I. Las Brumas.
“Las fuentes antiguas nos hablan del pueblo tartesio rico,
culto, con una escritura todavía no descifrada, dedicado a
la agricultura y al comercio de los metales, entre ellos el
estaño, que iban a buscar a las islas
Casitérides, que
ocupaba el sur de España y aparece desde muy pronto en
relación con los Fenicios. En diversos pasajes de la Biblia,
y singularmente en los que refieren a Salomón y a su suegro
el rey Hiram I de
Tiro (s. X a.C.) se hace mención de
Tarshish y de sus
naves, que transportaban ricos productos a Oriente ...
Originada una guerra entre fenicios y tartesios, a causa de
la codicia de los primeros, que lograron triunfar, se libran
los tartesios de aquella dominación cuando los asirios
tomaron la ciudad de Tiro (750 a.C.). Comienza entonces el
gran florecimiento de
Tartessos, que duró dos siglos y medio (750 - 500
a.C.)..... .” (Bustamante)
“La Biblia nos habla también en Ezequiel, en Jeremías, en el
libro I de los Reyes, en el Génesis y en
Jonás de los viajes
de los fenicios a
Tartessos o Tarsis.
En tiempos del rey Salomón, las naves de
Hiram, rey de Tiro,
cada tres años hacían un viaje a
Tarsis. ... . Para
el viaje de Tiro a
Tartessos necesitaban veintidós días con sus noches,
venían de Tarsis
cargadas especialmente de metales.
En estos viajes hacían escala en diversos puntos en el norte
de África.“ (Planells
Ferrer)
Utica, luego
Cartago, estaba
equidistante a Tiro y
Tartessos.
Gádir como ciudad
aparece por primera vez en “El Libro de los Jubileos” un
apócrifo del siglo VII
a.C..
Entre los restos arqueológicos encontrados en
Gádir ningún
hallazgo es anterior al siglo
VIII a.C. a
excepción de una
estatuilla de bronce recubierta con láminas de oro,
representando a Ptah,
dios de Menfis,...,
que ha dado lugar a la creencia que puede ser egipcia e
importada por los fenicios en el
II milenio.
“Herodoto nos
relata el viaje de Colaios
de Samos en el Mar
Egeo, que llegó
arrastrado por una tormenta, atravesó las Columnas de
Hércules y volvió a Samos
con 6 talentos de plata,
argentéo metal. También nos habla de la arribada de
los focenses, que
fueron bien recibidos por el rey
Argantonios, quien
les dio grandes cantidades de plata para que fortificasen su
ciudad contra los persas y les invitó a establecerse allí.
Los griegos conservaron grata memoria del rey
Argantonios, que,
según Anacreonte,
vivió 150 años... .”
La
arqueología nos confirma la presencia de
focences en
Huelva:
“ ... los materiales
focences localizados en
Huelva se articula
sin duda con las referencias de las fuentes historiográficos
sobre Argantonios y
su ofrecimiento de tierras a los
focences -” (Ruiz/Molinos,
pag. 236)
“Este período de amistad con los griegos se termina con la
destrucción de Tartesios (Tartessos)
por los cartagineses hacia el año 500 a. C. Pocos años
después de la batalla de
Alalia.” (Bustamante,
compendio)
La
caída de Tartessos
“parece constituir el punto de reajuste de la actividad
focense, que no
vuelven a enviar sus productos básicos.” (Ruiz,
236)
“Es decir asentamientos indígenas afectados por un modelo
comercial expansionista
que en nuestro caso, a fines del siglo
VII a.C., se
desarrolla en el marco fenicio, según algunos autores debido
a la búsqueda de rutas directas con los grandes centros de
estaño, posiblemente por la propia crisis de sus relaciones
con Tartessos y el
cierre de rutas por el Atlántico.” (Ruiz,
pag 236)
“la totalidad de las fuentes sobre
Alalia (Herodoto,
I, 165 ss,
Tucídides, I, 13,
6, Pausanias, X, 8,
6-7; 18, 7, etc) en el libro de
Véronique
Krings,
Carthage
et les
Grecs, Leiden, 1998
(Brill)
pp. 93
ss, junto con un
excelente tratamiento del problema.” (Carlos G.
Wagner)
Para Pericot el
reino tartesio “tiene la poesía del misterio, que envuelve
su historia, sobre todo el misterio de su ciudad y su
discutido emplazamiento.”(Ibídem)
Esta poesía del misterio parece surgir de las brumas del
Atlántico, la poesía que lleva el nombre de un reino
olvidado, el reino de Niebla,(llipa,
Ilupula,
Baeturia) en las
faldas del sur de la sierra de
Huelva.
