TARTESSOS

 
                                                     

TARTESSOS Y EUROPA

 

  Miguel Romero Esteo

 

 

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22. De la tan perdida ciudad Tartessos y que no hay forma de localizarla

 

Con respecto al asunto de que dónde estuvo Tartessos, la portuaria capital de los tartesios, al menos en los tiempos en torno al rey Argantonio, previos o posteriores. En las fuentes, tanto si autores griegos como si romano-imperiales, y según datos oídos en la ibérica península, para unos la portuaria capital de los tartesios estuvo en Gades -me supongo que la ciclópea ciudad que ahora está siendo arqueológicamente algo exhumada al arrimo de la desembocadura del legendario y letal río Leteo, finalmente Guadalete, y al arrimo del Puerto de Santa María- y es la opción que tuvo más votos. Para otros, en Carteya, en el mismísimo estrecho de Gibraltar, al arrimo de donde ahora Algeciras. En alguna otra fuente se la sitúa en Onuba, finalmente Huelva. Y en otras fuentes, hasta incluso se la sitúa en Olisippo -finalmente Lisboa- según creo recordar, y no hay por qué extrañarse, el sufijo en -ippo es muy tartesio, o no sé si muy proto-tartesio más bien. Yo tengo la idea de que todas las tales localizaciones con respecto a la portuaria capital de los tartesios, y algunas más, pues muy bien pudieran valer. Y al respecto, y según el proto-gaélico Leabhar Ghabhala proto-irlandés, la capital del tartesoide gran Breoghán -con nombre que remitiendo a un casi hebreo-annón en los tales remotos y pre­gaélicos tiempos peninsulares, o hebreo-khan al menos, o supongamos que un ibero-khan más bien- pues la funda éste en las rías gallegas, una Briguntia del estaño. O en fin, que según épocas y grupos hegemónicos la portuaria capital tartesia pudo estar o por aquí o por allá, o por donde sea, especialmente si incluido el milenio de proto-tartesios en el asunto, y que a comenzarlo en el año 2500 antes de Cristo, aproximadamente.

 

Pero con respecto a la terminal o casi terminal capital de los tartesios, pues está el aquí ya tan citado periplo massaliota -versificado por el geógrafo romano-imperial Avieno, y metido en su Ora Marítima o larguísimo poema geográfico- y que, al estar escrito en griego, y demasiado detallista con respecto a los alrededores transpirenaicos de la ex-ibera y luego griega Massalia, finalmente Marsella, pues es por lo que se lo supone obra de un navegante griego massaliota. O sea, que después del año 600 antes de Cristo, que es cuando aproximadamente los griegos focenses refundan en griega la ibera Massalia. Pero también puede ser de antes, y sin entrar más en los intríngulis del tal asunto. Pues bien, en el periplo massaliota -traducido de lengua griega a lengua latina- el griego y navegante massaliota escribe y describe que en las bocas del gran río de los tartesios -ahora el río Guadalquivir­ estuvo la opulenta y portuaria ciudad a la que los púnicos -unos púnicos nada cartagineses, que los cartagineses todavía no habían asomado en tierras hispanas- llamaron Gadir, por ser un recinto amurallado y fortificado, pero que su originario y antiguo nombre fue el de Tartessos. Y que, cuando por allí pasa en su nave el massaliota navegante, pues no era ya más que una aldea y montón de ruinas. Así literalmente el massaliota periplo. Que es fuente fundamental no sólo para ibero­peninsulares tiempos muy arcaicos y demasiado pre-romanos, y pre-cartagineses, sino que también para ibero-peninsulares tiempos muy remotos o remotísimos, y de los que el periplo engancha igualmente informaciones y datos. Acaso los pudo enganchar porque, al ser de la ex-ibera Massalia, pues muy bien pudiera haber sido no exactamente un griego colonial y focense sino que un massaliota ibero más o menos helenizado. O un medio-ibero, con la lengua ibera como lengua materna. Y de ahí el que pudiera entenderse con las costeras gentes de lenguas iberas a lo largo de las hispanas costas tanto si mediterráneas como si oceánicas. De hecho, al llegar en su navegante periplo por donde ya acaban las iberas lenguas pre-indoeuropeas y comienzan las lenguas indoeuropeas, el suroeste peninsular, pues por allí acaba precisamente su costera navegación.

