TARTESSOS: TESIS OFICIALISTAS

 
                                                     

EL MEGALITISMO COMO GERMEN DE TARTESSOS

 

Francisco José Barragán  

 

 

 

 

 

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Representación figurada de los constructores de un megalito

La innovación principal acaecida en el Neolítico (10.000- 3.000 a.C.) es la agricultura, a través de la cual el individuo adapta y modifica su entorno natural de acuerdo con sus necesidades. Esto contribuyó a modificaciones tan importantes tanto en el paisaje como en las formas de vida que es posible hablar de una verdadera revolución neolítica que por supuesto tuvo su impacto  en el bajo Guadalquivir. El cultivo intencionado y en menor medida la domesticación de animales es la clave de complejas formas sociales, de la formación de una culturas superiores que. va a desembocar en Andalucía en un fenómeno social de gran importancia denominado megalitismo.

En el Neolítico aparecen los primeros oficios pues las personas se especializarán en determinadas técnicas y utilizarán determinadas materias primas para fabricar objetos o prendas de uso cotidiano. De esta manera, aparecerán la cerámica, el tejido, la cestería, el trabajo en la piedra, la metalurgia, el comercio etc. El megalitismo consiste en la construcción de obras con grandes piedras, de carácter mayormente funerario, con el objetivo de albergar inhumaciones en foso con enterramientos individuales (o colectivos) caracterizadas por un escaso ajuar.

 

Ejemplo de construcción megalítica

Esta manifestación se localiza fundamentalmente en la fachada atlántica europea, y cronológicamente se desarrolla especialmente en las etapas finales del Neolítico es decir en la Edad de los Metales (3000-1200 a.C.) en concreto parece que la extensión de este fenómeno se produce y difunde precisamente a partir de Andalucía y va unido a la difusión del vaso campaniforme. La construcción de los monumentos megalíticos exige los esfuerzos de numerosas personas, tal vez la cooperación entre comunidades vecinas. En todo caso, era necesaria una dirección capaz de unificar y coordinar todos esos esfuerzos diversos. Por tanto, debía existir alguna distribución de la autoridad y el poder entre aquellas comunidades megalíticas.

En un principio el megalitismo irradia lentamente de Esta a Oeste de Andalucía. Se sospecha que pequeños grupos de procedencia egea, los cuales andaban en busca de metales a través del Mediterráneo, influenciarían primero toda la región occidental de este mar y llegan hasta la costa Este de Andalucía. Estos grupos egeos pudieron influir sobre la población indígena de Almería para hacer surgir la cultura megalítica, caracterizada por una sociedad organizada en clanes, rasgos religiosos orientales, y sus características construcciones funerarias.

 

Recreación de las distintas fases de construcción de un dolmen, donde se aprecia la necesidad del trabajo colectivo

 

El primer centro irradiador del megalistismo peninsular será Los Millares (Almería), y la cultura megalítica que se extenderá en principio por toda la costa peninsular desde Almería a Guipúzcoa, salvo la costa del Levante peninsular. Entrada la edad del bronce, El Argar (también en Almería) a partir del 1800 a.C. viene a sustituir a Los Millares como centro irradiador de esta cultura, la cual persistirá hasta aprox. 1500 a.C. alcanzando su mayor esplendor en la cuenca del lago Ligustino (Dólmenes de Valencina y Alcalá de Guadaira) y en la cuenca endorreica de Antequera (en ambos casos se trata de una cultura  alrededor del agua). Nosotros hemos identificado esta cultura indígena megalítica como atribuible al pueblo Ligur, autóctono de la Península, de acuerdo con las ideas aportadas por Schulten. Es desde las costas del sur peninsular desde donde, siguiendo una ruta similar a la posterior ruta del estaño que practicaron los Tartesios, parten las gentes portadoras de la cultura megalítica entre el 3500-2500 a. C., sembrando de megalitos toda la costa atlántica europea, Francia, las Islas Británicas  [1]  y Escandinavia, precisamente esta cultura será la que levante monumentos tan destacados como Carnac (Bretaña francesa) o Stonehenge (Inglaterra)

 
 

Distintas plantas constructivas de dólmenes

Entrada a un dolmen en Gandul (Alcalá de Guadaira)

