TARTESSOS OFICIALISTA

 

                                                     

LA "GRAN ADIVINANZA" DE TARTESSOS

ícono del sol

CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA MÁS ANTIGUA DE OCCIDENTE

 

 

  Editorial Almuzara

 

 

 

NOTA A LA PRESENTE EDICIÓN.

§ (La materialización del mito) El mito ha contenido siempre en su génesis la aspiración de ser un estímulo eterno. Tartessos ha sido un mito desde los tiempos en que los griegos decidieron ver en ese occidente monopolizado por fenicios una especie de país de la felicidad. Desde entonces, tiene esa dimensión casi fabulosa que ha engrandecido su leyenda. Este fenómeno ha podido pesar como una losa en la investigación sobre su realidad histórica, pero también ha dado alas a determinada intuición, con sus lógicas desviaciones, capaz de reavivar los fuegos más apagados y espolear las pesquisas hasta el día de hoy, cuando Tartessos es ya una realidad; una historia mítica materializada desde los yacimientos en Los Millares de Almería hasta el Algarve portugués. Este libro, y la apuesta sobre Tartessos del historiador alemán Adolf Schulten (1870-1960) en la totalidad de su obra, así lo atestiguan.

La intuición es un fenómeno que no deja de lograr grandes efectos a pesar de albergar lo errático como uno de sus componentes intrínsecos. Este libro y, concretamente, la edición que hemos seguido (la primera en español a sólo dos años de la publicación original en alemán), es la expresión máxima de ese tipo de intuición en el caso de Tartessos; una intuición erudita y empecinada que puso la cota principal para que la aplicación científica diera con la idea más ajustada que hoy tenemos de esa forma de civilización pionera de Occidente.

Schulten no hizo más que dar una primera respuesta a una necesidad acuciante. Tartessos empezó a ser una laguna perentoria del conocimiento en el fragor del neoidealismo de corte positivista de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Cómo no abordar la que se supone la más antigua y brillante civilización del Occidente y la única gran creación política autóctona de la Península Ibérica. Desde ese momento, Tartessos empezará a abandonar un camino histórico preñado de mito y tomará las dimensiones históricas y arqueológicas que nos llevan al estado actual de la cuestión. Podemos imaginar la situación de Schulten en el momento de emprender sus campañas en el territorio tristemente virgen de la Hispania arqueológica: Tartessos es quizás la última y más brillante civilización urbana protohistórica y para investigar sólo se tenían las fuentes literarias (bíblicas, griegas y latinas), en las que Schulten demostró una consumada erudición y maestría, a pesar de sus libertades traductoras; y el territorio andaluz, arqueológicamente virginal. Si bien Schulten basa casi todo en las fuentes textuales, es el primero que da cuenta de la limitación que supone la reconstrucción de Tartessos sólo con la literatura y buena prueba de ello son sus infructuosas campañas, cerca de treinta años de dedicación, para localizar la urbe principal de Tartessos, la soñada ciudad-estado, apostando con resultados negativos por una ciudad en una isla en la desembocadura del Guadalquivir.

Hoy Tartessos tiene todavía muchos cabos sueltos pero podemos dar por seguro su existencia como emporio comercial con los fenicios desde finales del segundo milenio a.e., sus influjos orientales (una fuerte influencia fenicia que ¿pudo trocarse en dominio, en el Tartessos fenicio?) que finalizan en torno a la caída de Tiro a manos asirias en el 700 a.e., cuando Tartessos se gira a la influencia griega tras las expediciones focenses y la creación de sus colonias costeras para sus travesías de cabotaje por el Mediterráneo. Su mayor prosperidad, por ahora, podemos situarla entre el 700 y el 500 a.e. Podemos pensar en una civilización del suroeste occidental, desde Cartagena a la desembocadura del Tajo; posiblemente un grupo de jefaturas que formaban una organización política en torno a la riqueza mineral: una organización tan avanzada como para asociarse a las primeras expediciones fenicias, ser buenas receptoras de su influencia y hacer que los propios fenicios no siguieran la expansión de sus colonias costeras (¿qué otra explicación tiene que no llegaran más allá de Cádiz?). Su localización más concreta viene siendo el eje actual Huelva-Guadalquivir aunque ya se han apuntado tesis de una posible centralidad más al extremo suroeste, en el actual Algarve portugués. Lo que sabemos acredita una sociedad bastante organizada y estable que fue capaz de atraer a fenicios y griegos durante cinco siglos y, finalmente, certifica su condición de «país de prosperidad»

