TARTESSOS

 
                                                     

TARTESSOS Y EUROPA

 

  Miguel Romero Esteo

 

 

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9. Donde el substrato georgianos lleva a la ibérica península igual que cementerios de falos


Habría que abordar ahora el haute asunto de si de substrato en el más amplio ámbito tartesio, o las ahora tierras de
Andalucía, están o no están las familias de las lenguas ibero-caucásicas. En su fase precaucásicas evidentemente. Yo estoy en que están. O sea, en que estuvieron. Por de pronto yo algo he rastreado la lengua de los svanos en la prerromana toponimia andaluza, y en la que a veces hasta incluso pues poco menos que pretartesios nombres, o poco más. Y en fin, y por mi parte todo esto no es más que una somera y primera aproximación. O exploración incluida ya en mi sigiloso y bastante musicológico libro sobre Orígenes de Europa y coros de tinieblas —así el título precisamente va— y que publicado hace un par de un años. Allí bastante revuelto va el asunto de los iberocaucásios. O sea, que aquí pues habría como que aclararlo mejor. Y a ordenarlo vamos.


Por de pronto y filologueanda del tema, hay unas cuantas familias de lenguas iberocaucásicas o que meramente caucásicas en la filología corriente y moliente, y dos de ellas e la vertiente norte de su cordillera del Cáucaso, y las otras de en la vertiente sur. Estas dos forman la familia de las lenguas
kartvelianas, en las que la central y con mayor número de hablantes es la lengua georgiana. Y que llamadas kartvelianas porque en la georgiana lengua el nombre del país de Georgia no es precisamente Georgia —esto es un invento de los antiguos griegos— sino Kartvelo. O también Sa-Kartvelo, si con el georgiano -Sa para significar país. En la tal línea, y puesto que los muy metalurgos túbal fueron georgianos, o protogeorgianos más bien, el prerromano y finalmente portugués nombre geográfico de Setúbal remite en directo a significar un sa-túbal y en el sentido de país o ciudad de los túbalos, también llamados tiberenos, y tebiros y no sé si hasta sespiros. O sea, variantes fonéticas de lo mismo en las dialectalmente revueltas hablas de las tales remotas épocas. Y revueltas en tanto que por todas partes y siempre más o menos fonéticamente muy bailadas o flotantes. O pongamos que con fonéticas muy de variantes y variables, dialectalmente o no tan dialectalmente, y puesto queda.


En concreto, y lo dicho, en la vertiente sur, están las kartvelianas lenguas. O sea, la muy central lengua georgiana y muy estrictamente kartveliana. Y en plan de muy arcaicas lenguas de la familia, la lengua de los muy montañeses
svanos al arrimo del gigante monte Elbruz —con sus cantos polifónicos que llegan de tiempos muy arcaicos, con sus muy defensivas aldeas en las que cada casa era una muy alta torre— y el grupo lingüístico de los san o chan con la lengua de los mingrelios al arrimo de los svanos gigantones. Y con la lengua de los lazes o chanos residuales —con la madre del gran Estrabón incluida en el asunto— con sus chanas corridas de toros en sus aldeas, en las montañas turco-asiáticas al arrimo de Armenia —algo más abajo está el altísimo y siempre nevado sagrado monte Ararat, previamente Ururut, y en el que de piadosa tradición el asunto del patriarca Noé y su nave-arca y su diluvio— y que no menos al arrimo de las tierras de Georgia. En fin, de las lenguas de estas gentes y en su fase precaucásica se pueden encontrar todavía prerromanos topónimos e hidrónimos. Valga el sufijo -jet en la lengua svana para los nombres de ríos. O sea, y en concreto, el río Odiel, el río Gabriel, y otros. Por otra parte, el Emeretja mingrelio nos remite al Emérita, que finalmente Mérida, en las atartesiadas tierras túrdulas o túrsulas, y que finalmente Extremadura.


Y valga el que, y como sufijos para de topónimos derivar lo que llamamos nombres gentilicios étnicos o no étnicos, los característicamente muy demasiado georgianos sufijos -
etani y -ulj o que un     

