Capítulo IV EL PERÍODO SOLAR. LOS ARCÁNGELES SON INCUBADOS POR LOS QUERUBINES. SIGNIFICADO OCULTO DEL ZODÍACO

La esfera del primer Sol llegaba hasta el Júpiter actual. Este Sol era más vivo que cualquiera de los planetas que habrían de salir de su seno. Estaba formado por un tenebroso núcleo de humo y por una inmensa fotosfera, no de metales en fusión como Ja del sol actual, sino de una materia más sutil, de un fuego etéreo, límpido y transparente. Un espectador que hubiera observado el sol desde Sirio, habría visto que periódicamente brillaba y empalidecía, se volvía a encender y se apagaba de nuevo. Nuestros astrónomos han observado estrellas similares en el firmamento. El Sol primitivo tenía su aspiración y expiración regulares. Su aspiración, que parecía hacer entrar en él toda su vida, le volvía tenebroso y casi tan oscuro como Saturno. Pero su expiración era un maravilloso fulguramiento que proyectaba al infinito su rueda de luz. Ahora bien: estas tinieblas y esta luz procedían de la vida de los Dioses, de los Elohim que reinaban sobre el astro. Los principios o Espíritus del comienzo ya habían concebido a los Arcángeles en la nebulosa saturnina. No consistían entonces sino en Formas-Pensamientos objetivados por ellos y revestidas de un cuerpo etérico, órgano de la Forma y de la vida. En el Sol, los padres de los Arcángeles dieron también a sus criaturas divinas un cuerpo astral, órgano radiante de sensibilidad. Pues los Principios son los magos más poderosos de todos los Elohim. Por la fuerza de su voluntad pueden dar vida y personalidad a sus Formas-Pensamientos. Volviendo a ver este espectáculo reviviéndolo en sí mismo, Moisés escribió:«Dijo Dios: que la Luz sea, y la Luz fue». Los Arcángeles crecieron bajo el aliento de los Principios llegando a ser la vida, la luz y el alma del primer Sol. ¿Es este el concepto de estrella fija? ¿Todo lo que vive de sí envía al universo la vida de los Principios? ¿Qué hacen éstos? Un Sol creado por ellos. Sus mensajeros son los Arcángeles. Dicen al universo: «Anunciamos las acciones de los Espíritus del Comienzo 14».Los Arcángeles fueron los hombres del primer Sol, los dominadores de dicho astro. Ahora bien, elevándose por encima del Fuego natal buscaban algo con su esfuerzo. Estando constituida su esencia por Luz y por éxtasis, buscaban la fuente divina del mundo de la que ellos mismos emanaban. En primer lugar no vieron en el universo sino las constelaciones, mensajeros de otros Arcángeles, hermanos lejanos... ¡Las constelaciones!... escritura llameante del firmamento donde el Espíritu universal escribe su pensamiento en jeroglíficos chispeantes con miríadas de soles. Pero a medida que se desarrollaba su vida espiritual vieron en la línea del Zodiaco, acampado en un circulo prodigioso, a un ejército de Espíritus sublimes de formas diversas y majestuosas. Eran los Querubines, habitantes del espacio espiritual, los Elohim de la Armonía y de la Fuerza que, junto con los Serafines, Espíritus divinos del Amor, estaban cerca de los arcanos de Dios. Venidos en doce grupos desde todas las profundidades del cielo y acercándose gradualmente, el ejército de Querubines se concentró alrededor del mundo solar para incubar y fecundar a los Arcángeles. Este hecho, conocido por los magos de Caldea, es el origen del nombre de los doce signos del Zodiaco, nombre que conserva la astronomía moderna. Cada una de las constelaciones fue identificada como una categoría de Querubines que la tradición oculta representa mediante animales sagrados. Los caldeos, los egipcios y los hebreos esculpían analógicamente a los Querubines mediante los símbolos del Toro, del León, del Águila y del Ángel (o del hombre). Son los cuatro animales sagrados del arca de Moisés, de los cuatros evangelistas y del Apocalipsis de San Juan. La esfinge egipcia, símbolo maravillosamente adecuado de la Naturaleza visible e invisible, de toda la evolución terrestre y divina, los resume en una sola forma. Ahora bien, estas cuatro formas esenciales del mundo de los vivos se vuelven a encontrar en los cuatro puntos cardinales del Zodíaco, con una excepción. El águila ha sido sustituida por el escorpión. El águila mata con sus ganas y con su pico, pero sus alas representan el vuelo hacia el Sol, el entusiasmo y la resurrección. En la simbólica sagrada que no es sino la traducción del alma de las cosas, el águila significa simultáneamente muerte y resurrección. El Escorpión que, entre Libra y Sagitario, la sustituyó en el zodiaco no significa sino la muerte. Quizás este cambio es también un símbolo: a causa de su descenso a la materia, la humanidad no ha conservado sino el sentido de la muerte olvidando el de la resurrección. Ninguna forma terrestre sabría reproducir la belleza y el esplendor de los Querubines alineados bajo los signos del zodíaco en un amplio círculo, alrededor del mundo solar, para inspirar y fecundar a los Arcángeles. Tampoco ningún lenguaje humano podría expresar los transportes y éxtasis de los Arcángeles al recibir su influjo y empaparse con pensamientos divinos. Pero, ya lo hemos dicho: este primer mundo solar tenía eclipses periódicos. Tenía sus días y sus noches, días radiantes y noches tenebrosas. De época en época los Arcángeles se replegaban con los rayos solares al núcleo oscuro del astro y caían en un semisueño. El impulso hacia los espacios del cosmos bajo la mirada de los querubines iba acompañado por una prodigiosa emisión de luz y por una armonía grandiosa, música de las esferas. Ahora decrecía el sonido, la claridad palidecía en la penumbra y había un gran silencio en el abismo interior del astro. Durante su éxtasis allí arriba los Arcángeles habían concebido el mundo angélico. En las amenazadoras tinieblas de ahora volvían a pensar en los querubines aunque, en el recuerdo, sus imágenes se contraían en formas de angustia, de deseo y de cólera. Estas Formas-Pensamiento engendradas por el sueño perturbado de los Arcángeles llegaron a ser los prototipos del mundo animal que más tarde habría de desarrollarse sobre la tierra. Los animales no son sino copias deformadas y, de alguna manera, caricaturas de los seres divinos. Podría pretenderse que si los Ángeles (y a través de ellos los hombres) nacieron del éxtasis de los Arcángeles en la luz, los animales nacieron por el contrario de su pesadilla en la tinieblas. El mundo animal es por tanto contrapartida y precio del mundo angélico. También aquí se aplica la ley del avance de mundos y seres mediante el rechazo de sus elementos inferiores. Veremos que esta ley se verifica en toda la escala de la creación y hasta en los menores detalles de la vida humana. El rechazo de dichos elementos no sólo es indispensable para la purificación de los elementos superiores sino también necesario como contrapeso y fermento de la evolución total. Su regresión momentánea parece una injusticia aunque si consideramos la infinitud de los tiempos no es así. Una nueva onda de vida volverá a ocuparse más tarde de ellos empujándolos adelante.

 

14. Conferencias de Rudolf Steiner. Abril 1909.