Estrabón de Amasia
nos describe la Sierra en su “Geographika”(Libro
III) finales del
siglo I a.C. con los siguientes términos:
“Junto al Betis
habitan muchos, y se sube por él unos 1.200 estadios desde
el Océano hasta Corduba
y la región que está algo más arriba, y la ribera y las
isletas en el río están bien cultivadas. Hay que añadir
también lo bonito del paisaje, teniendo la región bosques y
plantaciones. Hasta
Hispalis suben grandes barcos de carga, casi por unos
500 estadios, llegándose hasta las ciudades que están más
arriba e Ilipa con
barcos más pequeños y hasta
Corduba con barcas
de río ( ...). Paralelos con el río por el lado Norte,
corren unas sierras llenas de metales, que se acercan al río
más o menos. Hay mucha plata en la región de
Ilipa y de
Sisapo, la Vieja y
la Nueva. En los Kotinai
se cría cobre y oro. Estas sierras están a la izquierda para
los que suben por el río (...). Las regiones con minas se
comprende que son ásperas y tristes.”
Para los jónicos, etruscos,
minoicos y los
demás antiguos habitantes de la cuenca mediterránea, menos
los fenicios, terminaba su mundo en la puerta occidental del
mar interior.
En la mitología aquea
(Homero) era
Hércules
a quien mandó el rey
Euristo, entre doce tareas, robar los bueyes del Rey
Gerión. Las
Columnas y la Torre de Hércules son recuerdos de la bruma de
los tiempos, fusión entre mitología y historia. La Vía
Hérculanea, trazada
con los bueyes robados, que llegaba por vía terrestre desde
Levante a Cádiz, la
Vía Augusta para los Romanos, que era una de sus primeras y
principales calzadas, da testigo de la búsqueda de los
griegos y fenicios de los confines de su mundo, para llegar
al Atlántico, a la puerta de la puesta del sol, con sus
secretos de El Dorado y
Atlantis y sobre todo a sus vías marítimas y
conexiones secretas con las minas de estaño en el Norte,
vías disputadas por los griegos de las
polis, ciudades
estados, del Próximo Oriente, hoy
Anatolia, Turquía,
y los fenicios, primero de
Sidón, luego de Tiro.
A primeros del siglo VI Tiro sufrió un largo asedio, por las
tropas de Nabucodonosor,
que duró 13 años. No sabemos si fue vencida, pero su
economía quedó tan agotada, que
Cartago,
independiente como todas las ciudades fenicias, se convirtió
en metrópoli del
resto de las ciudades hermanas a lo largo del Mediterráneo.
Las vías en el sur de la Península fueron dominadas por los
tartesios, un pueblo, ni celta ni
ibero, que parece
surgir del Neolítico en
Extremadura, en el sur de Portugal, en
Huelva con
Riotinto y en torno
de las canteras de mármol en
Evora. Un pueblo en
la transición de la técnica pedernal al beneficio y la
fusión de metales y por supuesto su posterior
comercialización, pasos en los cuales Los fenicios habrán
primero tendido una mano para luego quedarse con el
comercio.
La comercialización por supuesto exige un buena red vial y
su mantenimiento, ya que la alta especialización en algunas
producciones como instrumental agrícola, armamento o
elementos de transporte exigen una acción combinada,
concurrente, de metalurgos
y carpinteros, con su red de unidades de extracción ,
elaboración, producción, comercialización y servicio
especializado de mantenimiento.(Vea los restos metálicos de
ruedas encontrados en
Tejada la Vieja en
Huelva.)
De su territorio lo único que queda claro es que se trata de
una amplia región que más tarde se habría de denominar
Turdetana y abarcaría los actuales territorios de
Andalucía y Murcia
y la zona más oriental del
Algarbe portugués (muestras de escritura, topónimos
..-oba,
uba,
ipo,
ili,
iler,
ilu, -brice).
Posiblemente su centro ha sido el área minero alrededor de
Huelva, cuya
producción en la antigüedad se estima en 2 millones de
toneladas de plata. También producen oro, cobre y hierro.
La cronología del imperio
tartéssico abarca desde finales del
II milenio hasta
mediados del primero. Su origen data de mediados de la Edad
del Bronce y su final se sitúa en torno de la batalla de
Alalía (535 a.C.)
en la cual lucharon los etruscos, aliados con los
cartagineses, contra los
focenses y tartesios por la dominación del sur de la
Península.
Los textos hablan de la riqueza de
Tartessos basada en
la minería y metalurgia. Plata, oro, bronce, cobre, y plomo.
La agricultura, la ganadería (el Castañuelo), la pesca
marítima y las salazones (la Tiñosa) constituían otra fuente
de riqueza.
Las fuentes clásicas hablan de una elevada cultura de gran
antigüedad.
El mito de los reyes legisladores
Gerión, hijo de
Criasor, el gigante
que poseía el cuerpo de tres hombres, “el más fuerte de los
hombres” según Hesíodo,
que fue muerto por Hércules quien robó su ganado antes del
retorno (Estesícoro
de Himera cantó sus
hazañas en el poema
Geryoneïs) ,
Gárgoris, inventor de la apicultura, y
Habis, hijo de
éste, fruto de amores incestuosos, condenado a muerte y
salvado por las fieras el rey legislador que enseñó a sus
súbditos el arar con bueyes y que por fin se convirtió en
dios, enraíza en la
Edad del Bronce en los albores del segundo milenio a.C..( El
Arte Español, I, Planeta,
pp 130)
Las leyes deben datar entre el siglo
VII y VI a.C. como
las del mundo griego. La gran amistad de
Argantonios con los
focenses habrá
abierto las puertas a las influencias culturales del mundo
jónico.