Desde mediados del segundo milenio a. C., durante el período 1625-1225 a. C. como consecuencia de estos contactos seculares oriente-occidente, los griegos micénicos habrían navegado hasta el occidente del Mediterráneo y si son “los ligures” (indígenas peninsulares influidos por supuestos grupos egeos portadores de una cultura oriental) desligados de una presencia humana oriental, o si son los micénicos quienes toman dirección al Mar del Norte en busca de metales y ámbar , es algo que se discute. Nosotros pensamos que son los ligures los que se habrían introducido por el océano Atlántico, con el fin de acceder a esas rutas comerciales del ámbar y del estaño que enlazaban, por un lado, las costas del mar Báltico (norte de Europa) con el valle del Po (norte de Italia), por las rutas terrestres del continente, y, por otro lado, por el extremo occidente (Mediterráneo y Atlántico), por las rutas marítimas a través del Estrecho de Gibraltar. El hecho cierto es que a lo largo de las costas italianas, sicilianas, sardas, corsas, baleáricas e ibéricas se han encontrado cerámicas de Micenas junto a espadas pistiliformes y hachas procedentes de Iberia. Entre los restos se pueden citar fragmentos cerámicos datables en el siglo XIII a. C. en Montoro (Córdoba: Llanete de los Moros: fragmento de copa, pie de crátera, restos de ánforas y de vasos), en Purullana (Granada: La Cuesta del Negro), en Sevilla (Coria del Río y Carmona), en Almería (Gatas). El análisis de este material determina que proceden de un mismo taller alfarero, sea de Micenas o de Argos. También se ha señalado que los brazaletes, botellas y cuencos del tesoro de Villena (Alicante) corresponden a artesanos micénicos o egeos. Estos hallazgos indicarían que los viajes micénicos a Occidente no serían sólo exploratorios, sino que se trataría de un comercio regular, aunque de escasa entidad.

Localización de distintos restos, objetos comerciales traídos del mar Egeo

y pertenecientes a la Cultura Micénica.

 

Hacia el 1200 a. C. la talasocracia de Micenas (que salvo encuentros esporádicos no tendría establecidos emporios comerciales en el area de Andalucía) desaparece, posibilitando el auge de zonas periféricas como Chipre, Sicilia, Italia, Cerdeña y Andalucía, donde aparece Tartessos. Este auge vendría acompañado por la expansión de cultivos agrícolas y ganado ovino desde las costas del Mediterráneo hacía el interior. Por tanto la cultura megalítica ligur con influencias micénicas se cree que será el gérmen de Tartessos allá por el año 1.200 a.C., y por tanto nosotros asociamos el substrato poblacional y cultural de Tartessos a los indígenas ligures. Este indigenismo básico con el aporte sucesivo de las culturas orientales micénicas y la llegada de los tirsenos da lugar al primer Tartessos (periodo Geométrico) y posteriormente debido al comercio fenicio a un mayor florecimiento de Tartessos (periodo Orientalizante) con gran aumento del nivel de vida que se manifiesta en los grandes tesoros orientalizantes encontrados.

En Andalucía puede reconocerse la existencia de las primeras manifestaciones de cultos funerarios megalíticos. Los precedentes de los sepulcros colectivos andaluces, realizados con grandes losas de piedra, aparecen ya durante el Neolítico Medio andaluz, con ritos de inhumación colectiva frente a las tradicionales inhumaciones individuales. Este nuevo ritual manifiesta en principio apariencias diferentes, según los distintos modelos de población existentes. En unos casos en el mismo interior de las cuevas, correspondiendo a los grupos que estacionalmente las ocupaban. En otros casos enterramientos en el exterior para las poblaciones que desarrollaban los nuevos patrones sedentarios al aire libre.

Los enterramientos megaliticos eran realizados con grandes piedras tipo dolménico. Sus dólmenes son estructuras de complicada arquitectura, formada por un corredor y una cámara circular al fondo, donde se realizaban enterramientos colectivos, y en la que los fallecidos como era habitual en la época, llevaban su ajuar o efectos personales utilizados en vida.

 

Dolmenes de Valencina (Sevilla) (arriba ) y dolmen de

Trigueros (Huelva) (izquierda) correspondientes al

Sudoeste de la Península

En los alrededores del Lago Ligustino se tiene constancia del fenómeno megalítico, siendo Valencina de la Concepción el centro poblacional más grande de los investigados hasta ahora en toda Europa a juzgar por los yacimientos encontrados: restos de un poblado de gran dimensión con silos, pozos y otros restos arqueológicos. Tres dólmenes destacan en este yacimiento por su carácter excepcional: el dolmen de La Pastora, el dolmen de La Matarrubilla y el dolmen de Ontiveros. Por ello se cree que Valencina pudo ejercer el papel de antigua capita de la comarca del bajo Guadalquivir. La cronología de estos hallazgos se extiende desde el 2.500 al 1.500 a. C., por lo que su origen lo encontramos en la Edad del Cobre (calcolítico), periodo de transición entre la Edad de Piedra y la de los Metales que se caracterizó por la introducción de un nuevo avance tecnológico como fue la metalurgia del cobre, precisamente muchos investigadores vinculan los inicios de la metalurgia del cobre con la aparición del megalitismo.

