RE: IBERIA, CUNA DE CIVILIZACIONES.
El megalitismo.
Las gentes del Sur y Centro de Portugal, así como
de la vecina Extremadura (España), dan comienzo al quizás más
importante fenómeno cultural de la prehistoria europea: el
megalitismo. Los prehistoriadores portugueses defienden fechas tan
tempranas para el inicio de este fenómeno como 4800 a.C.,
pudiendo atribuirse a su equivalente bretón la de 3800 a.C.,
sensiblemente más tardía. En cualquier caso, entre 3500 y 3000 a.C. este
fenómeno cultural conoce una expansión generalizada entre los
pueblos aborígenes de la costa atlántica europea.
El megalitismo es un fenómeno cultural prehistórico consistente
esencialmente en la construcción de tumbas del tipo "dólmen", en cuyo
interior se entierra sucesivamente a los fallecidos del grupo,
apartándose cuidadosamente los huesos de los anteriores difuntos
(enterramientos colectivos). Los dólmenes pueden ser simples o de
corredor y, a menudo, han estado cubiertos por un túmulo de tierra que
nos indica la existencia de una antigua cúpula de tipo piramidal
derrumbada hoy por efecto de la erosión . Además, dentro del contexto
megalítico, pueden hallarse también otras construcciones de piedra como
"menhires", alineaciones, "crómlech", etc. El monumento megalítico más
famoso es sin duda Stonehenge, observatorio prehistórico del sur
de Inglaterra.
El período más extenso de megalitismo se localiza en el sudoeste
ibérico, donde abarca aproximadamente desde 4800 a.C. hasta 1300 a.C.,
comprendiendo los períodos neolítico y calcolítico. Hacia 3800
a.C. llega a Bretaña y al occidente de Francia, mientras que entre
3500 y 3000 a.C. se extiende entre prácticamente todas las poblaciones
aborígenes de la vertiente atlántica europea, hasta entonces carentes de
un nexo común. Se piensa que la pesca de altura, particularmente
En este mapa se observan detalladas las
principales vías de penetración por las que efectuó, desde
aproximadamente el 3900 AC, la invasión de la Europa central y Bretaña
la raza de gigantes constructores de megalitos originaria del Sur de la
Península Ibérica , tras esta primera y significativa oleada invasiva,
en los albores del 2400 AC, una nueva oleada invasiva procedente del sur
de España, protagonizada por el pueblo (descendiente de esta raza
constructora de megalitos) llamado tartesso-argárico o del vaso
campaniforme , siguió los pasos de sus ancestros penetrando la Europa
Central e invadiendo el espacio vital o hábitat originario de los
pueblos indoeuropeos (Alemania-Polonia), provocando con ello la
migración hacia el este y sudeste de los pueblos indoeuropeos que en su
desplazamiento invadirían y conquistarían innumerables culturas y
territorios hasta alcanzar la India sobre el 1500 AC.
La invasión de la Europa central por parte del pueblo español del vaso
campaniforme tuvo lugar diez siglos antes de la llegada de los celtas a
la Península, mientras que la raza constructora de megalitos penetró en
Europa desde la Península sobre el 4000 AC. Sabemos que ambos pueblos
eran originarios de la actual Andalucia y Sur de Portugal, y se puede
hablar del mismo pueblo efectuando la misma migración en dos etapas
distintas de la Historía. Los constructores de megalitos como
Stonenhedge o Carnac fueron un pueblo originario de la Península
Ibérica. Antiguos textos nos hablan de hábiles constructores y artífices
de jotas en oro, plata y esmaltes coloreados en collares, brazaletes y
objetos sagrados de refinada decoración, de una cultura muy avanzada
respecto a su época en el contexto de su aparición, otros textos hablan
de un pueblo de gigantes cuyo rey se llamaba Atlas y vivía en una ciudad
de puertas de plata en una isla vecina del oceano habitada por gigantes
rubios que más tarde emigrarían hacia Europa central y Escandinavia.
Aproximadamente a partir de 3000 a.C. (bastante antes, incluso), se
observan en el centro difusor portugués y en sus inmediaciones
importantes innovaciones en la construcción funeraria: las llamadas
"cuevas artificiales" (en verdad pirámides) y "tholoi". También se
observa un notable incremento del comercio ultramarino, importando ámbar
de Escandinavia y márfil y cáscara de huevo de avestruz de África. En
este período comienza también a notarse la exportación del megalitismo a
zonas que no pueden considerarse puramente atlánticas, tanto de Europa
central como del Mediterráneo occidental. Desde 2700 a.C. (aprox.)
aparecen ciudades fortificadas tanto en el sudoeste como en el sudeste
ibérico, formándose así las primeras y únicas civilizaciones (sin
escritura) implicadas en el fenómeno megalítico: las culturas de Vila
Nova y Los Millares.
El hombre de Cro-magnon. Los Egipcios.
¿A qué familia podemos vincular la raza de los "portadores" de la
civilización egipcia? Todas las observaciones tenderían a demostrar que
se trataba de hombres del tipo Cro-Magnon. Este tipo, predominante
dentro de la aristocracia, habría desaparecido de las esferas dirigentes
de Egipto en los alrededores de la XVIII dinastía, al acabar
mezclándose con los inmigrantes semitas y negroides.
Sir Wallis Budge, en los años treinta, basándose en la observación de
numerosos cuerpos no momificados pero bien conservados por las arenas
del desierto afirmaba que "los egipcios predinásticos pertenecían a
una raza blanca o de piel clara con cabello claro; eran en muchos
aspectos parecidos a los antiguos libios".
Esta misma raza puede apreciarse también en muchas recuperadas de las
tumbas no expoliadas y en representaciones de los faraones y miembros de
su séquito plasmadas en los templos y monumentos funerarios del Egipto
Dinástico. En siglos pasados, estos rasgos llamarían la atención de los
egiptólogos, sorprendidos por hallarlos en una región africana.