La sociedad se dividía en siete castas, los nobles tenían
prohibido el trabajo, los jóvenes no podían ser testigos
contra los ancianos. La forma política fue de monarquía
hereditaria de origen divino.(Bustamante)
Según Estrabon
tenían anales escritos, poemas y leyes en versos. La
escritura data quizás antes del 700 a.C., seguramente
influida por la escritura fenicia (orientalizante)
y por la celta, a su vez influyendo la escritura íbera.
Sobre sus santuarios podemos decir que cerca de
Cádiz, en una isla,
había un santuario en el que se daba culto a una deidad
asimilable a Venus, otra isla, frente a
Mainake (colonia
griega al Este de la púnica
Malaca, fundada por
los focenses,
Focea, hacia 600
a.C.) se hallaba consagrada a la luna. En la costa del
Algarbe había un
santuario dedicado al viento, muy venerado por los
navegantes.
Y se sabe que los tartesios tenían en una cueva un santuario
en el que se adoraba a la
Inferna Dea.
La antigua Tartessos
debe situarse entre la Sierra de
Aracena y el
Atlántico.
La Sierra de Aracena
es el extremo occidental de la Sierra Morena y consiste en
una cadena aislada de casi 50 Km. en línea recta del oeste
al este, su distancia media al Atlántico son 80 Km.
Esta sierra alimenta los ríos Río Tinto y
Odiel. Sus faldas
del lado sur están ricas en minerales y metales y hay
muchísimas minas, las más famosas, grandes y antiguas son
las Minas de Río Tinto, el Cerro Salomón.
“Al este se constituye una segunda zona que conecta la minas
de Aznalcollar con
un gran centro amesetado
y fortificado, como es
Tejada la Vieja. Desde aquí se alcanza el poblado de
San Bartolomé de
Almonte, en una
ruta que conduce hacia Torre de Doña Blanca y
Cádiz.” (Ruiz
pag. 120)
El nombre de un pueblo minero,
Tharsis, situado 40
Km. al sur de Huelva
(la romana Onuba y
árabe Guelbah) y
también a 40 Km. de las Minas de Río Tinto, el lado sur de
la sierra, cerca del río
Oraque, afluente al río
Odiel, nos evoca el
nombre bíblico de Tarshish,
y de hecho hay minas de plata explotadas desde tiempos
prehistóricos.
Cartaya y
Olisis son otros
nombres de pueblos o montes de esta zona que parecen tener
su origen en el principio de las culturas mediterráneas.
Avena sitúa Tartessos
en Cádiz,
Gádir, “grande y
opulenta ciudad en épocas antiguas, ahora pobre, ahora
pequeña, ahora abandonada, ahora un campo de ruinas”, Media,
Plinio Apiano y
Esteban de Bizancio
en Cartea. Estesícoro,
Aristóteles,
Estabón y otros identifican el río
Tartessos con el
Betis. El
historiador alemán Adolf
Schulten
(1870-1969) situó “la Troya del Occidente” en el Coto
Doñana.
El reino tartesiano
formó frontera con los Celtas de Portugal en el Oeste y con
los Ibero-Celtas de
la Meseta de Castilla en el Norte (Extremadura).
Los Mastienos y
Fenicios ocupaban el Sur, hacia
Sevilla y
Gádir (Cádiz)
y en el Este, Sierra Morena y Levante vivían los
Iberos.
Los Celtas
eran un pueblo indoeuropeo y llegaron durante el
II y I milenio,
originarios de Europa central a extenderse por el SO. hasta
la península ibérica, por el N. hasta las islas Británicas y
por el S. hasta Italia.
En la segunda mitad del I milenio (período de La
Tène) abarca los
territorios de la Galia,
Suiza, Baviera,
Renania, Bohemia
para luego ocupar la mitad occidental de la península
(Cultura de Hallstatt)
Galicia, Castilla y
Portugal, partes del norte del litoral mediterráneo en
Francia y España y partes de las islas Británicas.
Otras fuentes hacen pensar que llegaron hasta
Anatolia y Creta.
La economía se basaba especialmente en la ganadería y, en
algunas regiones la agricultura, el comercio y el trabajo de
los metales, en el que sobresalieron, conocían las artes del
tejido y la cerámica. En ciertas obras se observan, junto a
peculiares características hispánicas, ciertos influjos del
Mediterráneo oriental y etruscos y griegos. Los Celtas
traían una cultura propia de fines de Edad del Bronce y
comienzos de la del Hierro desde los siglos X y
IX y fueron
conquistados por los Romanos después de una fuerte
resistencia, sobre todo en el siglo
II a.C.
Los Druidas, los sacerdotes celtas, se ocuparon de la
enseñanza y la administración de la justicia, interpretaban
la voluntad de los dioses, custodiaban los lugares de culto
y llevaban a cabo sacrificios, a veces humanos. Conocemos
bastantes nombres de divinidades agrestes, fluviales y
marítimas.
