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PALEOGEOMORFOLÓGICA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA,

Y LOS PRIMEROS POBLADORES

 

 

IBERIA CUNA DE LA HUMANIDAD    PRINCIPAL

     Fernando Ledesma Rubio (Geógrafo) 2005


 

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El movimiento de las placas tectónicas

 

Las Navidades del año 2004 las estábamos celebrando alegremente, como las de todos años. El día de san Esteban, el día 26, de repente todos los medios de comunicación dieron la telúrica noticia: "se he producido un gran terremoto de 9 en la escala Richter, que ocasionó un gigantesco maremoto que devastó el norte del océano indico, provocando 300.000 muertos entre la isla de Sri Lanka, Bangladesh, Indonesia, Tailandia, y un gran número de islas". Se decía que este "tsunami" lo provocó el desplazamiento de las placas tectónicas Asiática, Indica y la microplaca de Indonesia. Toda la gente comentaba que la superficie de la Tierra se había movido y desplazado. Se he comprobado que al noroeste de Sumatra confluyen cuatro placas: Placa de India, Placa Australiana, Placa de Sunda; y la microplaca de Burma, que fue la que mayor movimiento registró, al estar rodeada por las tres anteriores. La Tierra se mueve, se ha movido alguna vez o se sigue moviendo desde millones de años. Desde el albor de los tiempos se sabía que la Tierra temblaba y había erupciones volcánicas que hacían desaparecer territorios o hacer aflorar en los mares nuevas islas. En Europa se tenía recuerdo del devastador terremoto del 1 de noviembre de 1775, que produjo la muerte de 50.000 habitantes de Lisboa. Tras el terremoto se generó un tsunami con olas de 10 metros, que arrasó el sur de la península Ibérica. También se tenía noticias de otros terremotos en Turquía, Irán, Afganistán, Sudamérica, etc.

 

Pero, ¿qué es eso, de "las placas tectónicas"?, ya que de ellas no se había hablado hasta mediados el siglo pasado.

 

Fue el científico Alfred Wegener quién en entre los años 1910 y 1920 propuso su teoría de la deriva continental y siendo reconocida su teoría por el mundo científico desde 1960. Esta teoría explicaba el porqué encajaban las líneas de costa de los continentes América, África, Oceanía y la India. La teoría de Wegener , en resumen, dice que en un antiguo tiempo de la formación de la Tierra, hace más de 200 millones de años (mil. a.), la tierra estaba formada por un supercontinente llamado Pangea, que con el paso de los millones de años, se fragmentó en varias placas continentales. Al norte del paralelo Ecuador se llamarían Laurasia y al sur del ecuador Gondwana. Estos supercontinentes estaban rodeados por un gran océano llamado Pantalasia; y entre ambos continentes estaba el mar de Tethys, del que es el mar Mediterráneo su recuerdo.

 

Posteriormente, estas placas se fueron fragmentando, alejándose o colisionando entre ellas, hasta dar con la formación de los continentes de la actualidad. No tenemos que viajar a países asiáticos para tener conocimiento de los efectos telúricos y efectos de terremotos y erupciones volcánicas. Nuestra área de la cuenca del Mediterráneo ha sido testigo de apocalípticas erupciones, como las del volcán de Santorini en el mar Egeo, la destrucción de Pompeya por el volcán Vesubio y el Etna en la isla Sicilia; o de las míticas ciudades Sodoma y Gomorra. En la península Ibérica siguen los terremotos en los Pirineos y en la cordillera Penibética. No nos debemos de olvidar del Campo de Calatrava en Ciudad Real, la Garrotxa en Girona, donde quedan los restos de campos de volcanes, ni de las islas Canarias. La última novedad en vulcanología se debe a las investigaciones efectuadas en torno del fondo marino de las islas Baleares, donde se han descubierto unas montañas cónicas que los geólogos han calificado como volcanes submarinos. El hallazgo ha sido realizado por el equipo del Instituto Español de Oceanografía (lEO) dirigido por Carlos Palomo y Juan Acosta. Se sospechaba desde hacía algún tiempo y lo comentaban los pescadores de Baleares este posible origen volcánico de los montículos que aparecían en los sonares de pesca. La seguridad absoluta se tuvo en el verano del 2004 cuando el buque oceanográfico Hespérides terminó de cartografiar el fondo marino de las aguas adyacentes al Archipiélago Balear con un sofisticado aparato, denominado "ecosonda multihaz", y todos esperaban ansiosos los resultados. Los datos, en una zona situada a unos cinco kilómetros al suroeste de Mallorca, eran extraños: muchas curvas de nivel que indicaban picos de entre ocho y 500 metros de altura y unas medidas magnéticas típicas de suelos volcánicos.

 

En el fondo del Mediterráneo hay otros numerosos conos volcánicos el las llanuras del Mar Tirreno, islas Eolias, etc. La causa de que el Mediterráneo sea una zona de alto riesgo geológico es el lento avance hacia el Norte de la placa Africana, el desplazamiento hacia el sur de la placa Euroasiática y del movimiento antihorario de la miniplaca de Iberia, y la pequeña placa Corsocerdeña, formado por las islas de Córcega y Cerdeña, que chocan, en el mar de Alborán, con la placa Africana. Este choque de titanes geológicos causa tensiones siempre renovadas sobre la corteza de los dos continentes, a la altura del estrecho de Gibraltar, Magreb, el mar de Alborán, extendiendo sus efectos por cuenca del Mediterráneo pasando por Turquía y el Golfo Pérsico. La energía que se concentra por este roce de placas, se manifiesta en los terremotos de la cuenca perimediterránea y en las erupciones de los volcanes Etna, Vesubio, Vulcano, etc., en el amplio espacio desde Anatolia a Canarias.

 

Con el choque de la península Ibérica con África se acabó el dominio oceánico del antiguo mar de Tethys. Este océano se extendía desde al Atlántico hasta el Índico, que a su vez era el recuerdo del primigenio océano Pantalasa, de la época Arcaica.
 

Esta guerra geológica, como la llama el geógrafo Antonio Anguita, se detecta en España en las fallas activas del sur de las costas lusitanas, Andalucía y los Pirineos; pero ninguna figura entre las de alto riesgo, como pudiera ser el Rif africano. En cuanto a Italia, sus fracturas principales siguen el espinazo de los Apeninos hasta Sicilia. El origen de estas convulsiones está en el interior de la Tierra. Bajo el subsuelo, a casi 3.000 kilómetros de profundidad, el núcleo fundido a más de 4.000 ºC está formado por minerales de hierro, níquel y otros minerales pesados. Estos minerales son los restos primigenios el nacimiento del planeta y del sistema solar. La enorme energía y presión que se genera en el interior de la Tierra, el núcleo y el manto, se transmite hacia el exterior de la litosfera, poniéndose en movimiento la masa de minerales fundidos; de modo semejante como sucede al calentar un puchero con chocolate, la costra superior del chocolate semejaría el desplazamiento de las placas tectónicas y continentales.
 

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