El padre de la egiptología, Sir Flinders Petrie, fue uno de los primeros
en señalarlo en 1901: "La fisiognomía manifiesta una conexión decisiva y
pronunciada entre el Egipto prehistórico y la antigua Libia,
y por su parte la antropología apoya los numerosos testimonios
arqueológicos que denotan una conexión cercana entre Egipto y Libia. Hoy
día resulta raro que los libios antiguos fueran blancos y rubios, pero
los escritores latinos de la antigüedad ya lo habían reseñado, al igual
que Escílax, navegante y geógrafo griego del siglo VI. Por su
parte, el escritor griego Plutarco se había referido al pueblo de
Seth, regente de Egipto durante la Primera Dinastía (3.100 a.C.), como
formado por hombres pelirrojos, al igual que los libios. A principios
del siglo XX, el historiador egipcio Maspero indicó que "este rey del
Alto Egipto estaba asociado con el desierto de Libia y los libios. De
hecho, se le identificaba con el dios libio Ash". El idioma egipcio es
muy parecido al libio.
Años antes el antropólogo A. Pietrement se había referido en un
ensayo publicado en 1883 a las enseñanzas que las antiguas pinturas
egipcias aportaban a los naturalistas, etnógrafos e historiadores. En
dichas pinturas los libios eran hombres y mujeres blancos con pelo
rubio, ojos azules y rasgos faciales nórdicos. El antropólogo
Carleton Coon, de la Universidad de Harvard, avanzó en 1939
interesantes hipótesis basándose en los testimonios arqueológicos. En su
obra "Las razas de Europa", hacía referencia a un testimonio: "La reina
Hetep-Heres II de la IV Dinastía, hija de Keops, aparece en los
bajorrelieves de su tumba con el pelo de color rubio, mechas
horizontales pelirrojas y la piel blanca". La citada hija de Keops no
era la única pelirrojiza de la familia. También su esposa y su cuñada lo
eran, al igual que muchos otros miembros de la clase regente. La esposa
de otro faraón, Kefren, era pelirroja con ojos azules, según se observa
en las representaciones, al igual que en la tumba de la esposa de Faraón
Zoser, (2800 a.C.) de la III Dinastía, que también era rubia pelirroja.
Por las observaciones de Coon sobre los libios es más que
probable que todos ellos tuvieran antecedentes en este antiguo pueblo:
"Hace 3.000 años, durante el Paleolítico Superior un grupo de Cromagnon
–los llamados hombres de Afalou– vivieron en el norte de África y los
libios descienden de ellos. Muchos de ellos fueron pelirrojos dado que
este rasgo todavía persiste en la zona… En la actualidad, los rasgos de
este tipo humano se encuentran sobre todo en Noruega, Irlanda
y el Rif marroquí. Los modernos bereberes descienden
de los antiguos libios". No se trataba de una mera hipótesis. Coon se
hallaba en lo cierto. Las investigaciones de Cavalli Sforza y otros
genetistas de la Universidad Princetown confirmaron mediante pruebas de
ADN efectuadas en los años noventa que los bereberes están más próximos
a los británicos que a cualquier otro grupo racial africano o europeo.
También existen otros datos confirmatorios relativos al tamaño y forma
de los cráneos de Cromagnon encontrados en Afalou bou Rummel (Argelia),
que son iguales a los encontrados en Dinamarca y Suecia. Coon también
habló de una "raza de constructores de megalitos" que se situaba entre
la nórdica y la de Cromagnon, que tras haber construido templos
astronómicos como el de Stonehenge o pirámides subterráneas como Silbury
Hill en Inglaterra, al igual que en numerosos alineamientos en la
Bretaña francesa como los de Carnac (nótese la semejanza lingüística con
Karnac egipcio) y muchas otras construcciones principalmente por el
Occidente de Europa, llevó consigo su saber al Mediterráneo, norte de
África, Libia y Egipto.
A mediados del siglo XX, el antropólogo Raymond A. Dart realizó una
serie de trabajos sobre cráneos egipcios fósiles que, al parecer,
poseían rasgos exclusívamente nórdicos. Asimismo rastreó cuatro grandes
invasiones nórdicas en Egipto (la anterior fue previa a las conocidas
dinastías) y afirmó que "el tipo faraónico egipcio era de procedencia
nórdica como lo prueba la cabeza del faraón Ramsés II, cuyo cráneo era
elipsoide pelágico, es decir, nórdico". Faltaba un análisis del pelo
de este faraón, pero en 1993, los antropólogos G. Elliot, B. Smith y
W.R. Dawson lo analizaron con microscopio y confirmaron que era
nórdico, igual que su cráneo. También efectuaron medidas
antropológicas en 25 grupos de esqueletos distintos de todo el mundo y
concluyeron que los faraones constructores de pirámides descendían de
esta "mítica raza megalítica" de la que habla Coon: "En conjunto,
muestran lazos con el neolítico europeo, el norte de África, la Europa
moderna y más remotamente, la India… El grupo de esqueletos que más se
aproxima a los antiguos egipcios es el del neolítico francés".
Precisamente, los constructores de los mencionados megalitos
prehistóricos.
No sólo eran rubios o pelirrojos muchos faraones.
Son numerosos los restos arqueológicos y paleoantropológicos que
reflejan la existencia de egipcios rubios, pelirrojos, de ojos claros y
de raza blanca en el antiguo Egipto. Seguidamente destacamos algunos de
ellos reseñados en diferentes fuentes antropológicas (B. Smith y W. R.
Dawson) o aqueológicas (Sir Wallis Budge y Sir Flinders Petrie):
- Una momia pelirroja, bigote y barba rojas cerca de las pirámides de
Saqqara.
