TARTESSOS

 
                                                     

EL PRIMER ANDALUZ CONOCIDO

 

ABDERRAHMAN MEDINA MOLERA

 

 

La importancia del hallazgo, en la aldea de Venta Micena, de lo que científicos y medios de comunicación han dado en llamar el «hombre de Orce», corrobora el carácter indigenista de la sucesiva evolución y presencia humana en nuestra geografía andaluza. No se trata de chauvinismo o de rizar el rizo en función de un nacionalismo estéril y a macha martillo; de lo que se trata, sencillamente, es de que de acuerdo con los estudios estratigráficos y paleontropológicos llevados a cabo, tienen estos restos una antigüedad de no menos de novecientos mil años y no más de un millón seiscientos mil. Ni más ni menos que la primera muestra humana de Europa y Asia.



 

 

hueso encontrado en Orce

El que se haya encontrado en Andalucía, y no en otra zona de la Península, tampoco es casualidad, como tampoco es casualidad que las variantes del Australopithecus africanus y Australopithecus robustus (antes llamado Paranthropus) sean originarias del continente hermano de África. Los ejemplares del género Australopithecus eran omnívoros y vivían en llanuras o colinas muy parecidas a las descritas por los estudiosos de tan importante hallazgo: "Un auténtico paisaje africano. Una zona montañosa, rodeada de lagos, a los que iban a parar rieras y torrentes; en los bordes se extendían amplios márgenes boscosos y praderas que en algunas áreas pasarían a zonas pantanos as y húmedas». Otro investigador, E. Boné, describe de forma prácticamente idéntica el biotipo africano: "Oscilaba entre una selva más o menos densa y la sabana herbosa, donde jamás han faltado grandes reservas de agua». De tal forma que nuestro hombre del Pleistoceno descubierto en Orce, pese a quien pese, es netamente andaluz y, como casi siempre, con parentela africana.

Excavaciones en Orce

Y, en efecto, constatamos que en los orígenes de los tiempos tiene lugar la formación del horno sapiens, nuestro territorio, Andalucía, no estuvo unido continentalmente a Europa.
En el Mioceno no existía el estrecho de Gibraltar, formando Andalucía un conjunto unido al norte de África a modo de una gran isla subcontinental que algunos estudiosos dieron en llamar Orospedana. Del continente europeo la separaba, en un principio, un mar de doscientos kilómetros de anchura que se corresponde con la baja meseta castellana, dando lugar, más tarde, a una compleja y laberíntica red de canales oceánicos que, en sentido suroeste-noroeste, comunicaban lo que más tarde se llamó océano Atlántico y mar Mediterráneo.

En los orígenes de los tiempos tiene lugar la formación del horno sapiens. Nuestro territorio, Andalucía, no estaba unido continentalmente a Europa.

Idealización geográfica de la Península Ibérica, Al-Andalus y África


Penibética

La boca atlántica de tal comunicación era única y espaciosa, abriéndose a modo de amplísimo golfo hacia el suroeste, entre el escarpe que llamamos Sierra Morena -la Bética- y la auténtica y posterior cadena montañosa Penibética. Al sur, en el Magreb, el valle del Sebú, desde Rabat a Fez, y también el pasillo de Tazza; constituyeron otro inmenso canal Atlántico-Mediterráneo que separaban el actual Rif y la meseta marroquí del continente africano y sus costas norteñas del Atlas (Y. González Barberán «Guadalquivir». Jerez de la Frontera 1977). De suerte que el complejo andaluz-berberisco, aquella gran isla, constituyó un subcontinente con entidad propia, intermedio entre Asia, África y Europa, situándose Andalucía y el norte de África en el posterior triángulo civilizador y enigmático de las grandes culturas antiguas. Ello tampoco es casualidad y debe ser de dominio público, especialmente para los andaluces, ya que de lo más profundo de esta realidad nace la gran cultura andaluza de! dolmen y el vaso campaniforme.


