TARTESSOS

 
                                                     

TARTESSOS Y EUROPA

 

  Miguel Romero Esteo

 

 

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5. De pálidos proto-griegos hispanos en el asunto de los tartesios

Otro indoeuropeo grupo lingüístico subyacente en el más amplio ámbito tartesio muy pre-romano, e incluso demasiado pre-romano, es el de las lenguas griegas, que fueron varias, con lenguas afines como la lidia, y frigia. Que de Estrabón nos llega que en el océano-atlántico ámbito del río Duero las costumbres hispano-indígenas eran muy demasiado griegas. Y hasta incluso tenían institucionalizados por allí unos hispanos juegos olímpicos muy aldeanos. Y Estrabón —lo dicho, escribe en tiempos del nacimiento de Cristo— nos los detalla muy al por menor. Por otra parte, no muchos años después de morir Estrabón en Roma, el gran Plinio —también en Roma— no menos nos detalla que en el oceánico noroeste ibero-peninsular, en las ahora gallegas tierras de Galicia, había tribus helenas. O sea, griegas. Y sumado esto a lo del Duero, resulta que para pre-romanos tiempos tartesios el más amplio e hispano noroeste galaico y sus alrededores estaban como que borrosamente muy demasiado griegos. Y remitiendo el asunto a ibero-peninsulares proto-griegos muy arraigadamente hispanos. Que si ya va resultando muy dudoso el que los mediterráneo-orientales griegos históricos —los rodios en el siglo D. a.C. y los focenses dos siglos o tres siglos después— llegaran a establecer colonias en las mediterráneas costas de la ibérica peninsular mucho más dudoso y prácticamente imposible el que llegaran a asentarse abundantemente en el oceánico noroeste ibero-peninsular.

 

Por otra parte, está el sospechoso dato de que, en fuentes griegas y tiempos de la gran Grecia clásica unos cuantos siglos antes de Cristo, la mayoría de los grandes héroes de la famosísima guerra de Troya cantada por Homero en si Ilíada maravillosamente —para los pre-romanos griegos de la gran Grecia clásica no era sólo un poema genial sino que un libro de Historia pura y dura, y un libro de geografía con Homero como el primer gran geógrafo— pues resultaron héroes navegantes que vinieron a asentarse en las costas de la ibérica península, tanto oceánicas como mediterráneas.

