II. España , Felipe II y el siglo 16.
El siglo 16 lleva al mundo occidental, heredero del
cristianismo, desde la vista plana del mundo limitado
proclamado por el Vaticano al mundo esférico, conocido ya
por los Antiguos. 1545 identifica Mercator el polo magnético
y CORDES estudia en su Pharmacopeia las infecciones. La obra
de Copernico fue recomendada para el estudio en Salamanca en
1514.
La tierra conocida ya no era más el centro del mundo. Cada
ser se redujo a un punto en un globo dando vueltas por un
astro mayor.
Amérigo Vespucci aclaró que América es un continente entre
el oeste de Europa y el este de Cathay (China), Magallanes
lo demostró y Mercator proyectó este mundo esférico en un
plano, retomando ideas antiguas.
Mapa mundi de Abraham Ortelius.
España era el imperio, donde nunca se puso el
sol, en el Lepanto se paró una vez para siempre el progreso
del hasta aquí imparable dominio de los Turcos. Los
Moriscos, aliados de los Otomanos perdieron su ultima
bastión en Granada.
La España imperial era el centro físico del
mundo. El centro del mundo espiritual se empezó a
cuestionar.
La autoridad del Papa, y de su Biblia, la
Vulgata estaban en declive.
Erasmo, Calvin y Lutero por un lado y los renacidos clásicos
y cabalistas por el otro buscaban un Templo nuevo.
Al cronista de la orden de San Jerónimo, Fray José de
Sigüenza se le acuso “de haber afirmado ... la posibilidad
de ir al cielo sin ser cristiano, de lamentar el mucho
tiempo perdido en los estudios de la escolástica, de poner
el estudio directo y el comentario literal de la Biblia muy
por encima de los libros de devoción...(Caminos de Sigüenza
y Atienza, Madrid, 1976, p.204)
La idea de ir al cielo sin ser cristiano era tan
revolucionaria como el re-descubrimiento del Mundo Nuevo o
las leyes de Copernico.
“El humanismo renacentista halló su expresión filosófica en
el paraíso terrenal de los neoplatónicos.”(Elliot, 264).
“Los neoplatónicos insistieron en la piedad interior y la
comunicación directa del alma con Dios (Elliot, 263).
Con el Concilio de Trento, que se clausuró en 1565, quedaron
el erasmismo y el iluminismo formalmente suprimidos. El rey
del siglo 16 era Felipe II, heredero del cosmopolita Carlos
V. Con la Inquisición poseía Felipe II uno de los
instrumentos más eficaces del medieval y llegó a identificar
su poder con el de la Inquisición. Dueño de almas paganas
dispersadas por todo el mundo a descubrir y descubierto y
dueño de Flandes y Amberes, una de las ciudades más
cosmopolitas del Viejo Mundo, se encerró la España de Felipe
II en su pasado contra la fermentación religiosa y cultural
del resto del mundo.
El Imperio Hispánico llegó bajo Felipe II con la victoria
sobre los moriscos rebeldes, la derrota del poder otomano en
Lepanto (07/10/1571) y la anexión de Portugal y su inmenso
imperio colonial a su máxima expansión. El declive se hizo
vislumbrar en la imposibilidad de mantener Túnez en poder
español y era evidente, que la revuelta de los Países Bajos
llevó a la derrota de la Invencible.
Dejamos sonar estos lugares del mundo español aun redondo,
con El Escorial como su cerebro burocrático central. “La
Península Ibérica con los reinos de Castilla, Aragón y
Portugal, las Islas Baleares, el Rosellón y la Cerdaña en la
frontera francesa, el Franco Condado, los Países Bajos, el
Milanesado, Nápoles, Sicilia, Cerdeña y los presidios de
Toscana, en Africa Oran, Mozalquivir, Melilla, Ceuta,
Tánger, Asila, Mazagán, las Islas Canarias, Madera, Azores,
Cabo Verde, territorios en el Golfo de Guinea, Islas Santo
Tomé, Príncipe, Fernando Poo, Annobón y Santa Elena, Congo,
Angola y Mozambique, Sofala y Zambeze. En Asia, los
establecimientos portugueses del Golfo Pérsico (Ormuz), de
la India, Goa, Angedivia, Canamor y Cochin, Malaca y Macao
en China y en Oceania, las colonias portuguesas de las
Molucas y Timor y las españolas de las Filipinas. En
América, la posesión de Brasíl y el inmenso dominio
hispánico desde el Estrecho de Magallanes hasta California,
la Florída y las Grandes y Pequeñas Antillas.” (Bustamante,
Compendio).
