TARTESSOS OFICIALISTA

 

                                                     

TARTESSOS

ícono del sol

CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA MÁS ANTIGUA DE OCCIDENTE

 

 

  Adolf Schulten

 

 

 

CAPITULO VIII

LA CULTURA TARTESIA

Ya en épocas remotísimas, en épocas a que la cronología no alcanza, cuando todo el norte de nuestro continente estaba invadido aun por los hielos, algunas tribus que vivían en África, tierra mas calida, y, por tanto, mas favorable a la existencia humana, pasaron a Europa y se extendieron por el Sur227. De esta primera raza, casi animal todavía, dan testimonio las mas antiguas formas de cráneos-. el homo neardenthalensis y mousteriensis y ejemplares de la «punta de mano», el instrumento mas antiguo de la especie humana. Mejor se conoce y se puede fijar cronológicamente una capa mas moderna de emigrantes africanos228; son los hombres del segundo periodo del Paleolítico, los constructores de instrumentos ya artísticos de piedra y hueso, los creadores de maravillosos dibujos y esculturas de hombres y animales, primeras obras del arte humano. Estos hombres debieron habitar hacia el ano 10000 a. J. C. en África, España y el Sur de Francia. Después de ellos viene una tercera capa de tribus africanas229, pueblos de cultura neolítica. Entre el río Tinto y el Guadiana, esto es, en la inmediata vecindad de Tartessos, existía aun en tiempos posteriores, el nombre del pueblo africano que había de denominar la península y determinar su historia hasta hoy-, los iberos230. La procedencia africana de los iberos esta demostrada con indudable certeza por la repetición del nombre de los iberos y de numerosos toponímicos ibéricos en el norte de África, como también por la concordancia de la índole física y espiritual de unos y otros (Numantia, 1, 27 y s.). Pero antes que los iberos, parecen haber venido de África otros pobladores primitivos, entre ellos los ligures, que se extendieron por España, Italia, las Galias y gran parte de las comarcas septentrionales (Numantia, I, 60 y s.). Los ligures dieron su nombre al lago formado por el Betis cerca de Tartessos (lago ligur) y a una antigua ciudad de aquella comarca llamada «ciudad ligur»231.

Uno de los primeros establecimientos de esas tribus africanas podría ser Tartessos. Su fundación alcanza seguramente al segundo milenio a. J. C, y quizás aun mas allá (v. cap. II).

Situada a orillas del océano y en la desembocadura del gran río que da entrada al interior, Tartessos si no fue expresamente fundada en vista del comercio marítimo estaba predestinada a el. Es el mas antiguo de los grandes emporios que han florecido en las bocas de los ríos oceánicos, trayendo sus riquezas de los mares lejanos; es la predecesora de Sevilla, y, como esta, forma en la serie de los puertos atlánticos: Lisboa, Oporto, Burdeos, Amberes, Londres, Hamburgo. Seguramente los fundadores de Tartessos fueron marinos o se hicieron marinos, viviendo en un lugar tan favorable para la navegación.

Por su situación era también Tartessos, el emporio natural de la cuenca del Guadalquivir. Andalucía se halla rodeada de montanas por el norte, el este y el sur; su salida natural, su frente es el oeste, la desembocadura del gran río que da acceso a toda la comarca, y, como el Nilo en Egipto, determina su geografía y su historia. En la ciudad situada junto a la desembocadura del río concentrose la riqueza del país, como en Massalia la del Rodano y en Alejandría la del Nilo. Con su doble cualidad de puerta del Océano y emporio del interior, Tartessos estaba predestinada a ser la capital de Andalucía. La capital actual, Sevilla, esta situada casi en el mismo sitio, un poco mas arriba. Extendida junto al ancho río, frente al extenso y fértil valle recuerda Tartessos las viejas culturas del Oriente: Egipto, Babilonia y China. Como las ciudades orientales, Tartessos debe a la excelencia de su situación la base material de su antiquísima cultura.

La primera causa de la riqueza tartesia fue la Sierra Morena, con sus tesoros mineros, que mas de dos mil años de explotación no la han podido agotar aún. Próximo a la ciudad, en las orillas del Tinto, se encontraba el cobre; el río Tartessos conducía a los habitantes al interior del país, a la montaña de plata, cerca de Cástulo, cuyos tesoros le dieron universal fama. Indagaciones posteriores debieron dar pronto por resultado el descubrimiento de las minas de plata de Almería, del oro de Ilipa, del plomo de Molybdana. La riqueza en plata de los tartesios dio lugar a leyendas fabulosas semejantes a las del oro peruano. Los fenicios trocaron en Tartessos sus anclas de plomo por otras de plata. En el siglo III dícese que los turdetanos usaban pesebres y orzas de plata (Estrabon, 151). El bronce tartesio gozaba de fama mundial y se hallaba, por ejemplo, en los tesoros de Olimpia. Tartessos, en la antigüedad, era, pues, la ciudad de la plata; su rey se llamaba «Arganthonios», o sea el «rey de la plata». Tartessos, en la antigüedad, era una de esas comarcas ideales, semejante a la India y la Arabia. El poeta Anacreonte, contemporáneo de Arganthonios, cita a Tartessos como lugar codiciadero; y el hermoso mito de Platón, poeta también, sobre la feliz Atlántida, parece referirse a Tartessos.

Pero los habitantes de Tartessos no se contentaron con los metales de sus propias minas. Pueblo emprendedor y activo, los tartesios se aventuraron a navegar hacia el Norte lejano para traer de allí el estaño, el precioso metal indispensable a la preparación del bronce.

No sabemos cuando comenzaron esos viajes audaces. Hasta el siglo VI a. J. C. no tenemos testimonios que los afirmen. Pero es de creer que empezaran mucho antes, pues los predecesores de los tartesios (v. cap. II) hacia el ario 2000 a. J. C, llevaron a la Gran Bretaña la industria metalúrgica, atraídos sin duda por el estaño, indispensable para su industria. En el milenio segundo, los tartesios navegaban ya con rumbo hacia el norte. Ello puede quizá inferirse de los depósitos de la ultima Edad del Bronce —es decir, del florecimiento de Tartessos— que se encuentran en los sitios que ellos tocaban: en la Bretaña, en la desembocadura del Garona y en la del Odiel (Huelva), que yo supongo (Avieno, pag. 92) haber sido el puerto minero de Tartessos. En el puerto de Huelva ha sido encontrado hace poco un deposito de 400 espadas y otros objetos de bronce; es el mas importante de aquellos depósitos. Los tartesios fueron, pues, los primeros que navegaron por el Norte.

Este honor les corresponde a ellos y no —como se creía antes—232 a los fenicios, los cuales aprendieron de los tartesios el rumbo de las tierras del estaño233, y mucho menos aun a los cartagineses234, que no empezaron a navegar por el norte hasta después de la destrucción de Tartessos235.

El viaje de los tartesios a Bretaña tuvo una importancia enorme en la historia universal. Inauguro la serie de los descubrimientos en el océano septentrional. Ese audaz viaje bien puede compararse con el de Colon, que salio dos mil años mas tarde de la misma costa. Un recorrido tan largo por el Océano tormentoso supone gran experiencia de la navegación y corazones esforzados. Con buen viento sur, duraba el viaje unos catorce días, navegando día y noche; pero si se hacia tierra para pasar la noche, como era lo corriente, duraba un mes. Largo y penoso era, pues, el viaje para los pequeños y débiles navíos de aquel tiempo. Los cambios del viento favorecían la navegación, porque en la costa del Atlántico soplan de abril a octubre vientos del norte, y de noviembre a mayo vientos del sur; de manera que los navíos iban en primavera hacia el norte y regresaban en verano u otono236. Costeaban la costa occidental de España, que los indígenas llamaban Oestrymnis y los focenses Uphiussa, cruzaban por el promuntuhum Aryium (Cabo Ortegal) seguían la costa norte de España hasta el interior del Golfo de Vizcaya, hasta el promunturium Veneris (Cabo Higuer) y a lo largo de la costa occidental de la Galia, llegaban a Oestrymnis, a la Bretaña, en donde los oestrymnios, navegantes audaces de raza ligur, les vendían el estaño que ellos encontraban en las islas de sus costas (Ouessant, Sein, etcétera) o traían de Ierne (Irlanda) en sus barcos de cuero (Avieno, pags. 113 y ss.)

Los tartesios eran también, sin duda, los que llevaban al sur el ámbar, uno de los productos principales de las comarcas del norte. Esto se advierte por el conocimiento que el periplo demuestra (versos 129 y ss.) de los países al nordeste de la Bretaña, de los ligures, habitantes de las costas del mar del Norte238. Este conocimiento, como también el de las Islas Británicas, es debido a las referencias de los oestrymnios, de manera que estos deben haber navegado también por el mar del Norte. Y ¿con que fines emprender este viaje sino para recoger en las islas del mar del Norte el ámbar, preciadísimo producto de estas comarcas? Los focenses hablaron mucho del ámbar; por lo tanto, es de suponer que los oestrymnios, por quienes los focenses sabían esas cosas, navegasen por las costas del ámbar. Esto se deduce de la polémica de Herodoto (véase cap. V), que no puede referirse sino a relatos focenses, puesto que mas tarde los cartagineses cerraron el paso que conduce al Océano.