§ (Antigua Jauja y lejano oeste) Desde nuestra más remota historia nos hemos empeñado en situar el quimérico mundo de la felicidad humana a oriente o a occidente, con una ligera tendencia a esto último, todo hay que decirlo. Nunca en nuestro lugar propio. Hoy, esos mundos más bien se desplazan temporalmente, al pasado remoto o al pasado momentáneo que nos aleja de la rutina, pues poco espacio terrenal nos queda por descubrir. Sin embargo, cuando quedaban zonas por explorar en el planeta podíamos pensar en una «jauja» física que descubrir en nuestro mismo presente.

Tartessos simbolizó una tierra de promisión (longevidad, riquezas agrícolas y minerales, etc.) cuando Occidente era el quimérico «lejano oeste» de la Antigüedad. La mención de Tarsich en la Biblia tiene una clara identificación con una especie de valle de Jauja de las riquezas en metales, con lo que ello suponía en ese momento histórico. Aunque sus descripciones son muy incidentales, sí que deja clara su ubicación en Occidente y, algo más curioso; que siendo un país paradisíaco, también puede ser un refugium peccatorum, es decir, un lugar de emigración de expatriados y huidos (jonás, al eludir el castigo de Jehová pretende huir con meta en Tartessos y esto se repite con otros personajes e incluso con los griegos (los focenses podrían haber emprendido buena parte de sus numerosas expediciones para huir del vasallaje persa).

Los griegos conocen Tartessos por el contacto con los fenicios. Comienzan a sentir la necesidad de explorar un rico occidente hasta ahora monopolizado por los fenicios. Una posible causa del halo de misterio y leyenda de Tartessos en el mundo griego se basa precisamente en el secreto y capitalización de conocimientos sobre éste por parte de los fenicios. Los griegos posiblemente construyeron un mito desde el celo fenicio por mantener a buen recaudo su monopolio. Tardarán siglos en descubrir oficialmente Tartessos, con la no menos mitificada expedición del navegante Kolaios. Su viaje causó sensación, al estilo de los míticos argonautas o las hazañas de Hércules. Una vez más parecía materializarse el mito.

Finalmente, y esto no es fábula, este próspero mundo occidental tan ansiado, que fue capaz de electrizar las mentes orientales y emocionar el racionalismo griego, nos deja una herencia mucho más pobre de lo que podríamos adivinar con un pasado tan brillante. El propio reino de Tartessos, por su riqueza material considerado el más culto de toda Iberia, con amplios dominios y una avanzada organización política y religiosa, aunque ha dejado sus huellas, quizás anunciaba otra historia antigua diferente de la que conocemos, aunque ya sabemos las pasadas que juega la Historia.

§ (El periodo orientalizante y la actualidad de Tartessos) Desde siempre nos hemos preguntado hasta qué punto es oriental esta cultura tartésica y por qué tildarla de exótica si puede estar en nuestros orígenes y ser conformadora de nuestra cultura actual.

Incluso una de las míticas dinastías fundadoras, la de Gargoris y su sucesor Habis, es, a juicio de Julio Caro Baroja, un complejo típico del mediterráneo oriental. Hasta tenemos dudas sobre el origen lingüístico de los sufijos en -essos, -issos, -assos y -usus. Todos ellos han sido puestos en relación con la llamada lengua luvita, de origen indoeuropeo y serían una forma de contacto con el griego más arcaico. Nuestra historia oriental puede ser realmente nuestra protohistoria directa y no una influencia exótica. Por otra parte, y bien supo verlo el propio Schulten en la conclusión a este libro, «dada su temprana relación con el Oriente, Tartessos sería también de provecho indudable para la historia de la cultura oriental».

