TARTESSOS

 
                                                     

TARTESSOS Y EUROPA

 

  Miguel Romero Esteo

 

 

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21. De las transoceánicas navegaciones tartesias que hasta incluso llegan a la China

 

En esto de los tartesios históricos pues nos hemos detenido ya bastante en lo de sus borrosos comienzos. Con el asunto de los teresh o tartesios en lo de los borrosamente imperiales pueblos del mar tranquilamente euro-occidentales. y que euro-occidentalizando todas las costas del Mediterráneo oriental, y que pues sin más preocupaciones. O sea, lo dicho, los siglos XII Y XIII en remotos tiempos con respecto al nacimiento de Cristo. Y siguiendo de los tales tiempos, y bajando cronológicamente al siglo XI, lo único borrosamente tartesio a reseñar serían los proto-griegos dorios que llegando con el hierro a las ya proto-griegas y mediterráneo-orientales tierras de Grecia. Y con nombre que acaso y más bien un turios y torios, y con el turios pues remitiendo a un tursios en la línea ya de los terminales tartesios túrdulos y túrsulos, tursetanos y turdetanos. O sea, los dorios, pues que unos más o menos tartesios. Lo cual pudiera apoyarse en pre-romanos to­pónimos ibero-peninsulares y que vinculados a topónimos dorios en las dorias riberas e islas del mediterráneo-oriental Mar Egeo, que finalmente un mar griego, y así hasta hoy. Claro que el nombre de la doria Esparta -los espartanos son los más directos continuadores de los dorios- pues parece más o menos remitir en directo a la palabra esparto tan demasiado hispana. O tan demasiado ibero-peninsular. Fuere lo que fuere de las tales borrosidades, lo cierto es que la escala musical de los dorios para componer sus dorias melodías es la misma escala musical en la que van las melodías de los fandangos malagueños. Y en la que va el cante flamenco andaluz, excluidos los flamencos cantes gitanos, que éstos van en la normal y usual escala de la música clásica europea desde los tiempos del Barroco, desde el siglo XVI sobre poco más o menos.

 

Y siguiendo hacia abajo cronológicamente, pues el siglo X tan muy previo al nacimiento de Cristo, y que mil años antes. Y en el que pues nos volvemos a encontrar con lo de las naves de Tarsis en plan de que enormes naves tartesias de cargamento, en los tiempos del famoso y hebreo gran rey Salomón, o que ya israelita más bien. Y lo dicho, el tartesoide asunto del salomónico y famoso templo de Jerusalén, algo previo a lo de las naves de Tarsis. Y con los tartesoides arquitectos que al gran rey Salomón le suministra el cananeo­libanés gran rey Hiram. O sea, fenicio, al menos en la jerga de los antiguos griegos. Después, bíblicamente, y en el bíblico Libro Tercero de los Reyes, viene lo de que en la costa hebrea del océano-índico Mar Rojo y al arrimo de la península del sagrado monte Sinaí -donde Dios le reveló al gran Moisés los famosos diez mandamientos, o tablas de la ley, y se le manifestó como que Dios del fuego al arder luego unos zarzales- pues construyó el gran rey Salomón unas naves para ir a por riquezas a una océano-índica Offir -el rey Hiram le aportó los técnicos navieros y náuticos, ingenieros navales incluidos- y de por allí las trajeron. O sea, que los cananeos­libaneses son los que están en el secreto de cómo son las tales naves enormes de cargamento. Y que tartesoides o borrosamente tartesias, por decir lo mínimo. Luego asoma bíblicamente lo de que, cada tres años, una flota de naves cananeolibanesas del rey Hiram y de naves del rey Salomón iban a la lejana y misteriosa Tarsis, y de allí se traían oro, plata, marfil, y demás mercaderías de lujo, incluido lo de los monos y lo de los pavos reales. Lo que implica que la hispana Tartessos era la tal Tarsis. Que los puertos cananeo-libaneses y sus cananeo-libanesas flotas de naves estaban en las asiático­mediterráneas costas, y no en el océano-índico Mar Rojo.

