TARTESSOS: CONOCIMIENTO Y SABIDURÍA

 
                                                     

LA SHEKINAH  Y METATRÓN

 

  RENE GUENON

 

 

 

 

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Ciertos espíritus timoratos, y cuya comprehensión se halla extrañamente limitada por ideas preconcebidas, se han asustado por la designación misma de «Rey del Mundo», que han relacionado enseguida con la del Princeps hujus mundi, del cual se trata en el Evangelio. Cae por su propio peso que tal asimilación es completamente errónea y desprovista de fundamento; podríamos, para rechazarla, limitarnos a destacar simplemente que este título de «Rey del Mundo» se aplica corrientemente a Dios mismo en hebreo y en árabe (1). Sin embargo, como puede dar pie a algunas observaciones interesantes, examinaremos a este propósito las teorías de la Kábala hebraica concernientes a los «intermediarios celestes» las cuales, por otra parte, tienen una relación muy directa con el objeto principal del presente estudio.

 

Los «intermediarios celestes» de los que se trata son la Shekinah y Metatrón; y diremos antes que nada que, en el sentido más general, la Shekinah es la «presencia real» de la Divinidad. Hay que señalar que los pasajes de la Escritura donde se la  menciona muy especialmente son sobre todo aquellos donde se trata de la institución de un centro espiritual: la construcción del Tabernáculo, la edificación de los templos de Salomón y Zorobabel. Un centro como éste, constituido en condiciones regularmente definidas, debía ser en efecto el lugar de la manifestación divina, representado siempre como «Luz»; y es curioso señalar que la expresión de «lugar muy iluminado y muy regular», que la Masonería ha conservado, parece ser un recuerdo de la antigua ciencia sacerdotal que regía la construcción de los templos y que no era exclusiva de los Judíos; más tarde volveremos sobre ello. No tenemos que entrar en el desarrollo de la teoría de las «influencias espirituales» (preferimos esta expresión a la palabra «bendiciones» para traducir la hebrea berakoth, tanto más cuanto ahí está el sentido que ha guardado muy claramente en árabe la pa­labra baraka); pero, incluso limitándose a ver las cosas desde este único punto de vista, sería posible explicarse la palabra de Elías Levita, que Paul Vulliaud cuenta en su obra sobre La Kábala Judía: «Los Maestros de la Kábala tienen en cuanto a esto grandes secretos».

 

La Shekinah se presenta bajo aspectos múltiples, entre los cuales hay dos principales, uno interno y otro externo; ahora bien, hay además, en la tradición cristiana, una frase que designa tan claramente como es posible estos dos aspectos: «Gloria in excelsis Deo, et in terra Pax hominibus bonae voluntatis». Las palabras Gloria y Pax se refieren, respectivamente, al aspecto interno, con relación al Principio, y al aspecto externo, en consonancia con el mundo manifestado; y, si se consideran así estas palabras, se puede comprender inmediatamente por qué son pronunciadas por los Ángeles (Malakim) para anunciar el nacimiento del «Dios con nosotros» o «en nosotros» (Emmanuel). También se podría, para el primer aspecto, recordar las teorías de los teó­logos sobre la «luz de gloria» en y por la cual se opera la visión beatífica (in excelsis); y, en cuanto al segundo, encontramos aquí la «Paz», a la cual hicimos alusión anteriormente, y que en su sentido esotérico está indicada en todas partes como uno de los atributos fundamentales de los centros espirituales establecidos en este mundo (in terra). Por otro lado, el término árabe Sakinah, que evidentemente es idéntico al hebreo Shekinah, se traduce por «Gran Paz», lo que es el equivalente exacto de la Pax Profunda de los Rosa-Cruz; y, de ese modo, se podría explicar, sin duda, lo que éstos entendían por el «Templo del Espíritu Santo», igual que se podrían interpretar también, de una forma precisa, los numerosos textos evangélicos en los que se habla de la «Paz» (2), tanto más cuanto que «la tradición secreta que concierne a la Shekinah tendría alguna relación con la luz del Mesías». ¿Es sin intención que P. Vulliaud, cuando da esta última indicación (3), dice que se trata de la tradición «reservada a los que seguían el camino que llegaba al Pardes», es decir, como lo veremos más tarde, al centro espiritual supremo?