Antes del año 1000 a.e. los fenicios consiguen descubrir y regularizar el comercio occidental de forma monopólica (inicialmente con estaño, más tarde con la extensión a otros metales y, finalmente, con el predominio de la plata). La fuente bíblica nos dice que Salomón fue el primero en utilizar la «nave de Tarsich», es decir, el gran comprador de las importaciones fenicias y el promotor indirecto de la primera flota comercial fenicias en este sentido. La bibliografía al uso justifica la fundación de Gadir como el eslabón necesario para la implantación fenicia y su «dominio» posterior en Tartessos. Pero el extracto oriental de la civilización tartésica se basa ya en hechos palmarios, en conclusiones de la arqueología más avanzada, y pocos podrán negar la existencia del «periodo orientalizante».

Aunque podamos entablar un debate sobre dónde emplazar la centralidad de los hallazgos sobre Tartessos (pues la confusión de un origen mítico y literario ha llevado a interminables polémicas para enaltecer a determinados centros urbanos, por sus distintos hallazgos arqueológicos, con un origen tan prestigiado como el tartéssico), es la aparición del tesoro del cerro del Carambolo, situado en la población sevillana de Camas, el hecho que materializa con más fuerza el mito de la cultura tartésica. En el sentir general, inoculado de mito hasta niveles insospechados, estaba aquello de que, al ser fruto de una casualidad (las obras para remover terrenos de una sociedad recreativa de tiro del pichón), realmente «Tartessos se manifestaba». Lo cierto es que Tartessos dejaba de ser mito para convertirse en complejo e ítem de la arqueología.

Sobre los nuevos hallazgos, también transidos por las costumbres de los nuevos tiempos -la construcción de un complejo hotelero-, surgen nuevos resultados de las labores de supervisión arqueológica, en principio realizadas con fines preventivos pues se suponía agotado el yacimiento. Los trabajos de Álvaro Fernández Flores y Araceli Rodríguez Azogue, de los que esta editorial tiene en preparación su proyecto de publicación, arrojan algunos datos muy definitivos que cito de manera muy ligera. Se han excavado 5400 m² y se ha «manifestado» una realidad muchos más compleja de lo que las propias investigaciones nos «dejaron ver» durante la arqueología desarrollada en la segunda mitad del pasado siglo.

En la cima del Cerro, que por aquel entonces dominaba el antiguo estuario del Guadalquivir, se levanto en el siglo IX a.e. (fechas conseguidas por análisis de Carbono 14) un complejo religioso de carácter monumental de clara influencia oriental, cuyo uso se prolongará hasta el tránsito del siglo VII al VI a.e. Durante estos siglos se suceden varios edificios. En el periodo de mayor esplendor este complejo llegó a adquirir una superficie de 4.500 m2; poseía una gran plaza que daba acceso a un pórtico pavimentado con conchas marinas que ocupaba toda la fachada del edificio (aproximadamente 40 metros de largo) a través del cual se accedía al interior del edifico. La complejidad arquitectónica del edificio así como la riqueza y variedad de los materiales encontrados en el Cerro del Carambolo son prácticamente únicos en el Occidente Europeo, lo que ha llevado a buscar paralelos en la zona oriental, principalmente de la costa Sirio-Palestina, encontrando algunos ejemplos similares de santuarios dedicados al culto del dios Baal y la diosa Astarté Se esboza así un nuevo panorama para la interpretación de Tartessos. La construcción de un santuario en esta zona, con cronologías similares a las de las primeras colonias fenicias de la península, parecen ponerlo en relación directa con la ciudad de Spal (Sevilla), por lo que podría tratarse de un santuario y enclave de poder vinculado a la ciudad. Enclaves, ambos, que controlarían el estuario del Guadalquivir y por tanto el tráfico fluvial de uno de los principales ejes vertebradores del territorio andaluz.

