TARTESSOS OFICIALISTA

 

                                                     

ARIAS MONTANO Y TARTESSOS

 

  Erich K. Hartmann 2007

 

 

 
 

I. Las Brumas.

 

 
“Las fuentes antiguas nos hablan del pueblo tartesio rico, culto, con una escritura todavía no descifrada, dedicado a la agricultura y al comercio de los metales, entre ellos el estaño, que iban a buscar a las islas Casitérides, que ocupaba el sur de España y aparece desde muy pronto en relación con los Fenicios. En diversos pasajes de la Biblia, y singularmente en los que refieren a Salomón y a su suegro el rey Hiram I de Tiro (s. X a.C.) se hace mención de Tarshish y de sus naves, que transportaban ricos productos a Oriente ...


Originada una guerra entre fenicios y tartesios, a causa de la codicia de los primeros, que lograron triunfar, se libran los tartesios de aquella dominación cuando los asirios tomaron la ciudad de Tiro (750 a.C.). Comienza entonces el gran florecimiento de Tartessos, que duró dos siglos y medio (750 - 500 a.C.)..... .” (Bustamante)


“La Biblia nos habla también en Ezequiel, en Jeremías, en el libro I de los Reyes, en el Génesis y en Jonás de los viajes de los fenicios a Tartessos o Tarsis. En tiempos del rey Salomón, las naves de Hiram, rey de Tiro, cada tres años hacían un viaje a Tarsis. ... . Para el viaje de Tiro a Tartessos necesitaban veintidós días con sus noches, venían de Tarsis cargadas especialmente de metales.


En estos viajes hacían escala en diversos puntos en el norte de África.“ (Planells Ferrer) Utica, luego Cartago, estaba equidistante a Tiro y Tartessos.
Gádir como ciudad aparece por primera vez en “El Libro de los Jubileos” un apócrifo del siglo VII a.C..


Entre los restos arqueológicos encontrados en Gádir ningún hallazgo es anterior al siglo VIII a.C. a excepción de una estatuilla de bronce recubierta con láminas de oro, representando a Ptah, dios de Menfis,..., que ha dado lugar a la creencia que puede ser egipcia e importada por los fenicios en el II milenio.
Herodoto nos relata el viaje de Colaios de Samos en el Mar Egeo, que llegó arrastrado por una tormenta, atravesó las Columnas de Hércules y volvió a Samos con 6 talentos de plata, argentéo metal. También nos habla de la arribada de los focenses, que fueron bien recibidos por el rey Argantonios, quien les dio grandes cantidades de plata para que fortificasen su ciudad contra los persas y les invitó a establecerse allí.


Los griegos conservaron grata memoria del rey Argantonios, que, según Anacreonte, vivió 150 años... .”

 

La arqueología nos confirma la presencia de focences en Huelva:
“ ... los materiales focences localizados en Huelva se articula sin duda con las referencias de las fuentes historiográficos sobre Argantonios y su ofrecimiento de tierras a los focences -” (Ruiz/Molinos, pag. 236)


“Este período de amistad con los griegos se termina con la destrucción de Tartesios (Tartessos) por los cartagineses hacia el año 500 a. C. Pocos años después de la batalla de Alalia.” (Bustamante, compendio)
 

La caída de Tartessos “parece constituir el punto de reajuste de la actividad focense, que no vuelven a enviar sus productos básicos.” (Ruiz, 236)


“Es decir asentamientos indígenas afectados por un modelo comercial expansionista que en nuestro caso, a fines del siglo VII a.C., se desarrolla en el marco fenicio, según algunos autores debido a la búsqueda de rutas directas con los grandes centros de estaño, posiblemente por la propia crisis de sus relaciones con Tartessos y el cierre de rutas por el Atlántico.”  (Ruiz, pag 236)


“la totalidad de las fuentes sobre Alalia (Herodoto, I, 165 ss, Tucídides, I, 13, 6, Pausanias, X, 8, 6-7; 18, 7, etc) en el libro de Véronique Krings, Carthage et les Grecs, Leiden, 1998 (Brill) pp. 93 ss, junto con un excelente tratamiento del problema.” (Carlos G. Wagner)


Para Pericot el reino tartesio “tiene la poesía del misterio, que envuelve su historia, sobre todo el misterio de su ciudad y su discutido emplazamiento.”(Ibídem)


Esta poesía del misterio parece surgir de las brumas del Atlántico, la poesía que lleva el nombre de un reino olvidado, el reino de Niebla,(llipa, Ilupula, Baeturia) en las faldas del sur de la sierra de Huelva.