 

Esto nos lleva aún a una observación relacionada: Vulliaud habla de un «misterio relativo al Jubileo» (4), lo que se relaciona en cierto sentido con la idea de «Paz», y, a propósito de esto, cita el texto del Zohar (III, 52 b): «El río que sale del Edén lleva el nombre de Iobel», así como el de Jeremías (XVII, 8): «Él extenderá sus raíces hacia el río», de donde resulta que la «idea central del Jubileo sea la remisión de todas las cosas a su estado original». Está claro que se trata de esta vuelta al «estado primordial» que consideran todas las tradiciones y en la cual hemos tenido la ocasión de insistir un poco en nuestro estudio sobre el Esoterismo de Dante; y cuando se añade que «el retorno de todas las cosas a su primer estado marcará la era mesiánica», los que hayan leído este estudio podrán recordar lo que allí dijimos sobre las relaciones del «Paraíso Terrestre» y de la «Jerusalén Celeste». Por otro lado, a decir verdad, lo que se trata en todo esto siempre es, en distintas fases de la manifestación cíclica, el Pardes, el centro de este mundo, que el simbolismo tradicional de todos los pueblos compara con el corazón, centro del ser, y «residencia divina» (Brahmapura en la tradición hindú), así como el Tabernáculo que es su imagen y que, por esta razón, es llamado en hebreo mishkan o «habitación de Dios», palabra cuya raíz es la misma que la de Shekinah.

 

Desde otro punto de vista, la Shekinah es la síntesis de las Sefiroth; ahora bien, en el árbol sefirótico, la «columna de la derecha» es el lado de las Misericordia y la «columna de la izquierda» es el lado del Rigor (5); por consiguiente, debemos reencontrar estos dos aspectos en la Shekinah, y podemos observar inmediatamente, para relacionar esto con lo que precede, que, en cierto modo al menos, el Rigor se identifica con la Justicia, y la Misericordia, con la Paz (6).

 

«Si el hombre peca y se aleja de la Shekinah, cae bajo el poder de las potencias (Sarim) que dependen de la Severidad, y entonces a la Shekinah se le denomina «mano de Rigor» (7), lo que recuerda inmediatamente al bien conocido símbolo de «la mano de Justicia»; por el contrario, si el hombre se acerca a la Shekinah se libera, y la Shekinah es la «mano derecha» de Dios, es decir, que la «mano de Justicia» se convierte pues en la «mano bendita» (8). Son los misterios de la «Casa de la Justicia» (Beith-Din), que son una designación más del centro espiritual supremo (9); apenas es necesario señalar que los dos lados que acabamos de examinar son aquellos en los que se reparten  los elegidos y los condenados en las representaciones cristianas del «Juicio Final». Igualmente se podría establecer una comparación con las dos vías que los Pitagóricos simbolizaban con la letra Y, y que representaba de una forma exotérica el mito de Hércules entre la Virtud y el Vicio; con las dos puertas celestial e infernal, que entre los Latinos estaban asociadas al simbolismo de Janus; con las dos fases cíclicas ascendente y descendente (10) que, entre los Hindúes, se relacionan igualmente con el simbolismo de Ganesha (11). En fin, es fácil comprender de ese modo lo que quieren decir verdaderamente expresiones como las de «intención recta» que volveremos a encontrar a continuación, y de «buena voluntad» («Pax hominibus bonae voluntatis», y los que tienen un conocimiento de los distintos símbolos a los que acabamos de hacer alusión verán que no es sin razón que la fiesta de Navidad coincida con la época del solsticio de invierno), cuando se tiene el cuidado de dejar de lado todas las interpretaciones externas, filosóficas y morales a las que han dado lugar desde los estoicos hasta Kant.

 