-etanos y un -ulos si castellanizados. Y al respecto lo de turdetanos o tursetanos para significar tartesios. Y lo de túrsulos pues más o menos para lo mismo. O pongamos que para atartesiadas gentes, y puesto queda. No menos pongamos que del tal lingüístico substrato ibero-peninsular misterioso —los vocablos que en los diccionarios etimológicos asoman de origen incierto o así el cuché al respecto— aflora a superficie en la lengua española la palabra susto y que remite en directo al susti en la lengua georgiana y para significar lo mismo: repentino miedo y sobresalto. O valga también el que en la georgiana lengua el nombre de su capital Tbilisi, en torno al millón de habitantes o ya rebasándolos, y que un Tifflis en la fonética aproximativa euro-versión del tal nombre, pues a mí bien me suena al misterioso nombre de Sevilla en hispano-indígena versión prerromana y en paralelo con su no menos prerromano nombre de Hispalis -que las ciudades lo mismo que las etnias tenían tanto un nombre oficial o exoétnico como no menos un endo-étnico o nombre indígena, un sobrenombre en suma— y por vía de un Tsibilia o similar, con el iberogeorgiano -ilisi remitiendo en directo al peninsular ilis ibero para significar ciudad. Con o sin la otra Sevillla en el sureste del Cáucaso —ahora el Azerbeiyán persa— al arrimo del surcaucásico gran lago Urmea, ortográficamente una Zaviye que fonéticamente una Seviye. O la Sevilla de oro porque arqueológicas ruinas en las que exhumados muchos tesoros de oro. Y con el nombre del lago pues que demasiado homófono con el vasco Urumea, que al arrimo de la Donostia más o menos San Sebastián en la española orilla oceánica ya lindando con Francia. Unido el tal pues Tsibilia asunto sevillano a que, y desde la tal perspectiva, el presuntamente arábigo -quivir metido en el bastante arábigo nombre del río Guadalquivir —tras la hipotética y mítica, que no certificada invasión islámico-arábiga a comienzo del siglo VIII, y previamente río Tertis o río Betis— pues más bien parece remitir en directo al kviri georgiano, quedándole lo del Guadal- como añadido arábigo. Al respecto, la georgiana filóloga Kobakhadze, muy especializada en estas arqueologías lingüísticas hispano-georgianas, e incluida la kartveliana lengua mingrelia como lengua-clave ibero-peninsularmente, o cosa similar.


O en fin, concuerda el
-kviri georgiano con lo de que, en los pre-cristianos georgianos, Kviria era el dios grande, el dios-sol. Y ha venido siendo kvira el día grande de la semana, el domingo. Por otra parte, el nombre de Méshketa —la antigua capital georgiana, y corazón de la georgiana Iberia— pues como que remitiendo al vasco Amézketa, topónimo y apellido. Y con o sin meter en el asunto a los ibero-peninsulares y proto-murcianos mesh o meshesh que en plan massienos o mastienos —y alguno llegará a faraón de Egipto— van a damos la lata en próximos capítulos. Ignoro silo del dios Kviria, fálico de la fertilidad, remite a los ibero-peninsulares y fálicos kipos o cipos. Que tan peninsularmente iberos si teniendo en cuenta que según greco-romana fuente ilustre —creo que Diodoro Síkulo— los peninsulares iberos erigían inhiestos menhires fálicos como solemne memorial tras la muerte de un caudillo. Y exhumados arqueológicamente y arriba del suroeste ibero-peninsular —en tomo a la pre-romana Ebura que finalmente la Evora portuguesa— funerarios cementerios de los tales cipos. A veces, enormes y gruesos falos. Y otras veces tranquilamente cipotillos que no sé si en plan de tenebrosa regresión cultural. Pues el asunto de que entre los eburos y los kviros pues muy bien pudiera ser que, y en pre-romanos y tartesios tiempos, el nombre del río Tinto y el muy fundamental río de las tartesias grandes minas del cobre —con el que, y con el estaño, fabricar el no menos fundamental bronce— y que con sus hiberes diferenciados de los tartesios, o al menos así en el siglo VII a.C. y en el massaliota periplo pues fuera igualmente el nombre de río Kviro, igual que con respecto al Guadalquivir. Y con el gutural fonema K evolucionando luego fonéticamente hacia una inicial aspiración gutural en el vocablo, y que con la no menos inicial H en el Hibero y el hiberes pues que muy bien significada. Y por otra parte, y de alguna de sus fuentes, Estrabón recoge el dato de que era de estos hiberes de los que resultó el nombre de Iberia, que finalmente englobó a toda la península y no de los iberos hispanos-orientales con su gran río Ibero, que finalmente río Ebro, y que así sigue.