Sus ciudades estaban fuertemente protegidos (los castros) y
sus tropas conocían el carro de combate.
Estaban organizados en clanes o tribus con jefes en tiempos
de guerra, con la asistencia de un consejo de ancianos.
Sobre
los
Iberos, el
pueblo vecino de los tartesios en el Este, hacía el
Mediterráneo, un pueblo no indoeuropeo, podemos decir que
habitaban agrupados por regiones durante de la segunda mitad
del I milenio en las zonas costeras del Mediterráneo, desde
el Ródano hasta el
sur de España, Carmona
y Osuna, desde el siglo VI. hasta el siglo I a.C.
La minería
estaba extendida, en las minas de plata y oro de la Sierra
Morena trabajaban varios miles de peones. Tenían industria
textil y metalúrgica, eran famosos por sus espadas y
puñales, y por el garum,
derivado de la salazón de pescado.
Sus
santuarios
se hallaban fuera de la ciudad, en islas costeras,
promontorios y en lugares situados junto a cuevas o
manantiales.
Docenas de dolmenes en
Huelva con mayor concentración en el Pozuelo, entre
Zalamea la Real y
Valverde de Camino
y la cueva de la Mora en
Jabugo demuestran, que las faldas del sur de la
Sierra de Aracena
estaban habitadas por lo menos desde el
Eneolítico.
Gor (Granada),
Purchena, Los
Millares (Gador,
Almería) y
Almizaraque (Almería),
de Romeral, de Menga y de Viera, junto a Antequera
y los de Matarubilla,
Castilleja de
Guzmán y Carmona (Sevilla),
y el del Soto, a orillas del Arroyo
Candún, afluente
del Río Tinto, son testigos de tempranas culturas neolíticas
en lo que más tarde se denominó Turdetana.
En el del Soto se hallaron ocho cadáveres en cuclillas,
cercanos a la pared y junto a un dibujo antropomorfo.
Los santuarios neolíticos suelen ser lugares con grabados y
poseen un sentido religioso bien observable, con un interés
preponderante por
los sitios elevados, con piedras planas en las inmediaciones
que serían utilizadas como altares, dotadas de concavidades
en su superficie, cuyo significado es oscuro pero muy
probablemente ritual. (M.
Santonja)
Las cuevas y los abrigos cuaternarios han sido considerados
lugares sagrados durante milenios.
A mediados del VI milenio, cuando las nuevas forma de vida
del Neolítico empezaban a extenderse por Europa, en el este
de Armenia, y seguramente en el
Kurdistán, se
descubrieron las posibilidades de transformación de algunos
metales, cobre principalmente, lo que innovó por completo la
fabricación de utensilios, armas y objetos de lujo.
El descubrimiento se difundió rápidamente por el Próximo
Oriente (Tell
Halaf).
Sin embargo, los primeros objetos útiles de metal fundido no
aparecieron antes del V milenio o principios del
IV., coincidiendo
con la colonización de las fértiles llanuras
mesopotámicas.
La expansión se dirigió hacia el Este por el valle del Indo
hasta alcanzar China a mediados del
III milenio y muy
rápidamente al valle del
Nílo.
No fue hasta el III
milenio cuando en la Europa Occidental aparecieron los
primeros indicios de la industria metalúrgica paralelamente
a la difusión del
megalitismo, aunque la Edad del Bronce no se inició
propiamente hasta entrado el
II milenio.
(Historia del Arte, I, 112)
Con el auge de los metales asumieron los yacimientos de
cobre desde Nerva a
Tharsis en
Huelva suma
importancia para las culturas mediterráneas, para la
evolución de su armamento, producción artística y artesanal,
sus herramientas y monedas.
Estos yacimientos de cobre (Huelva
y el sur de Portugal) se explotaron con pozos y galerías,
utilizando martillos, cuñas de piedra y cuñas de madera, que
se metían en agujeros previamente taladrados, luego se
mojaron y su fuerza expansiva hacía saltar las piedras, y
por supuesto con fuego y un rápido enfriamiento mediante
agua.
Útiles y señales de explotación se encontraron en las Minas
de Río Tinto (Cerro Salomón) y
Tharsis. Sus
poblaciones son testigos de un alto aprovechamiento del
espacio construido, las casas ya no son circulares, sino
rectangulares. En Ríotinto
se trata de un asentamiento dedicado exclusivamente a
procesos metalúrgicos. Cada casa parece una unidad de
producción.
La zona minera de Huelva
se dominaba fácilmente desde las alturas de la Sierra de
Aracena.
El castillo de
Aracena fue, según
las Crónicas del Moro
Rasís, Ahmad
ibn
Muhammad
ibn
Musá al
Razí (Córdoba
887-955) fue “destruido por los Antiguos”. (Moreno,
pag.90) Quizás por
los Fenicios después de la batalla de
Alalía (535 a.C.)
casi 1500 años antes.
