LA ESCRITURA NACIÓ EN CANTABRIA,

MÁS DE 30.000 AÑOS ANTES QUE EN MESOPOTAMIA

RIVERO MENESES     PRINCIPAL

            Jorge Mª Rivero-Meneses

LA ESCRITURA NACIÓ EN CANTABRIA

 

Desde hoy, la Historia empieza en Puente Biesgo

 

Mi felicitación más calurosa para todo el equipo que trabaja en las excavaciones del Monte Castillo, con Victoria Cabrera y Federico Bernaldo de Quirós al frente. Ellos, con su trabajo sobre el terreno y yo con mi no menos oscura y sacrificada labor de investigación filológica, hemos protagonizado uno de los más hermosos episodios de la joven historia de la Arqueología: el que ha permitido identificar la más antigua palabra documentada hasta el presente, capital para demostrar que la escritura, como todas las artes humanas -pintura, grabado, escultura, arquitectura (megalítica)...- tuvo también su cuna en el antiguo Occidente.  Lo que supone retrotraer en más de treinta mil años el nacimiento de la Historia propiamente dicha, habida cuenta de que tradicionalmente se ha conceptuado como Historia aquel período del devenir humano en el que se ha constatado la existencia de documentos escritos. De donde se deduce que, desde hoy, la clasificación tradicional de la Prehistoria se viene estrepitosamente abajo, al pasar a ser Historia químicamente pura todo ese riquísimo período de nuestro pasado al que desde hace algún tiempo venimos conociendo como Paleolítico Superior. Altamira, Lascaux, El Pindal, La Garma, Niaux, Font-de-Gaume, Mas- d´Azil, Chufín, Covalanas, Riba-de-Sella, Candamo, Hornos de la Peña y tantas otras grutas insignes del Norte de España y del Sur de Francia, pasan a ser, desde hoy, yacimientos plena y rotundamente históricos, comparables en este sentido a todos aquellos en los que se exhuman vestigios arqueológicos de antigüedad inferior a siete u ocho mil años y en los que, sólo excepcionalmente, se produce el hallazgo de documentos escritos. Por la sencilla razón de que a medida que retrocedemos en el tiempo, la posibilidad de encontrar intactos los materiales efímeros en que se plasmaron los más viejos escritos -cortezas de árbol, metales, papiros, pieles...- disminuye drásticamente hasta resultar nula. Sólo la piedra, máxime si está enterrada, es capaz de eternizarse en el tiempo. De ello se infiere que sólo la piedra podía transmitirnos las primeras palabras. Palabras como ésa que hoy vuelve a ver la luz 38.500 años después de haber sido inscrita. Palabras como todas aquellas que desde hoy y a raíz de este descubrimiento, empezarán a ser reconocidas en numerosos objetos que la Arqueología ha exhumado y a los que, hasta hoy, se ha concedido escasa o nula importancia.

 

Mi enhorabuena, repito, a los excavadores del monumental complejo subterráneo de Monte Castillo. Ésta ha sido, ésta es mi aportación absolutamente desinteresada a su trabajo: haber logrado interpretar el que quedará como su más importante hallazgo. Que, a la postre, ésta es la auténtica Arqueología: la que concentra y aglutina todos los esfuerzos y disciplinas, la que contribuye, con su esfuerzo, al progreso de la Ciencia y del conocimiento humano. Ella es la única Arqueología digna de tal nombre. La que no se limita a realizar hallazgos sino, lo que es muchísimo más importante, a saber interpretarlos correctamente y a ofrecer una visión coherente, completa y bien fundamentada del pasado de la Humanidad. Todo eso, en definitiva, que las ciencias históricas no están ofreciendo hoy a la sociedad. Como honesta y lúcidamente reconoce el antropólogo John H. Moore, profesor de la Universidad de Florida: Los antropólogos, los etnólogos, los arqueólogos y los lingüistas tienen plena conciencia de encontrarse en una situación comparable a la de Charles Darwin en el siglo XIX: la masa de datos acumulada en biología, prehistoria y lingüística sufre una cruel ausencia de teoría general.

 

Lo que sí está ya absolutamente claro y se ve refrendado, una vez más, por el descubrimiento que ha dado origen a la redacción de estas páginas, es el acierto de aquellos que, como Rick Gore, han sabido ver que... debido a su climatología, muchas de las respuestas a los grandes interrogantes sobre la especie humana, podrían desvelarse en los yacimientos españoles.

 

Todos, allende nuestras fronteras, han empezado a verlo. Nosotros, una vez más y como siempre, seremos los últimos en creerlo...

 

 

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