 

A mi modo de ver, todo o indica o parece indicar que las grandes naves tartesias de cargamento ya habían llegado antes a los cananeo-libaneses puertos -no acaba de explicarse cómo un poco antes llega la plata a los tales puertos, y sigue sin saberse de dónde les llegó- y es por lo que los cananeos estaban en el secreto del construir tales enormes naves para muy largas travesías. Y por lo que podían remitirle unos tartesoides arquitectos al rey Salomón. Con o sin meter en cuenta que unos doscientos años antes -o no tantos, todas estas cronologías, incluso en manos de los especialistas, son meramente aproximativas, o bastante especulativas más bien, y se las puede bajar si nuevos datos intervienen en el asunto ­ las naves teresh o tartesias, flotillas de naves más bien, y de la mano del segundo asalto de los pueblos del mar al Egipto, había asomado por el tal rincón sureste del oriental Mediterráneo. O sea, que metiendo en el asunto el primer y euro­occidental asalto naviero al Egipto, pues había ya como que una previa tradición en las naves tartesio-hispanas con respecto a navegar a todo lo largo de las larguísimas y mediterráneas costas norteafricanas y llegar así al sureste mediterráneo-asiático, o rincón palestina-egipcio, con el Líbano pues por allí al arrimo y que poco más arriba en el mapa. Por otra parte, se ha venido especulando en contra de que la cananeo­hebrea flotilla de naves especiales que cada tres años iban a la Tarschesh o Tarsis llegaran precisamente a la hispana Tarsisi o Tartessos. Y en base a que con el hispano asunto concuerdan lo del oro y lo de la plata. Pero no lo de los monos y los pavos reales y los colmillos elefantinos de marfil -literalmente así en la Biblia- porque eran exóticas mercaderías de lujo nada hispanas. Y que apuntan hacia que, y al igual que con lo de Offir, el asunto más bien remite a tierras del Océano Índico. Mayormente la India, por el asunto de los pavos reales. Pero lo cierto es que la zoológicamente especie europea de los monos -mediano tamaño, leonado pelaje espeso y algo color fuego- sobreviviendo sigue en el ex-tartesio sur hispano, en el peñón de Gibraltar. Y los turistas, pues echándoles cacahuetes. Y que, al arrimo de la tal tierra tartesia e hispana, manadas de elefantes hubo en Marruecos -de allí los tomó el cartaginés gran Aníbal para su famoso ejército elefantino- hasta los romano-imperiales tiempos. Igualmente bandadas de avestruces, por más que pues finalmente sobreviviendo al interior del África del Sur, y algo también en el África oriental. Con lo que pues también el africano pavo real, que sobrevive en las umbrías selvas de al norte del Congo, muy bien pudo en los tales salomónicos y tartesios tiempos pues revolotear muy tranquilamente por los bosques de Marruecos, y hasta incluso por los tartesios bosques hispanos.

 