Que no se destruyó son las cimentaciones ciclópeas del
castillo y su Gruta de las Maravillas, que forman “un
laberinto de casi kilómetro y medio de galerías y lagos con
un buen surtido de formaciones calcáreas, estalagmitas,
estalactitas, gours, coladas... Aunque la verdadera
maravilla es observar dónde se encuentra la boca de la
caverna, en mitad de la calle del pueblo.” (El País Semanal
1.100- 26.X.97)
Pongo en duda que en los tiempos del rey Argantonios la
entrada a la cueva de sus tesoros estaba tan a la vista del
público como hoy. Sus aguas claras y su temperatura
agradable en cualquier estación habrán ofrecido más que una
vez en su historia un refugio seguro y agradable.
La abundancia de cobre en Huelva con su fácil explotación y
los yacimientos de Casitérita (óxido de Estaño) en Galicia
(Monterrey, Orense, Carbajales de Alba, Zamora y en
Asturias) y en las islas Casitéridos (Inglaterra en
Cornualles) hacían necesario una vía terrestre al norte.
Un camino terrestre unía Mainake fundación de los griegos de
Focea (Phoakia), amigos del rey Argantonios, con Tartessos,
de la cual, a su vez, partía otra vía a la desembocadura del
Tajo, en tierras celtas, uniendo el Mediterráneo con el
Atlántico.
Este camino se cruzaba en Aracena con lo que más tarde es la
calzada romana de Onoba a Emérita Augusta, para los árabes
era la vía Balath (pavimento, empedrado) de donde surgió el
nombre Vía de la Plata, pasando por Cartaya, Jlipa (Niebla-
entonces puertos), Nerva (Minas de Río Tinto) y Aracena,
uniéndose a la vía de Gades (Cádiz) por Hispalis (Sevilla)
cerca de Zafra a la Emérita Augusta (Mérida) para seguir a
Galicia y Asturias.
El camino de Aracena a Mérida y Galicia se debe haber usado
por lo menos desde la Edad del Bronce. Trayendo estaño por
vía terrestre, en carros tirados por bueyes, de sus
yacimientos en las Tierras Celtas, Galicia y Cornualles para
su aleación posterior con el cobre de Tartessos y su venta a
los griegos y fenicios.
Tartessos, con sus buenas comunicaciones terrestres, sus
puertas marítimas al Atlántico, Niebla, en la desembocadura
protegida común de los ríos Odiel y Río Tinto, y Cartaya
(Río Piedras) y sobre todo su conocimiento y control de la
vía atlántica al norte poseía todos los medios para
comercializar su riqueza, la fusión de cobre y estaño, el
bronce.
Bronce es un término genérico de un grupo de aleaciones
metálicas que contienen cobre y estaño en proporción de
nueve a uno y que son altamente fusibles, duros, aunque poco
tenaces.
Para obtener bronces especiales se a añaden fosforosos
(resistencia química), silíceos (conductores eléctricos), y
cinc (latón) y plomo para el uso artístico.
Pronto establecen los fenicios las grandes vías marítimas
del Próximo Oriente a los yacimientos de cobre en España
(Huelva) y los del estaño en Inglaterra y Galicia (Celtas).
“De la fase final del Bronce merecen citarse varios
hallazgos de Portugal, Galicia y norte de España, y los
restos encontrados en 1923 al hacerse un dragado en el
estuario del río Odiel, procedentes de alguna nave hundida -
puñales, espadas, puntas.”(Bustamante).
Odiel, el mismo nombre del río, viene de Odín (Wotan, Thor),
dios nórdico de las minas y forjador. El oinochoe
(jarra-copa, se asocia con el consumo de vino), de bronce
aparecido en la ría de Huelva es testigo de la elaboración
de este metal codiciado por fenicios y griegos, cerca de la
zona de las minas.
El único rey de Tartessos conocido por nombre, Argantonios,
nombre probablemente de origen griego (Argentéos), citado
por Herodoto, Anacreonte, Silio Itálico, Estrabón y Plinio,
vivió aproximadamente desde 670 al 550 a C., fui amigo de
los focenses, unos griegos de la Asia Menor y fundadores de
Masilia (siglo VI) y otras muchas colonias en el litoral
mediterráneo. Sobre todo era famoso por su longevidad, 120
(o 150) años, por sus riquezas y por su filohelenismo. La
antigua Focea jónica estaba enfrente de Izmir (Esmirna)
separada por el río Gediz, cerca de la también griega
Pergamo.
Bajo el reinado de Argantonios llegó a sus estados Colaio de
Samos, y los focenses fundaron, hacia el 610 su colonia de
Mainake, de la que se sabe, que muy cerca había una isla,
una laguna y un puerto, a pocos kilómetros de Málaga. Cuando
el rey persa Ciro amenazó la ciudad de Focea, hoy la aldea
turca Eski Foca, Phókaia, Foecia para los romanos, en el
golfo de Esmirna, Argantonios invitó a los focenses a
instalarse en Tartessos, mas como rehusaron les concedió una
ayuda económica para que pudieran defenderse. (Salvat)
“Restos cerámicos muestran que se inicia hacia 630 a.C. el
momento de buenas relaciones tartesio-focenses,” (Ruiz,236).