- Momias pelirrojas en las cavernas de Aboufaida
- Una momia rubia en Kawamil, junto con otras muchas de cabello castaño.
- Momias de pelo castaño encontradas en Silsileh.
- La momia de la reina Tiy tenía pelo ondulado y castaño.
- Cabezas pelirrojas en una escena rural en la tumba del noble Meketre
(alrededor del año 2000 a.C.).
- En la tumba de Menna, al oeste de Tebas (XVIII Dinastía), se ven en
una escena pintada en una pared a jóvenes rubias y a un hombre rubio
supervisando a unos trabajadores de piel oscura cosechando grano.
- Estela funeraria del sacerdote pelirrojo Remi.
- Talismanes con un ojo azul llamado el ojo de Horus.
- Egipcios pelirrojos con ojos azules en pinturas de la III Dinastía.
- Una pintura en la tumba de Meresankh III en Gizeh (alrededor del 2.485
a.C.) muestra personajes pelirrojos de piel blanca.
- Una pintura de la tumba de Iteti en Saqqara muestra un hombre rubio de
aspecto nórdico.
- Pinturas de gente pelirroja con ojos azules en la tumba de Bagt, en
Beni Hassan.
Pero es que existen además, muchos otros restos arqueológicos que
representan a individuos de raza blanca en el antiguo Egipto. Así, el
museo egipcio de El Cairo alberga miles de tesoros y entre ellos, las
estatuas de Rahotep y Nofret tienen rasgos blancos y los ojos de color
azul. En la misma sala en la que se conservan estas dos esculturas
podemos ver otras representaciones del mismo período que lucen ojos
azules o grises. Es el caso del famoso escriba Morgan, o de la estatua
de madera de Seikh el Beled. El Museo del Louvre en París conserva entre
sus tesoros la estatua del famoso escriba sentado (2500 a.C.),
descubierta también por el francés Mariette en el Serapeum de Sakkara en
la década de los 50 del siglo XIX. Todos ellos tienen las mismas
características. Como ya hemos dicho, la presencia de estos rasgos de
raza blanca, se dan básicamente en las primeras dinastías.
Los guanches
Los guanches constituyen el sustrato de la población (pueblo
originario) de las Islas Canarias, son una raza, que si bien extinguida,
nos ha dejado numerosos testimonios para su estudio. Su elevada talla,
observada en todas las momias (dos metros de promedio), su considerable
capacidad craneana (1900 cm3), la más grande que se ha conocido, el
índice cefálico (77,77 en los hombres), indican una ascendencia muy
pura, al ser examinadas estas momias, algunas de ellas tenían los
cabellos dispuestos en mechones dorados, largos y rizados. Este
pueblo del tipo nórdico primigéneo se cree quedó en la Europa
Sudoccidental como testimonio de la raza que durante la edad de hielo
vivió en las condiciones extremas del frio del clima conocido hoy como
nórdico y que imperaba en aquella edad en zonas de mucho más al sur,
como Andalucía. La edad de hielo comenzó hace 2 millones de años, y si
bien el deshielo comenzó sobre el 13000 AC, se considera que no terminó
hasta el 10.000 AC cuando los "hielos eternos" se habían retirado al
norte de Hamburgo, 2.500 años más tarde la frontera de hielo se situaba
sobre Estocolmo. Será con el final de esta edad del hielo cuando los
pueblos protonórdicos iniciarán su migración desde las zonas del sur
siguiendo las grandes manadas de renos que migraban al norte tras la
tundra. Lentamente tras el transcurso de milenios alcanzaron Alemania,
Dinamarca y Suecia, donde se asentaron permanentemente.
Las lenguas preindoeuropeas, vascos, egipcios, guanches,
bereberes, pelasgos, íberos, etruscos, etc...
En un reciente estudio efectuado por científicos alemanes las dos
líneas básicas de la investigación -la genética y la lingüística- llevan
a la misma conclusión: hay un sustrato común para la mayoría de los
europeos que tiene que ver con el pueblo vasco: "Muchos nombres de
asentamientos, ríos, montañas, valles y paisajes de Europa tendrían su
origen en lenguas preindoeuropeas, concretamente en el vasco...
..."Los europeos vascones prehistóricos no sólo dejaron nombres
geográficos. En más de una región -añade la investigación- se dan trazas
de su antigua forma de contar. Los indoeuropeos trajeron el sistema
decimal, pero los vascos de nuestros días siguen contando con la base
veinte: veinte y diez -hogeita hamar- (treinta), dos veces veinte
(cuarenta), dos veces veinte y diez (cincuenta). Los celtas habrían
tomado de los vascones el sistema vigesimal, que se conservó en el
francés antiguo. Aún perduran algunas reliquias como el quatre-vingts
(cuatro veces veinte), quatre-vingt-dix (noventa)".
Los investigadores apuntan que esa lengua fue extendiéndose e influyendo
en toda Europa (repasan ejemplos de Alemania, Inglaterra...), pero
incluso también en Marruecos (la distancia de las costas en la época
glacial era menor que la actual) encuentran parajes con nombres
claramente vascones. De hecho, un dialecto del bereber, el tajelshit,
también tiene un sistema vigesimal."
También los antiguos idiomas cretense y maya utlizaban un
sistema de base vigesimal, en este caso encontramos, una vez más, más
allá del sustrato genético, una muestra de que existe también también un
sustrato lingüístico que une en la familía preindoeuropea
o Atlante a pueblos como los vascos, franceses,
bereberes, cretenses, mayas y también a los antiguos
íberos, tartessos y etruscos entre otros.