Estrabón de Amasia nos describe la Sierra en su “Geographika”(Libro III) finales del siglo I a.C. con los siguientes términos:
“Junto al Betis habitan muchos, y se sube por él unos 1.200 estadios desde el Océano hasta Corduba y la región que está algo más arriba, y la ribera y las isletas en el río están bien cultivadas. Hay que añadir también lo bonito del paisaje, teniendo la región bosques y plantaciones. Hasta Hispalis suben grandes barcos de carga, casi por unos 500 estadios, llegándose hasta las ciudades que están más arriba e Ilipa con barcos más pequeños y hasta Corduba con barcas de río ( ...). Paralelos con el río por el lado Norte, corren unas sierras llenas de metales, que se acercan al río más o menos. Hay mucha plata en la región de Ilipa y de Sisapo, la Vieja y la Nueva. En los Kotinai se cría cobre y oro. Estas sierras están a la izquierda para los que suben por el río (...). Las regiones con minas se comprende que son ásperas y tristes.”


Para los jónicos, etruscos, minoicos y los demás antiguos habitantes de la cuenca mediterránea, menos los fenicios, terminaba su mundo en la puerta occidental del mar interior.


En la mitología aquea (Homero) era
Hércules a quien mandó el rey Euristo, entre doce tareas, robar los bueyes del Rey Gerión. Las Columnas y la Torre de Hércules son recuerdos de la bruma de los tiempos, fusión entre mitología y historia. La Vía Hérculanea, trazada con los bueyes robados, que llegaba por vía terrestre desde Levante a Cádiz, la Vía Augusta para los Romanos, que era una de sus primeras y principales calzadas, da testigo de la búsqueda de los griegos y fenicios de los confines de su mundo, para llegar al Atlántico, a la puerta de la puesta del sol, con sus secretos de El Dorado y Atlantis y sobre todo a sus vías marítimas y conexiones secretas con las minas de estaño en el Norte, vías disputadas por los griegos de las polis, ciudades estados, del Próximo Oriente, hoy Anatolia, Turquía, y los fenicios, primero de Sidón, luego de Tiro.


A primeros del siglo VI Tiro sufrió un largo asedio, por las tropas de Nabucodonosor, que duró 13 años. No sabemos si fue vencida, pero su economía quedó tan agotada, que Cartago, independiente como todas las ciudades fenicias, se convirtió en metrópoli del resto de las ciudades hermanas a lo largo del Mediterráneo.


Las vías en el sur de la Península fueron dominadas por los tartesios, un pueblo, ni celta ni ibero, que parece surgir del Neolítico en Extremadura, en el sur de Portugal, en Huelva con Riotinto y en torno de las canteras de mármol en Evora. Un pueblo en la transición de la técnica pedernal al beneficio y la fusión de metales y por supuesto su posterior comercialización, pasos en los cuales Los fenicios habrán primero tendido una mano para luego quedarse con el comercio.


La comercialización por supuesto exige un buena red vial y su mantenimiento, ya que la alta especialización en algunas producciones como instrumental agrícola, armamento o elementos de transporte exigen una acción combinada, concurrente, de metalurgos y carpinteros, con su red de unidades de extracción , elaboración, producción, comercialización y servicio especializado de mantenimiento.(Vea los restos metálicos de ruedas encontrados en Tejada la Vieja en Huelva.)


De su territorio lo único que queda claro es que se trata de una amplia región que más tarde se habría de denominar Turdetana y abarcaría los actuales territorios de Andalucía y Murcia y la zona más oriental del Algarbe portugués (muestras de escritura, topónimos ..-oba, uba, ipo, ili, iler, ilu, -brice). Posiblemente su centro ha sido el área minero alrededor de Huelva, cuya producción en la antigüedad se estima en 2 millones de toneladas de plata. También producen oro, cobre y hierro.

La cronología del imperio tartéssico abarca desde finales del II milenio hasta mediados del primero. Su origen data de mediados de la Edad del Bronce y su final se sitúa en torno de la batalla de Alalía (535 a.C.) en la cual lucharon los etruscos, aliados con los cartagineses, contra los focenses y tartesios por la dominación del sur de la Península.


Los textos hablan de la riqueza de Tartessos basada en la minería y metalurgia. Plata, oro, bronce, cobre, y plomo. La agricultura, la ganadería (el Castañuelo), la pesca marítima y las salazones (la Tiñosa) constituían otra fuente de riqueza.


Las fuentes clásicas hablan de una elevada cultura de gran antigüedad.


El mito de los reyes legisladores Gerión, hijo de Criasor, el gigante que poseía el cuerpo de tres hombres, “el más fuerte de los hombres” según Hesíodo, que fue muerto por Hércules quien robó su ganado antes del retorno (Estesícoro de Himera cantó sus hazañas en el poema Geryoneïs) , Gárgoris, inventor de la apicultura, y Habis, hijo de éste, fruto de amores incestuosos, condenado a muerte y salvado por las fieras el rey legislador que enseñó a sus súbditos el arar con bueyes y que por fin se convirtió en dios, enraíza en la Edad del Bronce en los albores del segundo milenio a.C..( El Arte Español, I, Planeta, pp 130)


Las leyes deben datar entre el siglo VII y VI a.C. como las del mundo griego. La gran amistad de Argantonios con los focenses habrá abierto las puertas a las influencias culturales del mundo jónico.