“Después de la batalla de Alalia (540-535 Córcega) en que
fueron derrotados los focenses, los cartagineses, los de la
isla de Ibiza, cortaron el camino a Tartessos y al Sur de
España, desapareció la colonia de Mainake y fui Massalia que
mantuvo el trafico con las colonias griegas en... España. La
vieja rivalidad comercial entre griegos y fenicios culmina
“después de la decadencia de la fenicia Tiro con la alianza
de los cartaginenses (púnica) y los etruscos contra los
foecios” y sus amigos, los tartesios.
Los cartaginenses se establecen en el sur de España
“desalojan a los griegos, destruyen su colonia de Mainake y
el poderío del Imperio tartesio,..., haciéndose dueños de
toda la costa meridional”, tan apetecida por sus riquezas
naturales, por sus vías marítimas y sus vías terrestres que
eran famosas por su empedrado.
Una tradición conservada por el historiador Justino, dice
que amenazados los fenicios de Gádir por los indígenas
vecinos (tartesios), al ocurrir la decadencia de Tiro,
llamaron en su auxilio a sus hermanos los cartagineses, que
se aprovecharon del llamamiento para apoderarse del
territorio.”(Bustamante)
El viaje de los púnicos Hannón y Himilcón durante los años
500 a 489 por la ruta del norte a las Islas Casitéridos, del
que nos hablan Plinio y Avieno, demuestra que los fenicios
se apoderaron también de la vía marítima más importante de
Tartessos, la del estaño al norte de Europa.
Los fenicios del III milenio de las ciudades de Sidón,
Tiros, Biblos, Beritos, Ugarit, Akko, Botris y Simira en
Canaán, Líbano, se dedicaban sobre todo al comercio marítimo
y figuraban como agentes comerciales, culturales y
artísticos entre la cultura mesopotámica, hitita, egipcia,
egea, jónica, etrusca, ibera, tartesa y celta.
La expansión mediterránea empezaría con viajes de
prospección y de comercio de metales en el auge de la ciudad
de Tiro: oro, plata, cobre y estaño. Con fundaciones de
factorías y luego colonias en Chipre, Malta, Sicilia, el sur
de Cerdeña, el sur de la península ibérica y el norte de
África se aseguraban el dominio de las rutas del
Mediterráneo de un extremo al otro. Gádir (Cádiz) dominando
el Estrecho y las rutas al Atlántico, es la más antigua
ciudad de Europa Occidental (exceptuando la ciudad neolítica
de Los Millares en Almería) y fui el centro de comercio de
metales con Tartessos.(Finales del II milenio). Podemos
suponer que por los fenicios llegaron las refinadas técnicas
de la aleación de metales desde Oriente a los tartesianos y
así se extendieron a través de los Celtas y Iberos al resto
del continente. Solo los Etruscos, aliados de los
Cartaginenses, las habrán importado directamente de ellos.
Desde la decadencia de Tiro y la batalla en Córcega (Alalia)
se hicieron los cartaginenses cargo de las antiguas colonias
fenicias en España: Málaka, a 20 Km. de Mainake, Sexi, cerca
de Almuñécar y Abdera, Almería, y Gádir.
Su expansión a lo largo de la costa hasta el Ebro fue
frenada por los Romanos.
Los Griegos les atribuyeron a los fenicios la invención de
la escritura alfabética, la creación de la ciencia de la
astronomía y de las matemáticas. Historiadores modernos (L.
Woolley) les suelen atribuir la función de intermediarios,
agentes comerciales y culturales, ya que fomentaron la
evolución estética de pueblos, como los de la Península
Ibérica y Baleares.”
Trajeron la viña, la vid y el olivo, el asno y la gallina a
la Península y seguramente el alfabeto, transformado del
hebreo y luego del arameo y griego, adaptado para el fácil
empleo sobre tablillas de arcilla para el uso mercantil.
Al parecer fueron también los primeros que estudiaban las
mareas y observaron la posición de las estrellas para la
navegación nocturna. La Osa Menor cerca de la Estrella
Polar, se llamaba la Estrella Fenicia. Sus conocimientos
náuticos les permitieron hacia el a o 500 a.C. realizar una
expedición de circunvalación de África, partiendo de Lixus,
ciudad fenicia en la costa atlántica de Marruecos, junto a
la desembocadura del río Laicos (Larache).
“Sabemos cómo los púnicos, herederos de los antiguos
fenicios y al igual que todas las gentes semíticas
orientales, eran un pueblo profundamente religioso y
profesaron un culto devoto a los antepasados guardando con
extremo celo todas las creencias y tradiciones relacionadas
con la vida de ultratumba.
