TARTESSOS

 
                                                     

FORMAS DE ORIGEN ATLÁNTICO EN EL ARTE RUPESTRE

 

 

DEL SAHARA ESPAÑOL(*)
 

 

  RODRIGO DE BALBIN BEHRMANN

 

 

 


 

La presente comunicación se refiere a una parte de mi tesis doctoral, enfocada ésta a la realidad de conjunto del arte rupestre en el Sahara aún español. Materialmente fue conseguida a partir de tres expediciones científicas que realicé en los inviernos de 1970 y 1971, y de siete años de trabajo de laboratorio, todo lo cual ha producido un amplio elenco cuya publicación esperamos conseguir próximamente. Tratamos ahora de dar a conocer algunos aspectos de la realidad rupestre de nuestro Sahara, pertenecientes a la ultima parte de su desarrollo artístico, por ser ésta la que en el Norte de África mayor comunidad de caracteres ofrece con la Península Ibérica y la Europa occidental, demostrando una relación cultural generalmente mal conocida e incluso desconocida por lo que respecta a nuestra zona.
 

Existen en el Sahara occidental español dos provincias de interés, la norte y la sur. La primera posee una cuenca fluvial bien construida en torno a la Saguia el Hamra, es accidentada en su constitución y posee una acumulación importante de manifestaciones artísticas; la segunda es mas seca y más llana, y carece de accidentes geográficos de importancia. En ambas conocemos la presencia de grabados correspondientes a fases finales petroglíficas, pero hay una concentración singular constituida sobre el Uad Asli, afluente de la Saguia, con un total de 1.288 figuras, mayoritariamente pertenecientes a esta época y demostración de un interés cultural especial. Los dos yacimientos que componen este grupo, son al mismo tiempo los más grandes que conocemos en nuestro trabajo, y se organizan sobre dos lomos paralelos de pizarra que surgen del interior del cauce fluvial a lo largo de una considerable extensión, índice de la cual son los tres kilómetros largos que mide de longitud el mayor de ellos, Asli Bu Kerch, y el kilómetro pasado que mide el menor, Asli Gardega. Su proximidad geográfica es grande, pero el hecho de que sean accidentes distintos de terreno y el conocimiento de una nomenclatura particular para cada uno de ellos nos ha conducido a separarlos en nuestro sistema y consideración.

Presentan ambos, y también el grupo de Smara, conseguido con toda probabilidad a partir de materiales del rio Asli, una variedad amplia de elementos piqueteados de aspecto petroglífico, distribuidos del siguiente modo: agregaciones circulares, ancoriformes, ángulos, antropomorfos(
fig. 3 a) , arboriformes, baculiformes, elementos circulares piqueteados (figs. 1) , (fig. 2 a y b), (fig. 3 b); (lám. I), (lám. II b), claviformes, cruciformes, cuadrúpedos, espirales, esteliformes, faliformes, filiformes (fig. 1), flechas, formas onduladas, fusiformes, hachas, líneas horizontales cruzadas, ídolos oculados (fig. 2 a), lanzas, líneas paralelas, puñales serpentiformes, soleiformes, tridentes, formas de uve doble, y griega y zig-zags. Las figuras animales y humanas suelen ser bastante esquemáticas, aunque existen ciertos tipos como focas e insectos (lám. II a), claramente reconocibles y exclusivos del momento. La mayor abundancia corresponde a los objetos circulares, bien encerrados en línea o compuestos por una mera agregación de puntos; son también abundantes los esquemas simples filiformes o los dotados de forma de herradura. El resto de las formas es regular o escasamente abundante, aunque más o menos indicativo según los casos, sin dependencia exclusiva de su proporción numérica. Poseemos, por ejemplo, armas, ídolos y esteliformes cuya relación atlántica es evidente y fundamental a la hora de establecer comparaciones morfológicas, y cuya cantidad es siempre escasa.

 

Todo el conjunto cita no se encuentra aislado ni puro, sino en continua relación con las consecuciones saharianas de época cabalina, existiendo una interpenetración que dará lugar a elementos artísticos mezclados y esquematizantes. Existe una dificultad, y es la de la coincidencia formal de ciertos motivos, cuya procedencia, por tanto, es aleatoria en su especificación; ejemplo de este caso son: Antropomorfos, flechas, manos, pies y sandalias, y algunos objetos circulares partidos linealmente en su interior. Esta convergencia, o la realidad de semejantes sistemas en la representación de animales, permitiría suponer un origen próximo o común para las dos culturas y en consecuencia para sus manifestaciones artísticas, origen mediterráneo oriental en los dos casos, probable pero aún no suficientemente probado.