«La Kábala da a la Shekinah un paredro que porta nombres idénticos a los suyos, que posee en consecuencia los mismos caracteres» (12), y que naturalmente tiene tantos aspectos diferentes como la misma Shekinah; su nombre es Metatrón, y este apelativo es numéricamente equivalente al de Shaddai (13), «el Todopoderoso» (que se dice ser la denominación del Dios de Abraham). La etimología de la palabra Metatrón es muy incierta, entre las diversas hipótesis que han sido lanzadas a este respecto; una de las más interesantes es la que le hace derivar del Mitra caldeo, que significa lluvia, y que también tiene por su raíz cierta relación con la «luz». Si esto es así, no habría que creer que la similitud con el Mitra hindú y zoroastriano constituya una razón suficiente para admitir que haya ahí un préstamo tomado por el Judaísmo a doctrinas extranjeras, pues no es de una forma externa como conviene examinar las relaciones que existen entre las distintas tradiciones; y diremos otro tanto en lo que concierne al papel atribuido a la lluvia en casi todas las tradiciones, en tanto que símbolo del descenso de las «influencias espirituales» del Cielo sobre la Tierra. A propósito de esto, señalemos que la doctrina hebraica habla de un «rocío de Luz» que mana del «Árbol de la Vida» y por el cual debe operarse la resurrección de los muertos, así como de una "efusión de rocío" que representa la influencia celeste comunicándose a todos los mundos, lo que recuerda singularmente el simbolismo alquímico y rosacruciano.

 

«El término Metatrón comporta todas las acepciones de guardián, de Señor, de enviado, de mediador»; es el «autor de las teofanías en el mundo sensible» (14); es «el Ángel de la Faz» y también «el Príncipe del Mundo» (Sâr ha-ôlam), y por esta última designación pue­de verse que no nos hemos alejado mucho de nuestro tema. Para emplear el simbolismo tradicional que previamente hemos explicado, diremos de buena gana que, así como el jefe de la jerarquía iniciática es «el Polo Terrestre», Metatrón es el «Polo Celeste»; y éste tiene un reflejo en aquél, con el cual está en relación directa según el «Eje del Mundo». «Su nombre es Mikael, el Gran Sacerdote que es holocausto y oblación ante Dios, y todo lo que los israelitas hacen en la tierra se realiza según los prototipos de lo que acontece en el mundo celestial. El Gran Pontífice aquí abajo simbolizaa Mikael, Príncipe de la Clemencia... En todos los pasajes donde la Escritu­ra habla de la aparición de Mikael, se está tratando de la Gloria de la Shekinah»(15). Lo que aquí se ha dicho de los israelitas se puede decir igualmente de todos los pueblos poseedores de una tradición verdaderamente ortodoxa; con mayor motivo debe decirse de los representantes de la tradición primordial de la que las demás derivan y a la que están subordinadas; y esto se halla en relación con el simbolismo de la «Tierra Santa», imagen del mundo celeste, al cual ya hemos hecho alusión. Por otro lado, según lo que hemos dicho anteriormente, Metatrón no sólo tiene el aspecto de la Clemencia, sino también el de la Justicia; no es sólo el «Gran Sacerdote» (Kohen ha-gadol), sino también «el Gran Príncipe» (Sâr ha-gadol) y el «jefe de las milicias celestiales», es decir, que en él está el principio del poder real, tanto como el del poder sacerdotal o pontifical, al cual corresponde propiamente la función de «mediador». Es preciso señalar, además, que Melek, «Rey», y Maleak, «ángel» o «enviado», no son en realidad más que dos formas de una sola y misma palabra; además, Malaki, «mi enviado» (es decir, el enviado de Dios, o "el ángel en el cual está Dios", Maleak ha-Elohim), es el anagrama de Mikael (16).

 

Es conveniente añadir que, si Mikael se identifica con Metatrón como acabamos de ver, no representa, sin embargo, más que un aspecto; al lado de la cara luminosa hay una oscura, y ésta está representada por Samael, que es llamado igualmente Sâr haôlam; volvemos aquí al punto de partida de estas consideraciones. En efecto, es este último aspecto, y él solamente, lo que es «el genio de este mundo» en un sentido inferior, el Princeps hujus mundi del que habla el Evangelio; y sus relaciones con Metatrón, del cual es como la sombra, justifican el uso de una misma designación en un doble sentido, al mismo tiempo que hacen entender por qué razón el número apocalíptico 666, el «Número de la Bestia», es también un número solar (17). Por otra parte, según San Hipólito (18), «El Mesías y el Anticristo» tienen ambos por emblema el «León», que es una vez más un símbolo solar; y podría hacerse la misma observación de la serpiente (19) y de muchos otros símbolos; desde el punto de vista kabalístico es de las dos caras opuestas de Metatrón de lo que tratamos aquí; no tenemos que extendernos en las teorías que se podrían formular, de manera general, sobre este doble sentido de los símbolos, pero solamente diremos que la confusión entre el aspecto luminoso y el tenebroso constituye propiamente el «satanismo»; y es esta confusión, precisamente, la que cometen involuntariamente sin duda y por simple ignorancia (lo que es una excusa y no una justificación) quienes creen descubrir un significado infernal en la designación de «Rey del Mundo» (20).

