TARTESSOS

 
                                                     

 

  Oscar Muñoz Martín - dearqueologia.com

 

 

 

 

Vista de Gadeb, Etiopia

 

 

Vista de la  garganta

de Olduvai

 

 

Grafito, Terra Amata

 

 

Cráneo de Pitecanthopus,

Sangiran, Java

 

Enterramiento procedente de Shanidar

 

Venus de Adeevo, Rusia

Venus de Brassempoy, Francia

Ídolo, Trois Freres, Francia

(VER ORIGINAL)

(AMPLIAR)

 

LA RELIGIÓN EN LA ANTIGÜEDAD MEDITERRÁNEA

En este apartado proponemos adentrarnos en una de las facetas más características del ser humano, compleja y a menudo difícil de delimitar o explicar, como es  el hecho religiosos. Fenómeno que entendemos como una percepción de algo más allá de la realidad tangible, que se manifiesta en múltiples formas y lugares y que genera un cambio en el ser humano cuando lo experimenta o contempla. Genera una nueva mirada del mundo exterior e interior del hombre.

Como  marco cronológico nos hemos marcado de los primeros indicios del sentimiento o hecho religiosos datados por los especialistas hasta el año 476 d.C, el final de la Antigüedad, representado por la caída del imperio romano de occidente, y como marco geográfico el Mediterráneo. Aquí, incluimos las culturas y pueblos no sólo ribereños de este mar, sino también los del interior al norte, este y sur de este mar de “entre tierras”.

Posible espacio sagrado, Babilonia

Comenzamos esta  sección con una pequeña síntesis del fenómeno religioso y nos adentraremos en las creencias de los diversos pueblos de la Antigüedad mediterránea. Con esperanza iniciamos este camino en busca de Dios y, como en todo inicio del camino, necesitamos franquear un umbral, en este caso, proponemos nuestra página web en su sección BABILONIA (ka –dingir- ra en sumerio =”la puerta/boca de dios”; bab-ilim en acadio = “puerta del cielo”; Babilonia en griego).

Dingir es el simbolito justo encima del Indalo

Siguiendo la definición que nos da J. Martín Velasco, la religión o hecho religiosos como un relación interior del hombre con una realidad invisible, que afecta al foro interior de la conciencia. Aquí la relación religiosa comporta dos elementos principales. El Misterio, realidad inefable, invisible y trascendente y el hombre, todo él se ve afectado por la presencia del Misterio en su vida. Este mismo autor nos hace una estructuración del hecho religioso  desde:

El ámbito de lo sagrado como una forma especial de ser y de aparecer el hombre y la realidad cuando aparece lo religioso. Hay un cambio de percepción, un atravesar el umbral que separa lo religioso de lo profano u ordinario. Pero no son dos mundos contrapuestos sino del mismo mundo vivido de una forma nueva. 

El Misterio, realidad que determina el ámbito de lo sagrado. Lo religioso, lo sagrado conlleva una relación con Dios, pero hay tradiciones religiosas  que carecen de un nombre o figura para Dios (ej. el budismo primitivo), este nombre es el Misterio. Realidad anterior y superior al hombre que aparece en su vida cuando éste se introduce en el ámbito de lo sagrado y que le fuerza a una reorganización de su mundo y de su vida. La percepción de este sentimiento ha sido descrita por R. Otto como la “experiencia del Misterio tremendo y fascinante”. Tremendo y fascinante son dos rasgos del Misterio, dos reacciones del individuo ante la presencia de lo numinoso, es decir, lo divino o el Misterio. Ante él, el individuo descubre su pequeñez y se siente perdido, le aterra y le maravilla.  A partir de la reacción que provoca en el sujeto, el Misterio aparece como la realidad suprema que irrumpe en la vida del hombre afectándole en esencia.  

La actitud religiosa como reconocimiento del Misterio y búsqueda de la propia salvación en él. La idea religiosa de salvación conlleva tres elementos. Primero, la toma de conciencia de una situación de mal de la que la salvación libera. Segundo, el paso de ser de una manera a otra, determinada por una nueva relación con Dios o ser superior. Tercera, la salvación viene dada por un ser superior al hombre.

Ya hemos mostrado una serie de características de este fenómeno, hablar de lo inefable puede parecer contradictorio pero es necesario, por que las palabras son las imágenes de nuestra realidad, a veces  más allá de nuestros cinco sentidos. Ahora, nos referiremos al sujeto de la experiencia religiosa como ser social y creador.