 

Desde los comienzos neolíticos del arte sahariano occidental podemos observar una especial preferencia por el empleo de la línea incisa continua, preferencia que no se produce en todas las áreas y que es muy particular de nuestra zona. En la época primera cabalina, cuando en el resto de los lugares se pinta o se piquetea las figuras, el occidente atlántico sigue utilizando la línea incisa, aun cuando ya se aprecian pequeños cambios de sistema producidos por la introducción de técnicas interiores. Es precisamente a partir de la presencia de elementos atlánticos importados, cuando la incisión se abandona casi absolutamente y la inmensa mayoría de los grabados se realiza por punteo o piqueteo, al mismo tiempo que las figuras se estiliza al máxima por la influencia del grupo europeo. La esquematización rápida y tajante de las representaciones posteriores a la primera etapa del caballo debe haberse producido a causa de la conjunción y mezcla de las dos corrientes culturales, en cuyo producto tendría una importancia trascendental el concepto petroglífico,

 

La coloración más o menos intensa del interior de la línea grabada es lo que llamamos pátina, y se produce por fenómenos alternativos de humedad e insolación, los cuales van oscureciendo progresivamente el tono de las superficies pétreas sobre las que se graba: Pizarras, esquistos y areniscas en nuestro desierto. Este concepto cronológico material ha sido utilizado con diversos sentidos y fortuna, y en la actualidad viene considerándose como insuficiente y relativo, ya que cambia de un lugar a otro. Pienso que no es un criterio tan relativo, ya que posee una base porcentual utilizable. En las fases más antiguas la mayoría de las figuras están dotadas de pátina de color oscuro, en las intermedias hay un menor predominio de la oscuridad, en las recientes el predominio pertenece evidentemente a los colores claro o muy claro de pátina, y esto es lo que en nuestro caso conviene resaltar. En el grupo petroglífico la coloración de la línea es predominantemente clara o muy clara y en las superposiciones se advierte una gran diferencia con respecto a las fases anteriores. Puede definirse pues de modo general a nuestro periodo como dotado de tonos mucho más claros que la piedra base, aun cuando existan las lógicas excepciones.

 

RELACIONES Y CRONOLOGIA

Nos encontramos ante una acumulación artística importante numérica y significativamente, cuya fecha más antigua podría situarse dentro del bronce primero. En los ambientes científicos relacionados con la problemática del Norte de Africa es conocida desde hace tiempo la cuestión de la existencia o inexistencia de la Edad del Bronce dentro de la zona, ya que los objetos encontrados en excavación son muy escasos y de gran parecido formal con los sureuropeos. La presencia en la región mauritana de conjuntos industriales del bronce está comenzando a cambiar la orientación del problema, pero antes de este descubrimiento surgieron los conjuntos del Atlas marroquí (MalhommeJ. Corpus des gravures rupestres de Grand Atlas, 1.ª y 2.ª parte, Publ. du Serv. des Ant. du Maroc, 1959 y 1961), que manifestaban claramente la realidad del bronce norteafricano y las fuertes relaciones de éste con el suroeste de Europa. El problema no está aún del todo resuelto ni es perfectamente conocido en todas sus circunstancias, pero cada vez poseemos más manifestaciones culturales de la época, sobre todo en lo que respecta a realizaciones artísticas rupestres.

 

Nuestros conjuntos saharianos se encuadran plenamente dentro de la corriente cultural del bronce occidental, y esto es una novedad y un hecho de importancia. Hemos intentado relacionar las figuras del rio Asli con los lugares más próximos geográficamente a éste, es decir, con lo que conocemos del Atlas, y este intento no ha revestido la menor dificultad, ya que la mayor parte de las formas tienen sus paralelos más inmediatos en la zona de Marrakesh. Esto es la manifestación de un proceder, pero no significa la separación fundamental de Europa, ya que nos encontramos ante un mismo fenómeno. Cuando no hemos encontrado un paralelo firme en el norte de Africa, lo hemos buscado en el occidente hispano, y allí aparece; metodológicamente hemos abandonado los paralelos directos que nos llevaran a lugares demasiado lejanos geográficamente de nuestra área pero es evidente que en las Islas Británicas, Escandinava o zona alpina seguimos viendo los mismos motivos. Damos pues a conocer algo nuevo dentro del grupo cuyo interés cultural salta a la vista.

