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CIVILIZACIONES SUMERGIDAS.

LO QUE ESCONDE EL OCÉANO

 

José Rafael Gómez

 

 

 

 

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“Sí, Solón, hubo un tiempo, antes de la más grande destrucción por las aguas, donde la ciudad que es hoy de los atenienses era, de todas, la mejor para la guerra (…). En ese tiempo se podía pasar por este mar. Había una isla delante de ese pasaje que ustedes llaman las Columnas de Hércules (…). Ahora bien, en esta isla Atlántida, sus reyes habían formado un gran y maravilloso imperio (…)”.
 

El Timeo, de Platón
 

Durante el verano del año 2000, el científico y explorador oceanógrafo Robert Ballard, al frente de una expedición en el Mar Negro, encontró huellas de asentamientos humanos a más de cien metros de profundidad. La noticia fue ampliamente difundida por los medios de comunicación, pues era una constatación de que, en el pasado, el nivel del mar se encontraba más bajo que en la actualidad.

 

Los científicos tienen pocas dudas al respecto; durante los últimos cien mil años, los niveles oceánicos han sufrido fuertes oscilaciones, pero siempre por debajo de la cota actual. Debido a que el planeta se encontraba inmerso en la llamada Cuarta Glaciación, el agua que se evaporaba de los océanos no retornaba a ellos en la misma proporción, porque se acumulaba en forma de hielo y nieve sobre las tierras emergidas. Al no recuperar estas aguas evaporadas, los mares bajaban de nivel en orden al descenso de las temperaturas. Se estima que en el periodo más frío de la glaciación –que se conoce como “máximo glacial”– el nivel del mar llegó a estar entre 120 y 140 metros más bajo que en nuestros días. Finalmente, hace entre 20.000 y 18.000 años comenzó la desglaciación, que duró hasta hace 8.000 años, tras los cuales, el nivel de las aguas aumentó hasta alcanzar el que tenemos en la actualidad.

 

Dado que se estima que nuestra especie surgió en el sureste de África hace 150.000 años, no es de extrañar que existan vestigios de asentamientos en las profundidades, no sólo en el Mar Negro donde los halló Ballard, si no en otros muchos lugares del planeta. Y es que mientras se extendían por todos los continentes, nuestros ancestros sufrieron los rigores de un clima sensiblemente más frío en unas tierras con líneas de costa más bajas que las actuales. Pero el problema surge cuando se encuentran estructuras sumergidas cuya construcción requiere de conocimientos, herramientas u organización social impropios de pueblos que debieron vivir, como poco, hace 10.000 años. Sobre los vestigios de estas pretéritas –y desconocidas– civilizaciones les hablamos…

 

Las ruinas sumergidas de Yonaguni
 

Situada en el océano Pacífico, a apenas setenta millas de la costa oriental de Taiwán y a trescientas de Okinawa, la isla japonesa de Yonaguni constituía hasta hace unos años un destino turístico menor para aficionados al buceo. Sin embargo, en 1985 tuvo lugar un descubrimiento en sus fondos marinos que ha hecho que el nombre de la pequeña isla sea conocido en todo el mundo. Aquel año, el guía de buceo local Kihachirÿ Aratake, mientras buscaba nuevos lugares donde poder practicar inmersiones, se topó con lo inesperado cuando exploraba una zona conocida como Iseki Point. Ante sus ojos aparecieron unas espectaculares estructuras líticas que parecían los restos de un antiguo y majestuoso monumento hecho por el hombre.

 

Poco tiempo después, el Dr. Masaaki Kimura, profesor del Departamento de Ciencias Físicas y Terrestres en la Universidad de Ryukyus, en Okinawa (Japón), se interesó por el descubrimiento y desarrolló un proyecto para cartografiar la estructura hallada por Aratake. Aunque se ha especulado mucho acerca de si se trata de una formación natural o de una obra hecha por el hombre, tras más de 15 años de investigación y un total de 140 inmersiones, el Dr. Kimura ha llegado a la conclusión de que el “Monumento Yonaguni” –como se le conoce en Japón– es, en su totalidad, una construcción artificial tallada en la roca viva por manos humanas. Además de la estructura principal, se han encontrado otras en sus alrededores. Una de ellas es un curioso recinto rodeado de rocas talladas a modo de gradas y que ha recibido el nombre de “El Estadium”, puesto que parece un lugar diseñado para albergar ceremonias o incluso algún tipo de espectáculo.

 

Es probable que el “Monumento Yonaguni” fuese tallado sobre la configuración natural de las rocas donde se encuentra, lo que hizo que tuviera ese aspecto “escalonado”. Lo inquietante es que si tenemos en cuenta su antigüedad y la procedencia de los grupos humanos que poblaron el continente americano, ¿serían construcciones como la de Yonaguni inspiradoras de las pirámides escalonadas que luego se construyeron en América?