El ser humano, en palabras de Xabier Pikaza, nace sin saber ni conocer. A través de la experiencia, aspecto que nos diferencia del animal que está ajustado al medio y sólo tiene un margen pequeño de ensayo y aprendizaje, el humano desborda el ajuste al medio y construye su cultura en equilibrio de búsqueda plasmada en diferentes esquemas de comprensión, que valen por un tiempo y luego quiebran, dando lugar a otros nuevos. La experiencia constituye el modo de ser específico del ser humano, que se hace así mismo mientras va creando sus propias formas de entender la realidad y de influir en ella. También el hombre es un animal con conciencia, que reflexiona sobre sí mismo y descubre sus posibilidades y desarrolla un a cultura, una estrategia adaptativa, un sistema de comportamiento que se independiza del instinto y se refleja en signos, formas de actuar y de interpretación transmitidos por el aprendizaje.

Una de las características del ser humano es la manifestación cultural. La cultura es esencial, pues forma parte de los procesos de adaptación al medio y ha sido determinante en la evolución de la especie, debido a sus posibilidades de innovación, crecimiento, acumulación y transmisión de conocimientos.

El hombre como ser social es comunitario y mundano. A través de ese mundo, de las realidades mundanas, el hombre reconoce las manifestaciones del Misterio en lo que se denomina las hierofanías (M. Eliade)o apariciones  de lo sagrado como el cielo, los astros, la tierra y su fecundidad, etc. Cada cultura o pueblo registra las hierofanías en su propio ámbito cultural y social, nómada, agrícola, etc. Las realidades mundanas quedan así transignificadas por el misterio, metáforas o imágenes de lo inefable.

El sueño de Jacob

El hombre interviene el proceso hierofánico, el reconocimiento de lo inefable necesita de un expresión espacial y de unos tiempos sagrados. La actitud religiosa, a través de la racionalidad del hombre, dará lugar a doctrinas religiosas, dogmas y teologías. Los actos concretos de la actitud religiosa dará forma a oraciones, sacrificios, etc. El carácter comunitario del hombre hará surgir la actitud comunitaria en forma de secta, iglesia, fraternidad, etc, y sus diferentes formas históricas de comunidad religiosa.

Siguiendo un patrón cronológico en nuestra exposición, mostramos los primeros indicios, a veces muy controvertidos, del sentimiento o del hecho religioso.

Podemos entender la religión como un sistema de creencias y como una actitud interior del ser humano que se expresa a través de signos y ritos, integrados en la vida cotidiana y que tiende de algún modo a transcenderla. Podemos considerar que el sentimiento religioso está presente, simbolizado, desde la existencia de signos abstractos y de una mente reflexiva.

Gratitos; Terra Amata, Niza

Un ejemplo de ésto es el uso de ocre  rojo que se remonta a época anterior a las sepulturas neandertalenses o del Paleolítico superior  registrado en yacimientos arqueológicos como Gadeb, Etiopía, Olduvai, Tanzania, o en Terra Amata, Niza, etc. O el tratamiento de osamentas humanas, en especial los cráneos, es una expresión de simbolismo religiosos. Un ejemplo conocido lo encontramos en cráneos manipulados que carecen de base o perforación occipital debido, quizá, debido a una mutilación intencionada (pitecántropos de Java y sinántropo de Pekín, y restos de calvarias y maxilares inferiores en Chou-Kou- Tien).

Estos restos óseos pudieron ser llevados allí con intención de conservarlos “como culto a los cráneos” (H. Breuil y R. Lantier, 1951). O como una practica de canibalismo (Weidenreich, 1941) apoyándose en paralelos de antropofagia ritual de los pueblos actuales de Melanesia, Borneo, Célebes, etc. Otros  autores han criticado estas hipótesis, argumentando que acumulación de osamentas humanas en grutas es debido a los animales predadores (Binford y Kun Ho, 1985). 