La sociedad se dividía en siete castas, los nobles tenían prohibido el trabajo, los jóvenes no podían ser testigos contra los ancianos. La forma política fue de monarquía hereditaria de origen divino.(Bustamante)


Según Estrabon tenían anales escritos, poemas y leyes en versos. La escritura data quizás antes del 700 a.C., seguramente influida por la escritura fenicia (orientalizante) y por la celta, a su vez influyendo la escritura íbera.


Sobre sus santuarios podemos decir que cerca de Cádiz, en una isla, había un santuario en el que se daba culto a una deidad asimilable a Venus, otra isla, frente a Mainake (colonia griega al Este de la púnica Malaca, fundada por los focenses, Focea, hacia 600 a.C.) se hallaba consagrada a la luna. En la costa del Algarbe había un santuario dedicado al viento, muy venerado por los navegantes.


Y se sabe que los tartesios tenían en una cueva un santuario en el que se adoraba a la Inferna Dea.

La antigua Tartessos debe situarse entre la Sierra de Aracena y el Atlántico.


La Sierra de Aracena es el extremo occidental de la Sierra Morena y consiste en una cadena aislada de casi 50 Km. en línea recta del oeste al este, su distancia media al Atlántico son 80 Km.


Esta sierra alimenta los ríos Río Tinto y Odiel. Sus faldas del lado sur están ricas en minerales y metales y hay muchísimas minas, las más famosas, grandes y antiguas son las Minas de Río Tinto, el Cerro Salomón.


“Al este se constituye una segunda zona que conecta la minas de Aznalcollar con un gran centro amesetado y fortificado, como es Tejada la Vieja. Desde aquí se alcanza el poblado de San Bartolomé de Almonte, en una ruta que conduce hacia Torre de Doña Blanca y Cádiz.” (Ruiz pag. 120)


El nombre de un pueblo minero, Tharsis, situado 40 Km. al sur de Huelva (la romana Onuba y árabe Guelbah) y también a 40 Km. de las Minas de Río Tinto, el lado sur de la sierra, cerca del río Oraque, afluente al río Odiel, nos evoca el nombre bíblico de Tarshish, y de hecho hay minas de plata explotadas desde tiempos prehistóricos.


Cartaya y Olisis son otros nombres de pueblos o montes de esta zona que parecen tener su origen en el principio de las culturas mediterráneas.
Avena sitúa Tartessos en Cádiz, Gádir, “grande y opulenta ciudad en épocas antiguas, ahora pobre, ahora pequeña, ahora abandonada, ahora un campo de ruinas”, Media, Plinio Apiano y Esteban de Bizancio en Cartea. Estesícoro, Aristóteles, Estabón y otros identifican el río Tartessos con el Betis. El historiador alemán Adolf Schulten (1870-1969) situó “la Troya del Occidente” en el Coto Doñana.


El reino tartesiano formó frontera con los Celtas de Portugal en el Oeste y con los Ibero-Celtas de la Meseta de Castilla en el Norte (Extremadura). Los Mastienos y Fenicios ocupaban el Sur, hacia Sevilla y Gádir (Cádiz) y en el Este, Sierra Morena y Levante vivían los Iberos.


Los Celtas eran un pueblo indoeuropeo y llegaron durante el II y I milenio, originarios de Europa central a extenderse por el SO. hasta la península ibérica, por el N. hasta las islas Británicas y por el S. hasta Italia.


En la segunda mitad del I milenio (período de La Tène) abarca los territorios de la Galia, Suiza, Baviera, Renania, Bohemia para luego ocupar la mitad occidental de la península (Cultura de Hallstatt) Galicia, Castilla y Portugal, partes del norte del litoral mediterráneo en Francia y España y partes de las islas Británicas.


Otras fuentes hacen pensar que llegaron hasta Anatolia y Creta.


La economía se basaba especialmente en la ganadería y, en algunas regiones la agricultura, el comercio y el trabajo de los metales, en el que sobresalieron, conocían las artes del tejido y la cerámica. En ciertas obras se observan, junto a peculiares características hispánicas, ciertos influjos del Mediterráneo oriental y etruscos y griegos. Los Celtas traían una cultura propia de fines de Edad del Bronce y comienzos de la del Hierro desde los siglos X y IX y fueron conquistados por los Romanos después de una fuerte resistencia, sobre todo en el siglo II a.C.


Los Druidas, los sacerdotes celtas, se ocuparon de la enseñanza y la administración de la justicia, interpretaban la voluntad de los dioses, custodiaban los lugares de culto y llevaban a cabo sacrificios, a veces humanos. Conocemos bastantes nombres de divinidades agrestes, fluviales y marítimas.