El libro titulado "Egipcios, bereberes, guanches y vascos" editado por
la Editorial Complutense, es una investigación fantástica propiciada por
los estudios de Antonio Arnáiz Villena y Jorge Alonso García,
uno lingüista y el otro genetista. Ambos sostienen en su libro que estos
cuatro pueblos tienen un origen común en la diáspora de un primitivo
pueblo. Hacia el Norte dieron lugar a los vascos, hacia el Oeste
a los guanches y hacia el Este a los egipcios. Según los
autores, las lenguas usko-mediterráneas vivas son el vasco y el
bereber, esta última muy dañada por la influencia del árabe.
Existen, además, idiomas muertos procedentes de la misma línea como el
ibérico-tartésico, el etrusco, el lineal A cretense,
el guanche, el egipcio y otros de oriente próximo (hitita,
eblita, elamita y sumerio). Ellos sostienen que
genéticamente todos los pueblos que hablaron estas lenguas están
emparentados. El pueblo griego no lo está y representa a gentes
llegadas a la zona mas recientemente (después de 2000 a.C.). Los demás
pueblos pertenecen a un sustrato mediterráneo más antiguo. La historia
nos dice que los griegos micénicos, indoeuropeos, entraron
-o se hicieron notar- en la península balcánica hacia 2.000 años antes
de Cristo. Destruyeron el imperio cretense (pelasgo) y asimilaron
su cultura (y escritura).
¿Qué lengua hablaban los Íberos?
"¿Está el idioma vasco relacionado con otras lenguas, vivas o
muertas? No, no lo está; al menos, no de forma que pueda ser
discernible. Por más de una centuria, numerosos entusiastas buscadores
de remotas relaciones con otras lenguas han tratado de relacionar el
vasco con casi todas las lenguas del Viejo Mundo, y con muchas del
Nuevo. A pesar de sus pretensiones de éxito, ninguna de ellas podría
superar siquiera el más superficial escrutinio.
... Aparte del aquitano, no hay la menor evidencia que relacione
el vasco con otro lenguaje, vivo o muerto, y la gente que diga lo
contrario fantasea".
Así de contundente es el comentario de un defensor de la opinión
ortodoxa acerca de los orígenes de la lengua vasca. Como vemos, ésta
lo liga a un idioma del suroeste de Francia llamado aquitano.
Según dicha tesis, los vascos no serían más que un contingente de
población aquitano que se habría desplazado a la zona que actualmente
ocupan, tras el colapso del poder romano en el área. ("Vasconia"
derivaría del aquitano "Gascuña".)
Pero ésta no es la única hipótesis. Hay quien opina que los vascos son
descendientes del hombre de Cromagnon, que habitaba Europa antes
de la llegada de los indoeuropeos. Luigi Luca Cavalli-Sforza
es de los que piensan que los vascos son los descendientes de los
artistas que pintaron Altamira y Lascaux, hace unos 15.000
años:
"Es muy probable que los vascos sean descendientes directos de los
paleolíticos (y de sus sucesores mesolíticos) que vivían en el sudoeste
de Francia y en el norte de España antes de que llegasen los neolíticos"
(extraído de "Genes, pueblos y lenguas" .
Pero a pesar de que se mezclaron (hasta cierto punto) con estos últimos,
supieron conservar su lengua, que era la lengua propia de los
cromañones:
"Me parece muy verosímil la hipótesis según la cual la lengua vasca
provenga de las lenguas habladas por los primeros humanos modernos de
Cromagnon (hace 35.000 ó 40.000 años), cuando ocuparon por primera vez
la parte sudoriental de Francia y la parte nordoriental de España, y que
los grandes artistas de las cuevas que hay en la región hablasen la
lengua derivada de los primeros europeos, de donde proviene el vasco
moderno".
Mark Kurlansky añade a este razonamiento que los vascos
compartirían ciertas características físicas de los cro-mañones, a
diferencia de españoles y franceses: son más grandes, tienen más pecho,
así como anchos hombros, y son más fornidos.
La genética parece aportar una prueba a favor del supuesto aislamiento
ancestral del pueblo vasco: la forma Rh- (negativo) del gen AB0 es
característica de Europa; y a este respecto, el porcentaje más alto lo
tienen los vascos. Según Cavalli, su disminución posterior (a un
nivel en cualquier caso inferior al 50%) sería atribuible a una mezcla
con una población proveniente del Próximo Oriente (con Rh+). Nuevamente,
el pueblo vasco se habría convertido en una "isla paleolítica" en el
entorno neolítico que lo circundaba. Significativamente, Escocia,
antes llamada Caledonia -país de los antiguos pictos-
tiene niveles de Rh- parecidos a los vascos.
De modo similar, se suele afirmar que el vasco es un caso único y
aislado, una lengua singular que, con los datos disponibles, parece sólo
remotamente emparentada con otras lenguas conocidas. Como afirma Mark
Kurlansky: "Es una lengua huérfana que ni siquiera pertenece a la
familia indoeuropea de lenguajes" ("The Basque History of the World" .
Creemos que esta consideración nace de un intento de convertir al pueblo
vasco en una especie de "fósil" (o reliquia) de la Edad de Piedra. No en
vano, los vasquistas están muy orgullosos de que el término que alude a
hacha ("aizkora" contenga una raíz que significa "piedra" (aitz). (En
cambio, otros estudiosos consideran que "aizkora" proviene del término
latino "asciola".)
(En nuestra opinión, el vasco no tiene en absoluto tal carácter de
lengua "huérfana". Nótese: "arktos" [oso, en griego] y "artz" [oso, en
vasco]; "arko" [luz, en sánscrito], y "argi" [luz, en vasco]; "gora"
[montaña, en eslavo], y "gora" [altura, en vasco].)
Sea como sea, en un punto parece haber acuerdo general: los vascos
serían la población más antigua del continente europeo. Sólo por
esta razón, sería lógico suponer que su lengua sería la más próxima a la
primitiva lengua que se hablaría en Europa antes de la llegada de las
invasiones indoeuropeas.