§ (Interludio taurino) En ese santuario del Carambolo se disponía un altar en forma de piel de toro extendida pintado en color rojo intenso en el que la huellas de fuego revelaban la realización de rituales. Ni qué decir tiene la importancia de la simbología taurina en nuestra conformación cultural, pero ¿es la importancia del toro en nuestra cultura de extracto oriental? En un artículo reciente (véase «La imagen del toro en Tartessos» en REVISTA DE ESTUDIOS TAURINOS, núm. 18, dedicado a «Toros y Arqueología», editado por Fundación de Estudios Taurinos, Sevilla, 2004), Jorge Maier ofrece un brillante resumen de la adopción de la simbología divinizada del toro en el periodo orientalizante de Tartessos, partiendo de los numerosos hallazgos arqueológicos de origen fenicio y tartéssico  en los Millares en Almería, en los Alcores de Carmona, Camas (Carambolo), Alcores de Sevilla (Bencarrón), Córdoba, Cádiz (el Cerro del Prado en Algeciras, Porcuna en Jaén, Extremadura (Cancho Roano), Albacete (Pozo Moro) y la zona fronteriza entre la sierra de Aracena en Huelva y Portugal (Safara), etc.

Los fenicios debieron hacer una selección de las simbologías propias más adaptables a los nuevos territorios en los que penetran, es decir, eran símbolos que podían ser entendidos por realidades religiosas ya existentes. Esta simbología se desarrolla más bien como emblemas asociados a divinidades y, en el caso del toro (seguramente expresión de BaaI), claramente lo parece a divinidades relacionadas con los ciclos vegetativo y agrícola y con conceptos atmosféricos (lluvia, vientos, tormenta). La simbología taurina oriental encontró buen acomodo, en materia religiosa, en el suroeste peninsular desde la penetración levantina pero, y esto es muy importante, también en materia socio-política. Y Tartessos  puede ser buena muestra de ello. El toro, en sus múltiples formas descritas (sentado, comiendo flores, su piel extendida, etc.), es un emblema de acompañamiento y representación de las deidades.

Esa era su finalidad. Pero estos hallazgos demuestran que también hubo una relación como expresión de poder del toro divinizado y la monarquía tartésica orientalizante.

§ (Las fuentes literarias y la ciudad sumergida) Inciden en el mítico, y ahora ya constatado, pasado de esplendor de Tartessos diversas fuentes. Son las revisiones de la fuentes clásicas desde finales de la Edad Media las que hacen resurgir el reino mítico de Tartessos. Las fuentes bíblica y griegas y latinas, debidamente removidas, ligan el nombre de Tartessos a la imagen del primer reino y ciudad-estado de Occidente.

Las culturas helénica y romana se dejan atrapar por la atracción del mito de Tartessos cuando esta ciudad-estado de la felicidad ya se ha desvanecido en la realidad histórica (Poseidonio, Artemidoro o el poema latino de Rufus Festur Avienus ya del siglo IV d.C. y basada en el Periplo, que sí fue contemporáneo de Tartessos). De forma algo simplista podemos decir que el Renacimiento retomó la versión bíblica de Tartessos, y en los siglos XVIII y XIX pesaron más las fuentes griegas y latinas, pero todo seguía siendo una especulación. Es más que curioso que, precisamente en un momento tan idóneo como el pleno romanticismo, descansara la especulación sobre Tartessos e incluso se negara la posibilidad de su ubicación en el occidente que siempre le ha pertenecido.