A mi modo de ver y aclarándonos algo más, la clave de los tales asuntos está en que la presunta tardo-circunnavegación cartaginesa del inmenso continente africano, y oceánicamente desde el estrecho de Gibraltar en el Atlántico hasta las arábigas costas en el Océano Índico, y Mar Rojo incluido, pues había ya tenido previamente lugar -y al respecto de los tales navieros asuntos del cananeo-libanés Hiram y del hebreo Salomón- con el karkedonio e hispano y afro­circunnavegante Annón en plan de un más o menos turso­tartesio Agamenón. O no sé si hasta turso-tartesio gran Abis. O que tras esta tursia y turia y tyria afro-circunnavegación hispana, y karkedonia, ocurrió la no menos afro-circunnavegación a cargo de los farusios que, y Estrabón lo recoge del perdido periplo de Ofelas, desde sus farusias bases en el ibero-peninsular suroeste -la Ofiussa y Offirusa- fueron pillajeando a los previos y annónicos puertos de escala y aguada, destruyendo muchos -así en Estrabón- pero apoderándose de los mejores, me supongo. O al menos con respecto a las orientales costas africanas en el Océano Índico. Y estos ex­hispanos y ex-tartesios farusios y offirusios es lo que está en el asunto de la bíblica y océano-índica Offir tan misteriosa. y que una tartesio-hispana Offirussa océano-índica, y Ofiussa. También lo que explica el no menos asunto de que, bien entrado ya el siglo IX antes de Cristo, el famoso rey judío Josafat volvió al asunto de construir las grandes naves para ir a por mercaderías de lujo a Tarsis, y las construyó en el rincón del Mar Rojo -al arrimo del sagrado monte Sinaí- donde, y para ir a Offir, las construyó previamente el rey Salomón con sus tartesoides ingenieros navales cananeo-libaneses. Pero recogido está en la Biblia que las tales naves de Josafat nunca navegaron hasta Tarsis. Me supongo que porque con lo del navegar desde el Mar Rojo hasta Tarsis se implicaba el circunnavegar el inmenso continente africano oceánicamente desde el Mar Rojo hasta el estrecho de Gibraltar, y no estaba ya el horno como para tales bollos. Por otra parte, famoso el gran Josafat porque desfeminizó -así literalmente en la Biblia- los religiosos asuntos judaicos. Y que me supongo que con respecto a la cananea tradición -desde Hiram y Salomón los hebreos habían venido estando muy cananeizados y demasiado- de tener en los templos los mozalbetes hieródulos ya desnudos y para servicio a los piadosos clientes. Aparte de no menos prostitutas, claro está. O sea, que el tartesoide y famosísimo templo de Jerusalén pues que tuvo sus muchas alegrías.

 

Con lo cual, y siguiendo del tal siglo IX, desde el rey Josafat nos bajamos a finales del siglo, o comienzos del siglo VIII, cuando los muy refinados griegos jonios -cuyo centro ya era Atenas, claro está- fundan una portuaria Fokaia y una no menos portuaria Kyme -en la que se decía que nació el gran Homero- y ambas muy colindantes, demasiado, en la ahora turco-asiática costa al arrimo de la famosa gran isla de Lesbos, y algo más arriba de Esmirna. Y hacia mitad del siglo VIII fundan otra Kyme -también Kumas, y que latinizado en un Cumas- en la mediterráneo-occidental e itálica tierra pre­napolitana, que Nápoles todavía no existía ni por asomo. Y siguiendo de los siglos previos al nacimiento de Cristo, nos bajamos a mitad del siglo VII, que es cuando una nave comercial de los griegos samios -de la isla de Sarnas, más debajo de Esmirna y al arrimo ya de la famosa Éfeso en la tal costa asiático-anatolia finalmente turca- y con el samio Kolaios, y tras atravesar el estrecho de Gibraltar, llega descarriada a la hispana y algo gaditana Tartessos. En pago por las griegas mercaderías, los tartesios la cargan de plata. Y tanto que, en la tradición griega, quedó el asunto como emblemático del mayor negocio que imaginarse pudiera. Algo similar cuando, y al recuelo del tal asunto, asoman por la hispano­oceánica Tartessos los griegos fokaios o que focenses en la latinización del nombre -desde la Kyme pre-napolitana, Ilte supongo, que faltan unos cincuenta años para que a los trans­pirenaicos iberos les expolien los griegos Massalia, o sea, Marsella- y enganchan también gran cantidad de plata tartesia en su fokaia nave. Y del tartesio y misterioso rey Argantonio. Que les ofreció asentarse de mercaderes griegos.