Ya hace mucho que existe una enconada disputa acerca de la filiación
entre el vasco y la lengua íbera. A favor de dicho
parentesco tenemos los siguientes argumentos:
1. La existencia de topónimos ibéricos, extendidos por toda la
península, que indudablemente se parecen al vasco: Iliberris
(Granada, que equivaldría al vasco "hiri-berri": ciudad nueva);
Calagurris (Calahorra, que parece contener el término "gorri":
rojo); Egara (Terrassa; ¿de "garai": alto?)...
2. La existencia de palabras homófonas: "egiar" versus "egin"
(hacer); "salir" (en monedas de plata) versus "zilar" (plata); "saltu"
versus "zaldi" (caballo); "Gizon" (nombre propio) versus "gizon"
(hombre); "andere" (haciendo referencia a personas) versus "andere"
(mujer); "nescato" versus "neska" (muchacha); Arse(tar) (de Arse,
Sagunto), versus "Paris(tar)" (de París)... Se ha llegado incluso a
descifrar un fragmento escrito en una vasija de Liria, representando una
batalla naval, en el que se lee "cutua teistea" (en vasco "gudu
deitzea": o sea, "llamada al combate" .
3. El vasco antiguo y el íbero parecen tener la misma estructura
silábica. Y no sólo eso: no existe el sonido efe, ni probablemente
el sonido pe, ni puede escribirse la secuencia muda+líquida (bri,
cla...), por lo que se cree que no existieron dichos sonidos en la
lengua íbera. Estos rasgos fónicos son comunes a la lengua vasca (el
actual "patxaran" deriva de "basaran"; "foru" deriva del latín "forum" .
En contra de la posible homología íbero-vasca existe un argumento
igualmente poderoso: además del documento de Liria antes reseñado, se
afirma que no se ha podido descifrar ni una sola inscripción ibérica a
partir de la lengua vasca. Ello indicaría que entre ambas lenguas
mediaría un abismo. Se ha llegado a pensar que las posibles similitudes
entre la lengua vasca e ibérica puedan deberse a préstamos entre una y
otra, atribuibles a razones de vecindad.
Recientemente el autor Jorge Alonso García, en la revista
"Selecciones de Misterios de la Arqueología" (número 3) asegura que
ha conseguido descifrar la lengua ibérica haciendo uso de la lengua
vasca. Para ello habría hecho servir la que sería la piedra de Rosetta
de dicho idioma de la Antigüedad: una inscripción bilingüe con la
leyenda "Are.Tace.Cen", acompañada del latín "Heic.Est.Sit" (aquí yace
enterrado). Se da la circunstancia de que en vasco "aratze cen"
significa "aquí yace el difunto" ("eratzan": acostar + "zen": difunto).
Nótense las siguientes traducciones:
Lengua ibérica: ISBATARISSEREMEM(>: ERIRIL
Transcripción fonética ibérica: ISBA.TAR.ISSERE.MEN.ER(R)I.(I)RI.(I)L
Lengua vasca (transcripción del autor): IZPI.TAR.IZAR.MEN.HERRI.HIRI.HIL
Lengua castellana:
RAYO.PROCEDENTE.ESTRELLA.POTENCIA.TERRITORIO.CIUDAD.MUERTO
Traducción (propia del autor): "Potente rayo procedente de las
estrellas. La ciudad de origen del muerto".
Lengua ibérica: GISKER:EGIAR:BANKEBEREIMBAR:BALTUSER:BAN:-
Transcripción fonética ibérica: GIS(A).KER(A).EGIAR:BAN.KE.BEREIM.BAR(I)
Lengua vasca (transcripción de Jorge Alonso):
GISA.KERA.EGIAR:BAN.KE.BEREIM.BAR
Lengua castellana: HOMBRE.FORMA DE SER.LA VERDAD:CADA UNO.SIN.MUCHOS.SE
DETIENE
Transcripción fonética ibérica: BALTU.SER.BAN
Lengua vasca (transcripción de Jorge Alonso): BALTZU.SAR.BAN
Lengua castellana: JUNTOS.SE METE DONDE NADIE LO LLAMA. CADA UNO
Traducción (de Jorge Alonso): "La verdad sobre la forma de ser del
hombre: Cada uno sin muchos se detiene. Juntos cada uno se mete donde
nadie lo llama".
Lengua ibérica: (A)RRSKOROITENISUNNAR
Transcripción fonética ibérica: (A)RRS(E).KORO.(O)ITEN.IS.UNNAR
Lengua vasca (transcripción de Jorge Alonso):
ARSE.KORO.OITIN.EZ.UNAR-ATU
Lengua castellana: ARSE.CONSEJO.OS SUPLICA.NO.CONDUCIR AQUÍ
Traducción (de Jorge Alonso): "El consejo de Arse os suplica no conducir
aquí".
Lengua ibérica: TAL¿DIBASS(A).BILBIURRSU.DU¿IN.AURRDILEIS.RRLODIRQEI
Lengua vasca (trascripcción propia del autor): TALDE.BASA.BIL-BI.UR(TU).
SU.DUIN.AURKI.LEHIA(TU)...
Lengua castellana: GENTE.SALVAJE.REUNIR-DOS.DESAPARECER.CÓLERA.DIGNO.
CASI SEGURO.ESFORZARSE...
Traducción (propia del autor): [Cuando] la gente salvaje [¿enfurecida?]
se reúne de dos en dos [¿a hablar?] desaparece su digna cólera en
seguida [si] se esfuerzan...