La capitalidad de Valencina en la comarca del Aljarafe y del Lago ligur esta justificada por su posición estratégica en las alturas del Aljarafe, desde donde dominaba la ruta que a sus pies discurría por la depresión de Gerena, y que ponía en comunicación el Guadalquivir con la zona minera de Aznalcóllar y con el foco metalúrgico de Ríotinto. A su vez, las fértiles campiñas situadas al borde del lago Ligur le servían de auténtico granero, mientras que el interior del Aljarafe era explotado como zona de pastos para el ganado, de caza y de recolección de alimentos vegetales silvestres. A Valencina se accedía por el Sur a través de dos rutas, la cuenca del Guadiamar y el cauce del Guadalquivir en el paraje palustre del Lago Ligur. Si la primera tenía en Aznalcázar, un punto de control principal, la segunda entrada estaba dominada por Coria a cuyo pie se encontraba el delta que formaba entonces el Guadalquivir y era el enclave que marcaba el punto de entrada desde el mar interior que se denomina Golfo Tartésico, que hoy es el bajo Guadalquivir y las marisma, hacia el antiguo lago del Guadalquivir.

 

Ídolo placa hallado en Valencina

Estatua menhir del sur de Francia

Observe las similitudes iconográficas entre estas dos representaciones de

fechas similares (3000-2100 a.C.)

La organización social de las primeras comunidades sedentarias del Bajo Guadalquivir en este estadio cultural  se debió corresponder a unas tribus que si bien no exige una auténtica capital, sí al menos un lugar desde el que se suele ejercer el poder cultural y religioso. Y ese sitio hay que identificarlo en el tercer milenio a. C. con Valencina. En torno suyo surgieron otros enclaves más pequeños  como Coria que pudieron ser tanto pequeñas explotaciones agrícolas como asentamientos temporales de pastores o de gentes dedicadas a la pesca.

Hasta ahora no se han referido hallazgos arqueológicos que nos indiquen que alrededor del lago Ligur hubiese asentamientos palafíticos, pero cabe pensar que así lo fuera, tal como ocurría en regiones palustres del centro de Europa en la Edad del Bronce entre los s. XVII y XII en los lagos de Suiza, Austria y Alemania, y sobre todo en la plana del río Po, donde a partir de los habitantes palafíticos se desarrolla la cultura Villanoviense y de ella la etrusca. A propósito de estos pobladores palafíticos y la disposición de sus villas se ha intuido una ruta comercial que atravesando los Alpes traería el ámbar y posiblemente estaño desde el Norte de Europa (por tanto aparecen concomitancias respecto a estos pueblos y el papel comercial de los ligures del. Sur de España.) hasta el mar Adriático pasando por el valle del río Po.

Los palafitos  son viviendas lacustres de madera levantados sobre pilotes clavados en las orillas de un terreno pantanoso con objeto de tener  una defensa contra las variaciones del nivel del agua por riadas o mareas y de los animales salvajes. Pero sobre todo tiene sentido por permitir el acceso inmediato al agua tal como precisan los pueblos de economía inminentemente pescadora y con una dependencia de la actividad comercial. Estas dos últimas circunstancias están de sobras justificadas arqueológicamente para un entorno tal como el paleoestuario del Guadalquivir, por lo que es muy probable este habitat en la zona. donde sí se han hallado restos de tales viviendas en España es en Galicia, en Olot  (Gerona), Bolbaite y Chella (Valencia).

Palafitos y una cabaña correspondientes al Calcolítico

 

Esta etapa acaba cuando después de 1.200 a. C. llegan los Tirsenos (el “pueblo del mar” denominado Turusha oTeresh, también ancestrales de los Etruscos itálicos) desde Asia Menor a la desembocadura del Guadalquivir y fundan la colonia de Tartessos en una isla situada entre la desembocadura  a la salida del Lago Ligur y el Golfo Tartésico ya en el océano Atlántico. Desde esta colonia se comienza la invasión y sometimiento de toda la zona de Andalucía suroccidental instaurándose el reino de Tartessos en lo que hoy son las provincias de Sevilla, Huelva y Cádiz bajo las bases de la fusión cultural de ligures y tirsenos.

Nota

[1] En apoyo de la conexión de los pueblos costeros del Atlántico que permitiría la difusión del megalitismo se haya un estudio genético reciente. En efecto, la mayoría de los actuales británicos son descendientes directos de habitantes de la costa cantábrica en Iberia según una teoría del profesor Bryan Sykes. Skyes llegó a esta conclusión mediante el análisis de material genético de personas de origen celta en Gran Bretaña y de habitantes de la costa cantábrica tras comprobar que el ADN de ambos grupos era prácticamente idéntico. Este estudio desmonta la anterior teoría de que los celtas en las islas provienen de tribus de Centroeuropa.

Se trataría según Skyes de un grupo de pescadores que salió de la Península Ibérica en los años 5.000 ó 4.000 a.C.. que sabían cómo construir embarcaciones capaces de navegar en aguas agitadas como las del Canal de la Mancha, antes de llegar a las Islas. Al parecer, antes de esta oleada migratoria desde Iberia que se convirtió en la base de la población británica, el territorio inglés estaba poblado solamente por varios miles de seres humanos. Posteriormente la población indígena se subsumió en una tribu celta de mayores dimensiones.

 

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