 

Porque en la portuaria y capitalina Tartessos. O más bien Tarsissi, o Tarsis en suma. Pero los griegos se largaron con viento fresco en las velas. Y con la plata, que mayormente pues la emplearon en construirle a su ciudad unas espesas y ciclópeas murallas. Que ya los persas pues como que se les echaban encima. En fin, un par de siglos después, y en alguno de sus libros de Historia, nos relata los tales asuntos el gran Herodoto.

 

Pero a lo que voy, y con respecto al tartesio rey Argantonio. y es a que, en históricas crónicas chinas relativas a muy remotos tiempos, se recoge el asunto de que, y por los tales borrosos tiempos, del más lejano y oceánico oeste les llegó una oceánica flotilla de naves -no se dice si enormes naves oceánicas- que venían del geográficamente remotísimo reino de Ta-tsin, en el que reinaba el rey An-tun. O borroso asunto que, en su libro Los orígenes de América y con respecto a remotas navegaciones transoceánicas, recoge el etnohistoriador Alcina Franch que por aquí ya citado alguna que otra vez. Por parte de los historiadores académicos de la mediterránea Historia Antigua, el borroso asunto se lo ha venido remitiendo hacia que una oceánica flotilla de naves romano-imperiales, en tiempos del romano emperador Marco Aurelio. Y en base a que en éste el tercer o cuarto nombre era el de Antonino, que se lo supone metido en el monosilábicamente achinado nombre del muy euro-occidental rey An-tun. O sea, un asunto en tiempos de hacia a mitad del siglo II ya en la era cristiana, que es cuando reinó en Roma el emperador Marco Aurelio. Pero lo cierto es que el tan achinado silabeo con respecto al misterioso reino de Ta-tsin pues no hay forma de remitirlo homofónicamente al nombre de Roma, ni tan siquiera en plan de coña marinera. Y en cambio, pues resulta de lo más fácil el remitirlo inmediatamente al nombre de Tarsis, con los tartesios hispanos en el lote. Y que en el tal caso, y directamente ya, el nombre del misterioso y oceánico y muy euro-occidental rey An-tun pues encaja a la perfección en el del no menos misterioso rey Argantonio de los no menos misteriosos tartesios hispanos. Y además muy oceánicos y muy euro-occidentales, el auténtico extremo Occidente de las tales crónicas chinas.

 

Apoyando el asunto de que una tartesia flotilla de naves llegó transoceánicamente hasta incluso el sur de la China, y con las Islas Filipinas más o menos por allí aliado, pues el no menos asunto de que, y en tiempos del nacimiento de Cristo, una imperial expedición romana encontró en las costas del sur de Arabia -el ahora Yemen, sobre poco más o menos­ restos de las muy características naves-caballo tartesias -lo dicho, en la proa y tallada en madera una gran cabeza de caballo- y lo mismo pues también siglo y medio antes. Concretamente, a mitad del siglo II antes de Cristo, un muy rico comerciante griego, Eudoxio de nombre, encontró en las océano-índicas costas del Mar Rojo los restos de una naufragada flotilla de naves tartesias, y que tartesiamente característicos por la tal cabeza de caballo en funciones de mascarón de proa. Con lo que, y con todas sus riquezas, se vino a la hispana y tartesia Gades -ahora Cádiz- y organizó una flota para circunnavegar el inmenso continente africano desde el estrecho de Gibraltar al Mar Rojo, y explorarle comerciales riquezas insospechadas, que es lo que suponía que había venido haciendo calladamente los tartesios hispanos. Con su flota -dos grandes naves tartesias de cargamento, y otras varias naves de menor tonelaje- navegó la atlántica costa occidental africana hasta más debajo de Senegal, y allí medio­naufragó, con lo que pues se volvió con su flota a la tartesia Gades. El asunto lo recogió a finales del tal siglo II antes de Cristo -o seguidamente a comienzos del siglo I acaso- el escritor griego Poseidonio, que residió en la hispana Gades para documentarse sobre su luego famosísimo libro sobre el tema del océano. Que con lo de las mareas, el flujo y reflujo, la pleamar y la bajamar, a los mediterráneos los tenía como que muy intrigados, y tanto si romanos como si griegos. Y luego Estrabón lo recogió de Poseidonio, que para muchos hispanos asuntos fue una de sus más valiosas fuentes. Y así la tal historia.