A la vista de ello, queda claro que entre la lengua vasca y la lengua
ibérica podrían existir algo más que "coincidencias". Nos interesa
resaltar lo siguiente: no nos parece razonable la convicción
generalizada acerca de la supuesta "orfandad" de la lengua vasca,
tal como refleja las siguientes homologías entre ésta y diversas
lenguas célticas:
VASCO / CÉLTICO
Mendi (montaña) Mynydd (Gales), meneth (Cornualles)
Maite (querido) Maith ("bueno" en Irlanda)
Hartz (oso) Art (oso en Irlanda)
Harri (roca, piedra) Carrac (roca, gran piedra en Irlanda)
Adar (cuerno) Adarc (cuerno en Irlanda)
Andere (mujer) Ainder (mujer en Irlanda)
Tales similitudes entre lenguas de poblaciones tan alejadas y aisladas
entre sí (vasca e irlandesa) hacen pensar en que dichas
homologías (si no son producto de la casualidad, y no creemos que
sea el caso) podrían ser consecuencia de un contacto directo entre
las poblaciones ibéricas (si es que hablaban una lengua emparentada
con el vasco actual) y las célticas en la fachada atlántica europea.
Una prueba de tal contacto la podríamos encontrar en la estrecha
similitud entre los topónimos IBERIA (España y Portugal) e IVERIU
(Irlanda). Y ahora nótese las siguientes homologías entre el vasco y el
griego.
VASCO / GRIEGO
Hartz (oso) / Arktos (oso)
Apar (espuma) / Aphros (espuma)
Zitu (fruto de cosecha) / Sitos (trigo)
Andere [o andre] (mujer) / Andras (masculino)
En el terreno mitológico las coincidencias son también notorias: por
ejemplo, en el País Vasco es común la creencia en las "lamias"
(en vasco "lamiak" , mujeres malevolentes que encantan y matan jóvenes.
Entre los griegos y romanos estos seres fantásticos serían
mujeres-demonio que devoraban niños. Pero esta tradición tiene aun un
origen más remoto: la diosa Lamastu de la mitología babilónica, que como
en el mundo clásico, representaba todos los peligros que acechan a la
infancia. Entre los vascos paganos, Mari era un dios que vivía en las
cuevas, y que como la Morrigan céltica adoptaba variadas formas.
Otras lenguas indoeuropeas comparten, como el griego,
homologías con la lengua vasca: entre ellas el sánscrito, el
gótico, el hitita... Como se ve, todas lenguas extintas o
extremadamente antiguas. Ello induce a pensar: a) que el vasco habría
compartido con el antiguo indoeuropeo una raíz lingüística común, b) que
habrían existido préstamos entre ambas lenguas, o c) que simplemente
habría mantenido una relación de vecindad con una lengua que habría
aportado vocabulario tanto al vasco como al primitivo indoeuropeo. ¿Cuál
sería esta lengua? ¿Tal vez una hipotética lengua pelasga?
Según Pericot, los íberos pertenecerían a un antiguo tronco del cual
los bereberes constituirían otra rama. De hecho, es notorio que la
onomástica íbera, según algunos especialistas, la encontramos en todo el
Mediterráneo occidental (Sicilia, Cerdeña, Córcega e Italia del Sur).
Nótese asimismo la distribución por el entorno mediterráneo (y
alrededores) de distintas formas del topónimo IBAR:
Río Íberus (Georgia).
Río Ibar (Serbia).
Río Íberus (Bulgaria).
Río Íberus (conocido actualmente como Ebro, España).
Hebrón (Israel).
Ibarqaquen (zona montañosa del Suroeste de Marruecos).
Islas Hébridas (Gran Bretaña).
Hibernia / Iveriu (Irlanda).
El topónimo Ibar ("ibar" significa "valle" en lengua
vasca) es común en el área histórica de influencia lingüística vasca,
que se extiende por el Norte de España y el Sudoeste de Francia. Ibar es
asimismo una raíz de gentilicio común entre los vascos (Ibarra,
Ibarreche). Ibar es por otra parte la raíz del topónimo Iberia y del
gentilicio Íberos. Así pues, ¿es descabellado suponer que íberos y
vascos podrían estar emparentados o que, incluso, se tratasen de un
mismo pueblo?
Aparte de las homologías lingüísticas y toponímicas antes reseñadas,
disponemos de abundantes evidencias de la posible existencia de una
protolengua pelasga a una escala como mínimo continental:
· La raíz BRITA la encontramos repartida por toda Europa: en la
Brigit céltica, en la Brigantia gallega (A Coruña), en la
Braganza portuguesa, en el Briançon francés, en la
Britannia homónima, en la diosa Britomartis cretense, etc.
· Lo mismo se puede decir de la raíz ILI: Iliberris en
España (la actual Granada), Iliria en los Balcanes (la posterior
Yugoslavia), Ilión (antigua Troya)...
· El sufijo SSOS lo encontramos en todo el área mediterránea:
desde Tartessos, hasta Cnossos, pasando por Parnassos.
Nótense ciertas similitudes entre las culturas ibérica y
etrusca; esta última, emparentada a la tartésica
(predominante en el área del sur de portugal y del oeste de Andalucía):
· En el sur de España se encuentran topónimos (Tubur, Tarasco, Arnus)
idénticos a los de la Toscana, emplazamiento del pueblo etrusco.
· Homologías en la iconografía ibérica y etrusca: por ejemplo, dioses
janiformes (con dos caras, como el Jano itálico), genios alados, culto
al huevo y al lobo, etc. (En relación a este último símbolo, nótese que
en yacimientos ibéricos se han encontrado capillas y altares dedicados a
figuras de perros, incluyendo estatuas de perros-lobos. Asimismo, en la
cultura íbera era común el enterramiento de perros.)
Al traducir numerosas inscripciones funerarias íberas, tartesas,
etruscas o cretenses, los autores descubrieron la omnipresencia de una
deidad, ATEAN-JUNE, en vasco literalmente «la señora [que está] en
la puerta».Señora protectora, diosa de la fecundidad y del amor; pero al
mismo tiempo guardiana de la puerta de las tumbas, señora de la
oscuridad, es decir, de la muerte, hacia la que atrae y conduce a los
hombres. Pero a la que al mismo tiempo éstos se encomiendan para que les
ayude en la larga travesía de la muerte que dará lugar finalmente, por
caminos desconocidos, a la resurrección de la vida tras la muerte. Todas
las invocaciones y plegarias escritas en las lápidas mortuorias,
instaladas siempre en cuevas, expresan esta misma concepción.