Sus ciudades estaban fuertemente protegidos (los castros) y sus tropas conocían el carro de combate.


Estaban organizados en clanes o tribus con jefes en tiempos de guerra, con la asistencia de un consejo de ancianos.


Sobre
los Iberos, el pueblo vecino de los tartesios en el Este, hacía el Mediterráneo, un pueblo no indoeuropeo, podemos decir que habitaban agrupados por regiones durante de la segunda mitad del I milenio en las zonas costeras del Mediterráneo, desde el Ródano hasta el sur de España, Carmona y Osuna, desde el siglo VI. hasta el siglo I a.C.


La minería estaba extendida, en las minas de plata y oro de la Sierra Morena trabajaban varios miles de peones. Tenían industria textil y metalúrgica, eran famosos por sus espadas y puñales, y por el garum, derivado de la salazón de pescado.


Sus
santuarios se hallaban fuera de la ciudad, en islas costeras, promontorios y en lugares situados junto a cuevas o manantiales.


Docenas de dolmenes en Huelva con mayor concentración en el Pozuelo, entre Zalamea la Real y Valverde de Camino y la cueva de la Mora en Jabugo demuestran, que las faldas del sur de la Sierra de Aracena estaban habitadas por lo menos desde el Eneolítico.


Gor (Granada), Purchena, Los Millares (Gador, Almería) y Almizaraque (Almería), de Romeral, de Menga y de Viera, junto a Antequera y los de Matarubilla, Castilleja de Guzmán y Carmona (Sevilla), y el del Soto, a orillas del Arroyo Candún, afluente del Río Tinto, son testigos de tempranas culturas neolíticas en lo que más tarde se denominó Turdetana.


En el del Soto se hallaron ocho cadáveres en cuclillas, cercanos a la pared y junto a un dibujo antropomorfo.


Los santuarios neolíticos suelen ser lugares con grabados y poseen un sentido religioso bien observable, con un interés preponderante por los sitios elevados, con piedras planas en las inmediaciones que serían utilizadas como altares, dotadas de concavidades en su superficie, cuyo significado es oscuro pero muy probablemente ritual. (M. Santonja)


Las cuevas y los abrigos cuaternarios han sido considerados lugares sagrados durante milenios.


A mediados del VI milenio, cuando las nuevas forma de vida del Neolítico empezaban a extenderse por Europa, en el este de Armenia, y seguramente en el Kurdistán, se descubrieron las posibilidades de transformación de algunos metales, cobre principalmente, lo que innovó por completo la fabricación de utensilios, armas y objetos de lujo.


El descubrimiento se difundió rápidamente por el Próximo Oriente (Tell Halaf).


Sin embargo, los primeros objetos útiles de metal fundido no aparecieron antes del V milenio o principios del IV., coincidiendo con la colonización de las fértiles llanuras mesopotámicas.


La expansión se dirigió hacia el Este por el valle del Indo hasta alcanzar China a mediados del III milenio y muy rápidamente al valle del Nílo.


No fue hasta el III milenio cuando en la Europa Occidental aparecieron los primeros indicios de la industria metalúrgica paralelamente a la difusión del megalitismo, aunque la Edad del Bronce no se inició propiamente hasta entrado el II milenio. (Historia del Arte, I, 112)


Con el auge de los metales asumieron los yacimientos de cobre desde Nerva a Tharsis en Huelva suma importancia para las culturas mediterráneas, para la evolución de su armamento, producción artística y artesanal, sus herramientas y monedas.


Estos yacimientos de cobre (Huelva y el sur de Portugal) se explotaron con pozos y galerías, utilizando martillos, cuñas de piedra y cuñas de madera, que se metían en agujeros previamente taladrados, luego se mojaron y su fuerza expansiva hacía saltar las piedras, y por supuesto con fuego y un rápido enfriamiento mediante agua.


Útiles y señales de explotación se encontraron en las Minas de Río Tinto (Cerro Salomón) y Tharsis. Sus poblaciones son testigos de un alto aprovechamiento del espacio construido, las casas ya no son circulares, sino rectangulares. En Ríotinto se trata de un asentamiento dedicado exclusivamente a procesos metalúrgicos. Cada casa parece una unidad de producción.


La zona minera de Huelva se dominaba fácilmente desde las alturas de la Sierra de Aracena.

 

El castillo de Aracena fue, según las Crónicas del Moro Rasís, Ahmad ibn Muhammad ibn Musá al Razí (Córdoba 887-955) fue “destruido por los Antiguos”. (Moreno, pag.90) Quizás por los Fenicios después de la batalla de Alalía (535 a.C.) casi 1500 años antes.