Es conveniente dar a conocer que, tras el hundimiento del Estrecho y la ascensión de nuevos territorios -entre ellos gran parte de la actual meseta castellana-, permanece Andalucía como expresa admiración de una común geografía natural. En efecto, el Estrecho, antes cerrado e insular y abierto ahora a dos mares, siempre nos unió más que separó los paisanos del Magreb. Y, sin embargo, con la meseta, las barreras montañosas de la Bética y la Penibética han culminado profusamente los contrafuertes que separan y diferencian nuestra identidad de andaluces respecto a castellanos y otros pueblos de Europa.
Vemos, por otra parte, cómo desde la protohistoria, las razas que habitan las tierras de ambos lados del Estrecho -Andalucía y Magreb- tienen una idéntica formación étnica y antropológica. Nuestro horno sapiens era en general robusto, de alta estatura, frente bien formada Y occipucio redondeado. También existen tipos de negroides, que no sería de extrañar que descendieran de una población mucho más antigua, enraizada en Andalucía y el Magreb.


Expone González Barberán que, a fines de la era Terciaria, en el Pleisanceno (primera fase del Plioceno) predominan las dislocaciones y fracturas sobre los plegamientos, por hundimiento de los materiales del sinclinal, que desde la gran erosión del Secundario ocupaban el actual Estrecho. Se abrió éste al fin, elevándose por su punto más central el hecho de los canales marítimos que hemos mencionado. Se produjo el plegamiento alpino. El macizo de la Sagra, con su sierra y las de Cazorla, Pozo, Segura, Alcaraz, etcétera. En medio, aislados y luego elevados, quedaron una serie de lagos y cuencas cerradas de agua dulce: es el caso de las de Genil -vegas de Granada y Loja-, altiplanicies de Guadix, Baza y Huéscar, campo de la Puebla de Don Fadrique -laguna que duró hasta tiempos históricos-, además de otras muchas como las de Padul, Fuente Piedra, Archidona, Antequera, etcétera. En sus centros, emergían como islas residuos rocosos de épocas anteriores, como el Mencal, el Jabalón o la Peña de los Enamorados.


Al oeste queda formado lo que luego será e! Valle del Guadalquivir, que en aquel momento contorneaba un golfo profundísimo por el que penetraba el océano Atlántico hasta Sierra Morena, lugar donde actualmente se asientan las bellas ciudades andaluzas de Cazorla, Pozo Alcón, Segura y Alcaraz. De esta forma evoluciona nuestro bloque geo-histórico. Este oriente encantador, mágico, andaluz e inaccesible.

Los primeros Europeos


La presencia en la región de Orce de restos humanos, industrias líticas y acción antrópica sobre huesos (huesos rotos por percusión, acumulación de cráneos, estrías de descarnación) en edades comprendidas entre 1, 2 y 1,7 millones de años determinan que en el sudeste de España se encuentren los primeros europeos. Para ello es necesario explicar que la colonización de Europa se realizó a través del Estrecho de Gibraltar y no bordeando el Mediterráneo. Hay varias pruebas que demuestran esta posibilidad como son el hallazgo en los yacimientos de Orce de fósiles africanos: Hipoppotamus cf. antiquus, Equus granatensis y Meganteren cf. whitei. A estos debemos añadir los procedentes del yacimiento de Cueva Victoria (Cartagena, Murcia) donde se ha encontrado, además de restos humanos, Theropithecus cf. oswaldi, un cercopitecido africano así como restos de un pequeño bóvido ambos típicos de las sabanas.
La hipótesis más aceptables es que nuestros antepasados salieran de África a partir de 2,3 millones de años dispersándose en todas las direcciones: hacia oriente por el corredor levantino (Valle del Jordán) llegando al Caucaso (Dmanisi) primero y a Java después. Pero también migraron hacia Europa por el Estrecho de Gibraltar asentándose en Orce y Cueva Victoria, avanzando hacia el norte progresivamente, llegando a Atapuerca y otros yacimientos europeos (Ceprano) hacia los 800.000 años.

Website oficial del yacimiento de Orce.