El ambar (glaasum) venia, pues, entonces de las islas del mar del Norte, una de las cuales se llamaba por esto Glaesaria (Plinio, 4, 97; 37, 35; 42). Procedía, sobre todo, de Abalus-Heligoland239. Los habitantes de esta isla lo vendieron después a los teutones, que Vivian enfrente y comerciaban con el, vendiéndolo, a su vez, a los traficantes extranjeros240. El testimonio directo mas antiguo que habla del comercio del ámbar en el mar del Norte es Piteas. Pero mucho antes de Piteas, el ámbar del mar del Norte debió ser objeto de trafico, pues ya hacia el ano 2000 se encuentra ámbar en los sepulcros de la España meridional241, y luego en la Odisea como mercancías fenicias que los fenicios adquirían en Tartessos, como adquirían el estaño en esta ciudad. Probablemente, el ámbar de Creta242, Troya, Micenas, Pilos, etc., procedía también del mar del Norte. No podía venir del mar Báltico, porque el ámbar de la costa del Báltico no parece haber llegado al Mediterráneo hasta el siglo I de J. C.243; y sabemos por la propagación de la cultura de los vasos campaniformes y otros artículos de importación, que los pretartesios no pasaron del mar del Norte (v. cap. II). Pero hay otros testimonios directos que demuestran que la costa ligur del periplo es la costa del ámbar. Son los siguientes: 1º, el rey ligur Kyknos244, amigo de Phaiton, vivía a orillas del Eridano (Roscher, Lex. d. Myth., pag. 1698. RE. XI, 2441), que según Herodoto, 3, 115245, y el poeta Choirilos246, es un río que desemboca en el Océano septentrional, esto es, el Elba; 2º, el ámbar se llamaba λιγύρον o resina ligur (RE., III, 300); 3º, los ambrones, vecinos de los cimbrios y teutones en las costas del mar del Norte, eran ligures (Plut. Mario, 19). Descendiente de esos ligures del mar Norte parece haber sido aquel Intamelus Eburo (CIL, XIII, del 6216; Norden, Germania, 399), que pertenecía a la tribu de los eburones, y procedía, por lo tanto, del Rin inferior. El nombre Intamelus es efectivamente ligur. Tiene el sufijo -el, -mel (Mullenhoff, D. A, 3, 183), tan frecuente en la Riviera ligur (Blustie-melus, Lebrie-melius, Quia-melius, Inti-milii: Mullenhoff, ya citado, 184) y en España, sometida a fuertes influencias ligures (Turtu-melis, Ordu-meles, Sosi-milus en el diploma de la Turma Salluitana, Sosi-milus, Mon. Ling. Iber., pag. 260). Tiene también la raíz Indo- que aparece en muchos nombres españoles (Indo, Indibeles, Indortes; Mon. Ling. Iber., 258); y, en fin, guarda estrecha relación con el nombre del pueblo ligur Intimilii en la Riviera, de donde viene el actual nombre de Ventimiglia. Quizás también sea ligur el nombre mismo de los Eburones, pues se parece mucho al nombre del fundus Eburelia, situado en la comarca de los Veleiates ligures y a los toponímicos españoles Ebora, Eburancum, Eburo-brittium (Mon. Ling, lber., 231). Hay que tener en cuenta que, como en Italia, también en los pueblos celtas existe un fondo ligur.

Para designar el estaño, los focenses adoptaron el nombre indígena (Kassi-ter-os). En cambio, para el ámbar no tomaron el nombre indígena de entonces —que debía de ser ligur —, sino uno griego y, por la semejanza del color del ámbar con el oro claro, le llamaron electrón. Los romanos más tarde usaron el nombre germánico del ámbar, glaesum (Plinio, 4, 97; 103; 37, 42; Tacito, Germ., 45).

Así, los productos del norte llegaban al Mediterráneo, pasando por dos mercados y etapas: Oestrymnis y Tartessos. La vía comercial que iba del mar del Norte al Mediterráneo se componía, pues, de tres trozos: uno oestrymnio, otro tartesio y otro massaliota. Cada uno de estos trozos representaba un monopolio. Los fenicios y los marselleses no pasaban de Tartessos; los tartesios no pasaban de Oestrymnis. De igual modo en la Edad Media los italianos hacían el viaje solo has-ta Brujas y Londres, cuyos habitantes se reservaban la explotación del mar del Norte. Por su mercado del estaño fue Tartessos —por lo menos en la época del Bronce—, mas importante aun que por su riqueza en plata; entonces el estaño valía mas que la plata.

Seria interesante conocer algo mas acerca de los oestrymnios, los aliados comerciales de los tartesios. Los oestrymnios fueron los primeros navegantes de los mares septentrionales, precursores de los frisios, sajones, normandos, anseáticos; ellos fueron los descubridores de las Islas Británicas y del mar del Norte. Piteas, mas tarde, habla de ellos; y luego aparecen citados otra vez, cuando se someten a Cesar. Sus descendientes son esos Pescadores de bacalao, que Pierre Loti ha hecho famosos por su libro Pecheurs d'Islande. El periplo (Avieno, 98) describe a los oestrymnios como audaces navegantes y activos comerciantes:

... multa vis hicgentis est,

superbus animus, efficax sollertia,

negotiandi cur a iugis omnibus.

[Este pueblo tiene mucha energía, animo soberbio, actividad incansable, continuo afán de negociar con todo el mundo]. Es, en mas palabras, el mismo lema de la Hansa: "Navigare necesse, vivere non necesse». [Navegar es necesario; pero vivir no es necesario.]

Los oestrymnios pertenecían sin duda al gran pueblo prehistórico de los ligures, que se extendía antaño por las costas oceánicas hasta muy dentro de las regiones septentrionales. Concuerda con esta ascendencia su audacia en el mar, hermoso patrimonio de la raza ligur. Esa audacia marítima encuentra su mas bella encarnación en la figura de Cristóbal Colon, hijo de la Riviera ligur, cuyos habitantes tenían ya en la antigüedad fama de arrojados marinos (Numantia, 1, 76).

Es extraño que los oestrymnios no navegasen a Inglaterra, sino a Irlanda (Avieno, 108-112). El periplo cita a Inglaterra solo de paso. De aquí se infiere que las minas de estaño de Cornualles no estaban aun descubiertas en el siglo VI247.

Es de notar también que los pretartesios del milenio tercero mas bien iban a Irlanda que a Inglaterra. Asimismo son notables las naves de cuero que usaban los oestrymnios. Este antiquísimo tipo de barco se encuentra en toda la costa oceánica, desde el mar del Norte hasta Portugal, y vive aún en Gales e Irlanda. En la antigüedad se llamaban curucos; hoy llevan el nombre de «coracle»248.

Habiéndose aventurado a navegar al Norte hasta la Bretaña, es de creer que los tartesios enderezaran también su rumbo a las costas africanas, mas próximas y no menos productivas. Habitábanlas bárbaros, que adquirían con gusto los objetos de la industria tartesia a cambio de sus materias primeras, como el oro y el marfil. En el Antiguo Testamento (Jerem., 10, 9) leemos que los tirios llevaban «plata de Tarsis y oro de Ufas», es decir, de lfe, en la desembocadura del Níger. Claro esta que conocieron este rumbo hacia Ufas por los tartesios. Parece que en Benin (boca del Niger) existen espadas de antenas, parecidas a las de la ultima Edad del Bronce (Frobenius: Auf dem Wege nach Atlantis, 1911, pag. 14); podrían haber llega-do allí por los tartesios. Cuando luego Hannon recorrió las costas occidentales de Africa, hubo de seguir sin duda las huellas de los tartesios, como las siguió Himilcon en su viaje hacia el Norte.

No hay testimonio de que los tartesios hayan navegado por el Mediterráneo, y no es de suponer que también surcaran ese mar hospitalario. Como buenos comerciantes que eran, hubieron de esforzarse sin duda por adquirir las mercaderías ajenas en los puntos de origen, en donde se compraban mas baratas que en el mercado de Tartessos, pero les estorbarían los concurrentes orientales y los piratas. Tartessos tiene la cara vuelta al Océano, no al Mediterráneo.

Hay quizás una alusión al comercio de los tartesios con Cerdeña en la referencia ya citada del rey tartesio Norax, que fundo en Cerdeña la ciudad de Nora249; pero los cretenses habrán sido los intermediarios.

Así, pues, traficando con el Norte, el Sur y el Oriente, era Tartes­sos uno de los mas grandes mercados de la antigüedad y la intermediaria entre mundos lejanos que distaban unos de otros mas de 3.000 kilómetros.