O sea, que a lo que parece una cosa fueron hiberes y otra cosa fueron iberos. Y así al respecto y diferenciándolos tajantemente algunos especialistas de Historia Antigua, y hasta no hace mucho. O valga que largándoles hilo a los iberos georgianos en su georgiana Iberia en la que la vascoide Méshketa en plan de muy arcaica capital. Y un poco más arriba en el mapa, la larguísima y estrecha garganta roquera e impresionante desfiladero por el que el río Terek -bastante homófono de lo de Teruel y lo del gerundense río Ter— fluye hacia el norte, desde la georgiana región de los hebsuretos y tras nacer al arrimo de la cabecera de un río Argui, con nombre que como que tirando hacia los de los hispanos ríos Arga y Aragón. Desde antiguos tiempos, al tal desfiladero —la única forma de pasar de la vertiente-sur a la vertiente-norte en la cordillera del Cáucaso— se lo ha venido llamando las Puertas de Iberia. Y no sé si por la Iberia georgiana en la vertiente sur o si por los everos o avares de la vertiente norte. O si por ambas cosas, que también ser pudiera. Valga de paso el que para mí yo estoy en que lo de los hebsuretos o hepsuretos, un más o menos jepsuretos fonéticamente, lleva en su nombre al de los legendarios gigantes japetos y por vía de una previa aglutinación consonántica a mitad de un hapsretos o que esto de las fonéticamente intrasladables aglutinaciones consonánticas es muy propio de las caucásicas lenguas. O en fin, que el japeto y legendario gran héroe Prometeo famosísimo —que borrosamente en el ámbito del estrecho de Gibraltar les robó el fuego sagrado a los olímpicos dioses— era el gran héroe de los georgianos hebsuretos pero en su georgiano nombre de gran Amirani, y especie de gran demonio para los arcaicas y georgianas gentes. Sobre poco más o menos el maligno gran dios Ajriman en la religión del fuego sagrado. Que sobrevive en los zoroástricos y ex-persas parsis de Bombay. Y que también campeó en las georgianas tierras en romanos y preromanos tiempos. Y dicho sea de paso, el gran desfiladero de las Puertas de Iberia los romanos -que hasta allí llegaron ejércitos romanos— se lo tapiaron en su tramo más estrecho con una gran muralla de piedra.

 

En fin, y abreviando, que en las caucásicas tierras asoma muchos arcaicos topónimos que también muy arcaicos en la ibérica península. Y que del kartli georgiano, que es el nacional nombre con el que los georgianos se autodenominan en su georgiana lengua, sale un hilo directo que lleva al origen del nombre de keltic o asunto celta pre-gaélico y pre-galo. Con o sin meter en el lote el que variante del muy antiguo nombre Tertis para el río Guadalquivir fue el de Kertis. Y asunto en relación con la muy central Kortypa o Kordypa —refundada por los romanos— y que finalmente Córdoba. O sea, que el nombre de keltic o kertis viaja desde el sur hacia el norte en el Oeste atlántico europeo. Y no al revés, que es lo que académicamente se ha venido perorando. Y parece como que se lo apropiaron los proto-irlandeses gaélicos —y los transpirenaicos galos— y que apropiándoselo siguen con sus fantasmales identidades celtas y músicas celtas. Y que, en cuanto a que celtas, pues más falsas que Judas. En fin, lo del kartli igual al keltic pues lo tomo del filólogo Dr. Karst, profesor emérito en la universidad de Estrasburgo, y muy especializa do en arqueologías lingüísticas. De la introducción a una Historia de Georgia le tomo el tal dato, y del georgiano historiador Manvelichili la tal historia.


No es cosa de ponerme yo ahora a detallar uno por uno los ibero-peninsulares topónimos, en el caso de las kartvelianas lenguas. De la de los lazes y chanos lo ya dicho de que parece largar hilo a lo de los tartesoides ilisos o elisos —la Biblia al respecto— y a lo de los lidios o lidsios en plan de medio-larios al menos. Y de la de los mingrelios el asunto tanto nos lleva al Macarena, que a los mingrelios —los kolkos, en general— también se los llamaba los ager pero a los chanos pues lo de makerones o makarenos. Con probablemente el inicial ma- como acaso deformación fonética del mm- que asoma también en lo de mingrelios, o que son los ibizares en su rama más sureña. Y si el nombre de sus arcaicokartvelianos camaradas, los svanos, parece remitir a un spanos pues algo así también el nombre de mingrelios si tenemos en cuenta que el otro nombre del dios Pan, tan fálico y tan espabilado, era Mendes o al menos en Egipto. Nos lo dice el gran Herodoto tras residir en egipcias tierras y viajarlas mucho, y de acá para acullá. Y el tal nombre pues sobrevivido ha en la ibérica península, tanto de topónimo como de apellido. Y trasparenta que más bien el nombre es un más o menos men-dis y men-dios o al menos así para mí el asunto. Especialmente si teniendo en cuenta que meramente un Mm era el nombre del dios Pan en la lengua egipcia, y en plan de erótico dios muchachuelo y desnudo, y con su infantiloide falo pues pidiendo guerra. Lo que muy bien y etimológicamente debiera llevarnos al substrato de la palabra latina pene pues que igual que un Pan, o cosa parecida. Sobre todo si tenemos en cuenta que a la varonil diosa Atenea, o norteafricana Antinea, en su no menos norteafricana versión de Tinit se la denomina en las bereberes inscripciones la pene Tinit, y con toda tranquilidad. Pero en fin, el asunto no es etimológicamente tan sencillo sino que mucho más liante. Y valga que lo de antinea o remite a diosa Ana de las antas o dólmenes, o lo parece. Las dolménicas gentes ibero-peninsulares tan siniestramente guerreras, y previamente norteafricanas a lo que parece, que no lejos de Argel, y tierra adentro, hay algo así como que treinta mil dólmenes en una llanura. Demasiados. O que la muy guerrera y varonil Atenea pues metida en su dolmen o cueva de megalíticas piedras, y con sólo una sabia lechuza para animarle un poco las obscuridades.