Que no se destruyó son las cimentaciones ciclópeas del castillo y su Gruta de las Maravillas, que forman “un laberinto de casi kilómetro y medio de galerías y lagos con un buen surtido de formaciones calcáreas, estalagmitas, estalactitas, gours, coladas... Aunque la verdadera maravilla es observar dónde se encuentra la boca de la caverna, en mitad de la calle del pueblo.” (El País Semanal 1.100- 26.X.97)


Pongo en duda que en los tiempos del rey Argantonios la entrada a la cueva de sus tesoros estaba tan a la vista del público como hoy. Sus aguas claras y su temperatura agradable en cualquier estación habrán ofrecido más que una vez en su historia un refugio seguro y agradable.

 



La abundancia de cobre en Huelva con su fácil explotación y los yacimientos de Casitérita (óxido de Estaño) en Galicia (Monterrey, Orense, Carbajales de Alba, Zamora y en Asturias) y en las islas Casitéridos (Inglaterra en Cornualles) hacían necesario una vía terrestre al norte.


Un camino terrestre unía Mainake fundación de los griegos de Focea (Phoakia), amigos del rey Argantonios, con Tartessos, de la cual, a su vez, partía otra vía a la desembocadura del Tajo, en tierras celtas, uniendo el Mediterráneo con el Atlántico.


Este camino se cruzaba en Aracena con lo que más tarde es la calzada romana de Onoba a Emérita Augusta, para los árabes era la vía Balath (pavimento, empedrado) de donde surgió el nombre Vía de la Plata, pasando por Cartaya, Jlipa (Niebla- entonces puertos), Nerva (Minas de Río Tinto) y Aracena, uniéndose a la vía de Gades (Cádiz) por Hispalis (Sevilla) cerca de Zafra a la Emérita Augusta (Mérida) para seguir a Galicia y Asturias.


El camino de Aracena a Mérida y Galicia se debe haber usado por lo menos desde la Edad del Bronce. Trayendo estaño por vía terrestre, en carros tirados por bueyes, de sus yacimientos en las Tierras Celtas, Galicia y Cornualles para su aleación posterior con el cobre de Tartessos y su venta a los griegos y fenicios.


Tartessos, con sus buenas comunicaciones terrestres, sus puertas marítimas al Atlántico, Niebla, en la desembocadura protegida común de los ríos Odiel y Río Tinto, y Cartaya (Río Piedras) y sobre todo su conocimiento y control de la vía atlántica al norte poseía todos los medios para comercializar su riqueza, la fusión de cobre y estaño, el bronce.


Bronce es un término genérico de un grupo de aleaciones metálicas que contienen cobre y estaño en proporción de nueve a uno y que son altamente fusibles, duros, aunque poco tenaces.


Para obtener bronces especiales se a añaden fosforosos (resistencia química), silíceos (conductores eléctricos), y cinc (latón) y plomo para el uso artístico.
Pronto establecen los fenicios las grandes vías marítimas del Próximo Oriente a los yacimientos de cobre en España (Huelva) y los del estaño en Inglaterra y Galicia (Celtas).


“De la fase final del Bronce merecen citarse varios hallazgos de Portugal, Galicia y norte de España, y los restos encontrados en 1923 al hacerse un dragado en el estuario del río Odiel, procedentes de alguna nave hundida - puñales, espadas, puntas.”(Bustamante).


Odiel, el mismo nombre del río, viene de Odín (Wotan, Thor), dios nórdico de las minas y forjador. El oinochoe (jarra-copa, se asocia con el consumo de vino), de bronce aparecido en la ría de Huelva es testigo de la elaboración de este metal codiciado por fenicios y griegos, cerca de la zona de las minas.

El único rey de Tartessos conocido por nombre, Argantonios, nombre probablemente de origen griego (Argentéos), citado por Herodoto, Anacreonte, Silio Itálico, Estrabón y Plinio, vivió aproximadamente desde 670 al 550 a C., fui amigo de los focenses, unos griegos de la Asia Menor y fundadores de Masilia (siglo VI) y otras muchas colonias en el litoral mediterráneo. Sobre todo era famoso por su longevidad, 120 (o 150) años, por sus riquezas y por su filohelenismo. La antigua Focea jónica estaba enfrente de Izmir (Esmirna) separada por el río Gediz, cerca de la también griega Pergamo.

Bajo el reinado de Argantonios llegó a sus estados Colaio de Samos, y los focenses fundaron, hacia el 610 su colonia de Mainake, de la que se sabe, que muy cerca había una isla, una laguna y un puerto, a pocos kilómetros de Málaga. Cuando el rey persa Ciro amenazó la ciudad de Focea, hoy la aldea turca Eski Foca, Phókaia, Foecia para los romanos, en el golfo de Esmirna, Argantonios invitó a los focenses a instalarse en Tartessos, mas como rehusaron les concedió una ayuda económica para que pudieran defenderse. (Salvat)


“Restos cerámicos muestran que se inicia hacia 630 a.C. el momento de buenas relaciones tartesio-focenses,” (Ruiz,236).