Por desgracia, no sabemos como eran aquellas naves tartesias que llegaban hasta Oestrymnis. El periplo da testimonio de su velocidad250, pues llegaban a hacer 1.200 estadios y mas navegando noche y día, es decir, 200 estadios mas de lo corriente, que eran 1.000 estadios. De aquí se deduce que los tartesios tenían barcos de vela como los cretenses y los demás navegantes antiguos del Mediterráneo. Confirmalo el periplo al decir que para entrar en la ría del Tajo hace falta bogar con viento oeste y luego con viento Sur (Avieno, 174). Desde luego, además de las velas, usaban también los remos. Por lo demás, los barcos de Tartessos, que habían de sostenerse en el Golfo de Vizcaya, debían de ser mas fuertes y sólidos que los demás del Mediterráneo.

No faltan tampoco indicios de una marina de guerra; y es de suponer que la tuvieran, dada la importancia de su marina mercante.

La navegación fluvial tan importante en la Turdetania posterior, debió florecer ya en Tartessos, puesto que el río era el camino mas cómodo para transportar los metales que se encontraban en sus riberas. Los tartesios debieron ser los creadores de esa red de canales que Posidonio (Estrabon) describe y que servia al mismo tiempo para la navegación y para el regadío. Como en Egipto y en Babilonia, los canales de riego fueron en Tartessos de seguro un elemento importantísimo de la agricultura. No es casualidad que tales obras, que exigen centralización, se encuentren solo en países monárquicos (Egipto, Babilonia, Tartessos).

Probablemente, tuvo Tartessos también un sistema de carreteras, indispensable en un Estado centralizado. Ya conocemos la vía Mainake-Tartessos-Tajo que utilizaban los focenses en los últimos tiempos de Tartessos; puesto que atravesaba el territorio tartesio y servia también a los intereses tartesios, es de suponer que se hiciera con permiso y hasta con la ayuda del imperio tartesio.

De tiempo inmemorial florecieron en Tartessos todas las ramas de la agricultura. En las islas del delta pacían los toros del rey Geron (Geryoneus), esos toros que, según la leyenda, ocasionaron el viaje de Hércules a estas comarcas. En las amplias y fértiles llanuras del valle del Betis, la agricultura daba frutos magníficos. Es fama que su invención se debe al mítico rey Habis. Otro rey tartesio, Gargoris, descubrió, según cuentan, el cultivo de las abejas que dio nombre mas tarde a la ciudad de Mellaria. ¿Cuando empezó a cultivarse el olivo, que era en la antigüedad y aun hoy el árbol clásico de Andalucía? No lo sabemos. Pero en la tierra del Betis se producía el olivo silvestre —por el dieron los focenses a la isla de Gades el nombre de «Kotinussa»—. Bastaba, pues, con mejorarlo y ennoblecerlo. Esto debieron aprenderlo los tartesios de los orientales, en cuyas tierras el olivo es indígena; pero no es probable que fueran los fenicios —que les vendían aceite (Demir. ausc, 135), sino los griegos los que les enseñaran a criar olivos. Los griegos fueron también los que extendieron el olivo por la costa oriental de España (Avieno, 495). A las relaciones con los orientales debieron también los tartesios el conocimiento de la vid, que era ya indígena en el siglo VI en la costa oriental (Avieno, 501).

En una fortaleza de la época de la batalla de Munda (45 a. J. C.) se ha encontrado en Osuna, la antigua Urso, un gran numero de relieves ibéricos que representan escenas de paz y de guerra, restos de sepulcros magníficos; y hace poco, cerca de Córdoba, se ha encontrado un par de leones de estilo arcaico (hoy en el Museo de Córdoba). Es posible que estas obras no sean muy antiguas; pero suponen ya una larga tradición artística y justifican la hipótesis de que en la antigua Turdetania se cultivaban también las artes plásticas. Y es de notar que solo en el sur y sureste de España, esto es, en el territorio tartesio, se ha desarrollado la escultura ibérica; solo aquí estaba preparado el suelo —por tradicional ejercicio del arte— para recibir la influencia fecundante del arte griego. Esas esculturas ibéricas no permiten sino vislumbrar el viejo arte tarte­sio, cuyas obras descansan aun bajo la tierra, aguardando al feliz descubridor que las saque a la luz del día. Cuando Andalucía haya encontrado su Schliemann, el mundo y el arte tartesio desplegara su brillantez por modo súbito y sorprendente, como Troya y Creta.

Mas la cultura tartesia era también una cultura espiritual. Ello se deduce de lo que sabemos acerca de su antiquísima literatura. Este rasgo característico eleva a Tartessos muy por encima de los demás pueblos iberos. Las otras tribus ibéricas no llegaron nunca a tener una literatura propia, hasta el punto de que incluso en la época imperial España —con la excepción de Andalucía— era sumamente pobre en literatos. En cambio, Tartessos, según las referencias de Estrabon, poseía anales, cantos y leyes en forma métrica viejos de 6.000 años. Esta es una de las mas importantes noticias que tenemos, testimonio de la mas antigua cultura espiritual europea. Y el hecho de que las palabras de Estrabon hayan pasado casi desapercibidas; demuestra una vez mas que nuestros científicos y filólogos han desatendido continuamente el Occidente, en provecho de las culturas orientales.

El pasaje de Estrabon dice así: «Los turdetanos son los mas cultos de todos los iberos, pues hacen uso de las letras y poseen de tiempo antiquísimo escritos en prosa, poemas y leyes en forma métrica que, según ellos dicen, tienen mas de 6.000 años de antigüedad». Los "escritos en prosa" aluden sin duda a anales; los poemas se refieren a poesías épicas o líricas251. Pero las mas notables son esas «leyes en forma métrica».

La expresión se refiere sin duda a verdaderas leyes, no a simples sentencias morales como las de Focilides y Theognis. Las leyes métricas eran mas frecuentes de lo que al principio se cree. He aquí algunas citas:

1. Athen., 14, pag. 619 b: [Las leyes de Charondas se cantaban en los banquetes en Atenas.] Si se cantaban las leyes de Charondas tenían que ser por fuerza métricas o rítmicas.

2. Plutarco, Solon, 3: [Algunos dicen que intento poner en verso sus leyes, y rememoran el exordio, que era así: Ante todo impetremos de Zeus monarca, hijo de Kronos, fausta fortuna y fama para estas leyes.]

3. Cesar, de B. G., 6,14, dice de los educandos de los druidas: magnum numerum versuum ediscere dicuntur. [Es fama que se sabían de memoria gran numero de versos]. Estos versos eran sin duda sentencias morales y religiosas.

4. Sievers ha dado a conocer un Código de la antigua Suecia escrito en forma métrica («Metrische Studien», Abh. D. Phil. Hist. Klasse dersachs. Akad. d. Win., tomo 35,1918-19), y me advierte en una carta: «A mi juicio, una gran parte de las leyes del Antiguo Testamento estan compuestas en verdaderos versos, en el sentido estricto de la palabra; pero se trata de versos «libres», como en las leyes de la vieja Germania, versos que pueden variar de longitud y agrupación según las necesidades del contenido. He visto el principio del «libro de la Alianza» (Éxodo, 21) y esta escrito en versos muy claros». Tambien Norden habla de las leyes n'tmicas de los frisios (Kunstprosa, 1, 161).

El hecho de que los tartesios poseyeran en tan remota fecha leyes escritas es otro rasgo que recuerda a los antiguos imperios orientales (¡Hammurabi!). Téngase en cuenta la tardía fecha en que los demás pueblos llegaron a escribir sus leyes: los griegos en el siglo VII-VI, los romanos en el V; y no hay que hablar de los celtas, germanos, iberos. Es posible que entre las leyes tartesias se encontrase aquel precepto que prohibía a los jóvenes declarar en justicia contra los viejos252. Las leyendas que antes hemos referido sobre los viejos reyes de Tartessos nos dan acaso una idea del contenido de los anales. Quizás en estos anales figurase también la tradición tartesia de que antaño los etíopes habitaron la Turdetania253. La cita de Estrabon da a entender que esos anales llegaban al año 6000 a. J. C; los primeros milenios eran naturalmente tan poco auténticos como en las crónicas de Oriente. Lo notable de las epopeyas y canciones tartesias no es tanto que existieran —pues muchos pueblos las poseían— sino que tan temprano estuviesen ya escritas.

Cuando los tartesios atribuían a sus anales, epopeyas y leyes la antigüedad de 6.000 años, no querían decir con eso que su redacción escrita tuviese también esa antigüedad y que poseyesen ellos ya una escritura vieja de 6.000 años254. Ahora bien; siendo la referencia de época anterior a la destrucción de Tartessos (500 a. J. C), la escritura debía ser antigua porque ya había estado en uso desde siglos. De todos modos, los tartesios tuvieron una escritura propia y antigua, que servia no solamente para usos prácticos y efímeros como atestados y documentos, o, lo que vale mas, para fijar las leyes del país, sino para anotar los acontecimientos históricos; los tartesios tenían, pues, una verdadera literatura. Mas que por sus audaces excursiones marinas, mas que por su vieja industria y comercio, Tartessos se eleva por su cultura propia espiritual, y representa un caso único en la historia de Occidente. Tartessos es la única cultura propia a que el Occidente llego.