Una manifestación del tratamiento de los restos de seres humanos lo encontramos en las prácticas antropófagas. Según Ulrich (1982) el término “canibalismo” designara la práctica de consumo de carne humana dentro de una ceremonia o ritual. Es una manipulación del cadáver practicada en el Paleolítico, pero sólo hay pruebas de ello en escasos yacimientos. Presentamos una clasificación de esta práctica como un canibalismo: A. ritual, mágico, funerario o religioso; B. Alimentario, bien incidental por supervivencia, o bien gastronómico y prolongado (los seres humanos forman parte de la dieta); C. Patológico; D. Político (un ejemplo es lo sucedido la localidad de Guang-Xi durante la revolución cultural china, o en los años 70 en alguna dictadura en centroáfrica).

En el yacimiento arqueológico de la sierra de Atapuerca, Burgos, en Gran Dolina (800.000 a. e.) se han encontrado seis individuos consumidos por otros humanos. Sus restos óseos están mezclados con otros de animales, sin colocación o disposición especial. Cráneos, manos, pies o costillas presentan marcas de corte similares al  de los animales consumidos. Y en la Sima de los Huesos (300.000 a.e.) se halló la acumulación de cadáveres de treinta y seis individuos Homo Heidelbergensis, que parece ser el  tratamiento distintivo de restos humanos más antiguo conocido a día de hoy.

Cuando el hombre inicia la práctica de la sepultura, la muerte adquiere otro dimensión para él. En cuanto a las sepulturas más antiguas que se conocen se datan de aproximadamente 90.000 años (Gruta de Qafzeh, Israel).  De Homo Neandertalensis se han hallado sepulturas en Tesik-Tash, Uzbekistán, en Shanidar, Irán (70.000-45.000 a.e.). Practica que continúo con la nueva especie Homo Sapiens Sapiens, enriqueciendo el pensamiento conceptual y las manifestaciones artísticas. Vemos materiales funerarios como en cuevas de Grimaldi, con collares de conchas, sílex tallados, propulsores, etc. El culto a los difuntos está ampliamente atestiguado durante el Paleolítico medio y superior, lo que expresa algo más que una simple conciencia de la muerte.

Enterramiento; Shanidar, Irán

El arte del paleolítico superior representado por las figurillas de animales, figuras sexuadas femeninas conocidas como las “venus” (40.000 a.e.) y las pinturas parietales del Magdaleniense (15.000 a.e.). Con un simbolismo más complejos, nos referiremos a representaciones de individuos enmascarados e híbridos, mitad humanos y mitad animal. Algunos investigadores ven imágenes de atuendos religiosos en danzantes y cazadores como en la famosa cueva de Les Tríos Frères (Ariège, Francia). Parece una figura humana vestida con una piel de bisonte que realiza una danza ritual al tiempo que toca una especie de flauta.

Las sociedades preagrícolas, o grupos humanos que extraen su sustento de su entorno natural sin necesidad de complicadas manipulaciones y  que están insertos en un ciclo vital de cuya regularidad depende directamente su supervivencia, el grupo humano es reducido, generando sociedades y formas religiosas poco modificadas durante grandes períodos de tiempo. Estas sociedades preagrícolas han sido las más numerosas y duraderas, aunque con el desarrollo de la agricultura han sido relegadas a pequeños espacios marginales.

Las sociedades preagrícolas  han desarrollado mecanismos adaptativos, entre los que la religión es fundamental,  muy eficaces en hábitats concretos  que les ha permitido la supervivencia. Son sociedades de grupos reducidos. El núcleo es la familia, o célula reproductiva, y la banda, agrupación de parentesco con un tamaño inferior al centenar de individuos. La movilidad debida a la caza y recolección les impide desarrollar conceptos de propiedad, salvo excepciones, lo que lleva a la no concreción de jerarquías sociales  con diferencias de status marcadas más allá de las diferencias por sexo, edad o habilidad personal. El reducido tamaño del grupo impide la aparición de especialistas a tiempo completo en el religioso, teniendo cada individuo  la capacidad de entrar en contacto o intermediar ante las fuerzas sobrenaturales. Es, por tanto, una religión de carácter individualista. La naturaleza, en general,  y la caza y la pesca, en particular, son  el objeto de veneración. Existen lugares estimados por su sacralidad superior, como montañas, ríos o cualquier característica peculiar del terreno.