Pero a lo que voy. Y es a que los georgianos han venido asumiendo el sobrenombre de iberos desde no se sabe cuándo, desde más o menos remotos tiempos. Tras convertirse al cristianismo a finales del siglo ifi, luego se van de monacato y monjes por otros ámbitos del Mediterráneo oriental, y en los que —en Jerusalén por ejemplo— fundan sus monasterios de iberos que finalmente pasarán a la iglesia griega. Incluido en el tal asunto un famoso y santo monje, Pedro el Ibero. Se rastrean indescifrables alfabetos proto-georgianos arqueológicamente, y para siglos previos al nacimiento de Cristo. Del siglo IV, el actual alfabeto georgiano, de base a medias entre el alfabeto arameo —en arameo las finales palabras de Cristo en la cruz, era su lengua maternal, y que sobrevive de residual en un par de aldeas en las montañas de Siria— y por otra parte el alfabeto griego. Lo que explica que el más temprano siglo de oro para una literatura europea —y excluidas como caso aparte la literatura latina y la más temprana literatura griega clásica— sea el de la literatura georgiana. O en fin, que el hispano antropónimo aznar remite en directo a la georgiana lengua. Y que en ésta, y en su fase arcaica, lo de iver parece remitir a significar monje letrado, o escriba. Con lo cual lo de los monasterios de iberos se nos queda en letrados monasterios de escribas. O al menos así mis fuentes georgianas al respecto. Claro que el mm- del mingrelios también pudiera remitir al mamo- muy protomalagueño —
Mainóbora, Mamoba, Mainake— y así pues el borroso asunto.


Pero lo más interesante de todo este vistazo rápido a las kartvelianas lenguas —lengua georgiana incluida— pues más bien está en algo bastante insospechado. Y es que éstas —o al menos ilustres filólogos indoeuropeístas al respecto— entran en la gestación de las lenguas indoeuropea. O algo así como que en la inicial lengua-madre indoeuropea. Y es por lo que a los lingüísticamente iniciales indoeuropeos se les ha venido académicamente tratando de situarlos en el más o menos caucásico entorno de las lenguas kartvelianas: el ahora ucraniano-oriental ámbito al arrimo del ruso río Don, o el noroeste ucraniano, o la gran península anatolia entre el Mediterráneo oriental y el Mar Negro, y que ahora la Turquía asiática, etcétera. Y es por lo que a las europeas gentes o raza blanca —las gentes lingüísticamente indoeuropeas, y aparte inevitables mestizajes en su extenderse al ámbito asiático, lo que con el asiático indo las convierte en indoeuropeas precisamente— se las ha denominado académicamente de raza caucásica. Y dando por hecho el que las kartvelianas gentes en particular, y las caucásicas gentes en general, nunca se han movido del Cáucaso, e incluidos los caucásicos alrededores. Pero ante la evidencia —substrato kartveliano en la ibérica península y sus alrededores atlánticos, y tanto toponímico como no toponímico sino que lingüístico en general— de que en su fase inicial y pre-caucásica las kartvelianas lenguas habitaron el atlántico suroeste europeo y sus alrededores, y que lo del Cáucaso les vino encima como asunto terminal, pues que el origen de las indoeuropeas lenguas —en su estadio gestacional, más o menos vinculado a kartvelianas lenguas— pues no hay más remedio que remitirlo al muy amplio ámbito del estrecho de Gibraltar y sus alrededores, incluyendo muy preferentemente todo el muy amplio y africano noroeste atlánticomediterráneo, y con las ahora tierras de Argelia también metidas en el lote, O sea, un panorama.
 

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