El producto literario sobre Tartessos hace que este hito histórico haya sido y sea un problema sin igual de nuestra historia primitiva. En el momento previo a la llegada de Schulten no se había dado con soluciones más allá de otear horizontes con intuiciones eruditas. Posiblemente la desaparición histórica de Tartessos, fechada sobre el 500 a.c., haya hecho que aumentara su prestigio quimérico al mismo tiempo que desdibujara su verdadero contorno. Desde la erudición renacentista y clásica española se sumaba otro posible mito, la desaparición catastrófica bajo el mar, buscando identificar Tartessos con la Atlántica platónica o la Scheria homérica.

Schulten, de la mano del poema de Avienus, sucumbe a la atracción de mito de la ciudad sumergida para certificar su teoría de ubicación de la ciudad-estado de Tartessos en una especie de isla fluvial entre varios brazos de desembocadura del Guadalquivir; concretamente a unos 10 km hacia el interior de la desembocadura del Guadalquivir se situaría, sumergida entonces bajo el agua, la que fue primera ciudad-estado de Occidente.

Una vez más vemos en Schulten la lucha entre el razonamiento metodológico y la fascinación sentimental por el correlato a lo leído, y mientras decide que sucumbió sumergida, realmente hace emerger Tartessos. De ahí su proeza. Schulten es el principio de una reivindicación de Tartessos como tema de investigación pero también puede considerarse como el final de un modo de enfocar la cuestión, es como el colofón al terreno de la intuición erudita y literaria surgida de la atracción permanente que ejerce el mito.

§ (Schulten) Adolf Schulten quiso emular con Tartessos a Schliemann, descubridor de Troya, y resucitó el viejo mito de Tartessos con la obsesión de localizar su principal asentamiento urbano. Llega a decir Schulten que «sólo cuando Andalucía haya encontrado su propio Schliemann revelará el arte tartesio su esplendor repentinamente y en forma sorprendente como Troya o Creta». Existe una autobiografía de Schulten cuya traducción española contó con añadidos especiales a la edición alemana, de 1939, donde incluía los últimos años de investigaciones en la España franquista: se tituló Adolf Schulten: Cincuenta y cinco años de investigaciones en España (¡953). Sin duda, Schulten sueña con ser el Schliemann de España y estuvo totalmente vinculado a ella, aunque de forma algo singular. En el año de su muerte, el arqueólogo español Antonio García y Bellido le dedicó un largo artículo necrológico (en ARCHIVO ESPAÑOL DE ARQUEOLOGÍA, 33, n 101-10233, de 1960, pp. 222-228) donde ofrece un buen resumen de su vida.

La iniciación a la investigación histórica sobre el terreno le llega a Schulten a los 24 años, cuando disfruta de una beca del Instituto Arqueológico Alemán para conocer Italia, Grecia y el norte de África. Como hemos indicado, el de «africanista» parecía ser el seguro destino de Schulten en su actividad investigadora. Pero en 1899 realiza su primer viaje a España, muy a la romántica, y vuelve en 1902, ya interesado directamente en las ruinas de Numantia e intuyendo cierta lastimosa virginidad de España como terreno de investigación de la Historia Antigua. Entre 1905 y 1914 culmina sus primeras campañas y produce su monumental primer tomo: Numantia. Ergebnisse der Ausgrabungen 19°5-1912, publicado por la casa Bruckmann de Munich en 1914. Como trabajos preparatorios de su volumen sobre Numancia son sus artículos sobre España en las fuentes de Polibio y Poseidonios y el Hispania. Este último, que está fechado en 1912, fue publicado en España en 1920 y Schulten lo había publicado en Alemania (1913) en el volumen correspondiente de la Enciclopedia Pauly-Wissowa, ha sido considerado un trabajo que dejaba clara la todavía insuficiente preparación científica de Schulten, sobre todo, teniendo en cuenta trabajos similares y muy superiores de otros autores en aquellos mismos momentos y su posterior producción personal, mucho más asentada.