“Después de la batalla de Alalia (540-535 Córcega) en que fueron derrotados los focenses, los cartagineses, los de la isla de Ibiza, cortaron el camino a Tartessos y al Sur de España, desapareció la colonia de Mainake y fui Massalia que mantuvo el trafico con las colonias griegas en... España. La vieja rivalidad comercial entre griegos y fenicios culmina “después de la decadencia de la fenicia Tiro con la alianza de los cartaginenses (púnica) y los etruscos contra los foecios” y sus amigos, los tartesios.

Los cartaginenses se establecen en el sur de España “desalojan a los griegos, destruyen su colonia de Mainake y el poderío del Imperio tartesio,..., haciéndose dueños de toda la costa meridional”, tan apetecida por sus riquezas naturales, por sus vías marítimas y sus vías terrestres que eran famosas por su empedrado.


Una tradición conservada por el historiador Justino, dice que amenazados los fenicios de Gádir por los indígenas vecinos (tartesios), al ocurrir la decadencia de Tiro, llamaron en su auxilio a sus hermanos los cartagineses, que se aprovecharon del llamamiento para apoderarse del territorio.”(Bustamante)
El viaje de los púnicos Hannón y Himilcón durante los años 500 a 489 por la ruta del norte a las Islas Casitéridos, del que nos hablan Plinio y Avieno, demuestra que los fenicios se apoderaron también de la vía marítima más importante de Tartessos, la del estaño al norte de Europa.

Los fenicios del III milenio de las ciudades de Sidón, Tiros, Biblos, Beritos, Ugarit, Akko, Botris y Simira en Canaán, Líbano, se dedicaban sobre todo al comercio marítimo y figuraban como agentes comerciales, culturales y artísticos entre la cultura mesopotámica, hitita, egipcia, egea, jónica, etrusca, ibera, tartesa y celta.

La expansión mediterránea empezaría con viajes de prospección y de comercio de metales en el auge de la ciudad de Tiro: oro, plata, cobre y estaño. Con fundaciones de factorías y luego colonias en Chipre, Malta, Sicilia, el sur de Cerdeña, el sur de la península ibérica y el norte de África se aseguraban el dominio de las rutas del Mediterráneo de un extremo al otro. Gádir (Cádiz) dominando el Estrecho y las rutas al Atlántico, es la más antigua ciudad de Europa Occidental (exceptuando la ciudad neolítica de Los Millares en Almería) y fui el centro de comercio de metales con Tartessos.(Finales del II milenio). Podemos suponer que por los fenicios llegaron las refinadas técnicas de la aleación de metales desde Oriente a los tartesianos y así se extendieron a través de los Celtas y Iberos al resto del continente. Solo los Etruscos, aliados de los Cartaginenses, las habrán importado directamente de ellos.


Desde la decadencia de Tiro y la batalla en Córcega (Alalia) se hicieron los cartaginenses cargo de las antiguas colonias fenicias en España: Málaka, a 20 Km. de Mainake, Sexi, cerca de Almuñécar y Abdera, Almería, y Gádir.


Su expansión a lo largo de la costa hasta el Ebro fue frenada por los Romanos.

Los Griegos les atribuyeron a los fenicios la invención de la escritura alfabética, la creación de la ciencia de la astronomía y de las matemáticas. Historiadores modernos (L. Woolley) les suelen atribuir la función de intermediarios, agentes comerciales y culturales, ya que fomentaron la evolución estética de pueblos, como los de la Península Ibérica y Baleares.”


Trajeron la viña, la vid y el olivo, el asno y la gallina a la Península y seguramente el alfabeto, transformado del hebreo y luego del arameo y griego, adaptado para el fácil empleo sobre tablillas de arcilla para el uso mercantil.


Al parecer fueron también los primeros que estudiaban las mareas y observaron la posición de las estrellas para la navegación nocturna. La Osa Menor cerca de la Estrella Polar, se llamaba la Estrella Fenicia. Sus conocimientos náuticos les permitieron hacia el a o 500 a.C. realizar una expedición de circunvalación de África, partiendo de Lixus, ciudad fenicia en la costa atlántica de Marruecos, junto a la desembocadura del río Laicos (Larache).


“Sabemos cómo los púnicos, herederos de los antiguos fenicios y al igual que todas las gentes semíticas orientales, eran un pueblo profundamente religioso y profesaron un culto devoto a los antepasados guardando con extremo celo todas las creencias y tradiciones relacionadas con la vida de ultratumba.