No conocemos la escritura tartesia; puede que sean de origen tartesio los signos que aparecen en las monedas de nueve ciudades de la Turdetania meridional (Mon. ling, iber., pag. 7, 118-123), y que difieren por completo de la escritura ibérica corriente. Mas arriba hubimos de comparar a Tartessos con las mas antiguas civilizaciones de Oriente-. Egipto, Babilonia, China. Esa comparación podemos ahora ampliarla. Esas culturas orientales fueron los tres lugares en donde independientemente unos de otros nació la escritura; así también Tartessos poseyó escritura antiquísima y propia. En adelante habrá que considerarla como la cuarta cuna de las letras.

Al hablar de esa vieja literatura tartesia no podemos contener un quejido de dolor y de reproche. Los romanos tienen la culpa de que esos preciosos monumentos de la antigüedad tartesia (que en tiempo de Posidonio, 100 a. J. C. existían aun) se hayan perdido. Los romanos llamaban bárbaros a los pueblos de Occidente; pero han sido ellos mismos los bárbaros, al destruir entupidamente los vestigios de ajenas culturas.

Las antiquísimas leyes escritas de los tartesios nos dan una alta idea de su constitución política, y también en esto superaban los tartesios por modo extraordinario a los demás iberos. Estos, en efecto, vivían dispersos en una multitud de tribus y cantones independientes, casi en estado anárquico. Tartessos, por el contrario, formaba una ciudad, con un imperio extenso y una monarquía antiquísima.

La ciudad de Tartessos, fuente de tan rica vitalidad, estaba situada en el brazo principal del río Tartessos, el Guadalquivir, en la orilla derecha, poco antes de la desembocadura, que le servia de puerto, en una situación propicia para el tráfico marítimo y fluvial (v. cap. IX). Dos edificios salientes indicaban al navegante la entrada en el río Tartessos y la proximidad de la ciudad de la plata. En la lengua de tierra que hubo a la izquierda, entrando desde el mar al río, se alzaba un templo; a la derecha, sobre el banco de Salmedina, estaba la fortaleza del viejo rey Geron. Acaso en la torre de la fortaleza brillaba de noche un gran fuego, como mas tarde brillo en el mismo sitio el faro de Caepion que ha dado su nombre al pueblo de Chipiona.

Los confines de la ciudad llegaban desde el río Iberus (Río Tinto), frontera de la tribu de los iberos, hasta el brazo principal del Betis, frontera de los cilbicenos255. Al territorio de la ciudad debía pertenecer también el mons Tartessiorum, las dunas cubiertas de árboles, entre el Betis y Gades256.

Pero Tartessos no era solamente una ciudad comercial; era asimismo una potencia. Poseía, como Cartago, un gran imperio terrestre, y con el una amplia base y un firme sostén, que faltaba a las ciudades comerciales griegas, incluso a la misma Atenas. Ese gran imperio de Tartessos es un fenómeno histórico maravilloso (v. mapa n). Tartessos es la mas antigua ciudad-estado del Occidente. En este sentido también recuerda a los imperios orientales. Como estos, el imperio de la ciudad de Tartessos se formo por una concentración del Estado en forma monárquica. Un imperio tal y tan grande es signo inequívoco de un desarrollo cultural extraordinario. Quedan los problemas del remoto origen y la larga duración del imperio, que vivió mas de 1.000 años.

El imperio de Tartessos se basa en el aislamiento geográfico de la cuenca del Guadalquivir. Andalucía esta separada del resto de Espafia por la Sierra Morena, que fue también el limite de la provincia romana Hispania Ulterior. Por su posición geográfica y cul­tural puede compararse la Turdetania-Andalucía con el Asia Menor y el África Menor, separadas por el Taurus y el Sahara del resto del continente, y vueltas de cara al mar, y de espaldas a la tierra. El imperio de Tartessos se extendía por Occidente hasta el Anas y los Cinetas (Avieno, 223, 254) y por el Oriente hasta el Jucar257 (Avieno, 462). Por el norte la Sierra Morena formaba su frontera natural. El imperio de Tartessos correspondía, pues, al reino de Andalucía, a la cuenca del Guadalquivir, a la parte mas fértil y mas rica en metales de toda la Península. En este amplio territorio habitaban diferentes tribus. En la costa, empezando por el Oeste, había:

1º Iberi, desde el Anas hasta el rio Tinto (v. 252)258;

2º Tartessii, esto es, las afueras de la ciudad, desde el río Tinto hasta el brazo principal del Betis (v. 254);

3º Cilbiceni, desde el Betis hasta el Chrysus (Guadiaro-. v. 419 ft)259;

4º Massieni, desde el Chrysus hasta Massia (Cartagena: 422, 452) con las ciudades de los libiofenicios en la costa (421, 440), y, por ultimo,

5º los gimnetas hasta el Sicanus (Jucar, 464, 469). En el valle del Betis habia-. junto a la desembocadura, Tartessii y Cilbiceni; mas arriba, Ileatesy hacia el nacimiento, Etmanei (298 f.)

Nada sabemos de los vínculos políticos que unían todas estas tribus a Tartessos, sino que estaban sometidas a su imperio260. Dado el carácter pacifico de Tartessos, es probable que gozaran de bastante independencia, ya que Avieno y Hecateo las nombran junto a los tartesios.

La ocupación de tan extenso territorio hace suponer que los tartesios fueron en su origen un pueblo guerrero. Cuando cayeron bajo el dominio de los tirios, no tenían nada de belicosos, sin duda. Pero entre este momento y la primera conquista había transcurrido un milenio quizás, y en tan largo tiempo pudieron muy bien debilitarse y ablandarse por efecto del clima suave de la nueva patria y de la riqueza pronto adquirida. Esta hipótesis se apoya en numerosas analogías. El pueblo de Lidia, que tan mala fama tenia de cobarde y blando, fue antaño, según Herodoto (I, 79), un pueblo valiente. ¿Quien reconocería el pueblo de Ciro en aquellos persas que Alejandro empujaba como a ganado? ¿Quien pensara que los débiles etruscos del siglo IV (Teopompo, fr. 222) son los descendientes de aquellos guerreros que conquistaron Italia? En Asia Menor, los galios (Livio, 38,17); en Campania, los samnitas; en África, los vándalos, perdieron toda su energía guerrera. Pero la analogía mas próxima esta en los conquistadores beréberes y acabes de España, cuyo ardor bélico se disipo en la Andalucía de los tartesios.

En la historia de la península, el imperio de Tartessos constituye un fenómeno aislado, no solo cultural, sino también políticamente. Fue la única formación política importante de la antigua Iberia, que jamás supo pasar de la tribu y cantón independiente, y que a lo sumo formo vínculos de alianza harto laxos y efímeros. La favorable situación geográfica, entre dos mares y la riqueza del suelo parece haber hecho de la Turdetania el centro de gravedad de la península. ¿Por que —cabe preguntarse— no extendieron los tartesios su dominio mas allá todavía, al menos sobre toda la costa, que valía la pena de ser conquistada y que no oponía obstáculos naturales? El centro, sin duda, era poco atractivo y de difícil acceso; pero la costa oriental, no. La causa de esta limitación no se encuentra en la entrada de los cartagineses, sino en el pacifico desenvolvimiento de los tartesios. Estaba escrito en el libro del destino que la unidad de la península había de ser obra, no de la rica y pacifica tierra baja, sino de la meseta pobre y belicosa. Es este un fenómeno general y como una doctrina de la historia. El dominio sobre el Asia no partió de la Mesopotamia, sino de la meseta del Irán. La Helade fue unificada, no por Atenas, sino por Macedonia; la antigua Italia, no por Grecia, sino por Roma, y la moderna, no por Nápoles, sino por Piamonte. La unidad francesa partió, no de la vieja y cultísima Provenza, sino del norte germánico; y la unidad alemana no procede del bello Rin, sino de las arenas de la Marca.

El Estado tartesio, desde tiempo remoto, estaba organizado. Bien se deduce de aquellas antiquísimas leyes, tan pronto fijadas por la escritura. Contrariamente a las tribus libérrimas del interior, que no aceptaban jefe sino en caso de guerra, los tartesios obedecían, desde los tiempos mas remotos, a sus reyes propios. Conocemos algunos. Sin contar los nombres míticos de Habis y Gargoris, sabemos de Geron, que fue vencido por los tirios, de Norax, su descendiente, y de Arganthonios, amigo de los focenses. Los versículos de la Biblia recuerdan a los reyes de Tartessos (v. pag. 15). Quizás ceñían su frente con esas diademas de oro y plata que se han encontrado en los sepulcros prehistóricos de Andalucia261. Los reyes de Tartessos eran altamente honrados; descendían de los dioses. Los reyes posteriores recibieron también honras divinas, principalmente Geron.