En el intervalo de la Primera Guerra Mundial también da a la prensa su artículo sobre Viriato, y al poco de finalizar la misma, Schulten vuelve de inmediato a España. Tiene intuiciones de lo que le espera en España tras sus primeras estancias y empieza a centrar su interés primordial y principal en Tartessos. Este interés nace del proyecto de preparar la edición crítica de la Ora Marítima de Avienus, sufragada por mecenas catalanes y el Instituto de Estudios Catalanes hacia 1919. Este estudio bibliográfico y su investigación sobre la costa mediterránea española hacen que Schulten tope con Tartessos y surja su gran intuición al abrigo de la literatura, el mito y el terreno, tres ingredientes fundamentales de su obra. Los trabajos de Schulten sobre la obra de Avienus y sobre Tartessos son paralelos incluso en los productos publicados en el tiempo y forman el embrión de la que se considera cumbre de toda la bibliografía sobre España de Schulten, las Fontes Hispaniae Antiquae, una obra monumental, en proyecto de 12 volúmenes. La última obra de Schulten sobre Hispania, y quizás la que ofrece su visión más clara e imprescindible para todo buen conocedor de la Historia Antigua de España, es su lberische Landeskunde, de 1955, en dos tomos y de la que disfrutamos en español traducida como Geografía y etnografía antiguas de la península ibérica y publicada por el CSIC en 1959 y 1963 con la dirección del propio García y Bellido.

Tras la obra schulteniana hay un reguero de alusiones a la rigurosidad de sus formas de trabajo y a sus ligerezas y errores (es conocida su generosa mano en las traducciones del griego, etc). Posiblemente todo forma parte de un modo de historiografía, de raíz anglosajona, quizás poco entendida en latitudes latinas, que empieza por constatar lo obvio y pretende siempre sentar bases, aunque partan de intuiciones que, por erróneas, no dejan de ser auténticas espoletas a la investigación y literaria mente muy atractivas. Schulten era más historiador socio-económico y militar, siguiendo a su maestro Mommsen, y era más un filólogo que un arqueólogo. Ni tan siquiera era numísmata o epigrafista. Posiblemente su método cuando alude a estas materias era el de encauzar sus intuiciones a la consulta de colegas especializados. Es posible que Schulten encontrara en la Península Ibérica un terreno inmenso y virgen y que diera rienda suelta a su «característico narcisismo», hasta el punto de tratar con especial desdén a la producción española que ya intentaba ponerle algunos puntos sobre las íes.

García y Bellido llega a hablar de una «literatura antischulteniana» debida a sus denodados esfuerzos por mostrarse como el descubridor de Numancia, una aspiración que resultaba a todas luces ya imposible.

Sin embargo, en el debate sobre Schulten, parece haberse perdido de vista que el propio historiador era mucho más consciente de sus propias limitaciones de lo que algunos han creído y que ese «su característico narcisismo» no le impedía ver con clarividencia el objetivo de su propia obra cuando afirma en la introducción:

«El presente libro se propone ordenar las confusas referencias de Tartessos que nos dan los autores antiguos y modernos, sacar del olvido el viejo nombre y, en lo posible, impulsar al descubrimiento de la famosa ciudad. Su autor ha estado ya varias veces en la desembocadura del río Tartessos -Guadalquivir- buscando la Vineta española. Sus esfuerzos no han sido todavía coronados por el éxito; pero ésta no es razón para abandonar la empresa, sino un acicate más para proseguir en ella. Y si a él mismo no le fuera deparada la fortuna de encontrar la vieja Tartessos, acaso estas páginas indiquen a otros la ruta segura. Lo que importa es el éxito, no quien lo obtenga. Pero aun cuando no se lograse desenterrar la ciudad sepultada, su antiquísima cultura, y sobre todo su importancia en la historia antigua de Occidente y aun de Oriente, irá apareciendo cada día más clara merced a los descubrimientos arqueológicos. Si entonces muchas partes de este libro resultan superadas, habrá el autor realizado su propósito de fomentar las investigaciones. "Que nuestra ciencia es un fragmento y nuestras profecías son fragmentos, y cuando llegue a la perfección, entonces habrán acabado los fragmentos"».