 

Eso de que las ruinas de la opulenta Tartessos estuvieran en las bocas del río Tartessos -lo dicho, el ahora Guadalquivir- lo especifica muy detalladamente el periplo: la isla, en la que las tales ruinas residuales, la rodea el agua del río al fluir al gran lago Ligustino -somero, y muy marino en la pleamar oceánica de cada día, y meramente fluvial en la bajamar- por vía de tres bocas, cosa que parece remitir a las dos islas -en las que ahora Sevilla- por las que desembocaba el gran río en la orilla norte del lago. O bien pudiera referirse a que en la isla hay tres bocas para la salida del agua lacustre hacia el océano. Y luego -nos especifica el periplo- y para la salida de las lacustres aguas ya directamente al océano, pues otra desembocadura terminal, y gemela -literalmente- en cuanto que con un par de bocas. Algo similar y de alguna de sus fuentes -escritores griegos residenciados en el hispano ámbito tartesio-turdetano, mayormente- recoge Estrabón, y pasa rápidamente a recordamos que en el geógrafo Eratóstenes -siglo III antes de Cristo- Tartessos es Tartesis, nombre bastante homófono del bíblico Tarschesch tan finalmente Tarsis. Lo que recoge Estrabón, y probablemente de Eratóstenes, es que la ciudad de Tartessos estuvo en una tierra entre dos desembocaduras del río. O sea, el desembocar en el gran lago -finalmente gran zona marismática y pantanosa de charcas y canales- y el luego pues desembocar en el océano. Y este segundo desembocar, y según el massaliota periplo, pues lo dicho, a través de dos bocas. Una la actual desembocadura del río en el océano, Sanlúcar y Chipiona en una orilla, el selvático Coto Doñana en la otra orilla. Y la otra boca, pues por mitad del Coto Doñana. Que es donde hizo excavaciones en cantidad el arqueólogo alemán Schulten, tan entusiasta de los tartesios asuntos, y con la idea de que las ruinas de la portuaria Tartessos estaban enterradas en el Coto Doñana. Pero sólo exhumó arqueológicamente restos de una romana aldea de pescadores. Y un anillo de cobre, y en el que, y en alfabeto griego muy arcaico y muy euro-occidental, posiblemente itálica para Schulten, pero más bien proto-griego hispano o griego-tartesio, pues dos breves inscripciones. Una por afuera, y para significar que el dueño del anillo sea feliz. Y la otra por dentro, y si traducida pues un repetitivo guárdalo, guárdalo, guárdalo. En fin, Schulten recoge el asunto en su gran libro Tartessos que tan exhaustivo y erudito, y ya un gran clásico. Lo cierto es que Schulten casi acertó en lo de localizar por allí a una al menos terminal o casi terminal Tartessos portuaria, y naviera ciudad. Desacertó en su libro al vincular a los tartesios con los lidios -en la ahora turco-asiática costa donde Esmirna sigue, y donde las ruinas de la famosa Éfeso­ o más bien vinculados a un mestizaje entre los itálicos etruscos y los lidias. Pero en la idea del tal asunto previa al libro acertó al vincularlos con los minoicos cretenses, en plan de que unos mediterráneo-orientales minoicos -de la diosa Europa- transmigrados al sur oceánico de la Península Ibérica. No está nada mal pero hay que invertir la tal transmigración, y pasar hacia los minoicos como si una especie de tartesios descarriados. O así al menos, a mi modo de ver. Y con referencia a una fase de los tartesios cuando todavía muy proto­tartesios, y no más.