 

Que o remite o parece remitir hacia que las tales transo­ceánicas flotillas de naves tartesias que circunnavegaron el África, a mitad del siglo II antes de Cristo la una -cuando los romanos estaban ibero-peninsularmente metidos en su guerra contra los hispano-lusitanos del famoso gran Viriato, y sus no menos romanas guerras contra los hispanos celtíberos de la famosa Numancia y sus alrededores- y que en tiempos del nacimiento de Cristo la otra, pues que eran cosa que les venía facilitada por la previa y demasiado transoceánica circunnavegación tartesia del continente africano unos cuantos siglos antes, en tiempos del tartesio rey Argantonio, que achinadamente el rey An-tun del extremo Occidente. O que demasiado transoceánica en tanto que, y tras pasar del Océano Atlántico al Océano Índico, finalmente la tartesia flotilla de naves acabó en el Océano Pacífico, en las costas del sur de la China. Lo que bien pudiera remitir hacia que por los tales tiempos de Argantonio muy bien pudieran seguir funcionando, y tanto en la africana costa atlántica como no menos en la africana costa océano-índica, residuales y más o menos hispano-tartesios puertos de escala y aguada. Y que residuales de la hispano­karkedonia afro-circunnavegación que a lo largo de las tales africanas costas estableció portuarias ciudades en estratégicos puntos-clave, y demasiadas, y hacia los siglos previos XIII y XII. Y que circunnavegación más o menos tartesia, en el sentido de que su punto de partida estuvo en la tartesia costa del oceánico suroeste hispano. Y desde el que, y seguidamente, la también algo tartesio-hispana circunnavegación a base de los farusios u offirusos.

 

Que habría que sincronizarla con el asomar finalmente los filisteos -entrado ya el siglo XII, hacia el año 1176 antes de Cristo- en el segundo gran asalto de los muy navegantes pueblos del mar contra el Egipto faraónico, los teresh o tartesios pues incluidos en el asunto. Pero que más bien pues incluida mucha filistea flota de naves de guerra, o al menos en las iconografías egipcias de la época -pinturas mural es, bajo­relieves- así es como el tal asunto asoma. Que pues sin tampoco olvidar que, en las variantes mecánicas del hablar, quien dice farusios pues dice también falusios al menor descuido. Y filustio y filisteos, pues a la menor oportunidad. Y no menos pues pilustios o pelasgos, y en armonía con el philistim de los hebreos para lo de los filisteos. O en otras palabras, algo así como que, y en irse turnando diversos grupos hegemónicos en el asunto tartesio, en los tales tiempos de bien entrado ya el tal siglo XII la hegemonía en el tartesio sur hispano ha venido a mano de los offirusos o filisteos. O los ofir-lusos y offir-lusos proto-lusitanos y todos pues tan tranquilos.

 