A todas luces verdadero, Schulten halló y supo ver, intuir, un terreno virtualmente intacto y demostrado queda con el caso de Tartessos, pues, a pesar de tantos errores, que incluso llevaban a perpetuar el mito contra el que ya se luchaba denodadamente, sin el empecinamiento del historiador alemán por encontrar la capital de Tartessos no estaríamos en el mojón del camino en que hoy nos encontramos.

§ (El Tartessos de Schulten) La procedencia cronológica y cultural de Adolf Schulten es positivista pero también, y esto es importante, tardo-romántica. Ese idealismo está muy presente en su acercamiento inicial a España. Tras la guerra mundial, su pensamiento es susceptible a las corrientes neorrománticas marcadas por la conflagración y necesitadas de nuevos ideales para la «reconstrucción» de un Occidente decadente: en el ámbito de la historia antigua surgen artículos y libros que barajan la Atlántida, Tartessos, Troya, el mito hercúleo y demás elementos de la construcción mítico-histórica del occidente europeo. Todo Occidente vuelve a ser, a través del mito, un vergel lleno de islas paradisíacas y riquísimas de las que los griegos daban abundante información. Son los años en que Spengler desarrolla su teoría de la decadencia occidental.

Hasta Ortega y Gasset escribe en esos años Las Atlántidas. Y no debemos dejar de lado dos cuestiones que ponen a Ortega como promotor de la obra que aquí nos ocupa: tras su salida en Alemania en 1922, Tartessos de Schulten conoce una primera edición en español casi de inmediato, en 1924, publicada por REVISTA DE OCCIDENTE y con la traducción del entonces discípulo de Ortega y futuro filósofo Manuel García Morente.

Esa temprana edición, qUizás incluso precipitada, ha servido de base a ésta que presentamos aquí. La edición original se publicó en Hamburgo, en 1922, con el título Tartessós Ein Beitrag zur tiltesten Geschichte des Westens. En esa edición española Schulten revisó la traducción, rehizo el capítulo noveno y agregó su mapa de la región de Tartessos. Hacia 1945, Schulten realiza una segunda edición de esta obra, algo mejorada y ampliada por el paso del tiempo pero sin cambios sustanciales. Más tarde, sigue escribiendo sobre el tema diversos artículos. Esta ingente producción deja claro que desde los años veinte Schulten tenía entre sus prioridades el tema tartéssico  y que buena parte de sus cincuenta años de investigación sobre terreno de Hispania habían tenido a Tartessos como cabecera.

§ (Nuestro Tartessos) Esta editorial tiene en preparación la publicación de varios proyectos sobre lo tartéssico  que demuestran las tesis actuales y cierran definitivamente una forma de enfocar la cuestión en la que, sin embargo, mucho tiene que decir la aportación schulteniana como pórtico necesario. De alguna manera, esta edición es conmemorativa, abre un ciclo de publicaciones. Y qué mejor manera de hacerlo que con el libro que inició esa reivindicación de la investigación profunda, aunque, en su momento, el historiador no pudo, o no tuvo más remedio, que rendirse a la fascinación del mito.

Quizás una de las motivaciones para basamos en esa primera edición, llena de intuiciones y errores míticos (¡por qué no decirlo!), haya sido el que, a través de su lectura, comprendiéramos que de ella, sin duda, surgió «la gran "adivinanza" de Tartessos». Schulten iluminó vastos horizontes en la historia antigua española pero su producto literario también cayó en gracia debido a la amenidad y misterio que acompañaba a estos temas en los momentos de su publicación. El «hallazgo» de Tartessos en los años veinte atrajo y sigue atrayendo la atención de gran número de lectores y sus sucesivas ediciones así lo acreditan, además de la continua y casi inmediata labor de traducción de su obra más asequible. Este Tartessos que hoy presentamos en nueva edición sigue siendo un auténtico y pionero best seller de la Historia.