 

Pues bien, lo de que muy antiguamente la portuaria Tartessis una ciudad-isla amurallada entre las dos desembocaduras -la lacustre, y la litoral- del río ahora Guadalquivir pues parece como que bastante acertado. En concreto, en una prospección geomorfológica llevada a cabo por un equipo de geólogos franceses entre 1980 y 1981, Y relativa a toda la actual desembocadura del muy tartéssico río Guadalquivir, pues resultó el descubrir que, algo tierra adentro por la actual desembocadura, hubo en antiguos tiempos tanto romanos como muy pre-romanos una larguísima y ancha isla de muy primitiva sedimentación aluvial, o especie de larguísimo tapón que amenazaba con taponar la salida lacustre de las aguas hacia el océano. Las aguas del somero lago marino­fluvial en la pleamar -y en su costa oriental, Nabrissa, ahora Lebrija, y Trebujena y la Hasta de los reyes en la que se reunían finalmente los tardo-tartesios reyezuelos gaditanos, o en plan de casi post-tartesios más bien- y que amplio río de anchos brazos marismáticos, y entre charcas, en la bajamar. Amenazaba con taponar pero que no taponaba porque y por mitad del inmenso y marismático gran lago somero, el ancho cauce central del río se bifurcaba en dos anchos brazos al encontrarse de frente con la tal alargadísima y ancha isla. Y con un brazo la rodeaba por el extremo occidental, y con el otro brazo la rodeaba por el extremo oriental -donde ahora el pinar y aldea de la Algaida- y conjuntados ya luego los tales dos brazos -marinos en la pleamar, fluviales en la bajamar­ en ya otra vez un anchísimo cauce, éste volvía a bifurcarse en otros dos terminales brazos ya litorales, o desembocadura ya más bien por dos bocas, una por mitad del Coto Doñana, la otra pues la actual y ancha desembocadura del río y que pues lo dicho, con Chipiona y Sanlúcar en una orilla, y el selvático Coto Doñana en la otra orilla.

 

Pero lo interesante es que, sí, la alargadísima isla -que de un medio-tapón funcionaba más o menos- acabó taponando con arenas aluviales -las lluvias torrenciales- el brazo fluvial que por su isleño extremo oriental la contorneaba, por donde ahora el pinar de La Algaida. Y que, taponado por allí, pues se abrió camino y cauce por mitad de la isla, a base de algún canal por allí existente. Taponado luego a su vez con aluviales arenas este cauce de por mitad de la isla, se abrió luego otro cauce -aprovechando otro canal, me supongo- a través de la isla en su casi extremo occidental. Mientras, pues iba también resultando taponado y convertido en marisma y charcas el brazo fluvial que en la bajamar contorneaba a la isla por su tal extremo occidental, entre el tal extremo y las ahora tierras del Coto Doñana. O en fin, que el tal segundo cauce abierto por mitad de la isla, pero casi en su ya extremo occidental, sigue siendo por allí el actual cauce del río Guadalquivir ya en su tramo final y hacia la terminal desembocadura. En 1981, a finales de febrero o primeros de marzo, la revista La Gaceta Ilustrada de Barcelona le dedicó al tal asunto geomorfológico y tartesio un muy amplio reportaje con muchas fotos y mapas varios, unas seis anchas páginas. y aunque era una especie de bombazo informativo, lo cierto es que desapercibido pasó, y ni caso. Me supongo que al país -incluida Andalucía- lo cogió muy descolocado, o cosa parecida. O sea, lo normal.

 