Volviendo a lo del tartesio rey Argantonio, con los griegos llegándole y descubriendo a la misteriosa Tartessos, y enganchándole la plata en cantidad, pues que bien enterados ya los griegos de los tartesios asuntos, tan olvidados, el arcaico poeta griego Estesícoro retama las legendarias historias del tartesio gigante y rey Gerión, y que más bien proto­tartesio, y las canta y decanta en una larga epopeya titulada lógicamente la Gerioneida porque centrada en Gerión, y en su tartesio país de la plata. Y con el gran río de los tartesios -el ahora río Guadalquivir- como el gran río de la plata. Que muy plateado todo el asunto. Y de la tal poética epopeya pues nos han llegado al menos fragmentos. Son los tiempos en los que, y por entonces, el babilonio Nabucodonosor arrasa a los judíos del reino de Judá y se los lleva cautivos a Babilonia, y refundan los griegos fokaios o focenses la ciudad de Massalia, finalmente Marsela, y la refundan en base a tranquilamente robársela a los iberos transpirenaicos. O la cuestión de si le llegaron o no le llegaron a Estesícoro, traducidos o no traducidos a lengua griega, manuscritos -rollos de papiros­ más o menos tartesios, o ya ex-tartesios. Que los arqueólogos del tema tartesio ahora están en que en los tartesios tiempos hubo mucha difusión popular de la escritura -e incluso demasiada- en los tartesios ámbitos hispanos. Lo que implica que muchos rollos de papiro en plan de libros. Incluidos los escritos de epopeyas tartesias, la serie de escritos tartesios de Historia, según Estrabón recoge de no se sabe qué fuente. Que muy bien pudo ser el no menos griego Poseidonio, tan residenciado en el cogollo territorial tartesio -Cádiz, Sevilla, Jerez- para estudiar el asunto de las oceánicas mareas. Y en fin, que no menos pues habría que cuestionarse si le llegaron o no le llegaron al gran Homero al menos síntesis de las ibero-peninsulares epopeyas tartesias. O no menos cuestionarse de si el original griego tanto del periplo del karkedonio Annón como no menos del perdido periplo de Ofelas fue o no fue inicialmente no un escrito en lengua griega sino que más bien un escrito tartesio y que traducido luego a lengua griega por alguno de los griegos escritores que, en función de maestros de gramática -de gramática latina, me supongo- para los hijos de los ricos y pudientes tartesios ya más o menos turdetanos o tursetanos, pues se residenciaron en el tal cogollo territorial tartesio unos cien años antes del nacimiento de Cristo, a caballo entre los siglo I Y II en los tales muy pre­cristianos tiempos. Y que luego pues escribieron sus libros con respecto a hispanos e ibero-peninsulares asuntos más o menos tartesios. O más o menos turdetanos o tursetanos, claro está. O en fin, lo dicho que parece como que, y a manos de los cartagineses, sucumbieron los muy estrictamente históricos tartesios hacia el año 500 antes de Cristo. O cosa parecida.

 

Y para terminar el tema, y con respecto a las tales afro­circunnavegaciones transoceánicas, la única académicamente admitida -y en el siglo IV a.C. nos la relata el gran Herodoto- fue la que hacia el año 600 a.C. aproximadamente, o más o menos tiempos del tartesio rey Argantonio, o más bien algo después, organizó el faraón Necao II con flotilla de naves egipcias, y libanesa tripulación fenicio-cananea. Fue una especie de gradual exploración lentísima: a cada poco se asentaban en la costa, sembraban trigo, lo cosechaban luego tras unos cuantos meses y previas las lluvias. Y así, y para abajo, a lo largo de las larguísimas costas africanas del Océano Índico, y luego pues para arriba a lo largo de las no menos larguísimas costas atlánticas africanas. Y tras atravesar las columnas de Hércules -o sea, el estrecho de Gibraltar- pues llegaron finalmente al mediterráneo delta del egipcio río Nilo, tras dos años y medios de afro-circunnavegación. Compáreselo con lo de que, en 1772, y con dos corbetas a vela, y viento en las velas, el tan famoso explorador y almirante inglés Cook en llegar de las islas de Cabo Verde -frente a Senegal- a la punta-sur del África, y costeando, tardó cosa de medio mes, unos quince días. O sea, que el afro­circunnavegar el África por el sur desde Tartessos hasta la océano-índica boca del Mar Rojo pues muy bien podía ser cosa de unos cuarenta días en los que algún que otro puerto de escala, y con viento en las velas.