 

Por otro lado, los geólogos admiten la posibilidad de que, durante la era glacial, quedase al descubierto una vasta extensión de terreno que, a modo de puente, llegó a unir Okinawa –en donde también se han encontrado restos sumergidos– con Yonaguni y Taiwán que, a su vez, formaba parte de las tierras continentales, lo que daría crédito a las leyendas sobre Mu, un mítico continente perdido que se encontraría en mitad del Pacífico.

En cualquier caso, dada su antigüedad, Yonaguni sería una de las construcciones humanas más antiguas, anterior en varios miles de años a las pirámides egipcias, lo que a su vez querría decir que el pueblo que lo construyó poseía niveles de civilización inesperados para la época. Hasta hoy, la arqueología ortodoxa no se ha pronunciado sobre las incógnitas que plantea…

 

La Atlántida… siempre la Atlántida
 

Es de suponer que cuando Platón recogió en sus diálogos el mito de la Atlántida, no pensó en los ríos de tinta que generaría su relato y la posible existencia de una civilización ubicada en una isla-continente hace 10.000 años. La idea de una utópica civilización que floreció en una isla situada “más allá de las Columnas de Hércules” ha derpertado la imaginación de muchos, que la han situado en las islas Canarias, en las Azores, en la península Escandinava, en Groenlandia… Incluso se la ubicó en una isla griega en el mar Egeo llamada Thera –sepultada por una erupción volcánica alrededor del año 1500 a. de C.– cuando no en la mismísima isla de Creta. Pero en ninguno de estos lugares se han encontrado restos arqueológicos que puedan presentarse como prueba irrefutable de su presencia.

 

Otros investigadores han defendido la idea de que la Atlántida pudo asentarse en el continente antártico y que sus restos se hallan bajo su grueso manto de hielo. Para ello, sostienen que, antes del final de la última glaciación, la Antártida estaba más al norte de su actual situación, lo que convertía a este continente en un lugar menos frío que hoy y apto, por tanto, para el desarrollo de asentamientos humanos.

 

La enorme acumulación de hielo en los polos durante esa época provocó un rápido deslizamiento de la corteza terrestre hasta situar a la Antártida en su emplazamiento actual. Sin embargo, no existen evidencias geológicas de que las cosas hayan ocurrido así. Además, los estudios efectuados sobre de la apertura del estrecho de Drake –entre la Antártida y el cono sur americano– determinan que aquello sucedió hace 41 millones de años. Para los científicos, la idea de que la Antártida se desplazó hasta su ubicación actual hace unos miles de años es, sencillamente, un disparate.

 

También hay quien ha querido identificar a la Atlántida con el continente americano. En 1968, fueron encontrados bajo las aguas de Bimini, en las islas Bahamas, unas formaciones rocosas cuyas características hicieron pensar a algunos que se trataba de restos arqueológicos, pero este extremo no pudo confirmarse. Sin embargo, el reciente hallazgo de estructuras de piedra, de posible origen artificial, sumergidas a 650 metros de profundidad cerca de la costa sur occidental de la isla de Cuba, ha vuelto a poner de actualidad esta idea. De confirmarse este descubrimiento quizás habría que revisar parte de los cimientos de la historia, aunque no parece lógico situar la Atlántida tan lejos del mar Mediterráneo, teniendo en cuenta que las crónicas de los antiguos griegos nos hablan de que los atlantes comerciaron y mantuvieron guerras con pueblos de la rivera mediterránea.

 

Entonces, ¿existió realmente la Atlántida o únicamente se trata de un mito? Para algunos investigadores no hay dudas respecto a qué civilizaciones antiguas poseyeron niveles de desarrollo y conocimientos técnicos superiores a los que se tuvieron en tiempos posteriores a consecuencia –y esa es la teoría– de la influencia previa de una civilización superior desconocida. Sin embargo, el problema surge cuando se piensa en la datación que otorga Platón a la Atlántida: más de 10.000 años. Veamos por qué.

 

Tradicionalmente, historiadores y antropólogos han vinculado la aparición de las primeras civilizaciones humanas al descubrimiento de la agricultura. Cultivar la tierra acabó con la necesidad de la vida nómada que identificaba a los grupos de cazadores-recolectores anteriores a las primeras sociedades agrícolas. También produjo excedentes de alimentos, con lo que no todos los miembros válidos del grupo tuvieron que dedicarse a su obtención. Esto facilitó la aparición de artesanos, de una incipiente clase dirigente y del inicio de actividades de intercambio comercial con otros pueblos. En algunos lugares, como en Mesopotamia, el valle del Indo y el valle del Nilo, las inundaciones anuales de sus ríos fertilizaban las tierras adyacentes, que como consecuencia producían abundantes cosechas. Fue en estos valles donde aparecieron las primeras civilizaciones humanas conocidas.