Teniendo en cuenta que, y lo recoge el periplo massaliota, a la tal isla los púnicos la denominaron Gadir -unos púnicos muy pre-cartagineses a lo que parece- y porque recinto fortificado, o sea, amurallado, y que finalmente sólo una pequeña aldea y ruinas, y nombre que en la semítica lengua más bien bereber que púnico-cartaginesa pues ya pudiera muy tranquilamente ser un AI-Gádira, o cosa similar, que la cananea lengua cartaginesa algo está más o menos en casi la misma línea semítica que la lengua árabe. Pues que de lo tal nos resultó finalmente el nombre de la ahora sevillana aldea de La Algaida. Que de un Gádira se pasa a un Gaidar pues al menor respiro. Y si es que lo del AI- no es añadido de lengua árabe, y que acaso lo es. Y eso es lo que parece quedar de la Tartessis isla, un sobrenombre que acaso le echaron encima los cartagineses. Lo que parece apuntar hacia que están en lo cierto los protohistoriadores que han venido sugiriéndonos que lo más probable es que los cartagineses fueron los que le dieron a la misteriosa Tartessos el puntillazo final. Y lo que pues también parece apuntar hacia que los cartagineses, que funcionaban ya como portuaria ciudad en el año 800 antes de Cristo, pues que se asentaron en la orilla africana del estrecho de Gibraltar, y desde allí y con flotillas de naves incursionaron ferozmente por la costa tartesia muchísimo antes -casi un par de siglos antes- de que con sus imperiales ejércitos de bereberes mercenarios invadieran el sur de la ibérica península hacia mitad del siglo IV previo a Cristo, o más bien algo antes. Queda el asunto de que lo que los cartagineses vieron en la tan alargadísima y taponera Tartessis isla no fue exactamente una ciudad sino que una isla fortificada con una muralla, o cosa parecida, o al menos así el asunto según el massaliota periplo. Y que pues muy bien podía ser ya una fortificación en ruinas. Lo cual abre una perspectiva de varias opciones. O que otras feroces gentes -los más o menos affirussas e hispano-filisteos lusitanos, por ejemplo- habían arrasado ya previamente la tal Tartessis isla-ciudad. O que se la habían arrasado las aguas torrenciales de una gran inundación confluyendo con la pleamar de las altas mareas oceánicas de noviembre o de febrero. O que la tal isla-ciudad fue siempre una más o menos gran ciudadela estratégica en la entrada marino­fluvial a la auténtica gran capital portuaria -al menos en alguna época- de los tartesios, la Híspalis que finalmente Sevilla, la ilis Hispán, o ciudad de Hispán, si tiene finalmente consistencia lo del Hispán, gran sobrino del proto-griego Hércules. O que significando meramente ciudad hispana, o que no menos hispana -que más arriba en el mapa estaba muy pre-romanamente la ciudad minera de Sísapon- y que, y en tanto que hispona, pues paenes y proto-púnica de los pro­to-púnicos hispanos nada cartagineses sino que muy pre­cartagineses. o en otras palabras, el massaliota periplo recoge percances de remotos o remotísimos poenes hispanos, y valga la redundancia. y esto de que unos púnicos a la tal muy fortificada y taponera isla -y parece como que ya en ruinas- le llamaran Gadir, pues que acaso tenga algo que ver con los remotos percances de los borrosamente ibero-peninsulares proto-púnicos. O sea, proto-hispanos. O a ver si hay suerte. Con todo lo cual, pues parece que a la portuaria Tartessos -o Tartessis- a la que, y donde el tartesio rey Argantonio, llegaron hacia mitad del siglo VII antes de Cristo las naves de los mercaderes griegos, pues muy bien pudiera haber sido o la Híspalis que finalmente Sevilla, o la Gades ciclópea que ahora está siendo arqueológicamente exhumada en la orilla continental de la bahía de Cádiz, al arrimo de la muy lógicamente portuaria El Puerto de Santa María. O no sé si la Onuba, que finalmente Huelva, pudiera entrar en el tal lote. Y al respecto de la Gades, valga que en el massaliota periplo lo de la Gadir, taponera isla de púnico nombre, resulta algo confuso. Viene yuxtapuesto a otra Gadir portuaria, y con la que parece tener relación la parrafada massaliota de que, y si bien mirado, por la tal zona lo único que algo valía la pena eran las fiestas de Hércules. Asunto que con lo del famosísimo y gaditano templo de Hércules -de factura muy arcaica, y que a los tiempos de la famosísima guerra de Troya remontaba, lo dicho- pues remite a una Gadir que no es precisamente la de la taponera y marino-fluvial isla con sus ruinas y su aldea. O sea, que otro el panorama.