Los súbditos del rey estaban divididos en forma aristocrática. Había una clase señorial a quien todo trabajo inferior le estaba vedado, y una clase servil dividida en siete castas262. Dice la tradición que Habis fue el que dividió el pueblo en siete castas, lo que guarda cierta analogía con la tradición persa, según la cual el rey Jem dividió a los persas en cuatro clases263. Esa misma división aristocrática la encontramos en otros países, notables por su antigua riqueza y temprana cultura: la India, Mesopotamia, Egipto, Creta, Perú, México. Como en estos países, es posible que también en Tartessos la clase señorial guardara para si la riqueza, reduciendo a servidumbre a los demás habitantes. Y resulta todavía mas inteligible esta diferencia de clases si suponemos que los tartesios fueron conquistadores extranjeros, como los indios y los espartanos; y la clase servil, los indígenas conquistados y reducidos a la condición de parias e ilotas. Quizás entonces se explicara la fácil victoria de los tirios, por la deserción de los sometidos, que versan en esos extranjeros sus Iibertadores.

Los dioses de los tartesios eran los astros: el sol, la luna, la estrella matutina (Venus). La diosa Luna tenia un santuario en la isla frente a Mainake, que pertenecía al imperio tartesio (Avieno, 367, 429). La serie de los reyes tartesios comienza con Sol. En la ciudad turdetana de Acci (Macrob. I, 19, 5; CIL. II, 3386) se encuentra un dios solar, Neto, que reaparece en la vecina Lusitania (CIL. n, 365, 5278). En las monedas turdetanas se ven imágenes del sol, de la luna, de las estrellas (Movers, op. cit., 652; Delgado, Monedas autónomas de España, II). La estrella representa al planeta Venus, la mas hermosa de las luminarias celestes, la estrella matutina, que los tartesios adoraban además del sol y de la luna. El planeta Venus tenia un templo en la colina de Sanlucar, junto a la desembocadura del Betis264. Estrabon (140) lo atribuye a la Lux divina265; Mela (3, 4), en cambio, a Juno (Lucina). Lux divina ha dado su nombre al pueblo de Sanlucar.

El culto de los tres astros recuerda a Babilonia, y quizás procede de esta ciudad —al menos inmediatamente—, pero también puede ser uno de los elementos que testimonian del origen africano de los tartesios266. Además de los astros brillantes, adoraban también los tartesios las potencias oscuras del mundo subterráneo. Junto a la desembocadura del río Tinto, en el alto de Santa Maria de la Rabida, vio el marino massaliota un santuario dedicado a la diosa infernal. Los mitos griegos localizados en esta comarca: el lago Averno, el Tartaro, el perro de Geryoneus Orthos —hermano del can Cerbero—, el palacio estigio, sustentado sobre columnas de plata, aluden al culto indígena de las potencias subterráneas.

En la pequeña isla de San Sebastián, al oeste de Gades, es decir, en territorio tartesio, hallo el marino massaliota (Avieno, 315) el culto de una diosa marina que Avieno llama Venus marina, y que, por tanto el periplo llamaba, sin duda, Afrodite (Euploia). Era adorada en una gruta y pronunciaba oraculos267. Esta diosa marina se encuentra también en otras islas y promontorios de las costas españolas, por ejemplo, en las extremidades oriental y occidental de los Pirineos y en el cabo de Gata. La diosa parece también haber sido llamada Juno en algunos casos. Asi, por ejemplo, la Venus de Gades, según otros testimonios se llama Juno (Plinio, 4, 120); en el cabo de Trafalgar se adoraba a Juno (Plin., 3, 7; Ptol., 2, 4, 5) y asimismo, en una islita del estrecho de Gibraltar (Avieno, 353; Estrabon, 168).

Esa diosa habitante de los promontorios e islas costeras conviene perfectamente a un pueblo marino como los tartesios. Era, sin duda, la patrona de los marinos, como hoy son Nuestra Señora de Guardia, en Marsella, y Nuestra Señora de África, en Argel. Del mismo modo, en el banco de Salmedina, temido por los marinos, que esta a la entrada del río Tartessos, tenia su morada el viejo rey Geron, considerado sin duda como patrono de los marinos; tanto que los griegos lo confundieron con su dios marino Glaucos. Los tartesios y los focenses, al entrar en el río, dirigían sus preces al dios Geron-Glaucos. Otro patrón de los navegantes era el héroe Menestheo, que tenia templo y oráculo en el Puerto de Santa Maria.

El respeto que los tartesios profesaban a la ancianidad268 nos da un concepto favorable de su cultura ética. Ese respeto a los viejos no se encuentra casi mas que en pueblos cultos, mientras que los bárbaros acostumbran matar a los ancianos269.

Podemos formarnos acaso un concepto aproximado de la índole espiritual de los tartesios. El carácter mas aparente de toda su historia es la falta de sentido bélico. Fueron un pueblo enteramente antiguerrero, un pueblo entregado por completo a las artes de la paz. Los tartesios se sometieron a los tirios, que no eran ni mucho menos unos héroes; los turdetanos mas tarde tomaron mercenarios celtibéricos para defenderse y no supieron resistir ni a los cartagineses ni a los romanos. Tito Livio dice de ellos: omnium Hispanorum maxime imbelles habentur Turdetani [de todos los españoles los turdetanos pasan por ser los menos aptos para la guerra]. Cesar trata a los habitantes de la Bética de inquietos y cobardes270. En cambio, la índole pacífica de los tartesios ofrece un aspecto muy simpático y loable en la cordial hospitalidad con que recibían al extranjero. Estrabon subraya este lado plausible del carácter andaluz. A los tirios les permitieron establecer colonias. Mas tarde, invitaron a los focenses a que se instalaran allí, y les apoyaron y ayudaron por todas las maneras. Mientras los fenicios, atentos solo a la ganancia, ocultaron el camino del estaño y del ámbar y propagaron toda suerte de fabulas mentirosas acerca del Océano, los tartesios, en cambio, explicaron gustosos a sus amigos los focenses como hacían el viaje a Oestrymnis y como los oestrymnios iban en busca del estaño y del ámbar. Y no porque fueran bárbaros estúpidos, sino que, como prudentes mercaderes, sabían apreciar en su valor el monopolio que tenían del estaño. La liberalidad de los tartesios es la magnánima del verdadero comerciante, que tanto sabe de dadivas como de ganancias.

En sus viajes por el Océano, los tartesios se revelan audaces navegantes, para quienes la vida es movimiento. Se parecen en esto a los oestrymnios, sus amigos del norte. Dijérase que el Océano mismo engendra los marinos audaces, puesto que todos sus habitantes lo son: tartesios y oestrymnios, sajones y normandos, noruegos, ingleses, holandeses, anseáticos. Pero no; ni la tierra ni la mar hacen a los hombres; en los corazones de los tartesios estaba ya ese impulso hacia las lontananzas marinas y lo sintieron con fuerza irresistible. En oposición a la indolencia de los demás iberos, fueron los tartesios un pueblo activo, ya fuera el afán de la ganancia o el de lejanía el que moviese sus ánimos.

Lo que el periplo refiere de esa montaña de plata junto al río Tartessos, montaña que lanza destellos brillantes de estaño y plata (Avieno, 293), no lo ha visto por si mismo el navegante massaliota; lo ha oído contar a los habitantes de Tartessos. Lo que Artemidoro (Estrabon, 138) cuenta de que el Sol, al desaparecer en el Oceano, se agranda cien veces, suena a referencia indígena. El episodio fantástico de los leones en las naves gaditanas y de los rayos que encendían los barcos tiene igualmente un marcado sabor andaluz. Como asimismo los turdetanos, temerosos de la invasión de Sertorio, imaginaron la fabula de que este traía 50.000 gigantes y caníbales africanos (Salustio, Hist i, 107). Ciceron (pro Archia, 10, 26) habla del estilo ampuloso e hiperbólico que usan los poetas cordobeses. Ya entonces florecía en Córdoba el arte de la frase bella, y mas tarde los dos Senecas y Luciano llevaron a su máxima altura la fama retórica de esta ciudad.

La misma propensión a la ampulosidad manifestase en el mal gusto con que celebraron los andaluces al general Metello por haberles socorrido contra los bandidos lusitanos271. ¿Quien no reconoce en estos rasgos al andaluz actual, propenso a la fantasía, a la fraseología, a la exageración, pero dotado de gran talento poético y retórico?

El alegre carácter del andaluz actual parece ser también herencia del pasado tartesio. Posidonio272 habla del «genio alegre» de los turdetanos.

Poco sabemos del físico de los tartesios. Pasaban por longevos (Estrabon, 151); su rey Arganthonios vivió, al parecer, ciento veinte años. Esta longevidad podría ser herencia africana, pues los antiguos africanos eran, como los actuales bereberes, una raza longeva273. Plinio nos transmite la extraña noticia de que los túrdulos (turdetanos) no tenían treinta y dos dientes274, lo cual es sin duda una generalización como la no menos extraña referencia de que los ligures tenían solo siete costillas (Pollux, Onom., 2, 167).

