de su
expulsión y con arreglo a nuestra piedad, fueron convertidos
en amenísimos huertos. La existencia de aquellos
enterramientos, …, consta oficialmente por la carta de
Isabel la Católica a los inquisidores, de 28 de marzo de
1492.
“Los dichos cementerios continuaban por la huerta denominada
de Espantaperros, nombre que tal vez alude a la condición
hebraica de los ahí inhumados, y seguía hasta la puerta de
Min-hoar o Minjoar, nombre que, según Rodrigo Caro, proviene
de un opulento judío que allí residía. La dicha huerta
seguía por todo el campo que entonces se llamaba Cebreros,
donde antes se alzaba una ventilla y después se labraron
casas.
Caro, en el libro I, capitulo II de sus Antigüedades de
Sevilla, y el padre Sáez en el folio de su Demostración
histórica, afirman que hacia 1520 fabricó la ciudad sobre
estos osarios las carnicerías y otros edificios, quedando
cubiertos por ellos los cementerios.
El año 1580 fue de gran esterilidad y falta de trabajo,….,
pero los muchos pobres dieron en acometer y demoler los
sepulcros de los hebreos, obra curiosa, dice el cronista,
muchos de ellos, extrayendo de allí cuerpos con extraños
trajes y joyas de oro y plata.
En varios sepulcros, además, y esto es lo más importante,
fueron hallados libros hebraicos, los cuales fueron casi
todos recogidos por las muchas personas cultas que había en
la ciudad y entregados al doctor Arias Montano, cuya
reputación de sabio y orientalista le hacían bien acreedor
de esta preferencia.” (82)
Vemos a Arias Montano como gran coleccionista
de libros de todo tipo, fuentes del saber:
“Las veladas alusiones de su carta a Zayas, secretario del
rey, en 1571, a ciertas obras secretas, o por lo menos
inéditas y desconocidas del gran San Isidoro de Sevilla,
obras iguales o parecidas a las también inéditas de Bruselas
y aquellas otras a las que el mismo Arias Montano alude
cuando dice:
En
la librería del arzobispo de Valencia, don Martín de Ayala,
vi, en pergamino, algunas obras debidas a San Isidoro, y que
no creo estén impresas. Véase si las trajeron entre los
libros que compró Su Majestad de aquella librería,
y más que nada su amistad con aquel viejo griego que había
conocido en Venecia, aquel émulo de
Adepto veneciano
tan conocido en los relatos ocultistas, quien, detenido en
Amberes al llevar cuarenta valiosos libros a la reina Isabel
de Inglaterra, se los vendió por ínfima cantidad al
polígrafo en 1568. …”
“Libros parecidos también … debieron ser muchos de aquellos
trescientos volúmenes adquiridos en Breda y Haustrat, por
Montano, quien mandó ponerlos aparte, y que fueron traídos a
España bajo la custodia nada menos que de la escuadra que
trajo de retorno al duque de Alba, cosas que no hicieron con
el millar largo de los que aquél sacó de las abadías,
baratillos, etc., de Flandes, Haustrat, Lyón, Francfort y
París, libros todos, en fin, que al ser albergados cual en
santuario de misterio en el recién alzado
Templo
de El Escorial.”(pag. 83 y 84)