Pero acaso muy bien pudiera ser que no vinieron sino que de la ibérica península nunca se fueron. O sea, que al igual que Estrabón sugiere que el homérico asunto de la Odisea con su famoso y demasiado oceánicamente navegante gran Ulises— fue más bien un legendario asunto océano-atlántico, y creo recordar que en el germánico ámbito del río Rhin —o no sé si en las Islas Británicas— encontraron las legiones romanas algún que otro altar consagrado a Ulises en plan de dios, y que el genial Homero trasladó el asunto desde el Atlántico al Mediterráneo y lo lió con la famosísima guerra de Troya, pues de la misma manera acaso no menos trasladó lo de Ilíada desde la ibérica península al mediterráneo-oriental estrecho de los Dardanelos. O sea, que lo trasladó de los muy proto-griegos hispanos a los más bien tardo-griegos, a los mediterráneo-oriental y posteriores griegos micénicos y que con nombre en base a la legendaria y ciclópea Micenas famosa del iliádico Agamenón más o menos espesamente legendario. Al fin y al cabo, el nombre de ilión que da título a la Ilíada remite en directo al ilis de los peninsulares iberos para significar ciudad, con su variante en un iris en las lenguas vascas. Y que, desde éstas al menos, un ili-on o iliona —y con lo que pues ya estamos en el vasco-ibero sufijo que asoma en los topónimos Barcelona, Badalona etcétera— pues significa la buena ciudad, en el sentido de la gran ciudad. Y en fin, según reciente tesis doctoral en Estados Unidos —el asunto saltó a páginas culturales de diarios— resulta que, en la homérica y famosísima guerra de Troya, los griegos no les metieron en el puerto a los dárdanos troyanos un hueco gran caballo de madera, y que por dentro atiborrado de griegos guerreros, sino que una gran nave-caballo, con los griegos guerreros metidos en el interior de la nave, en las bodegas. Y eso es lo que sale si echándole finura micro-filológica a las palabras que para el tal asunto emplea el gran Homero. Pero lo que no sale, y debiera salir, es que —y antiguas fuentes varias al respecto, tanto griegas como romanas— las naves- caballos, con su mascarón de proa en plan de gran cabeza de caballo bien tallada en madera, eran las muy tradicionales naves hippoa que caracterizaban y definían a los tartesios hispanos. Con lo de hippoa como nombre que significando precisamente caballo, si teniendo en cuenta que en la lengua griega la palabra hippo significa caballo, y que no es exactamente una palabra griega sino que una misteriosa palabra metida en la lengua griega desde no se sabe qué otra lengua. Yo estoy, o valga como hipótesis, en que —y de alguna muy pre-caucásica lengua ibera— lo de hippoa remite a hispoa y de ahí a un hispona que previamente un hispana sobre poco más o menos, O en fin, que muy antiquísimo sería el nombre de Hispania —finalmente España— para la Península Ibérica, y del caballo como animal peninsularmente definitorio, y muy demasiado característico. Y con razón, que desde a finales del Paleolítico ya se habían merendado a todos los caballos —carne dulce, como la del cerdo y la de la especie humana, y carne fácil— a todo lo largo y ancho del amplio espacio europeo, y los prehistoriadores al respecto. Mientras que, y desde el Paleolítico, el caballo seguía siendo tótem tabú en la ibérica península. animal sagrado, prohibido el matarlo y merendárselo. Todavía en hispanos tiempos romanos había iberopeninsularmente manadas de caballos un poco por aquí y por allá. Me supongo que en parajes recónditos por mitad de las sierras, con yerba verde en las riberas de los riachuelos. O en las costeras y yerbosas lagunetas marismáticas. También al respecto muchas cabezas de caballos esculpidas en paredes de roca, en hispanos tiempos paleolíticos en el ámbito de los Pirineos mayormente. Y no menos, mucho o demasiado caballo en las neolíticas y rupestres pinturas de la hispano- oriental cordillera llamada Ibérica, y que desde la sierra de Albarracín en Teruel, y bordeando las tierras valencianas, bajando va en el mapa hasta finalmente llegar a los macizos montañosos en torno a la granadina Baza. En alguno de los tales macizos —lo dicho— el muy arcaico topónimo Micena que, con o sin algún Agamenón parece como que muy protogriego, O el curioso asunto de que pudiera no sólo haber habido proto-griegos micénicos en la mediterráneo-oriental Micenas agamenónica, al arrimo de Atenas y Corinto, sino que también pues unos muy demasiado mediterráneo-occidentales proto-griegos micénicos en la misma linde oriental de los mediterráneos kyneto-tartesios. Lo cual no tiene nada de particular si tenemos en cuenta que, ya al otro lado de la tal linde y muy tierra adentro, tierras murcianas, estaba en preromanos tiempos más o menos tartesios el muy hortelano gran río Theodoros, con muy proto-griego nombre, un zeodoros fonéticamente. Y del que, por medio de un intermedio "seo goroa" resulta lo de río Segura, que es el terminal nombre del río. Al respecto de los muy pre-romanos y borrosos protogriegos en el oceánico noroeste peninsular, yo estoy en que, y con toda probabilidad el nombre del río Duero, que galaicoportuguesamente un Douros, y atención al vocálico diptongo -ou- que tan griego y al mismo tiempo tan galaico-portugués, pues que debió de ser también y en remotos tiempos un no menos río Theodoros y con toda tranquilidad. En fin, un theos-hidooros para significar literalmente un dios-agua, o dialectalmente un dios-río a lo que parece. Y desde luego, dios-río para los hortelanos. Que a la orilla de los tales hispanos ríos Teodoros parece como que de hortelanos siguen muy tranquilamente y desde los tales remotos tiempos. Con respecto a los proto-griegos micénicos, tanto si mediterráneo- orientales como si mediterráneo-occidentales, lo cierto es que en el blanco y cordobés pueblecito en el que yo nací —y Aipora su nombre en los tartesios o atartesiados tiempos de los pre-romanos túrsulos o túrdulos cordobeses— no hace muchos años tuvieron los arqueólogos un shock: de arqueológicas excavaciones en la más o menos perdida y olvidada Aipora resultaron insospechadas cerámicas proto-griego-micénicas más o menos idénticas a las de la mediterráneo-oriental y proto-griega Micenas del gran Agamenón al arrimo de Atenas y Corinto. Lo cual pues tampoco tiene nada de sorprendente si tenemos en cuenta que Tirinto era el puerto de la tal proto-griega Micenas, pero que también Tirinto fue el más arcaico nombre para la portuaria ciudad mediterráneohispana que luego finalmente Valencia. Lógico, si teniendo en cuenta que en los tales remotos o remotísimos tiempos los marineros puertos eran lagunetas litorales en función de puertos. Y que, en la vasca lengua, intzu significa precisamente laguneta. O en suma, que un Tyrintzu para significar puerto de los tirios. Y con el río Turia por allí al lado, pues sugiriendo un hispano país más o menos hispanosufijadamente turoyano, troyano en suma. Con no menos por allí un Sikyntzu que finalmente Sagunto. Y para significar que puerto de los muy proto-valencianos sikas que a la isla de Sicilia emigraron de sicanos. Y etcétera.