 

Claro que, pues lo dicho, que de la borrosa relación de las epopeyas homéricas con respecto a los asuntos tartesios, pues acaso también habría que cuestionarse de si la Kyme o Kumas en la que nació el gran griego Hornero -y el nombre parece un más o menos Kumero, dicho sea de paso- muy bien pudiera haber sido la tartesia Kumas que finalmente la sevillana Camas, y de la mano de los proto-griegos hispanos hegemónicos en el tartesio sur ibero-peninsular antes de residenciarse en el noroeste galaico. Y al respecto, en Estrabón el tal noroeste -y río Duero, con o sin los proto-griegos dorios metidos en el asunto- asoma de mucha coloratura proto­griega, e incluso demasiada, y aldeanos y primitivos juegos olímpicos incluidos. Por otra parte, y de sus fuentes más o menos greco-hispanas, no menos asoma en Estrabón el curioso dato de que el refinamiento civilizatorio de los tartesios es cosa que les viene de su étnico parentesco con los keltoi de la tal coloratura proto-griega. Lo cual remite o parece remitir hacia que éstos fueron o los iniciales tartesios o los proto­griegos tartésicamente hegemónicos en el oceánico sur ibero­peninsular en alguna remota época. Y del que resultaron luego expropiados, y empujados hacia las lluviosas tierras del noroeste ibero-peninsular. Al respecto, y residualmente en el entorno sevillano, la tal Kumas o Camas y una Azanaque más o menos atenaica.

 

Y aquí encaja lo de que el alfabeto tartesio resulte tan cercano al arcaico y griego alfabeto jonio. Con o sin el bíblicamente proto-tartesio Yaván como origen de los tarsios o tartesios -del yavanios o yavonios se llega a lo de los griegos ionios que españolamente jonios- y de los atartesiados elisos. En cuyo eliso y proto-murciano territorio exhumadas inscripciones del arcaico alfabeto jonio. O sea, que los tales proto­griegos jonios y proto-murcianos, y no menos los borrosos jonios proto-tartesios, muy bien pudieron tener también ya en escritura -y lo mismo que los tartesios- sus poemata o epopeyas. O valga también y al respecto el dato de que en arcaica lengua jonia están las geniales epopeyas de Homero, la Ilíada y la Odisea no menos famosa, y que Estrabón relaciona con territorio tartesio. No menos en arcaica lengua jonia el famoso periplo de Annón que aquí ya mucho asomado ha. Bien, así el asunto. Y valgan detalles. Y entre los que una muy pequeñita nave de oro, juguete o miniatura, que muy correlato con respecto al legendario asunto de que, por allí, o por los alrededores, el dios Sol -o rey Sol- le prestó al Hércules proto-griego una nave de oro con la que navegar a hispanas tierras tartesias para darle muerte al gran rey Gerión. Y para luego irse a las islas Hespérides a por las frutas de oro, que me supongo los dorados membrillos. Y si es que no limones o naranjas. Que el hispano-romano Pomponio Mela en algunas de sus geografías sitúa bosques de limoneros en las ahora tierras del Senegal. Con o sin incluir en el asunto el que el romano gran escritor Cicerón tenía una norteafricana mesita hecha con tablas de zider o similar, que no se sabe si remitirla al cidro o naranjo de la naranja amarga. O sea, el africano y mulato Hércules del que se decía que, visto desnudo y por la espalda, resultaba claro que tenía el culo muy negro. O muy africano. O sea, legendarias navegaciones. Con o sin lo del uralo-atlántico benet o penet para significar nave pues llegar al vénetos para significar navegantes. Pero no menos pues llegar a lo de los punt o pénetos, e incluso hispanetos en el mejor de los casos. Las naves. Pero sin tampoco olvidar que en alguna arcaica inscripción tartesia asoma el nombre de Anno como que muy hispano y tartesio rey Argantonio, en la versión griega del nombre, fue más bien un arguento Annón y para significar el Annón de la plata, y muy apropiadamente.

 

 

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