«La Señora en la Puerta»: ATIN en ibérico-tartésico, ATHINA en
etrusco, ATANO en minoico, ATEAN en euskera,... Y que
en el panteón griego reaparece como ATENA (Atenea), diosa de la
sabiduría y protectora de los hombres, y único dios del que la mitología
griega no es capaz de ofrecer su genealogía, haciéndola nacer, con todos
sus atributos, vestida y armada, de la cabeza de Zeus. Revelando así,
indirectamente, su condición ancestral de diosa primigenia.
Iberos, entendiendo por tales a todos los habitantes de la península
ibérica, incluídos lusitanos, bereberes del norte de África, y vascos,
sardos, etruscos y cretenses son las poblaciones del arco mediterráneo
en las que todavía es posible encontrar, en mayor o menor grado de
pureza, los marcadores genéticos específicos que atestiguan, sin ningún
género de dudas, su pertenencia a un tronco genético común.
Pero lo más sorprendente es que a esta incontestable evidencia
científica, hecha posible gracias a los avances en la biología
molecular y genética, vino a sumársele el desciframiento de los
idiomas ibérico, tartésico y etrusco, hasta hoy impenetrables, a partir
de su «lectura» desde el vascuence actual y sus raíces lingüisticas.
La tesis de la unidad del vascuence con los antiguos idiomas ibéricos de
la Hispania prerromana había sido sostenida desde antiguo por numerosos
lingüistas. Es sin embargo con la aparición del ensayo «Iberos, vascos y
otros pueblos mediterráneos», en el que por primera vez se cruzan, y se
sostienen mutuamente, dos campos científicos como el genético y el
lingüistico, cuando puede darse por definitivamente corroborada esta
unidad. Unidad que, además, se hace extensiva a otros idiomas que hasta
ahora habían constituido un misterio insondable para los más
prestigiosos lingüistas europeos. La traducción desde el vascuence de
numerosas lápidas funerarias de la península ibérica, etruscas o
minoicas reveló no sólo el cercano grado de parentesco de los
respectivos idiomas, sino la existencia de unos acusados rasgos
culturales comunes a todos estos pueblos, perfectamente delimitados y
diferenciados de todas las culturas vecinas. E incluso, más allá
todavía, la comprensión de estas escrituras, y la civilización a ellas
asociada, permitió rastrear la influencia decisiva que han tenido en lo
que hoy conocemos como las culturas clásicas (Grecia y Roma) de la
antiguedad. Baste citar como ejemplo, que desarrollaremos en próximos
capítulos, que el nombre de la capital por excelencia de la cultura
griega, Atenas, deriva directamente del nombre que iberos, vascos,
etruscos o minoicos, en distintas variantes dialectales, daban, desde
mucho tiempo antes, a su principal divinidad: ATEAN JUNE, La Señora (en)
la Puerta, la Diosa del Universo. Divinidad que de Grecia pasará
también a Roma, desdoblada a su vez en dos dioses, June y Juno, en los
que la suma de sus atributos corresponde, exactamente, con los de La
Señora de los primitivos pueblos saharianos. Pero éste será el tema de
la segunda parte de la hipótesis.
Las últimas investigaciones en genética de poblaciones habían venido a
asentar sin ningún género de dudas el estrecho grado de parentesco que
une a íberos, vascos, portugueses, sardos, etruscos, cretenses,
guanches, beréberes norteafricanos, libios y egipcios revelado por la
frecuencia en todos estos pueblos de los mismos marcadores genéticos
específicos establecía con claridad la procedencia de todos ellos, en un
tiempo no demasiado lejano, de un mismo tronco originario.
Todas estas investigaciones no hubieran ido, posiblemente, mucho más
allá de satisfacer la curiosidad científica, si al mismo tiempo,
avanzando en paralelo hacia el mismo punto de destino, pero por un
camino y desde una disciplina completamente distintos, el historiador
Jorge Alonso García, valiéndose de comprobadas técnicas de
investigación lingüistica, no hubiera llegado al sorprendente
desciframiento de las lenguas ibérica, tartésica,
etrusca y minoica uitilizando el vascuence como única
herramienta de trabajo. La unidad lingüística de esta vasta área de
pueblos mediterráneos venía a añadir una pieza decisiva, que al mismo
tiempo encajaba a la perfección con el mapa genético.
El desciframiento, que todos los indicios apuntan a que sea el
definitivo, de los idiomas ibéricos, y su extensión desde ellos al
etrusco y el minoico, obtenido por Alonso García tiene como punto de
partida lo que no puede interpretarse sino como una intuición genial.
Comenzó a centrar sus estudios en las frases funerarias inscritas en las
lápidas de las tumbas, con la esperanza de que en ellas encontraría por
regla general siempre las mismas palabras así como expresiones
reiterativas muy comunes. Exactamente lo mismo que ocurre hoy en día en
nuestros propios cementerios, en los que las advocaciones, recordatorios
y dedicatorias son muy semejantes tanto en sus referencias espirituales
como en la misma redacción y en las palabras que utilizan. Desde este
punto de partida, comienza un recorrido por el desciframiento del idioma
ibérico-tartésico cuyos resultados provocan un escalofrío a cualquiera
que alguna vez haya sentido interés, o simplemente curiosidad, por
conocer nuestro pasado más remoto, por descubrir las raíces más
profundas de las colectividades que desde tiempos inmemoriales habitamos
el solar hispánico.