 

MALHOME (Ob. cit.), sitúa sus grabados dentro de un bronce medio de origen argárico peninsular, y entiende el fenómeno como algo demasiado homogéneo, bajo nuestro punto de vista. LHOTE (Les gravures rupestres du Sud?Oranais, Mém. du C.R.A.P.E., XVI, Paris, 1970), tomando a la letra el planteamiento de MALHOME, disiente fundamentalmente de sus conceptos, puesto que, si la cronología es con exactitud del bronce medio hispánico, debería considerarse anterior a la misma aparición del carro tirado por caballos en el horizonte africano, y esto es para LHOTE completamente contradictorio. El problema no es sencillo, porque en la zona del Atlas, del mismo modo que en la nuestra sahariana, las formas culturales no se presentan puras y los motivos de origen atlántico conviven y se relacionan con los de origen interior africano, apareciendo muchos elementos animalísticos y algunos carros esquemáticos cuyas características son asimilables a círculos, líneas y armas, típicos petroglíficos. Si esto es así, el grupo oceánico debería ser siempre posterior al cabalino sahariano, pues los carros esquemáticos deben considerarse como derivaciones estilizadas de los primeros carros con caballos al galope, anteriores y originarios de aquellos.

 

Creo que el problema parte de una singular falta de entendimiento del conjunto petroglífico atlántico, cuya composición es múltiple y variada, todo lo contrario de la homogeneidad pretendida. ANATI (Arte rupestre nelle Regioni occidentali della Península Ibérica, Centro Camuno di Studi Preistorici, Capo di Ponte, 1968), establece una sistematización que no por aproximada resulta menos lógica. Sitúa en primer lugar una fase en la que se representan ídolos y puñales, y que se desarrolla entre el 2000 y el 1500 a. C., dentro de la primera Edad del Bronce; en segundo lugar aparece, según él, la fase del circulo, y la línea, cuyo proceso dura entre los años 1500 y 900 a. C., aproximadamente, dentro de las edades del bronce medio y final; su tercera fase viene intitulada como geométrico simbólica, y comenzando sobre el 900 a. C., terminaría en el 100 a. C., dentro del bronce final y hierro. Todos sabemos la gran dificultad que entraña la fechación exacta de los fenómenos rupestres, cuya habitual falta de relación con los yacimientos de cultura material nos impulsa hacia las cronologías solamente aproximadas. Debemos entender, por tanto, la síntesis de ANATI como limitada en conjunto, aunque es cierto que algunas formas grabadas como ídolos y puñales puedan fecharse con relativa certeza por su parecido con objetos materiales debidamente situados, lo que nos permite aceptar la evolución general con las puntualizaciones pertinentes que puedan surgir en cada momento.

 

Esta síntesis no es solamente válida por su carácter cronológico básico, sino también porque plantea una realidad de interés, que es la falta de homogeneidad del rupestre marino. No se puede pretender una sola época para las realizaciones del Atlas o del Sahara, pero parece claro que ciertas de sus formas pudieran ser anteriores al cabalino más antiguo, puesto que su relación es del bronce primero o medio; lo cual no significa que todos los componentes de este ciclo hayan de ser anteriores a los caballos al galope saharianos, pues aún nos quedan dos periodos más de desarrollo artístico, seguramente los más representativos del norte de África. Si admitimos una cierta diferencia temporal entre los fenómenos europeos y africanos, diferencia no necesariamente amplia pero si apreciable, podremos admitir que desde la segunda época de ANATI los grabados atlánticos ya son coetáneos si no posteriores a los caballos africanos, y esto bien podría hacer desaparecer las susceptibilidades de LHOTE y algunos más, otorgando a este ciclo el valor que se merece.

 

Por lo que a nosotros respecta, los conjuntos del rio Asli forman parte plena de todo el concepto oceánico, pero no se manifiestan de un modo idéntico a los demás lugares próximos. En primer lugar, son pocas las figuras encuadradles dentro de las primeras épocas, quedando la mayor abundancia absoluta para los momentos medios y finales, y esto es expresivo de lo que realmente significa la región sahariana occidental, un paso más y ligeramente más tardío del sistema petroglífico hacia el sur, y una amalgama fundamental e inmediata de sentidos expresivos entre las corrientes interna y marítima.

 

(*) BALBIN BEHRMAN, Rodrigo de 2000, Formas de origen Atlántico en el arte rupestre del Sahara Español, XIV Congreso Nacional de Arqueología.