Sin duda, la hermosa y rica tierra que habitaban los tartesios tiene no poca parte en el desarrollo de esa cultura tan temprana y de esa índole hospitalaria y simpática que recuerda a los feacios de Homero. Los pueblos cultos que se ven forzados a retirarse a un país pobre, degeneran; e inversamente, los pueblos primitivos al establecerse en un país rico adquieren en el, no diré la cultura, pero si las condiciones primarias para su desarrollo. (Y donde hallar esas condiciones mejor que en Andalucía? Protegida del viento norte por la Sierra Morena, baluarte defensivo, Andalucía goza plenamente de su posición meridional. En las extensas y fértiles llanuras del río Tartessos crecen en abundancia todos los frutos del campo y de la huerta; el mar proporciona variedad de pescados y animales marinos; las montanas guardan en sus flancos todos los metales y también las piedras y las maderas necesarias para edificar las ciudades, que en la época de Estrabon eran doscientas; el ancho rio sirve como de calle para el trafico y comercio entre

la costa y el interior; la costa extensísima invita a las artes de la navegación. Por tres veces ha conseguido Andalucía, una de las mas ricas tierras del mundo, engendrar un florecimiento magnifico, cúspide de la cultura española: en tiempo de Tartessos, en la época imperial, y bajo la dominación árabe. Por tres veces sus habitantes han tenido que sucumbir al empuje de otros pueblos mas belicosos: los tartesios fueron vencidos por los fenicios y cartagineses; los romanos, por los godos; los árabes, por los castellanos.

De todo lo dicho se desprende la imagen de Tartessos como la de un antiquísimo pueblo culto, que vio florecer en su seno la minería, el comercio marítimo, la industria y la agricultura; que supo reunir en un gran imperio las tribus meridionales; que se rigió por leyes y reyes propios; que tuvo una vieja y venerable literatura; que acogió hospitalario a los extranjeros; pero que no estaba en condiciones de oponer gran resistencia a los que vinieran a conquistarle. Cada uno de estos rasgos, empero, forma contraste radical con la índole propia de los demás iberos. Entre los iberos no hay grandes territorios constituidos en unidad, sino aislamiento en cantones y castillos; no hay un cuerpo político organizado en monarquía, sino un afán desenfrenado de libertad; no hay ni comercio, ni industria, ni agricultura, ni arte, ni literatura. Los iberos despreciaban todo eso. En vez de acoger hospitalariamente al extranjero y aceptar su cultura, los iberos odiaban lo ajeno. En vez del temperamento pacifico de los turdetanos, los iberos eran valientes como fanáticos y habilísimos para la guerra. En suma, en vez de la cultura pacifica, los iberos ostentaban una belicosa incultura, que, entre los salvajes habitantes de la meseta, llegaba a tener cierto aspecto de animalidad. Y en lo que se refiere a su modo de ser, los iberos parecen también totalmente distintos de los tartesios. Estos son alegres, vivaces, activos en el comercio y la navegación. Aquellos son romos e indolentes.

Tan profundas diferencias exigen una explicación. Al pronto se ocurre pensar que los tartesios sean una raza distinta de la ibérica. Abona esta hipótesis, al parecer, la consideración de que tanto nuestras fuentes mas antiguas y veraces, como otras referencias posteriores, distinguen y separan a los tartesios de los iberos. Hecateo califica a Ibylla y Elibyrga como ciudad tartesia o de Tartessos , y, en cambio, a las demás ciudades andaluzas las califica de ciudades de los mastienos. El periplo no conoce mas que dos grupos de iberos: el primero entre el río Anas y el rio Iberus (río Tinto), y el segundo entre el cabo Nao y el río Oranis, cerca de Montpellier. Las tribus que viven entre estos dos grupos ibéricos son nombradas por el periplo con sus nombres propios: cilbicenos, mastienos, etc., e incorporadas a los tartesios que dominan desde el río Tinto hasta el Júcar. También Herodoto, I, 163, Eforos, (Escimno, 199), Polibio, 3, 33, 9 (que habla de los tersitas junto a los oretasiberos) y Diodoro, 25,10,1 (que dice: iberos y tartesios), distinguen y separan a los tartesios de los iberos. Por lo tanto, cabria considerar a los tartesios como pertenecientes a una capa preiberica, por ejemplo, como ligures. En el Betis inferior, el lago ligur y la ciudad ligur demuestran que existieron allí pueblos ligures y a estos podría atribuirse la que hemos llamado cultura pretartesia. La ascendencia ligur explicaría la buena disposición de los tartesios para la navegación,- pues los ligures son por doquiera buenos marinos, mientras que los iberos evitan el mar (Numantia, 1, 76). Podría aplicarse a los tartesios lo que el periplo dice de los oestrymnios ligures (98).


... multa vishicgentis est

superbus animus, efficax sollertia,

negotiandi cur a iugis omnibus.

[Este pueblo tiene mucha energía, animo soberbio, actividad incansable, continuo afán de negociar].


Concuerda también con el carácter ligur ese genio tornadizo de los turdetanos y andaluces; en cambio, no con los iberos. El andaluz es el tipo que corresponde al gascón y al provenzal, a Cyrano de Bergerac y a Tartarin de Tarascon, y algo también al italiano y al irlandés; todos estos son pueblos bastante afines, definidos hasta hoy por su ascendencia ligur275. Sin duda, los ligures posteriores son tan bárbaros como los iberos276, pero ciertas analogías nos autorizan a suponer que estuvieron anteriormente en mayor grado civilizados. Piénsese en los fellahs, descendientes de los antiguos egipcios; recuérdense los actuales habitantes del Perú y de Mexico277.


Mas por otra parte, Herodoro incluye a los tartesios entre los iberos, como también Appiano (Iber., 2), Lykophron (Alex., 642) y Estrabon (139) llama iberos a los turdetanos. Justamente en Andalucía abundan los toponímicos ibero-libios. El nombre de Tarth parece tener la dental aspirada del ibérico, y el de turdetanus lleva el sufijo ibérico -tanus. La distinción que los autores hacen entre tartesios e iberos puede también interpretarse no como distinción etiológica, sino como diferencia política; los iberos del sur, sometidos al dominio tartesio se habrían convertido políticamente en tartesios, mientras que las tribus orientales quedaban libres. Recordemos que los ubios, mas tarde, no querían que les llamasen germanos, sino agrippinenses278; Roma, orgullosa, se distinguía de los demás pueblos latinos, y estos, a su vez, de los demás pueblos italianos; los griegos, animados del alto sentimiento de su cultura, negaban a los macedonios el nombre de helenos, aunque estos no se diferenciaban de los demás griegos sino por su menor cultura. ¡Cuan distintos son los jonios y atenienses de los beocios, macedonios, arcadios, etolios! ¡Cuan diferentes son los campanios de los samnitas montañeses, y los ubios de los suevos, y los galos provenzales de los belgas, y los británicos meridionales de los septentrionales279! [Que distancia entre la elevada cultura de Egipto y la barbarie del resto de África, o entre Perú o México y el resto de América! En todos estos casos, el contraste obedece a que una tribu del mismo pueblo, por vivir en condiciones mas favorables —principalmente la posesión de una tierra fértil y rica—, o por haber tenido contacto con una cultura extranjera, se eleva a la categoría de pueblo culto, mientras que el resto de sus compatriotas, viviendo en condiciones menos favorables, permanecen sumidos en la primitiva barbarie. La diferencia entre los tartesios y los demás iberos podría muy bien haberse originado de esa manera; los tartesios, por la situación favorable de la ciudad, por la riqueza de la tierra, por la capa anterior de cultura pretartesia, por sus tempranas relaciones con el Oriente (v. cap. II), se habrían convertido en un pueblo culto, mientras que las demás tribus ibéricas permanecían retrasadas. Es patente que la diferencia entre las tribus ibéricas corresponde perfectamente con su distinta posición geográfica y sus relaciones con pueblos extranjeros. Así los tartesios son los mas cultos por los motivos ya citados; vienen después los pueblos vecinos de la costa oriental, de tierras menos ricas y relaciones mas tardías con la cultura oriental; entre los celtiberos de la meseta los que viven mas hacia oriente, mas cerca de la costa mediterránea, son también mas civilizados y pacíficos que los numantinos, y a su vez, los numantinos rayan a mayor altura que los habitantes del noroeste, remoto y pobre, galaicos, astures, cantabros, que son los mas toscos de todos. Si el modo de ser peculiar de los tartesios, por ejemplo, sus virtudes marítimas y su elevada cultura, obedeciese sobre todo a su ascendencia ligur, hallaríamos también la misma capacidad marina y cultural entre los iberos de la costa septentrional y oriental, que vivían igualmente en territorio ocupado antaño por los ligures. Mas los iberos de la costa oriental, en la época romana, eran imprudentes maris [ineptos para el mar] y bárbaros (Livio, 34, 9).