 

Podemos inferir, por tanto, la siguiente proposición: para que nazca una civilización, deben existir excedentes de producción de alimentos. Pero, aunque existen algunas evidencias de que, en ciertos lugares, la agricultura empezó a utilizarse en fechas próximas al año 10.000 a. de C., no es hasta varios milenios después que su uso comienza a generalizarse. Por ello, los historiadores son reacios a admitir la posibilidad de que una cultura alcanzase el grado de “civilización” con anterioridad a estas fechas.

 

Así las cosas, tenemos las pistas necesarias para tratar de ubicar la Atlántida. Tuvo que haber estado “más allá de la Columnas de Hércules” pero no lejos del Mediterráneo. Además, se desarroló en torno al año 10.000 a. de C. pero aquel pueblo no conoció la agricultura, pese a lo cual tuvieron que producirse excedentes de alimentos. Y este lugar, existió.

 

¿Y si Gibraltar escondiera la clave?
 

Como hemos visto en la tabla cronológica de los niveles oceánicos, 12.000 años antes del presente, el nivel del mar se encontraba alrededor de cien metros más bajo que en la actualidad y llevaba muchos miles de años por debajo de esa cota. Si dibujamos una carta náutica del Atlántico con estos datos, aparecen algunas islas que hoy día se hallan sumergidas, como es el caso de la dorsal conocida como “Gorringe Ridge”, que se encuentra a poco más de cien millas del actual cabo de San Vicente.

 

La idea de situar la Atlántida en las proximidades del estrecho de Gibraltar no es nueva. Aunque ya antes varios investigadores y estudiosos del mito habían relacionado el sur de la península Ibérica con la civilización atlante, en 2001, dos geólogos de la Universidad de Bretaña (Francia), Jacques Collina-Girard y Marc-André Gutscher, asociaron la isla de Espartel –nombre que ellos dan al Banco Majuan– con la mítica isla de Platón. En un trabajo publicado en la revista Geology, afirman haber encontrado, en los registros geológicos, evidencias de que la zona del Estrecho de Gibraltar sufrió hace 12.000 años un fuerte seísmo que, en opinión de los estudiosos, pudo dar origen a la leyenda.

 

Pues bien, podemos considerar que aquellas aguas debieron ser extraordinariamente ricas en especies marinas. Es fácil suponer que cualquier pueblo asentado en la zona, tanto en las islas como en las partes continentales del Estrecho, dejase de dedicarse al nomadeo como medio de obtención de alimentos y que, a poco que dominase métodos de conservación del pescado, pudiera obtener ingentes cantidades de excedentes con los que comerciar y prosperar. Si a esto le unimos que la zona es también rica –y lo fue aún más en aquella época por estar las aguas más frías– en un tipo de alga marina llamada laminaria, que en la antigüedad se consumió por ser una importante fuente de yodo y sodio, tenemos los ingredientes necesarios para que apareciera allí una “civilización preagrícola”.

 

Radiografía de la Atlántida
 

En un mundo en el que el modo de vida usual era la caza y recolección de alimentos, y los grupos humanos se veían obligados a cambiar periódicamente de asentamiento, la aparición de un pueblo que pudo asentarse permanentemente en una zona y que poseía los recursos suficientes debió de ser determinante. Esta cultura del Estrecho predominaría sobre las demás y habría podido extender su área de influencia militar y comercial con facilidad por la rivera mediterránea tal y como nos cuenta Platón.

 

Pero esto, de algún modo, acabó. Con el fin de la cuarta glaciación, el nivel del mar subió y sumergió las islas del Estrecho así como vastas extensiones de tierras continentales. Las condiciones para la pesca del atún debieron endurecerse y los niveles de prosperidad bajaron, iniciándose la decadencia de esta civilización marítima. Pocos milenios después, surgieron otras en el Mediterráneo Oriental, basadas ya en la agricultura y que extendieron su influencia por donde antaño lo hicieran los “atlantes”, quedando su recuerdo idealizado en la memoria, en la transmisión oral y después escrita. Quizás su herencia fue recogida por reinos posteriores como Tartessos y, más tarde, por los turdetanos, en un mundo diferente, donde ya existían otras civilizaciones que pugnaban entre sí por la hegemonía.

 

De lo que aquel viejo sacerdote egipcio contó a Solón y que recogió Platón en su obra solo quedaría un detalle por encajar: la extensión de la isla en donde se asentaría la Atlántida: “Una isla tan grande como Asia Menor y Libia juntas”. Pero esta historia es narrada muchos miles de años después de ocurridos los hechos que relata y es fácil suponer el alto grado de idealización que para entonces la leyenda atlántica tendría.

 

Pero entonces, ¿dónde se hallan los restos arqueológicos de esta remota y quizás primigenia civilización? ¿Por qué no se han descubierto? Sencillamente, porque se encuentran cubiertos por capas de sedimentos y arena, bajo decenas de metros de agua salada. Porque el océano los ocultó…


 

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