Para ellos las necrópolis ... tenían tanta importancia como
la ciudad misma en donde habitaban y al construir aquéllas
buscaban siempre lugares apropiados para erigir sus
sepulturas según su tipo ritual de enterramiento. Preferían
sobre todo promontorios rocosos, pues acostumbraban a
excavar sus sepulturas de manera que pudieran conservar los
cadáveres con la mayor seguridad y secreto posible. Para
ello cavaron salas hipogeas con estrechas entradas a fin de
que las tumbas no pudieran ser advertidas desde el exterior
... .(María José Almagro Gorbea, Guía del Puig de Molins,
Madrid, 1969, pag. 16)
El Hércules Gaditano era un Dios del mar, de la navegación y
los navegantes, y del comercio y los traficantes, que tenía
su procedente en el Baal Melkart, mitológico rey de la
ciudad tirio. Se le prestó un intenso culto durante 15
siglos, en turno del cual se formó en Occidente una poderosa
comunidad de sacerdotes, que poseían los secretos de las
rutas comerciales por el Atlántico. Levantaron los
santuarios sobresaliendo junto al mar en forma de columnas.
Los faros y fuegos que señalizaron las vías marítimas eran
lugares sagrados.
Gádir, Punta de Sacres y Faro (Ollao, Algarbe, Portugal), el
Cabo Espartel con su Cueva del Pirata en Marruecos igual que
la Torre de Hércules en la Coruña (La Columna) eran
seguramente lugares de un culto dedicado a la observación de
las corrientes marítimas, los vientos (Alisios - Olisis -
Olisipo- Isis) y las estrellas fijas. Los fenicios unieron
en la navegación el conocimiento astronómico de Mesopotamia
con el conocimiento de las corrientes y vientos
imprescindible para la navegación atlántica de los
tartesianos y celtas.
El culto de los fenicios y púnicos era bastante sencillo,
existían templos y santuarios cubiertos. Estaban también muy
extendidos los santuarios al aire libre, recintos sagrados
situados sobre alturas, dentro de los cuales se hallaba un
altar de piedra, venerado como morada de la divinidad local,
regado con sangre de una víctima y en él se mantenía fuego
perenne. Asociados al Baal de Tiro, Melkart, una deidad
solar, a quien se rindió homenaje con el fuego( faros y
crisoles), encontramos el dios Resef, el dios del rayo, de
la guerra, Marte para los romanos, comparable con el nórdico
Odín, y Gad, dios de la fortuna, que dio probablemente su
nombre a Gádir. La otra deidad era Tanit, lunar y femenina,
diosa madre y de la fecundidad.
(Hathor, Artemis, o Venus, Freía para los pueblos del norte,
Maya para los Mayas y Vascos, en el Neolítico la Madre, Doñi,
cuyo nombre se refleja aun en el del Coto de Doñana
sustituida en la Edad Cristiana por la Virgen María)
“Los santuarios de Tanit estaban situados al aire libre,
rodeados por un muro, donde había un lugar destinado para
los sacrificios, otro espacio a depósito de las ofrendas a
la diosa y el resto a estancia de los asistentes a las
ceremonias... . Los creyentes acudían a ofrecer los primeros
frutos, a pedir favores, a dar gracias por los recibidos o a
pedir perdón por sus culpas.” (Planells, p 357)
Para los Aqueos y la civilización micénica de los Pelasgos,
la gente del mar, los Argonautas del Peloponeso y luego para
todos los griegos de la Liga Délica, entre ellos los
focenses, era Zeus (hijo de Cronos, del devorador de niños,
y de Rea), el padre de los dioses en su sede del Olimpo.
El santuario de los antiguos griegos ha sido el oráculo,
lugar de contacto a través de un adivino intérprete con la
deidad. El adivino daba a conocer la voluntad de la deidad
de palabra, por signos, por sueños o por los muertos.
Había oráculos en Dodona, Delfos, Epiro, Olimpia, Élida,
Claros (cerca de Focea) y Dídimo, en total más que cuarenta.
El oráculo más antiguo parece haber sido el de Zeus, en
Dodona, muchos estaban dedicados a Apolo, el dios de Luz,
quien, viniendo de Asia Menor, ocupó el sitio de Helios, el
anterior y antiguo dios solar.
Otro culto estaba dedicado a Dionisos, Baco para los
Romanos, quien aprendió de su tutor Silenio el arte de
transmutar el mosto en vino. Se le adoraba como deidad de la
sana alegría.
Hércules, hijo vástago de Zeus con Alcmena, esposa de
Anfitrión de Tebas, poco querido por Hera, esposa de Zeus,
era sin duda marinero. El solo se desembarcó para destruir
Troya (Ilion), guardián del Estrecho entre Propóntia y el
Mar Egeo, del Helesponto (los Dardanelos), entrada al Mar de
Mármara, entre Oriente y Occidente, primera entrada al Mar
Negro, la puerta a los campos dorados de trigo de Apolonia y
Mesembria en Rumania y la Crimea. La puerta del Helesponto,
donde Helios, el sol, entra en el Mediterráneo, la otra asta
del toro, la puerta al Occidente, al País de los Muertos, el
Hades estaba cerca de Gades, del Estrecho de Gibraltar, y
Helios Apolo Heracles Melkart viajando entre las dos astas
del toro mediterráneo o entre los dos picos de la media
luna.