 

A lo que iba, y a lo que voy, o un hilo que se nos quedó colgando. Pero recogiendo previamente que lo de tyrios pues que por más que se lo haya venido asumiendo muy acríticamente como que significando fenicio-cananeos libaneses —y así ya los romanos con su limitado horizonte filológico, y con sus devaneos filológicos, y que al igual que los antiguos griegos pues también eran muy dados a improvisadas filologías muy de andar por casa— lo cierto es que funcionaba de nombre nacional para todas las varias etnias griegas, o al menos así en la Ilíada de Homero, sin ir más lejos. O yéndonos más lejos. Porque no sé si en plan de amplio calificativo caracteriológico-cultural si englobando en el asunto a los terminalmente itálicos etruscos —borrosamente algo ibero- peninsulares en su fase pre-itálica a lo que parece— y en cuanto que eturios y etrurios, o tirenos y tirrenos si dicho de otro modo. Y el colgante hilo, que la misteriosa Kyme en la que nació el gran griego Homero en el siglo VII a.C. o en el previo siglo Vifi —la mecánica variante fonético-dialectal del nombre es Kuma— acaso no fuera la más o menos jónico- eolia Kyme, al arrimo de la Fokaia —nombre que viene de focas, latinamente un Focea— cuyas navegantes gentes descubrieron en los tales siglos a los perdidos y olvidados tartesios hispanos, y con las tales Kyme y Fokaia en la egeo-anatolia costa —ahora finalmente turco-asiática como sabido es— que algo por encima de Esmirna, y algo por debajo de la famosa gran isla de Lesbos y sus lesbias gentes, sino que acaso más bien hubiera nacido Homero en la temprana colonia griega de Kyme, luego Kumas o Cumas, en la todavía no bahía de Nápoles, en el Mediterráneo occidental. Antes o después de que los griegos fokaios o focenses les hubieran arrebatado a los transpirenaicos iberos hispanos en las bocas del río Ródano la muy portuaria ciudad de Massalia —prácticamente una amurallada Massalión o Massaliona— que luego y finalmente Marsella, tras previamente haberle sonsacado bastante plata al tartesio-oceánico gran rey Argantonio. Claro que no menos el gran Homero, tan escurridizo y misterioso, muy bien pudiera haber sido un proto-griego hispano reciclado de griego mediterráneo-oriental, o al menos pre-napolitano, y que hubiera nacido en la tartesia y proto-griega Kyme o Kumas —a la misma orilla del originario cogollo de los tartesios— y que luego y demasiado terminalmente el sevillano pueblecito de Camas. Y vistas así las cosas, el no menos sevillano pueblecito de Azanaque pues remitiendo a una muy pre-romana y tartesia Atenake, en plan de una pequeña e hispana Atenas.

 

Y al respecto, el que en las legendarias y protoirlandesas epopeyas gaélicas —en alguna de ellas va una especie de muy completa Protohistoria de la ibérica península— salga una más o menos borrosamente ibero-peninsular Atenas. Que no sé si olvidado y previo nombre para la finalmente Sevilla, si teniendo en cuenta que el pre-romano y acaso bastante tartesio nombre de Híspalis para Sevilla —lo de tartesio porque, lo dicho, para el ahora finalmente río Guadalquivir el más antiguo nombre no fue el de Betis sino el de Tertis— pues que probablemente más bien un más completo y previo Hispán-ilis. Y con el Hispán pues remitiendo al borroso Hispán que, y como sobrino del proto-griego y norteafricano gran Hércules, o gran Herakles más bien, asoma en alguna escrituraria fuente de la antigüedad mediterránea, romana si por más señas. Y que los especialistas en la ibero- peninsular Historia Antigua pues han venido asumiendo como información apócrifa y muy poco de fiar. Pero con lo de que a las ciudades que fundando fue el griego-macedonio gran Alejandro Magno se las nombrara Alejandrías o Alejandretas, pues no tiene nada de particular el que a la ciudad que fundara el tal apócrifo gran Hispán pues que se la nombrara Híspalis. Y todos, pues tan contentos. O no sé si el tal apócrifo gran Hispán muy en plan de caballistas y caballos. Y por eso y etimológicamente pues Hispán. Por otra parte, el muy hipercrítico Estrabón recoge que el nombre de Hispania se originó para nombrar precisamente el ibero-peninsular suroeste oceánico, o cuadrante suroeste, en que de algún modo entra Sevilla. Y que pues nombrarse así porque, y en la lengua griega, una especie de sphen o cuña que se adentraba temerariamente en aguas oceánicas. Bueno. Aquí también habría que incluir el que en las legendarias historias de los mediterráneo-orientales y protogriegos micénicos el paraíso de sus dioses, los famosos Campos Elíseos, estuviera en el sur ibero-peninsular —y también los inflemos, con los famosos e infernales ríos Leteo y Erebo, tan en territorio tartesio— y allí iban las almas al morir sus griegas gentes. Lo cual, y antropológicamente, significaba que por allí estaba el originario país de sus antepasados. De acuerdo con ello, el bíblico asunto de que —libro del Génesis, en la Biblia— el gran Yaván, un nieto del Noé del diluvio, fue el padre de las mellizas Elisa y Tarsis. De los tartesios, y de los enigmáticos elisos, a juicio de los biblistas del tema. Con lo del Yaván —y siguiendo de los biblistas— pues llevando hacia proto-griegos yavanios o yavonios. O sea, los protogriegos jonios. Que fonéticamente yonios más bien. O en suma, los antiguos griegos pues unos muy tardo-griegos con respecto a los muy tempranos proto-griegos hispanos, y que bíblicamente padres yavonios de los tartesios. Lo cual pues que tampoco está nada mal.

 

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