 

Por otra parte, el trogo-pompeyano asunto de que, en el costero sur ibero-peninsular, y para remotos tiempos, de un lado los proto-tartesios oceánicos, más o menos kynetes en cuanto que en paralelo con que del otro lado sus más o menos hermanos proto-tartesios kynetes, pues que remite hacia dos proto-tartesias capitales portuarias, una pues oceánica -y el asunto apunta hacia una Onuba u Onupa, y que en consonancia con la cherkessia Anapa- y la otra, la kyneto-tartesia y mediterránea Malakka, pues la proto-etruscamente malax-aka para significar río de los mercaderes. O malax-karra para significar ciudad-mercado. O pues malax-caua para significar sol de los mercaderes. Con o sin meter en el asunto a las muy pre-romanas monedas malagueñas en las que grabado un sol. Tampoco está nada malla combinatoria de sol con mercado. y la ahora malagueña Costa del Sol como la terminal de los tales asuntos. Y que remotísimos. Y que pues muy lógico.

 

Aquí pues acaso habría que incluir que tampoco hay forma de localizar en qué lingüística familia la enigmática lengua tartesia, con tantísimas inscripciones indescifradas en las que, y lo dicho, tan sólo y muy dudosamente un -be como que remitiendo a la lengua vasca. Yo estoy en que desde la de los everes khaunzaq o desde la de los hunza acaso algo se les pudiera sacar. O más bien desde la de los tranquilamente uralo-atlánticos livios livonios -ya casi a punto de extinción, y en relación con la de los antiguos estes que finalmente los estonios- si más bien ex-hispana, y puede que ex-tartesia. Especialmente si teniendo en cuenta que entre los hispanoides topónimos livonios, en el báltico oeste de Letonia, está un muy central Talsi demasiado homófono con el Tarsis no menos central de los tartesios hispanos. Incluyendo que tara en la livonia lengua significa huertos, jardines. Y así pues llevándonos a que un tara-tarsios o tartesios pues más bien significará talsios o tarsios hortelanos, fulgurantemente, y no tarsios del sol. Por otra parte, y en paralelo con arcaicos topónimos hispanos metidos entre paréntesis, tenemos los livonios Liepa (Lepe), Marciene (Marchena), Marzsalaka (Malaca, Málaga), Sabile (Sevilia, Sevilla), Tarupe (Taripa, Tarifa), Aluvksne (Alosno), Aloja (Loja), Gauja (Jauja), y etcétera. Lo cual, y con el estonio Tartu que tan homófono del Tartessos, muy bien pudiera llevamos a que los antiguos estes son el etnónimo metido como eteos en los europos eteo­kretos, terminal de los minoicos en la europa isla de Creta en el siglo VI antes de Cristo. O que también metidos en el ast­ de los astyres o astures, y al respecto ellivonio Liubana con el asturio Liébana. O ellivonio annayi con el hispano Anaya. y con o sin el río Anas -finalmente Guadiana- metido dolorosamente en el asunto. Mucho sufijo livonio en -pe o -pa pues al estilo tartesio. Y el asunto parece arrastrar a los lituanos y letones hacia un borroso origen hispano. O un panorama, y espesos todos. O en suma, que del descifrar las inscripciones tartesias pues la base para descifrar las tenebrosas inscripciones minoicas. Las tinieblas.

 

No menos asoma o parece asomar el estes o eteos en lo de los tartesoides y pre-romanos tranquilamente et- porque etmaneos y apuntando acaso hacia un eteo-mainos con su río Maenoba y un eteo-minoicos por donde ahora Sevilla, o que eteo-minoa más bien. Con el -etes de los cunetes y kynetes metido en el lote. Y apuntando hacia que los minoicos de la diosa Europa fueron los kaunios o konios en plan de unos más o menos tartesios cunetes o kynetes, con su portuaria Knossos como puerto de los konios. Y en la que, y en el arqueológico palacio, el salón del trono como un obscuro salón obscuramente olimpo y obscuramente ulunpe y largándole hilo a la lengua vasca. O en fin, con el algo livio estes metido en lo de los algo proto-malagueños kynetes tartesios del gran Gárgoris, pues resulta lógico que para pre-romanos tiempos asomen de proto-malagueños unos libio-phoinikes que más bien unos phoenikes proto-livios. Pero en la livia lengua, o livonia, lo de turo significa dios. Y como que el dios-toro. Y un tyro como variante. Tremendo.

 

 

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