Parece, por lo tanto, posible que Tartessos haya sido en sus comienzos una ciudad ibérica, y que su antigua y elevada cultura, tan diferente de la barbarie ibérica, sea debida a tempranas relaciones con el Oriente y al influjo de los tirios durante su dominación. Pero esta explicación no es del todo satisfactoria. Acaso pudiera intentarse otra. ¿No será quizás Tartessos una colonia fundada por algún pueblo oriental de los que pertenecieron a la cultura egea, por ejemplo, de Creta?280. En favor de esta hipótesis hay razones negativas: que los tartesios no tienen de iberos mas que el nombre. Pero también las hay positivas: la antiquísima cultura de los pretartesios, las numerosas coincidencias con Oriente y con las mas viejas naciones orientales, la posibilidad de que navegantes primitivos hayan fundado una colonia en Andalucía, como mas tarde fundaron los tirios a Gades. Y además de todo esto, el nombre mismo de Tartessos que alude al Oriente; y es muy posible que la forma Tartessos no sea la copia sino el modelo del ibérico Tartis y del semítico Tarschisch.

Si Tartessos fuera una colonia de marinos egeos, por ejemplo, de cretenses o carios, se explicaría en un momento su antigua y elevada cultura, como también sus coincidencias con Creta en la metalurgia, en la escritura, en el culto de los toros, etc.

Colonia egea, Tartessos habría sido fundada hacia el milenio tercero o segundo, a. J. C, y desde luego antes de los viajes tirios. Los tirios, entonces, habrían invadido el poder marítimo de los viejos navegantes egeos, tanto en Occidente como en Oriente. Una Tartessos cretense solo podía fundarse antes de la caída del poderío cretense (en 1200). La ruina de Creta habría influido, pues, sobre la colonia occidental, explicándose así la escasa resistencia de los tartesios contra los tirios.
Debe pues ser estudiada la posibilidad de que Tartessos sea una antigua colonia egea. Por lo demás, solo las excavaciones, en Oriente y en Occidente, pueden ir aclarando este gran problema. Justamente a este tema principal entre los muchos que ofrece Tartessos pueden aplicarse las palabras del Apóstol, citadas al principio de esta obra, y que nos aconsejan resignación en el presente y esperanza de mejor conocimiento en el porvenir.

NOTAS:

227. Obermaier: El hombre (Madrid, 1916), pag. 21; fig. I, pagina 202. H. Schuchardt, Alteuropa (1919), pags. 1 y ss.

228. Obermaier: Op. cit.. pag. 204.

229. Obermaier: Op. cit.. 326.

230. Avieno: Ora marítima, 252: nam quicquid amnem gentis huius adiacet occiduum ad axem, Hiberiam cognominant [pues llaman Hiberia a toda la parte de aquel pueblo que linda con el río por la línea de Occidente ].  

231. Numantia, 1, 60; véase mas adelante, cap. IX

232. Tal cree aun Sieglin en su Endeckzznosgesch. von England (Verh. d. 7, intern. Geogr. Kongr., Berlin, 1899).

233. Es muy problemático, incluso que los tirios hayan navegado nunca por el Norte. Nadie lo testimonia, pues esos «fenicios» que según Estrabon (176) navegaban hacia las islas del estaño en las costas españolas del noroeste, son los cartagineses, a quienes Estrabon da el nombre de fenicios los fenicios... de Cartago. Además, ese texto demostraría que los fenicios iban a las islas españolas del estaño, pero no a las de la Bretaña o Inglaterra. El viaje de exploración que llevo a cabo Himilcon no tendría explicación si ya los tirios conocían el camino. En todo caso los fenicios no pudieron navegar por el norte hasta después de haber sojuzgado a Tartessos. Es posible, en cambio, que dejasen a los tartesios el privilegio de navegar hacia el norte en busca del estaño y se contentasen con tener en el mercado de Tartessos, un derecho de preferencia 0 monopolio.

234. Yerra F. Nansen (Nebelheim, 1, 40) creyendo que el primer viaje hacia el norte fue el de Himilcon.

235. El testimonio mas antiguo es el viaje de Himilcon.

236. Véase sobre lo que sigue, mi edición de Avieno.

237. Desde luego, es muy verosímil el hecho de que los oestrymnios navegasen a Irlanda en busca del estaño. Pero, además, lo confirma Plinio, 34, 156: Greeds appellatum cassiterurn fabuloseque narratum in insulas Atlantici maris peti vitilibusque navigiis et drcumsutis corio advehi [Los griegos lo llaman cassiteros, y según la fabula, se saca de unas islas del mar Atlántico y se transporta en naves de mimbre recubiertas de cuero]. Los dichos de Plinio concuerdan perfectamente con la descripción que hace Avieno de los barcos oestrymnios.

238. En mi edición de Avieno (pag. 82) he demostrado que el trafico de los oestrymnios por el «Norte» quiere decir realmente por el Nordeste, pasando el canal y llegando a las costas del mar del Norte. También Mela, 3,16, 23, dice que la costa prosigue al «Norte» a partir de la Bretaña.

239. Detlefsen (véase mas abajo) ha demostrado que Abalus es efectivamente Heligoland. Seguramente Piteas llego hasta el río Elba, como se desprende de su descripción del mar de las Halligen; demuéstralo también lo que dice Estrabon (104) de que había llegado hasta el «Tanaish», que aquí no puede ser otro que el río Elba.

240. Piteas, en Plinio, 4, 94; 37,35, y Timeo (por Piteas) en Diodoro, 5, 23; vease Hergt, Nordlandsfahrt des Pytheas, Diss. Halle, 1893,31 y ss.; Detlefsen, Entdeckung des germanischen Nor dens (1904).

241. Siret, Questions de chronologie iberiquedqi}), pag. 39.

242. Mosso: Civilta mediterránea, pag,. 290.

243. Según Soph. Miiller, Urgesch. Europas, 141, había llegado ya en la epoca de Hallstatt. Pero los primeros testimonios ciertos son Tacito (Germ., 45) y Plinio (H. nat, 37, 45). Vease Schrader: Reallexikon d. indogerm. Altert, art. Bernstein; véase también Miillenhof, D. A.. 1, 216, y Norden, Germania, pag 446.

244. Este nombre, que significa «cisne», alude evidentemente a los cisnes cantantes del Norte (Miillenhof, D. A. I, 1), representados en los monumentos de la ultima época del Bronce (Dechelette: ManueldArch.. II, 1, 448).

245. [ni yo tampoco creo eso de que haya un rio llamado Eridano por los bárbaros, que desemboque en el mar boreal y del cual es fama que nos viene el ámbar]. Como el ámbar procedía entonces del mar del Norte y precisamente de las islas que están enfrente de las desembocaduras del Elba, ese rio Eridano de que habla Herodoto no puede ser mas que el Elba (v. Hennig, Das Eridanosratsel, N.Jahrb f. s. kloss. Alt, 1922, 364). El autor mas antiguo que habla del Eridano es Hesiodo (Theog.. 338), que en esto como en muchas otras cosas no hace sino reproducir tradiciones focenses. Herodoto dice que el nombre Eridano es indígena. La palabra Eridano parece, pues, ligur, puesto que ligures eran los habitantes del mar del Norte. No sabemos hasta que punto los focenses habrán reproducido exactamente o helenizado el nombre que conocían a través de dos pueblos sucesivos, los oestrymnios y los tartesios. Desde luego, el periplo gusta de helenizar los nombres. Quizá Eridano tenga relación con el sufijo -danu, frecuente en nombre de rios (ejemplo: Apidanus, Sandanus, en Tracia; Eridano, en Atica; Jardanus, en Asia, y Grecia, Danuvius), y con los toponímicos españoles en lr-: Iria, Irippo, Irisama (en Apiano Iber, 69) Mas tarde, el Eridano se confundio con el Rodano (primero en Esquilo: Plin.. 37, 32) y con el Po (primero en Ferecides, fr. 33, c, y luego en Escflax, 19, en Eforos = Escimn., 395). Las causas de esta confusión fueron: 1, que desde que el estrecho quedo cerrado, se olvidaron las noticias sobre el mar del Norte y el Eridano; 2, que los emporios de ámbar, Massalia y Aquileia estaban cerca de las desembocaduras del Rodano y del Po. Además, la semejanza de nombre entre el Eridano y el Rodano. En Apol. Rod., Argon., 4, 629, están las tres interpretaciones del Eridano confundidas.

246. Frag. 14 en Fragm. epic. Grsec, ed. Kinkel (vease Escol. Bern., Verg. Geo-gr, I, 482): Ctesias hunc in India esse adfirmat, Choerilus in Germania ICtesias dice que esta en la India y Choerilus que en Germania). Naturalmente, Ch. hablaba de «Escitia». Hay testimonios mas recientes que consideran el Eridano como rio del mar del Norte: Timeo (Diod., 4, 56, 3): Apol. Rod. Argon, 4, 627; Dion. Crisostomo, Discursos, 79, pag. 434, de Reiske; Escol. Dion., Perieg., 290; Pausan., 1, 4, i; Val. Flacco, 5, 43, 1. H Tartessos

247. El testimonio mas antiguo es Piteas (en Diodoro, 5, 22, sobre Timeo)

248. Véanse las citas que trae Holder —art. curucos—; pero faltan las que se refieren al mar del Norte (Isidoro, Etimol., 19, 1, 21) y a Lusitania (Estrabon, 155. Pokorny (en It. fur celt. Phil., 1917, 201) ha demostrado que los barcos de cuero son un producto de la cultura de los habitantes precelticos de Irlanda, que los celtas llamaban «Firbolg», o sea, hombres de los barcos de piel. En la época de Cesar encontramos en los venetas, vecinos de los oestrymnios, otro tipo de nave, al parecer mas desarrollado-. fuertes navíos de encina con altos castilletes de proa y de popa (Cesar: De bello gal., 3, 13; Estrabon, 195). Acaso sea este el modelo de los buques anseáticos.