Felipe II, el hombre austero, con su alto sentido del deber
“para con Dios y para sus súbditos”. (Elliot,265), viudo con
solo 21 años(1548) estaba solo en la cumbre del poder con su
hermanastro, El hijo bastardo de Carlos V, Juan de Austria (Ratisbona
1543, Namur 1578), hasta que éste héroe de Granada y Lepanto
murió con 33 años abandonado en una Flandes ya abandonada y
dejada por el Duque de Alba y Don Luis de Requesens.
Felipe II sospechaba, que su hermanastro se proclamará Rey
de Flandes e Inglaterra. Felipe II, teniendo al monarca
cosmopolita Carlos V como padre dominante pero casi siempre
ausente, encerró su primogénito Carlos (1545-1568) “para el
servicio de Nuestro Señor y para el bien público” por
enfermedad mental ya que este preparaba su marcha a Flandes,
para acaudillar el movimiento nacionalista flamenco.
Aprisionado en El Escorial murió el Príncipe Carlos quien
has sido educado en Alcalá junto con Juan de Austria aun
diez años más joven que este de la “deficiencia de su
régimen alimenticio.”
“El Rey debía trabajar para su pueblo que le había sido
encomendado, .., ya que la esencia del buen gobierno residía
en el hecho de que fuese un gobierno JUSTO en el que el Rey
recompensase al bueno y castigase al malvado (Elliot,269)
1556 abdicó Carlos V, el tercero de España y pasa el poder
sobre España a Felipe II.
Con Felipe II. se sustituyó el estilo del gobierno
improvisador y conquistador de Carlos V, que vivió su
fracaso imperial en la bancarrota y la humilde huida de
Innsbruck (Austria) a Villach (1552) por el imperio del
papel y convirtió a Felipe II en el secretario, quien más
papel gastaba, con todos sus funcionarios, agentes y espías.
Solo la Inquisición contaba con 20.000 familiares
dispersados por el territorio español. Con los Musulmanes y
los Protestantes como amenazas exteriores, estaba el tercer
frente en el interior abierto, formado por conversos y
moriscos. Su control creaba un clima de conformidad,
desconfianza y sospechas mutuas.
Al Edicto de la Fe que animaba a la delación como cosas
naturales, se sumaba el concepto de la pureza de la sangre.
En 1556 obtuvo el arzobispo de Toledo, Juan Martínez Siliceo,
de orígenes humildes pero de ascendencia pura, la
ratificación Real para su estatuto de limpieza de sangre,
que impuso al capitulo. El ortodoxo español era Castellano
de fe y sangre pura. “Se reafirma el poder en manos de una
reducida y cerrada clase de cristianos viejos de mentalidad
tradicionalista”. (Elliot,240)
España se carcomía en rivalidades internas, entre
castellanos, aragoneses, valencianos y catalanes, entre las
familias principales del reino, los Alba, los Pérez, los
Eboli, el caso del primado Carranza, el asesinato de
Escobedo y desangraba en subidas de impuestos y en las
bancarrotas en 1575 y en 1577, la suspensión de pagos a los
soldados de Flandes y su sublevación con el saqueo de
Amberes (29/11/1596).
En 1569 Felipe II hizo detener a los diputats y algunos
nobles del principado Catalán, por su negativa a pagar el
excusado, un nuevo impuesto, y por la sospecha injustificada
de que estaban un paso de inclinarse hacía el
Protestantismo. Un proceder contra las autonomías imposible
bajo Carlos V.
Toda la plata llegada a Sevilla desde el Mundo Nuevo era
poca, una cuarta parte solo, para pagar la deudas contraídos
por Carlos V y Felipe II a los banqueros alemanes y mantener
las frentes con los Protestantes y Inglaterra y con los
Turcos en el Mediterráneo y para alentar el sueño de Felipe
II, de invadir Inglaterra, casarse con María Tudór y
proclamarse también Rey de Inglaterra.
Un sueño que costó caro a España y la sumergió en pobreza y
un largo aislamiento del resto del continente.