El fuego fue símbolo del sol, el eterno fuego, igual que
Heracles y los fenicios recorriendo el mundo antiguo de un
estrecho al otro, el fuego, fragua del forjador (crisol),
advertencia nocturna para marineros sobre peligros costeras.
Astro del mediodía, guardián del viajero, por la noche
transformándose en faros sagrados, desde Gádir hasta
Finisterre.
Hércules, o Heracles, conocido por su ira, fue ordenado por
el oráculo de Delfos de servir doce años a los servicios de
Euristeo, rey de Tarento en expiación de sus crímenes. En
una de estas tareas, al parecer una por año, levantó las
columnas en otro estrecho después de haber lo abierto, en
otro confín del mundo, robando los gigantescos bueyes de
Gérion, del mitológico segundo rey de Tartessos, trazando la
Vía Herculanea. Heracles debía matar al león de Nemea y a la
hidra de Lerna. También debía capturar al jabalí de Erimanto
y a la cierva de Cerinia. La quinta prueba consistía en
ahuyentar las aves del lago Estinfalo, la sexta en limpiar
en un día los establos del rey Augias, la séptima en
capturar vivo al terrible toro de Creta y la octava en
quitar el cinturón a Hipólita, reina de las amazonas. Como
novena y décima prueba, Heracles debía llevar a Euristeo las
yeguas de Diómedes y los preciosos bueyes de Geriones que se
encontraban más allá del océano. Como undécimo trabajo
Heracles debía capturar al can Cerbero que cuidaba las
puertas del infierno. La duodécima prueba consistía en robar
las manzanas de oro cuidadas por las Hespérides. GRIMAL,
Pierre: Diccionario de mitología griega y romana. Buenos
Aires, Paidós, 1989, pp. 242-249.
Heracles, el Héroe, se transformó, purificado por el fuego
de su propia hoguera, en dios y símbolo de la inmortalidad,
jugando con el tiempo y la tierra como aquel joven bailarín
de toros quien has sido una de las primeras imágenes
aparecidos de la cultura minoica, hundida en las brumas del
tiempo, y una de las ultimas imágenes de lo típico español.
Los dioses no eran propiedad de un solo pueblo, ellos han
sido adoptados, transmutados, importados, exportados,
relevados y impuestos, igual que sus estatuas. En todos
cultos antiguos apreciamos como suprema deidad el sol y como
su contrapunto la luna. Sus hijos eran las estrellas y se
ocupaban de los elementos y la gente. Agricultura, animales
domésticos, caza, salud, fertilidad, seguridad hogar y viaje
y la suerte en la guerra eran, entre otras muchas, sus
tareas.
Luego existía también entre todos los pueblos desde el
principio del hombre un culto dedicado a los muertos. Los
muertos se incineraban o se enterraban en cavernas,
dólmenes, pirámides, tumbas, pozos o simples agujeros en el
suelo.
El hábitat social del Mediterráneo alrededor del siglo V era
la aldea o el pueblo dependiendo de clanes y tribus en sus
castros, oppidae, castillos, ciudades estado, ciudades
hermana, factorías o en sus peque as monarquías y solo
Menfis en Egipto era capital de un imperio.
Muchos pueblos tenían sus santuarios fuera de las ciudades,
en sitios de no siempre fácil acceso. Siguiendo a la
tradición neolítica la gente prefería sus lugares sagrados
en sitios apartados, elevados y seguros, islas o
promontorios con cavernas, manantiales y árboles, preferible
abierto hacía el sur, para observar los cielos. Durante los
cultos estos lugares eran los centros de reuniones y
intercambios, los fieles afluyeron desde lejos. A algunos
dioses había de contentarles con sacrificios humanos, Cronos
comía sus hijos y a Baal Melkart gustaba la sangre, pero
otros dioses se contentaban con exvotos o ofrendas. Los
fieles esperaban soluciones para sus problemas de salud,
bienestar y amor. Acudían andando, en caballo, en barco o
carro por senderos, caminos o carreteras empedradas. Los
misterios y actos de culto solían durar varios días y se
veneraba el dios en forma de dibujo, estatua, columna o a
través de sus sacerdotes al aire libre, en cuevas, en
tiendas o templos.
Podemos decir que el santuario preferido desde principio de
las culturas hasta la Edad del Bronce, en algunos lugares
hasta la llegada de los Romanos, has sido la cueva, situada
en alto, en un promontorio, apartada del pueblo, abierta al
mediodía, fácil de defender, esconder o tapar y sobre todo
disponiendo de agua, elemento imprescindible para los
cultos.
Los tartesianos tenían en una cueva un santuario en donde se
adoraba a la Inferna Dea.
Esto nos dice Bustamante. Sabemos como querían ellos los
Santuarios y conocemos la Sierra de Aracena, guardián de los
tesoros de Tartessos con su fuerte en Aracena, destruido por
los Púnicos. La Peña de Arias Montaño en Alájar y sus cuevas
a distancia de dos horas en burro hubiera sido el santuario
perfecta para una Inferna Dea o sea quizás una virgen negra.