Para ellos las necrópolis ... tenían tanta importancia como la ciudad misma en donde habitaban y al construir aquéllas buscaban siempre lugares apropiados para erigir sus sepulturas según su tipo ritual de enterramiento. Preferían sobre todo promontorios rocosos, pues acostumbraban a excavar sus sepulturas de manera que pudieran conservar los cadáveres con la mayor seguridad y secreto posible. Para ello cavaron salas hipogeas con estrechas entradas a fin de que las tumbas no pudieran ser advertidas desde el exterior ... .(María José Almagro Gorbea, Guía del Puig de Molins, Madrid, 1969, pag. 16)


El Hércules Gaditano era un Dios del mar, de la navegación y los navegantes, y del comercio y los traficantes, que tenía su procedente en el Baal Melkart, mitológico rey de la ciudad tirio. Se le prestó un intenso culto durante 15 siglos, en turno del cual se formó en Occidente una poderosa comunidad de sacerdotes, que poseían los secretos de las rutas comerciales por el Atlántico. Levantaron los santuarios sobresaliendo junto al mar en forma de columnas. Los faros y fuegos que señalizaron las vías marítimas eran lugares sagrados.


Gádir, Punta de Sacres y Faro (Ollao, Algarbe, Portugal), el Cabo Espartel con su Cueva del Pirata en Marruecos igual que la Torre de Hércules en la Coruña (La Columna) eran seguramente lugares de un culto dedicado a la observación de las corrientes marítimas, los vientos (Alisios - Olisis - Olisipo- Isis) y las estrellas fijas. Los fenicios unieron en la navegación el conocimiento astronómico de Mesopotamia con el conocimiento de las corrientes y vientos imprescindible para la navegación atlántica de los tartesianos y celtas.


El culto de los fenicios y púnicos era bastante sencillo, existían templos y santuarios cubiertos. Estaban también muy extendidos los santuarios al aire libre, recintos sagrados situados sobre alturas, dentro de los cuales se hallaba un altar de piedra, venerado como morada de la divinidad local, regado con sangre de una víctima y en él se mantenía fuego perenne. Asociados al Baal de Tiro, Melkart, una deidad solar, a quien se rindió homenaje con el fuego( faros y crisoles), encontramos el dios Resef, el dios del rayo, de la guerra, Marte para los romanos, comparable con el nórdico Odín, y Gad, dios de la fortuna, que dio probablemente su nombre a Gádir. La otra deidad era Tanit, lunar y femenina, diosa madre y de la fecundidad.


(Hathor, Artemis, o Venus, Freía para los pueblos del norte, Maya para los Mayas y Vascos, en el Neolítico la Madre, Doñi, cuyo nombre se refleja aun en el del Coto de Doñana sustituida en la Edad Cristiana por la Virgen María)


“Los santuarios de Tanit estaban situados al aire libre, rodeados por un muro, donde había un lugar destinado para los sacrificios, otro espacio a depósito de las ofrendas a la diosa y el resto a estancia de los asistentes a las ceremonias... . Los creyentes acudían a ofrecer los primeros frutos, a pedir favores, a dar gracias por los recibidos o a pedir perdón por sus culpas.” (Planells, p 357)


Para los Aqueos y la civilización micénica de los Pelasgos, la gente del mar, los Argonautas del Peloponeso y luego para todos los griegos de la Liga Délica, entre ellos los focenses, era Zeus (hijo de Cronos, del devorador de niños, y de Rea), el padre de los dioses en su sede del Olimpo.


El santuario de los antiguos griegos ha sido el oráculo, lugar de contacto a través de un adivino intérprete con la deidad. El adivino daba a conocer la voluntad de la deidad de palabra, por signos, por sueños o por los muertos.


Había oráculos en Dodona, Delfos, Epiro, Olimpia, Élida, Claros (cerca de Focea) y Dídimo, en total más que cuarenta.


El oráculo más antiguo parece haber sido el de Zeus, en Dodona, muchos estaban dedicados a Apolo, el dios de Luz, quien, viniendo de Asia Menor, ocupó el sitio de Helios, el anterior y antiguo dios solar.


Otro culto estaba dedicado a Dionisos, Baco para los Romanos, quien aprendió de su tutor Silenio el arte de transmutar el mosto en vino. Se le adoraba como deidad de la sana alegría.


Hércules, hijo vástago de Zeus con Alcmena, esposa de Anfitrión de Tebas, poco querido por Hera, esposa de Zeus, era sin duda marinero. El solo se desembarcó para destruir Troya (Ilion), guardián del Estrecho entre Propóntia y el Mar Egeo, del Helesponto (los Dardanelos), entrada al Mar de Mármara, entre Oriente y Occidente, primera entrada al Mar Negro, la puerta a los campos dorados de trigo de Apolonia y Mesembria en Rumania y la Crimea. La puerta del Helesponto, donde Helios, el sol, entra en el Mediterráneo, la otra asta del toro, la puerta al Occidente, al País de los Muertos, el Hades estaba cerca de Gades, del Estrecho de Gibraltar, y Helios Apolo Heracles Melkart viajando entre las dos astas del toro mediterráneo o entre los dos picos de la media luna.