La religión de estas sociedades cumple una función básica; regular la acción del hombre y de su impacto sobre la Naturaleza, conservándola al sacralizarla. El hombre, como cazador, creó unas pautas religiosas de caza muy variadas para evitar la depredación de animales gestantes o crías hasta la caza mística, en la que se opera la metamorfosis de los cazadores en el espíritu del animal presa. El tamaño de los grupos humanos preagrícolas se debe a una infraexplotación de los recursos del medio natural para evitar su agotamiento.

El Neolítico representa un importante cambio en el mundo religioso, siendo más complejo y orgánico. La economía de base agrícola utiliza técnicas mediante las que el hombre manipula el ecosistema y controla la producción de los alimentos. Labra campos, domestica animales, modifica el entorno natural según sus normas e interese. Este territorio modificado permite mantener a una población más numerosa que con la caza y recolección, pero sujeta al suelo a la población, la sedentariza. El tamaño cada vez mayor de la población forma aldeas, poblados, ciudades, etc. La sedentarización permite la acumulación de riqueza, diferenciando por status económico y social al individuo, consolida líderes que controlan, recolectan y distribuyen los productos obtenidos por el grupo y los aglutina en tareas de interés común. En definitiva se crean sociedades más complejas y mayores con un número crecido de especialistas, que generan formas religiosas acordes con las nuevas necesidades.

Las sociedades de base agrícola comienzan a formarse en torno al X –IX milenio a.e., y continúan vigentes. La agricultura genera formas religiosas con una serie de puntos de interés que resumimos  en un control del tiempo, de siembra y de recolección, básico para la subsistencia del grupo. Surgen especialistas a tiempo completo que se dedican a conocer los ciclos astronómicos, sacralización del sol y la luna (respecto a  sus diferentes fases percibieron la coincidencia con el ciclo fértil de la mujer, coincidiendo a grosso modo el plenilunio con la ovulación, y otras fases con la menstruación). Determinar las estaciones y el momento adecuado de la siembra.

La necesidad de acumular excedentes agrícolas, tanto para la prevención de hambrunas como para la selección del grano para una nueva siembra. A través de prejuicios religiosos o restricciones de otro tipo se facilita la reserva de las “primicias”que se custodian en los templos-graneros (como en las sociedades mesopotámicas).

La tierra se sacraliza (ya dada por la larga tradición de las sociedades cazadoras recolectoras) dotándola de una identidad femenina (por comparación con la gestación de la mujer) y con su complemento fecundante el cielo, identificado con lo masculino. La tierra en diversas antropogénesis es el elemento formador del hombre y se alimenta de ella. En relación con la agricultura, el agua se sacraliza. Forma el origen de todo en algunas cosmogonías (las aguas primordiales, el caos acuoso, etc.), o bien tiene cualidades purificadoras y curativas (aguas termales).

El territorio, tierras fértiles y aledaños se convierten en lugares dotados de sacralidad. El territorio se considera el centro del mundo (omphalos griego). Por características orográficas, interés social u otro evento real o ficticio de relevancia se estructura el territorio. Los templos son puntos de referencia principal as, normalmente centrales, por su carga de fuerzas sagradas a  partir del que se compartimenta el resto del territorio. Igual que se diviniza la tierra, también sus frutos y las comparaciones entre el grano y el ciclo vital y mortal del hombre y los dioses son evidentes. Nacimiento, muerte y resurrección.

Con referencia a los especialistas en lo sagrado ya hemos visto que las sociedades agrícolas complejas generan un  número variado. Justifican su poder en la sacralización de los cometidos y las personas que lo realizan. La religión es un medio de justificación de su preeminencia y consolida sus ideologías.

Podemos distinguir dos modelos de especialistas de lo sagrado: A. El modelo comunitario, en que el sacerdote desempeña funciones a tiempo parcial, representa a la sociedad ante el mundo de las fuerza supranaturales y obtiene su poder del consenso social en torno a su persona. Este es un modelo de sociedades indoeuropeas. B. El sacerdocio eclesiástico, a tiempo completo, genera justificaciones de su papel en la sociedad y se destaca por privilegios, generan complicadas especulaciones teológicas. Gestionan excedentes y un boato para su dios, siendo los únicos interlocutores válidos con la divinidad, garantes del bienestar, fertilidad y armonía social.

            En próximos artículos trataremos las primeras religiones históricas. Hasta entonces recomendamos la lectura el libro de J.Martín Velasco: Introducción a la fenomenología de la religión. Ediciones Cristiandad. Madrid 1997