249. Solin., pag. 50, Mommsen; Salustio, Hist, 2, 5; Pausan., 10, 17, 5; vease arriba pag. 52.

250. Véase mi edición de Avieno.

251. E. Norden me llama la atención sobre el pasaje de Tacito, Germ., celebrant carminibus antiquis, quod unum apud illos memoriae et annalium genus est, Tuistonem [celebran a Tuiston en versos antiguos, que son para ellos conjuntamente anales y memorias]. Los germanos, por lo tanto, tenían por fuentes de su pasado solo carmina [versos] y no anales.

252. Nic. Damasc, fr. 103 de Eforos: [entre los tartesios no es permitido que el mas joven testimonie contra el mas viejo]

253. Eforos, fr. 1, b, Dopp: Estrabon, 33; [dice que según los tartesios contaban, los etíopes, cuando hubieron recorrido la Libia hasta el Occidente, permanecieron algunos allí; pero que algunos otros ocuparon parte de la tierra del otro lado (el códice dice: parte de la costa marítima)]. Otro tanto dice Escimno, 157 (= Eforos); Dionys., Orbis ten., 174 (= Avieno, Ora mar., 332 y Orbis terr., 21, 262).

254. Wilke (Siidwesteurop. Megalithkultur, pag. 63) reproduce como escritura neolítica unos signos de los dólmenes de Alvao en Portugal del Norte (Portugalia. 1,1899-1903, pag. 738). Pero parece que se trata de una falsificación.

255. Avieno, 253-55.

256. Avieno, 308.

257. El periplo dice después de haber citado las tres islas de Plana, Benidorm e Ifach, esto es, después de haber descrito la costa hasta el Cabo Nao-. hie terminus quondam stetit Tartessiorum, hie Herna civitas fuit [aquí fue la frontera de los Tartessos; aquí estuvo la ciudad de Hernal. Pero el limite del imperio parece haber estado algo mas al norte, en el rio Sicanus (Jucar), pues este rio era, según v. 469, el limite entre los gimnetas que pertenecían a Tartessos y los iberos, las tribus libres que vivían fuera del imperio tartesio. Además, los turdetanos eran vecinos de Sagunto (Liv., 21, 6, 1), lo cual indica que los limites del imperio Uegaban hasta el Jucar.

258. Los iberi pertenecen al imperio de Tartessos. Avieno, 253-54, señala el rio Iberus como limite entre iberi y tartessii; pero toma aquí la palabra tartessii en la significación estricta del territorio de la capital, ya que distingue igualmente entre los tartessii y los cilbiceni, que pertenecían, sin embargo, también al imperio tartesio. Los tartesios, en sentido amplio, llegaban hasta el rio Anas; comprendían, pues, a los iberos, como se deduce del verso 223: ...tartessiusager his adhoeret [el territorio tartesio limita con estos]; his [estos], empero, son los cinetas, cuyo limite oriental era el Anas. También Herodoro dice que los tartesios limitan con los cinetas (fr. 20): [primero los cinetas..., luego los tartesios, luego los elbisinios, luego los mastienos, luego los celcianos]. Los elbisinios —según Estef: son los habitantes de Olba (Huelva) y los celcianos son los cilbiceni del periplo.

259. En el verso 254 los tartessii y los cilbiceni son citados juntos. Por lo tanto el verso 422 debe escribirse: regna Cilbicena sunt feracis agri et divites Tartessii [los dominios cilbicenses de campo fertil y los ricos tartesios]. La edic. princ. dice Selbyssina.

260. [Massia, comarca sometida a los tartesios]: Estef., probl. de Hecateo; Maorid Tapaf|iois, Polib., 3, 24, 2.

261. De plata: Siret, Premier age du metal. De oro: Góngora, Antigüedades prehistóricas de Andalucía (1868), 29.

262. Justino, 44, 4, 13: ab hoc (Habis) et ministeria servilia populo interdicta et plebs in septem urbes divisa [este —Habis— prohibió al pueblo los menesteres serviles y dividió la plebe en siete ciudades]. En vez de urbes [ciudades] sospecho que dijera realmente ordines (clases), pues claramente se ve que son castas como las que existen en otros pueblos: siete también en la India (Arriano. Ind., ii; Estrabon, 703); seis en Egipto (Diodoro, 1, 73-74), cuatro en Persia (Spiegel, Eran. Altertumskunde, 3, 549), cuatro en los iberos del Caucaso (Estrabon, 501), cinco en Arabia (Estrabon, 782), tres en la isla afortunada de Euhemeros (Diod., 5, 45,3), seis en la ciudad ideal de Aristoteles (pol. 1328, b).

263. Spiegel, Eran. Altertumskunde, 3, 525.

264. El templo estuvo en el lugar que ocupa la catedral, en donde todavía hay ocho columnas antiguas.

265. Así resulta, en efecto, de las dos inscripciones votivas a Lux divina CIL, II, 676-677.

266. Sobre el culto de los bereberes a los astros, véase Herodoto, 4, 118; Gsell, Hist, de I'Afrique, 1, 248, que insiste muy oportunamente en que el culto de los astros en el África del Norte es anterior a los cartagineses. Toutain, Rev. des et. anc, 1911, 161, considera la trinidad Sol, Luna, Venus, como púnica, aunque el mismo comprueba que el culto astral no esta extendido por la comarca de Cartago, sino en el interior del país.

267. Esto recuerda a las nueve vírgenes de la isla Sena (Sein) en la costa de la Bretana. Las nueve virgenes mandaban sobre el mar y predecian el porvenir (Mela, 3,48). Otras diosas del mar que tambien residian en islas y daban oraculos son Calipso y Circe.

268. Compárese lo que se dice de Gades (Eusth. a Dionys., 453):[hay, según dicen, un templo de Geron, en donde los de allí honran la ancianidad que sabe muchas cosasl; Filostr., Vita Apollon., 5, 4: establecieron un santuario a Geron]. Parecen casi reminiscencias de Tartessos.

269. Ed. Meyer, Gesch. d. Alt, 12, 1, 30. Los albanos del Caucaso forman una excepción (Estrabon, 503):[los albanos honran grandemente la vejez, y no solo en los propios padres, sino en todos los demás hombres].

270. B. Hisp., 42: neque in otio concordiam neque in bello virtutem ullo tempore retinere potuistis [nunca pudisteis guardar la concordia en la paz ni practicar el valor en la guerra].

271 .Véase Salustio, Hist, 2,70. m

272. En Estrabon, 149: véase OhlinP, Queest. Posid. Diss. Guttingen, 1907,31.

273. Salustio, Jug. 17: Apiano, Lib. 71; Gsell, Histoire de I'Afrique du Nord, 1,174.

274. Plinio, 7,71: triceni bini (dentes) viriis adtribuuntur excepta turdulorum genre [los hombres tienen treinta y dos dientes, salvo los túrdulos].

275. Sobre los franceses y ligures, vease C. Jullian, Hist de la Gaule, I., 189. Sobre los irlandeses y los ligures, véase Zimmer, Sitzungsbericht d. Berliner Acad., 1910,1071.
276. Inlitterati los llama Caton (fr. 31), y en la excelente descripción de Posidonio (Diodoro, 5,39) aparecen como un pueblo medio salvaje (vease Jullian, Hist.dela Gaule, I, no).

277. Hay ejemplos antiguos en Diodoro, S, 15, 6, tornados de Timeo, que para designar este proceso usa la voz: [barbarizarse], y también Livio, 5,33, quos loca ipsa efferarantla [quienes la comarca hizo bárbaros]. Curtius 9,10, 40: ipsa solitudo efferavit ingenia [la soledad misma embruteció los ingenios].

278. Tac, Hi&t. 4, 28, 5: in Ubiis, quod gens Germanicce originis eiurata patria Agrippinenses vocarentur [en los Ubios, nación de origen germánico, que habiendo renunciado a su patria llevan el nombre de Agrippinenses]. También en Germ., 28.

279. Diodoro, 5, 22, v. [Aquellos habitantes, en cambio, son amigos de los extranjeros y por el trato que tienen con los mercaderes extranjeros llevan una vida mas culta]. La Odisea (9, 47) conoce bien la diferencia que existe entre las tribus marinas y las tribus del interior en uno y el mismo pueblo: [Pero entre tanto los cicones, al irse, llamaban a los otros cicones que vivían mas allá en el continente y que eran mas numerosos y mas valientes].

280 Philipon, en su libro Les iberes, pags. 15 y 37, sostiene esta hipótesis. También la defienden F. Jacoby y Leon Frobenius.

 

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