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SEVILLA. DÓLMENES ATROPELLADOS

 

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DIARIO DE SEVILLA

 


La proyectada carretera A-8077 entre Valencina de la Concepción y Camas es un proyecto de desmán patrimonial para el que resulta difícil encontrar precedentes. Su trazado atraviesa el poblado prehistórico (Edad del Cobre y Edad del Bronce) de Valencina de la Concepción y muy especialmente su necrópolis, que constituyen un sitio arqueológico de interés científico excepcional.

No sólo se trata de uno de los poblados más grandes y complejos de la Prehistoria de nuestro país, sino que algunos de los monumentos megalíticos que en él se hallan se cuentan entre los más extraordinarios y maravillosos de todo el continente europeo. Para que se hagan una idea del significado patrimonial que este infame proyecto tiene, sólo se me ocurre decirles que equivaldría a construir un aeropuerto en el centro del Parque Nacional de Doñana.

La necrópolis megalítica del complejo arqueológico de Valencina de la Concepción-Castilleja de Guzmán incluye varias decenas de monumentos funerarios prehistóricos y protohistóricos, muchos de las cuales ya han sido previamente destruidos por el crecimiento urbanístico que este sector de la provincia de Sevilla viene experimentando desde hace dos decenios. Entre los que todavía sobreviven hay cuatro excepcionales: los dólmenes de Ontiveros, Montelirio, Matarrubilla y La Pastora. Este último es un templo megalítico que presenta unas características únicas, por su magnitud, por su morfología y por sus asociaciones culturales, y es conocido y reconocido por su singularidad, dentro y fuera de España, por toda la comunidad de arqueólogos y arqueólogas dedicados al conocimiento de la Prehistoria. Tanto La Pastora como Matarrubilla son visitados cada año por cientos de personas interesadas por nuestro pasado, personas que disfrutan de la experiencia educativa y cultural de conocer lo que fueron capaces de hacer los habitantes de la actual Sevilla hace cinco mil años.

 

El proyecto de nueva carretera A-8077 pasa a unas escasas decenas de metros del Dolmen de la Pastora, interponiéndose entre éste y el Dolmen de Montelirio, descubierto hace unos años pero todavía no excavado. Naturalmente, esta carretera de cuatro carriles destruiría las estructuras que se encuentran entre ambos y que han sido reveladas mediante estudios geofísicos, pues aunque se excavasen y documentasen quedarían destruidas y/o sepultadas por el asfalto. Entre esas construcciones todavía enterradas y desconocidas es probable que se encuentren monumentos del mayor interés. Igualmente, esta carretera rompería por completo la estructura del singular paisaje arqueológico que estos monumentos conforman, en una todavía enriquecedora relación visual con Itálica, el Guadalquivir y El Carambolo. La contaminación visual, acústica y estética producida por la carretera conllevaría una distorsión irreversible de la experiencia de conocimiento y disfrute que estos venerables monumentos proporcionan actualmente a la ciudadanía.

 

Ahora que en toda Europa la calidad de vida se mide por la dotación de parques, carriles-bici o comunicaciones inalámbricas ¿vamos a seguir promoviendo el asfaltado compulsivo como la mejor base para el esparcimiento público? Lo más irracional del proyecto es que no parece solucionar el insostenible tráfico metropolitano, puesto que propicia que todos los días vayan del Aljarafe a Sevilla 40.000 vehículos, cuando la carretera es usada hoy día por 8.000. En esto se viene a contradecir con la apuesta por el transporte público del Plan de Transporte Metropolitano y en concreto con la nueva estación para el ferrocarril de cercanías en Salteras. Hasta tal punto es irreal el proyecto, que no ha tenido en cuenta la nueva ronda SE-40 ni ha considerado el posible trazado junto al ferrocarril.

 

Hace apenas unos meses se realizó en la Alhambra de Granada un interesante encuentro co-organizado por el Instituto Andaluz del Patrimonio y la Unesco que tenía precisamente como tema los sitios arqueológicos Patrimonio de la Humanidad. En ese encuentro, nuestros colegas británicos de English Heritage expusieron el ambicioso plan con el que van a proceder a eliminar dos carreteras que desde hace decenios cortan el famoso templo megalítico de Stonehenge (una de ellas pasa literalmente por encima del complejo, apenas a 30 metros del círculo de piedras). A las autoridades patrimoniales y urbanísticas británicas les ha costado más de veinte años de proyectos, dinero y debate llegar al acuerdo sobre cómo acometer este costoso y difícil plan de rectificación de errores urbanísticos previos, para así devolver a ese sitio arqueológico un entorno capaz de hacer al visitante comprender su significado paisajístico y cultural. ¿De verdad somos tan necios como para cometer aquí y ahora el mismo error que cometieron los planificadores del territorio en Inglaterra hace decenios?

 

Como reconoce la propuesta de Parque Arqueológico y Paisajístico del Aljarafe Norte, recientemente planteada por un buen grupo de personalidades sevillanas, una sociedad culta y libre sabe reconocer dónde yacen sus muertos, los de su Historia y su Prehistoria, y es incluso capaz de construir un futuro a partir de esa memoria. Estos ciudadanos y ciudadanas han entendido que no basta con no destruir salvajemente monumentos milenarios, sino que es preciso mantener los restos arqueológicos en su contexto paisajístico pues sólo de esa manera "pueden ser interpretados los unos con los otros, obteniendo así una comprensión global". Incluso aunque las debidas cautelas arqueológicas pudieran asegurar la conservación de las estructuras funerarias de mayor tamaño mediante "soluciones constructivas con aporte de tierra y nunca mediante excavación", el paisaje prehistórico de los dólmenes –y también de Itálica– quedaría fuertemente alterado por un drástico efecto de fragmentación territorial. Con ello, la posibilidad de desarrollo ligada a este parque arqueológico, como parte de la urgente red de parques metropolitanos, quedaría abortada.

 

En numerosas ocasiones he experimentado el privilegio de acompañar a los múltiples colegas que llegan constantemente desde universidades y centros de investigación de nuestro país y del extranjero (sólo en los últimos dos años desde Rusia, Reino Unido, Portugal y Suecia) a visitar La Pastora y Matarrubilla y he podido presenciar sus expresiones de asombro y disfrute ante la belleza de estos monumentos. El proyecto de la carretera A-8077 a su paso por Valencina pone ante nosotros la posibilidad de que, en el futuro, lo que asombre a estos visitantes sea nuestra estúpida falta de respeto y nuestra crueldad con respecto al maravilloso regalo que nos han dejado los fundadores de nuestra ciudad en forma de legado patrimonial. Esa carretera es no sólo innecesaria, sino en todo caso inaceptable desde el punto de vista de la protección del patrimonio arqueológico. Su mera existencia sobre el mapa invita a una reflexión de la sociedad civil sevillana –y andaluza por extensión–, así como de nuestros responsables políticos, en torno al tipo de entorno físico y humano en el que queremos vivir y que vamos a legar a nuestros descendientes. Debemos preguntarnos si de verdad merece la pena sacrificarlo todo, incluso lo más representativo y hermoso de nuestra propia memoria cultural como ciudad y como comunidad, en el altar del insaciable dios automóvil.

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