En la puerta de la oscuridad
La transcripción de las lápidas funerarias ibérico-tartésicas y
su interpretación desde el vascuence comenzó con dos vocablos que
aparecían de forma reiterada en todas ellas: BALCE y ATIN.
No resultó especialmente difícil, cuenta el profesor Alonso García,
identificarlos en el vascuence actual. BALCE (ibero) se
relacionaba claramente con BALTZ (euskera) que significa
«negrura». ATIN, por su parte, partía de la misma raíz que el
vascuence ATE = «Puerta», que en este caso se encontraba
declinada, ATE-AN que en euskera sería "En la puerta". Algo más
de tiempo le llevó darse cuenta que, en realidad BALCEATIN, «En
la puerta de la oscuridad», era el nombre con el que íberos y
tartesos denominaban a la sepultura. Era para ellos, por tanto, no
sólo un punto de llegada al morir, sino también, y a la vez, un punto de
partida hacia el reino de las sombras, es decir, de la oscuridad.
Poco a poco se reconocieron en las distintas inscripciones nuevas
equivalencias del vocabulario euskera, así como verbos, pronombres,
artículos, numerales,... que abundaban en la certeza de la hipótesis del
parentesco vasco-ibérico. A medida que se ampliaba el vocabulario
perfectamente probado en diferentes textos, se acometía la
interpretación de párrafos cada vez más amplios y más complejos, con lo
que paralelamente se iba confeccionando un pequeño diccionario auxiliar,
lo que sería de gran ayuda pues, como habían intuido desde el
principio, muchas palabras se repetían en las frases funerarias, con lo
que cada vez resultaba más sencillo aislar las palabras nuevas que
aparecían. (Ver comparaciones) Pero la genialidad de la intuición de
centrarse en las lápidas funerarias no sólo residía en las facilidades
encontradas para su desciframiento y la consiguiente elaboración de un
diccionario que hoy ya reúne más de 4.000 términos traducidos con
seguridad del ibérico-tartésico al español a través del vascuence. Junto
al vocabulario iba apareciendo también un conjunto de creencias
relativas a la vida de ultratumba que conformaban, a medida que tomaban
cuerpo, todo un complejo sistema, una representación del mundo en el que
las relaciones internas de los distintos grupos sociales que habitaban
la península, de éstos con la naturaleza y con otros grupos presentan un
grado de elaboración y desarrollo que las diferencian cualitativamente
de las ideologías espontáneas de las comunidades primitivas que existían
a su alrededor.
El desciframiento del significado ritual de las frases funerarias
ibérico-tartésicas, y su posterior extensión a las lápidas etruscas y
cretenses con idénticos resultados, nos colocan, verdaderamente, en las
puertas mismas del origen de la civilización.
Pero no precipitemos acontecimientos. Próximos capítulos nos exigirán
desarrollar más ampliamente esta fascinante y compleja transformación.
Antes es necesario ofrecer una visión completa del proceso que llevó a
descifrar definitivamente idiomas que durante siglos habían permanecido
en la más completa oscuridad. El siguiente paso significativo en el
proceso de desciframiento fue el descubrimiento de una inscripción que,
si bien ya estaba publicada desde el siglo pasado por Hubner, había
pasado sorprendentemente inadvertida para los investigadores desde
entonces. Se trata de un epígrafe funerario cuyo encabezamiento
está redactado en latín, encabezando una frase bilingüe, lo que
hacía pensar que la frase en íbero podía corresponder con la
latina. Y así era en efecto, pues tras el HEIC.EST.SIT
(latín), es decir «Aquí yace», la expresión ibérica ARE-TACE
equivale por completo a la euskera ARATZE, es decir «Te hace
yacer». A modo simplemente de ejemplo, no nos resistimos a reproducir
aquí la transcripción de una de las inscripciones recogidas por Alonso
García a fin de dar una idea más completa del método comparativo
utilizado por el investigador español. Se trata de una inscripción
procedente de Tarragona. En ella puede leerse, transcrita de
acuerdo con los valores fonéticos descubiertos hace ya muchas décadas
por Gómez-Moreno: ARETACE-ATIN-BELA-UR-ANDA. Su lectura
comparativa con el vascuence no deja lugar a la duda:
ARATZE-ATEAN-BELA-UR-ANDA. Lo que en lengua española sería: TE HACE
YACER-EN LA PUERTA-NEGRAS-AGUAS-ATAÚD. Redactado en castellano moderno
(no podemos olvidar que estamos hablando de lenguas de hace miles de
años, en las que la riqueza de vocabulario, sintaxis y giros se
encuentran todavía en una etapa incipiente) la inscripción completa
rezaría: AQUÍ YACE EL FÉRETRO EN LA PUERTA DE LAS OSCURAS AGUAS.
A medida que avanzaba la investigación, se revelaba que la cercanía
entre el íbero y el euskera era mucho mayor de lo que pudiera pensarse
al principio. De las lápidas funerarias brotaban expresiones y
plegarias sencillas redactadas con un vocabulario casi uniforme en todo
el territorio habitado por íberos y tartesos, y que la lengua vasca
permitía descifrar a un ritmo constante y haciéndoles adquirir cada vez
mayor sentido, no sólo en sí mismas, como frases aisladas pero
congruentes, sino en su totalidad: como un conjunto de creencias
ordenadas y coherentes sobre la vida, la muerte y la vida más allá de la
muerte. En el cuadro adjunto puede observarse la inequívoca relación de
cercano parentesco que existe entre el ibérico-tartésico, el etrusco, el
minoico y el vascuence. Esta relación se refiere sólo y exclusivamente a
las principales palabras funerarias encontradas en las lápidas y
bronces. No tiene por ello nada de aventurado avanzar la hipótesis,
sostenida por Alonso García, de que todas forman parte de una misma gran
familia de lenguas y proceden, en un tiempo no demasiado lejano, de un
mismo idioma pre-indoeuropeo.