El fuego fue símbolo del sol, el eterno fuego, igual que Heracles y los fenicios recorriendo el mundo antiguo de un estrecho al otro, el fuego, fragua del forjador (crisol), advertencia nocturna para marineros sobre peligros costeras. Astro del mediodía, guardián del viajero, por la noche transformándose en faros sagrados, desde Gádir hasta Finisterre.


Hércules, o Heracles, conocido por su ira, fue ordenado por el oráculo de Delfos de servir doce años a los servicios de Euristeo, rey de Tarento en expiación de sus crímenes. En una de estas tareas, al parecer una por año, levantó las columnas en otro estrecho después de haber lo abierto, en otro confín del mundo, robando los gigantescos bueyes de Gérion, del mitológico segundo rey de Tartessos, trazando la Vía Herculanea. Heracles debía matar al león de Nemea y a la hidra de Lerna. También debía capturar al jabalí de Erimanto y a la cierva de Cerinia. La quinta prueba consistía en ahuyentar las aves del lago Estinfalo, la sexta en limpiar en un día los establos del rey Augias, la séptima en capturar vivo al terrible toro de Creta y la octava en quitar el cinturón a Hipólita, reina de las amazonas. Como novena y décima prueba, Heracles debía llevar a Euristeo las yeguas de Diómedes y los preciosos bueyes de Geriones que se encontraban más allá del océano. Como undécimo trabajo Heracles debía capturar al can Cerbero que cuidaba las puertas del infierno. La duodécima prueba consistía en robar las manzanas de oro cuidadas por las Hespérides. GRIMAL, Pierre: Diccionario de mitología griega y romana. Buenos Aires, Paidós, 1989, pp. 242-249.

Heracles, el Héroe, se transformó, purificado por el fuego de su propia hoguera, en dios y símbolo de la inmortalidad, jugando con el tiempo y la tierra como aquel joven bailarín de toros quien has sido una de las primeras imágenes aparecidos de la cultura minoica, hundida en las brumas del tiempo, y una de las ultimas imágenes de lo típico español.


Los dioses no eran propiedad de un solo pueblo, ellos han sido adoptados, transmutados, importados, exportados, relevados y impuestos, igual que sus estatuas. En todos cultos antiguos apreciamos como suprema deidad el sol y como su contrapunto la luna. Sus hijos eran las estrellas y se ocupaban de los elementos y la gente. Agricultura, animales domésticos, caza, salud, fertilidad, seguridad hogar y viaje y la suerte en la guerra eran, entre otras muchas, sus tareas.


Luego existía también entre todos los pueblos desde el principio del hombre un culto dedicado a los muertos. Los muertos se incineraban o se enterraban en cavernas, dólmenes, pirámides, tumbas, pozos o simples agujeros en el suelo.


El hábitat social del Mediterráneo alrededor del siglo V era la aldea o el pueblo dependiendo de clanes y tribus en sus castros, oppidae, castillos, ciudades estado, ciudades hermana, factorías o en sus peque as monarquías y solo Menfis en Egipto era capital de un imperio.


Muchos pueblos tenían sus santuarios fuera de las ciudades, en sitios de no siempre fácil acceso. Siguiendo a la tradición neolítica la gente prefería sus lugares sagrados en sitios apartados, elevados y seguros, islas o promontorios con cavernas, manantiales y árboles, preferible abierto hacía el sur, para observar los cielos. Durante los cultos estos lugares eran los centros de reuniones y intercambios, los fieles afluyeron desde lejos. A algunos dioses había de contentarles con sacrificios humanos, Cronos comía sus hijos y a Baal Melkart gustaba la sangre, pero otros dioses se contentaban con exvotos o ofrendas. Los fieles esperaban soluciones para sus problemas de salud, bienestar y amor. Acudían andando, en caballo, en barco o carro por senderos, caminos o carreteras empedradas. Los misterios y actos de culto solían durar varios días y se veneraba el dios en forma de dibujo, estatua, columna o a través de sus sacerdotes al aire libre, en cuevas, en tiendas o templos.


Podemos decir que el santuario preferido desde principio de las culturas hasta la Edad del Bronce, en algunos lugares hasta la llegada de los Romanos, has sido la cueva, situada en alto, en un promontorio, apartada del pueblo, abierta al mediodía, fácil de defender, esconder o tapar y sobre todo disponiendo de agua, elemento imprescindible para los cultos.


Los tartesianos tenían en una cueva un santuario en donde se adoraba a la Inferna Dea.


Esto nos dice Bustamante. Sabemos como querían ellos los Santuarios y conocemos la Sierra de Aracena, guardián de los tesoros de Tartessos con su fuerte en Aracena, destruido por los Púnicos. La Peña de Arias Montaño en Alájar y sus cuevas a distancia de dos horas en burro hubiera sido el santuario perfecta para una Inferna Dea o sea quizás una virgen negra.

 

 

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