 

NOTAS

 

(1). Hay, además, una gran diferencia de sentido entre «el Mundo» y «este mundo», hasta tal punto, que en ciertas lenguas existen para designarlos dos términos completamente distintos: así, en árabe, el «Mundo» es el-âlam, mientras que «este mundo» es ed-dunyâ.

 

(2). Está claramente explicitado, en el Evangelio mismo, que de lo que se trata no es de la Paz en el sentido que la entiende el mundo profano (San Juan, XIV, 27).

 

(­3). La Kabbale juive, t.omo I, p. 503.

 

(4). Ibid. , t. I, pág. 506-507.

 

(5). Un simbolismo comparable está expresado en la figura medieval del «árbol de los vivos y de los muertos», que tiene, además, una relación muy clara con la idea de «posteridad espiritual»; es preciso señalar que el árbol sefirótico también está considerado como identificado con «el Árbol de la Vida».

 

(6).  Según el Talmud, Dios tiene dos sedes, la de la Justicia y la de la Misericordia; estas dos sedes corresponden también al «Trono» y a la «Silla» de la tradición islámica. Esto divide, por otra parte, los nombres divinos çifâtiyah, es decir, quienes expresan unos atributos propiamente dichos de Allah, en «nombres de majestad» (jalâliyah) y «nombres de belleza» (jamâliyah), lo que responde una vez más a una distinción del mismo orden.

 

(7). La Kabbale juive, t. 1, p. 507.

 

(8). Según San Agustín y diversos otros Padres de la Iglesia, la mano derecha representa del mismo modo a la Misericordia o a la Bondad, mientras que la mano izquierda, en Dios sobre todo, es el símbolo de la Justicia. La «mano de Justicia» es uno de los atri­butos corrientes de la realeza; la «mano bendita» es un signo de la autoridad sacerdotal, y ha sido tomado a veces como símbolo de Cristo. Esta figura de la «mano que bendice» se halla en ciertas monedas galas, del mismo modo que la esvástica, a veces con brazos curvos.

 

(9). Este centro, o uno cualquiera de los que están constituidos a su imagen, puede describirse simbólicamente a la vez como un tem­plo (aspecto sacerdotal, correspondiente a la Paz) y como un palacio y un tribunal (aspecto real correspondiente a la Justicia).

 

(10). Se trata de las dos mitades del ciclo zodiacal, que se encuentra frecuentemente representado en la portada de las iglesias de la Edad Media con una disposición que le da manifiestamente el mismo significado.

 

(11). Todos los símbolos que enumeramos aquí exigirían ser largamente explicados; tal vez lo hagamos algún día en otro estudio.

 

(12). La Kabbale juive, t . I, págs. 497-498.

 

(13). El número de cada uno de estos nombres, obtenido por la suma de los valores de las letras hebraicas del que está formado, es 314.

 

(14). La Kabbale juive, t omo I, págs. 492 y 499.

 

(15). Ibid. , t. I, págs. 500-501.

 

(16). Esta última observación recuerda naturalmente estas palabras:

«Benedictus qui venit in nomine Domini»; éstas son aplicadas al Cristo, que el pastor de Hermas asimila precisamente a Mikael de una manera que puede parecer bastante extraña, pero que no debe extrañar a quienes comprenden la relación que existe entre el Mesías y la Shekinah. Cristo también es llamado «Príncipe de Paz» y es al mismo tiempo "Juez de los vivos y de los muertos".

 

(17). Este número se forma con el nombre de Sorath, «demonio del Sol», y como tal opuesto al ángel Mikael; más adelante veremos otro significado.

 

(18). Citado por P. VulIiaud, La Kabbale juive, t. II, p. 373.

 

(19). Los dos aspectos opuestos están figurados especialmente por las dos serpientes del caduceo; en la iconografía cristiana están reunidas en la «amfisbena», la serpiente de dos cabezas, representando una a Cristo y otra a Satanás.

 

(20). Señalemos una vez más que el «Globo del Mundo», enseña del poder Imperial o de la monarquía universal, frecuentemente se encuentra colocado en la mano de Cristo, lo que muestra, además, que es el emblema de la autoridad espiritual tanto como del poder temporal.

 

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